Archivos

17 de junio de 1994

Era viernes. 17 de junio de 1994. El verano tocaba nudillos en la puerta. En Berlín tropas británicas, francesas y estadounidenses abandonan sus puestos en los cuarteles de Berlín Occidental. Días más tarde lo harán los soviéticos del antes llamado Berlín Oriental poniendo fin a la Guerra Fría y al siglo XX antes de tiempo. Estados Unidos es dueño del planeta. Gran parte de su triunfo se debía a un poder blando labrado durante décadas en el que el deporte era eje trascendental.

Aquel 17 de junio la oferta deportiva en Estados Unidos iba a paralizar al país y a medio mundo. Desde primera hora de la mañana en Oakmont, Pensilvania, tendría lugar la segunda y última ronda del US Open de golf. Luego, a las 14:00 hora local, se inauguraría el Mundial de fútbol en el Soldier Field de Chicago con un encuentro entre Bolivia y Alemania, entonces vigente campeón. Con una hora de adelanto por mor de los usos horarios, la ciudad de Nueva York se paralizaría con miles de personas en sus aceras para ver los festejos que coronaban a los Rangers como campeones de la Stanley Cup de la NHL tras más de medio siglo de espera. Y luego, como fin de fiesta, el Madison Square Garden de la Gran Manzana sería testigo del quinto partido de las finales de la NBA que enfrentaba a los New York Knicks contra los Houston Rockets y que en aquel momento mostraban un empate a dos victorias al mejor de siete partidos.

Lo de las finales de la NBA estaba siendo el clímax de la aridez y de la aprensión. Knicks y Rockets disputaban una serie de playoffs siderúrgica con defensas agresivas y con anotaciones bajísimas, sinónimos de la negación del común de los aficionados. Si el baloncesto de la década de los 90 fue condenadamente duro, las finales de la NBA de 1994 fueron batallas en trincheras en cada jugada. Duro, ultra físico, con acometidas de hombres con pelos en el pecho. El culmen final de una época de hermetismo postindustrial. De hijos que a través del deporte honraban a sus padres y a sus abuelos obreros. Cuando para ganarse la vida había que TRABAJAR con mayúsculas. Los últimos coletazos de los Stallone, Schwarzenegger o Willis. La última época dorada de los hombres que no lloran.

Eran unas finales que pivotaban en dos hombres altos. Hakeem Olajuwon era un gigante con pajarita. Podría pasar por diplomático nigeriano con un puñado menos de centímetros. Criado baloncestísticamente en Houston buscaba para los Rockets su primer título de la NBA a través de unos pasos de baile que hipnotizaban a sus rivales debajo del aro. Mientras, Patrick Ewing era una montaña de músculos que había devuelto el orgullo a Nueva York, la meca del baloncesto. Los Knicks eran la franquicia más valiosa de la NBA, pero acumulaban dos décadas de fracasos en busca de un título que era primordial para la ciudad de Nueva York.

Cinco días antes del que sería un legendario 17 de junio, los Houston Rockets se ponían 2-1 en la eliminatoria recuperando la ventaja de campo al vencer por 89-93 en Nueva York. Sería esa la anotación más alta de una serie de defensas hipermusculadas y tensión armamentística. Olajuwon firmaba 21 puntos, 11 rebotes y 7 asistencias, pero era incapaz de emocionar a los televidentes. Michael Jordan se había retirado por vez primera para jugar al beisbol, Bird y Magic ya no estaban y la audiencia televisiva de la NBA había caído un 30%. Lo verdaderamente importante el 12 junio, cinco días antes del día D, era que los cadáveres de Nicole Brown Simpson y Ronald Goldman aparecieron rodeados de un charco de sangre en un barrio residencial de Los Ángeles. La brutalidad había sido tal que Nicole tenía la laringe a la vista y Ronald era un coladero con agujeros en todo su cuerpo. Horas después la conmoción se adueñó de Estados Unidos cuando se encontraron manchas de sangre en el coche de OJ Simpson a apenas unos kilómetros de la escena del crimen. Era el principal sospechoso del asesinato de un crimen que se tornaba en pasional.

