El virgen de hierro
La noche ya era cerrada cuando alguien llamó a la puerta. Era extraño. Por entonces todos los componentes del equipo debían estar dormidos. Tan sólo contaban con un par de horas para abrazar a Morfeo. El partido había terminado tarde y a primera hora tendrían que coger un vuelo a Los Ángeles. A.C. Green dejó el libro en la mesilla, se puso las zapatillas y abrió la puerta. Al otro […]