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Cuando la trampa del fuera de juego cambió el fútbol para siempre (2ª parte)

¡Cómo había cambiado el juego! Aquella carga ligera de caballería se estaba convirtiendo en un interesante juego colectivo. La brutalización daba paso a la sofisticación. Si antes el portero despejaba de puños porque si cogía el balón lo podían matar (literalmente), en 1912 el guardameta era intocable y sólo podía tocar el balón con las manos dentro de su propia área.

Con el 2-3-5 todo cambió, pero pronto hubo quien detectó que ese tercer mediocentro, con sus subidas y bajadas, iba dejando huecos en el centro del campo. Los más avispados, y los más avispados eran los futbolistas del Río de la Plata, comprendieron que moviendo posicionalmente a los cinco atacantes y acercando a alguno de ellos al centro del campo se originaba una superioridad que se tornaba en decisiva. El ataque en línea se convierte en ataque en abanico, donde los extremos retroceden o el delantero centro se cristaliza en mediapunta.

Es pues cuando los equipos, alarmados por ese agujero en el centro del campo, deciden reforzar su parcela defensiva. Para ello se valen de la táctica del fuera de juego. Recordemos que por entonces si tres defensores (dos zagueros y el portero) están por detrás del delantero rival ya hay fuera de juego. No era difícil que a alguien se le ocurriese levantar la mano para avisar al compañero, dar un paso al frente y usar el fuera de juego a su favor.

El inductor y referente del uso de la trampa de fuera de juego fue un norirlandés llamado Billy McCracken. Durante veinte años (1904-1924) fue el líder del Newcastle United y elemento estructural del centro de la zaga con sus más de 180 centímetros y sus 85 kilos de peso, medidas muy consideradas en la época.

Cuando observaba que el delantero rival iniciaba el desmarque, McCracken lanzaba un grito y corría en dirección al círculo central mientras su compañero en el centro de la defensa levantaba la mano para reclamar al árbitro (a imagen y semejanza de lo que muchas décadas después hará Baresi en el AC Milan) el fuera de juego. Dado que entonces los pases eran cortos y lentos y los jugadores no se podían mover de su zona asignada, no había profundidad, únicamente horizontalidad, por lo que no había forma de romper la trampa del fuera de juego. Cuando en un partido McCracken consiga que el árbitro sancione más de cuarenta fueras de juego en un mismo partido todo estallará. Al reanudarse las competiciones tras la I Guerra Mundial todos los clubes utilizarán la misma táctica, el número de goles se reducirá (2,95 por partido en 1908 a 2,43 en 1924), se culpará a McCracken de acabar con el fútbol y el número de aficionados en los estadios descenderá drásticamente.

Billy McCracken

El problema crecía como bola de nieve y no se atisbaba solución. El juego era monótono y los delanteros centros, grandes y lentos, caían sin remedio en la trampa. Y en Inglaterra entró el pánico. Y entraría mucho más cuando Uruguay gane los Juegos Olímpicos de 1924 arrasando a todos sus rivales (los británicos se autoexcluían de las competiciones internacionales). José Nasazzi, capitán uruguayo, observa que los europeos abusan del fuera de juego y decide instalarse en el centro del campo (2-4-4), descartando el juego directo y apostando por el pase para llegar a la portería rival. El fuera de juego de los rivales naufraga y Uruguay gana de forma bella con un estilo que se prolongará en el tiempo.

Así que la Football Association (FA) atisbó dos soluciones. La primera consistía en pintar una línea a 36 metros de la portería que marcase a partir de donde se establecía el fuera de juego (como en las categorías inferiores de la actualidad). La segunda consistía en limitar el fuera de juego a dos defensores (el portero más un zaguero) facilitándole así las cosas al delantero falto de calidad técnica. Se realizó una prueba en un partido en Highbury. Primera parte tirando la línea de 36 metros y segunda mitad reduciendo a dos el número de defensores para marcar el fuera de juego. Quizás fuese demasiado precipitado, pero la solución requería urgencia.

Gustará la segunda idea. A partir de entonces un futbolista estaría en posición de fuera de juego si está más cerca de la línea de meta contraria que el balón y el penúltimo adversario a menos que se encuentre dentro de su propio campo. Era abril de 1925.

El fútbol iba a cambiar para siempre.

Al cabo de una temporada el promedio de goles en la liga inglesa pasó de menos de 3 por partido a 4,5. La falta de profundidad de la línea de cinco quedaba descartada y los McCracken de turno, al no tener un compañero en defensa, se lo tendrían que pensar muy mucho antes de adelantarse y levantar la mano para reclamar el fuera de juego. Al ligero error dejaban a su portero vendido en un mano a mano frente al delantero rival.

Lo que en abril era una realidad en las Islas Británicas el 13 de junio de 1925 se cristalizó en cierto en el resto del mundo. La FIFA puso en marcha un tren que revolucionaría para siempre la forma de jugar y en la que, por vez primera, tendría más importancia la táctica que los jugadores.

Nacía la era de los entrenadores.

Y aunque nadie lo sabía entonces, nacía la parte defensiva del juego. Defender para ganar.

Y es que los árboles no dejaron ver el bosque. En las siguientes tres décadas el fútbol ofensivo campó a sus anchas por el orbe. Los goles aumentaron de forma radical. En el Mundial de 1954 se llegó a la cima de la excelencia ofensiva con 5,4 goles por partido, hasta que en los 60 arribó el boom defensivo que intentará ser contrarrestado con los cambios para oxigenar el centro del campo y las tarjetas para proteger a los delanteros. Pero el caso es que, sin que nadie se diese cuenta ni lo advirtiese, en ese 1925 estaba naciendo una forma de jugar que primaba lo defensivo antes que lo ofensivo.