OJ Simpson y Nicole Brown

Aquel golpe de mortero conmocionó a Estados Unidos. Orenthal James Simpson era una celebridad. MVP de la NFL de 1973, considerado uno de los mejores jugadores de fútbol americano de siempre, su fama como deportista se mantenía tras su retirada gracias a su sonrisa, su encanto y su éxito como comentarista televisivo. Llevaba dos años divorciado de su segunda esposa, una camarera llamada Nicole. Simpson era negro. Nicole blanca, rubia y de ojos azules. Nicole mantenía entonces una relación con Ronald, un actor de poca monta.

Millones de estadounidenses se engancharon a la televisión para seguir todas las novedades sobre el caso con la única excepción de los neoyorkinos. El martes 14 de junio en el Madison Square Garden de Nueva York los Rangers vencerán a los Vancouver Canucks en el séptimo partido de la final de la NHL logrando la Stanley Cup de hockey para la ciudad de Nueva York por vez primera en medio siglo. Brian Leetch recibía el premio MVP como mejor jugador de la final y exaltaba a los aficionados a colapsar las calles del centro de Nueva York para celebrar el éxito en el paseo triunfal que tendría lugar el viernes 17 de junio. La Gran Manzana sería la capital mundial del hockey sobre hielo.

Un día antes, jueves 16, en la otra punta del país, a más de 4.000 kilómetros de distancia, se da eterna sepultura al cuerpo y al alma de Nicole. OJ Simpson había llegado a estar esposado, sin embargo, le permitieron acudir al último adiós a su ex esposa. De riguroso luto y con gafas de sol, Simpson se agachó ante el féretro descubierto y besó el rostro sin vida de la que había sido su segunda esposa. La mayoría de los presentes en la ceremonia abrieron los ojos entre estupefactos y conmovidos por lo visto. Justo al finalizar el entierro la policía hacía público un informe de cinco años atrás en los que se detallaba una paliza que OJ le había propinado a su mujer tras una discusión. Aquello llevó al juez a dictar la orden de detención que se haría efectiva el 17 de junio de aquel año 1994 tras la negociación con los abogados del acusado.

Nacía así el viernes 17 de junio de 1994. Día de sillon-ball. Salsa rosa, crónica negra y deporte. Mucho deporte.

Simpson pasó aquella noche en casa de Robert Kardashian (abogado amigo suyo y padre de las celebérrimas hermanas). Prensa de medio país esperaba a las puertas del domicilio a que OJ saliese y se presentase en la comisaría de policía correspondiente. OJ Simpson decidió tomárselo con calma. Mientras esto sucedía se iniciaba la penúltima jornada del US Open de golf en Pensilvania. Colin Montgomerie, gran favorito, pasó el corte rumbo a la ronda final en primera posición, aunque acabaría cediendo el título dos días más tarde ante el sudafricano Ernie Els. Sin embargo, lo trascendental de aquella mañana fue el último putt de Arnold Palmer quien era incapaz de pasar el corte y quedaba eliminado. Se ponía así fin a la carrera de Palmer, el hombre que popularizó el golf por todo el mundo. The King, como era conocido, logró a través de sus modestos orígenes y una popularidad basada en hablar sin pelos en la lengua, a que el golf pasase de jugarse en campos privados y elitistas a que fuese accesible para las clases medias mediante la construcción de campos públicos. La retirada de Palmer auguraba un 17 de junio lleno de emociones.

El adiós de Palmer

Mientras Simpson se negaba a salir de la mansión de los Kardashian en Los Ángeles, en el Medio Oeste, en el estadio Soldier Field de Chicago, tendría lugar la inauguración del Mundial de fútbol de 1994. A diferencia de los otros hechos del día, el fútbol pasaría sin más pena que gloria en el corazón de los estadounidenses, mas no así en el resto del mundo que aguardaba impaciente el inicio del evento deportivo más seguido del planeta. En todo caso, aquel Mundial era un intento de la FIFA de volver a introducirse con éxito en el mercado más suculento del planeta tras aquel primer éxito de los 70 con el Cosmos de Pelé. Era por ello que la ceremonia de inauguración, el único evento del Mundial que tendría por seguro la atención de los estadounidenses, debería salir perfecta.

