Los demonios de Ocaña (2ª parte)
Compró por entonces Luis Ocaña un pastor alemán. La vida le sonreía. Tenía casa propia. A la finca le había puesto de nombre Orcieres-Merlette en honor a aquella calurosa tarde de julio de 1971. Tenía un hogar, una familia y, ahora también, un perro como mascota. No lo dudó. Le puso de nombre Merckx. Lo tenía clarísimo. Le gritaba a todas horas. ¡Ven a mis pies! ¡Merckx soy tu dueño! […]