A las 14.00 hora local echaba a rodar el balón. Alemania, vigente campeona, derrotaba a Bolivia por 1-0 en un mal partido que dejaba intuir los problemas que los teutones iban a tener para revalidar el título. Minutos antes del inicio del choque, Diana Ross, actriz y cantante de The Supremes, había sido la elegida para hacer disfrutar al público presente en el estadio y al que seguía el evento desde sus casas. Zapatillas blancas y traje rojo, la voluptuosa Ross comenzó a cantar I’m going out mientras se dirigía hacía una de las áreas rodeada de bailarines.

Allí había una portería preparada para partirse en dos cuando Diana convirtiera el gol pateando un penalti. También esperaba un grandilocuente arquero dando saltos con buzo amarillo y pantalón blanco con la única intención de dejarse marcar un gol. Diana se dispuso a marcar el tanto de su vida micrófono en mano y dio un puntapié con la derecha… que se fue un par de metros más allá del palo derecho. Los fuegos artificiales explotaron, la portería se abrió como el Mar Rojo ante Moisés y Diana Ross actuó como una reina del espectáculo. Le dio todo igual, se abrió camino hasta el escenario mientras la gente seguía aplaudiendo sin saber que había pasado ya que, al fin y al cabo, la mayoría de los allí presentes de fútbol sabían más bien poco.

— OJ SIMPSON Y LA FINAL DE LA NBA —

Al mismo tiempo que en Chicago el teutón Jurgen Kiinsmann anotaba el primer gol del Mundial, la calle Broadway se atestaba de fanáticos del hockey para seguir a la comitiva de los Rangers camino al City Hall con las entonces fastuosas Torres Gemelas al fondo. La fiesta fue de aúpa, pero irremediablemente tuvo que acabar pronto porque a las 20.30 hora local el Madison Square Garden se volvía a vestir de gala para el quinto partido de la final de la NBA entre Knicks y Rockets. El resultado entonces era 2-2 y los Knicks tenían la oportunidad de ponerse por delante antes de que la serie viajase a Houston para los dos últimos encuentros. El choque iba a comenzar poco después del segundo y último partido de la jornada inaugural del Mundial de fútbol. Se trató del sorprendente empate a dos goles entre España y Corea del Sur en partido disputado en Dallas. Aquella igualada dejaba a los de Javier Clemente con la obligatoriedad de sacar algo positivo del siguiente choque ante Alemania para aspirar a los octavos de final.

Y a todo esto OJ Simpson seguía atrincherado en casa agotando hasta el límite su entrega ante la policía.

Knicks y Rockets se encontraban en titánica disputa cuando un ciudadano alerta a la policía de que ha visto a OJ Simpson empuñando un revólver viajando en un Ford Bronco. Era poco después de las 18.30 (hora de Los Ángeles) cuando OJ Simpson logró sortear a periodistas y curiosos para salir de casa junto a un amigo de la infancia, quien al volante de un Ford Bronco blanco llevaba a OJ Simpson en el asiento del copiloto. Mientras la camioneta avanzaba por las calles de Los Ángeles, OJ Simpson portaba una pistola sobre su sien anunciando a grito pelado que estaba dispuesto a quitarse la vida. La policía necesitó más de una hora para que el ex jugador accediera a salir del auto, tras prometerle que podría llamar por teléfono a su madre.

Aquello era la bomba. La caída de un héroe americano en pleno directo. Todas las cadenas de televisión conectaron para ver al Ford Blanco avanzando por la interestatal 405 con la policía de Los Ángeles persiguiéndole los talones. Y cuando digo todas las cadenas, digo todas. 120 millones de televidentes, incluidos los de la NBC. Fue tal el suceso que en pleno tercer cuarto con 59-53 a favor de los Knicks, la NBC decidió cortar la final de la NBA para ver el que quizás fue el primer reality show de la historia. David Stern, el mandamás de la NBA, cogió el teléfono para bufar y despotricar a los directivos de la NBC a quienes exigía que se volviese a conectar con el Madison. Lo más que consiguió fue que, en un pequeño recuadro y escudriñando la vista, pudiésemos ver a Ewing y a Olajuwon fajarse en medio de la zona buscando canastas imposibles. El resto de la pantalla era para aquel Ford Bronco rodeado de innumerables helicópteros y al menos una veintena de coches de policía.

La persecución duro cerca de hora y media a lo largo de unos 80 kilómetros. Varios ex compañeros y John McKay, el entrenador de Simpson en su época universitaria, conectaron con OJ a través de la radio para pedir que se entregara y no se matara. “Soy el único que merezco morir” y “voy al encuentro de Nicole” fueron dos de las escasas sentencias que Simpson acertó a decir. Finalmente, tras aparcar la camioneta delante de la puerta de su casa, la policía le ordenó soltar el arma y le permitió entrar en su domicilio. Allí, una vez dentro, le dio un beso a su hijo, otro a su madre, bebió un zumo de naranja (sí, verídico, no es una licencia artística) y se entregó a la policía mientras recibía una sonora ovación de los curiosos que allí se congregaban.

Iba OJ Simpson camino de la comisaría cuando Patrick Ewing emergió para con 25 puntos y 12 rebotes darle la victoria por 91-84 a los Knicks y ponerlos 3-2 por delante en la eliminatoria ante la indiferencia de todo el país. El único lugar de Estados Unidos donde no se hablaba de OJ Simpson era en Nueva York donde tras 54 años se había logrado la Stanley Cup de hockey y donde los Knicks estaban a un partido de lograr el anillo de la NBA tras el conseguido veintiún años atrás en 1973.

Olajuwon (izq) y Ewing (dch)

Acusado de doble asesinato, el juicio de OJ Simpson fue la muestra de cómo un buen equipo de abogados (cobraron en torno a seis millones de dólares) son capaces de hacer que la justicia no sea igual para todos. El juicio pasó de hacerse en la elitista y blanca Santa Mónica a celebrarse en una corte del centro de Los Ángeles para así asegurarse de que el jurado estuviese formado por una mayoría negra y jugar la baza de la discriminación racial (cabe recordar que OJ Simpson era negro y su ex mujer era blanca). Otra jugada maestra se dio cuando el abogado principal concedió una entrevista en televisión donde reveló grabaciones y datos personales del inspector de policía que llevaba el caso demostrando que era un racista compulsivo.

En todo caso la clave de la absolución de OJ Simpson fueron los guantes ensangrentados que fueron encontrados en su casa al poco del asesinato y que fueron congelados y descongelados varias veces durante el proceso. Tras requerimiento de su abogado, Simpson se los probó delante del jurado y entre muecas y gruñidos no lograba ponérselos argumentando que le quedaban pequeños. Aquella obra teatral convenció al jurado de la inocencia del acusado. Fueron 150 millones de personas las que siguieron en vilo los 134 días de juicio y la sentencia dada el 3 de octubre de 1995 que lo daba por no culpable. Había muestras de ADN de Simpson en toda la escena del crimen, las huellas de sus zapatos y los famosos guantes. Pero Simpson se libró de la cárcel.

En 1997 se celebró un juicio civil por el mismo crimen y ese jurado sí declaró a Simpson responsable del crimen, pero no suponía una revisión del juicio penal. Simplemente fue condenado a pagar 33 millones de dólares a los familiares de las dos víctimas. Un dinero que nunca llegó a abonar. Por entonces incluso el Estados Unidos negro dudaba de OJ Simpson, aunque mantenía esa aura de intachable gracias a un atractivo y a un carisma que explotaba en continuas apariciones en shows televisivos.

Con el tiempo, OJ Simpson fue apartado de la opinión pública. Sus desvaríos le llevaron a bromear sobre el tema e incluso a escribir una autobiografía en la que explicaba como habría asesinado a su ex mujer en el hipotético caso de haberlo hecho. Apartado entonces de la vida pública, sin apoyo social y acusado por las deudas fue detenido y condenado a prisión en 2008 por intento de robo a mano armada en Las Vegas. Saldría en libertad diez años después justo cuando la aparición de una navaja ensangrentada en una finca de su propiedad parecía reabrir el caso. Portaba ADN de Nicole, pero el caso nunca se pudo reabrir al no haber causa federal. Así pues, OJ Simpson fallecería en 2024 víctima de un cáncer sin nunca haber sido penado por un crimen que nadie duda ya que no hubiese cometido.

¿Y la final de la NBA? Justo al caer derrotados en el Madison Square Garden los ojos de Hakeem Olajuwon se clavaron en los del resto de sus compañeros y de su boca salieron palabras de tranquilidad y sosiego. Cuando la NBA lo había nombrado MVP el gigante nigeriano se había negado a recoger el premio sin que sus compañeros estuviesen delante. Estaba convencido de que iban a ser campeones. Mas a pesar del optimismo de Olajuwon los Knicks estuvieron a una canasta de proclamarse campeones. En el sexto encuentro, Olajuwon taponó un lanzamiento triple de John Starks en el último segundo, dando a los Rockets la victoria por 86-84 y forzando el séptimo partido. En el encuentro definitivo un Olajuwon sublime (27 puntos, 10 rebotes y 7 asistencias) le daba el título a Houston en un choque que quedará en el recuerdo por el horrendo partido de John Starks (0/11 en triples y 2/18 en tiros) quien, psicológicamente afectado por su fallo en el choque anterior, puso los clavos para cerrar la tumba de los Knicks en el encuentro final y decisivo.

El juicio de OJ Simpson duró año y medio y fue el fiel reflejo de como la raza, el dinero y la televisión pueden distorsionar e influir en el sistema judicial. OJ Simpson se convirtió en icono de la cultura popular estadounidense y en muestra clara de sus virtudes y sus defectos. Diversos estudios indican que, durante el veredicto, el uso de telefonía se redujo en un 60% y también descendió el uso de agua porque la gente no se atrevía a ir al baño para no perderse nada. El número de operaciones que se realizaron en Wall Street bajó un 41% aquel día e incluso el presidente Bill Clinton abandonó sus funciones para seguir lo que sucedía. Fueron 150 millones de televidentes, cerca del triple de los que siguieron la investidura de Barack Obama. La actuación de OJ Simpson fue perturbadoramente increíble, como lo fue la de Olajuwon en una serie de baloncesto memorable que se asemejó más a un duelo de rugby que a uno de baloncesto. Fueron siete partidos resueltos por una media de siete puntos de diferencia. Se tardaría más de una década en ver un séptimo partido de la final de la NBA, pero dio exactamente igual. Lo único que aquel 17 de junio de 1994 importaba era ver a OJ Simpson cabalgando en aquel legendario Ford Bronco de color blanco.

OJ y los guantes de la discordia

P.D: Ford decidió retirar la producción del Ford Bronco lo que tuvo el efecto no deseado de convertir a aquella furgoneta en un objeto de deseo. En 2021 Ford volvió a anunciar su producción, pero, por el camino, Mike Gilbert, ex agente de OJ Simpson, se hizo con la camioneta y la mantuvo en buen estado hasta que años después intentó su venta por un millón de dólares. Pecó de avaricioso y la venta no cuajó. Ahora el Ford Bronco reposa en el Museo Nacional del Crimen de Estados Unidos donde, evidentemente, es la estrella del recinto.

Otras historias típicamente estadounidenses

Jim Thorpe (un camino iluminado por un gran relámpago)

Nadie anima a Goliat (la historia de Wilt Chamberlain en dos partes)

¿Por qué nadie se acuerda de Bill Tilden? (campeón del tenis, artista y acosador sexual a partes iguales)

Steve Prefontaine (el origen de las zapatillas Nike)

Alguien todavía más fuerte que evite pelear (Jackie Robinson)

El sueño americano (by Vince Papale)

Lance Armstrong (el fraude de un campeón a través de dos artículos)

La maldición del Descalzo Jackson (y los Red Sox ganaron las Series Mundiales)

El virgen de hierro (A.C.Green dice no a Sodoma y Gomorra)

Cuando Santa Claus se hizo hincha de los Knicks (el origen de los KnIckerbockers)

El número 199 (Tom Brady)

Cuando Pedro Carrillo se convirtió en Pete Carril (como un tipo de León se ganó el respeto del baloncesto norteamericano)


¿Quieres recibir un email cada vez que se publique una entrada nueva?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.