Ante el pánico de dejar a un solo defensa ante el delantero rival, el pavor hace su aparición y hay una serie de entrenadores que deciden fortificar la defensa. Es importante resaltar que son entrenadores. Hasta entonces los equipos cuentan con un preparador físico, pero no existe la táctica. Las plantillas con cortas (a lo sumo 13 o 14 futbolistas) y las alineaciones son decididas por el capitán que las consensa con los compañeros. A partir de entonces los entrenadores (siempre ex jugadores) determinarán el estilo de juego y quienes deben saltar al campo. Uno de estos primeros gurús fue el inglés Herbert Chapman. Dirigiendo al Huddersfield Town decidió retrasar a uno de los medios para fortalecer la defensa. El 2-3-5 pasaba a ser 3-2-5. El sistema fue afiliado cuando en los años 30 Chapman pasó a dirigir con éxito al Arsenal FC. Era la WM de Chapman, el sistema imperante en el mundo desde entonces hasta finales de la década de 1950.

La WM permitía movilidad dentro de la limitación del juego zonal de entonces. Aunque sobre el papel el dibujo WM con los extremos super adelantados parezca ofensivo, la realidad es que se asemejaba más a un 3-4-3 o a un 5-2-3 en defensa. Los goles aumentaron, sí, pero porque aumentó el juego directo. Chapman hizo hincapié en el pase largo y el control del balón. Que un extremo controlase el balón de primeras tras un pase de treinta o cuarenta metros era un gol asegurado. Pero se hizo acosta de aumentar la precaución defensiva y el abandono del centro del campo. Ahora había dos trincheras. Una en defensa y otra en ataque. El centro del campo era yermo. Será tras la II Guerra Mundial cuando algún avispado acuñe la expresión zona ancha para referirse a ese centro del campo que quedaba desocupado.

La WM de Herbert Chapman

El concepto cambia. Hasta entonces el objetivo era marcar un gol más que tu rival, no obstante, ahora el objetivo era defender para no encajar goles, No es que antes no hubiese equipos defensivos. Sin echar la vista muy atrás en los ya citados JJ. OO de 1924 Uruguay solo tuvo dificultades en el partido de semifinales ante Países Bajos (2-1), Según las crónicas, viendo que sus opciones de vencer eran ficticias, los neerlandeses desplegaron un 5-5-0 sin intención alguna de ganar. La diferencia radicaba en que antes de la modificación de la regla del fuera de juego el acumular jugadores en defensa eran acciones coyunturales y tras la modificación de la regla se convertirán en estructurales.

Lo que era un estigma, una deshonra, un gesto de cobardía (recordemos que el fútbol nació como un deporte de caballeros) se convirtió en aceptable. Si en origen el fútbol funcionaba como carga ligera de caballería, ahora se aceptaba que los soldados cavasen una trinchera a la espera de una oportunidad. Un dato. Hasta 1925 el balance entre Escocia e Inglaterra en partidos internacionales era ligeramente favorable a los primeros. Tras la modificación de la regla del fuera de juego los escoceses abandonaron su tradicional juego de pases y aceptaron el juego directo y la WM masivamente. Desde entonces cayeron en picado ante los ingleses. Era la contrarrevolución.

Lo curioso es que fueron los ingleses victoriosos los que abrazaron con fuerza la modificación de la regla del fuera de juego y el establecimiento de la WM como patrón de juego. El resto del mundo exploró una vía alternativa, una que rompiese con el juego acartonado de usos y costumbres tan británico y que diese pábulo a las filigranas ofensivas para romper con el fuera de juego.

Así si la WM es la solución defensiva a la modificación de la regla del fuera de juego, la solución ofensiva pasará porqué los delanteros usen el cerebro. Si para contrarrestar la amenaza los clubes británicos transformaron un mediocentro en defensa con la instrucción de perseguir al delantero centro sustituyendo el marcaje zonal por el individual, en el resto del mundo hubo técnicos que decidieron mover a los atacantes. El italiano Vittorio Pozzo fue pionero al establecer cuatro líneas en el campo en vez de las tres tradicionales. En determinadas ocasiones usaba la figura del líbero (a semejanza de los uruguayos) para tener un defensor libre de cargas, pero fundamentalmente lo que hizo fue retrasar a los extremos obligándoles a regatear hacia dentro buscando el disparo en vez de pegarse siempre a la banda. Así los interiores, liberados de su función ofensiva, podían bajar al centro del campo para distribuir el balón. El 2-3-2-3 de Pozzo (3-4-2-1 sin balón) le dio a Italia dos Mundiales (1934 y 1938) desactivando por completo el problema del fuera de juego.

Los sudamericanos decidieron mejorar el juego al primer toque y el control con la idea de aumentar la velocidad del juego. Comprendieron que, si jugaban como siempre, pero a mayor ritmo, la lentitud de los defensas rivales sería impedimento total para que pudiesen poner en práctica la táctica del fuera de juego. Así, y al menos hasta finales de los 40, Uruguay, Argentina o la Escuela Danubiana (Checoslovaquia, Hungría o Austria eran los mejores países europeos hasta la II Guerra Mundial en parte gracias a las enseñanzas del inglés Jimmy Hogan – véase artículo escrito en este blog -) decidieron expresarse con el pase y el regate reforzando el centro del campo a costa de un delantero y siempre manteniendo los dos defensores. El 2-3-5 peleó por sobrevivir ante la WM importada desde las Islas Británicas.

La Italia bicampeona (34 y 38) de Pozzo

Tras la II Guerra Mundial la WM ya será el esquema habitual en todo el mundo. Para entonces el fútbol ya había cambiado para siempre. Había dejado de ser inglés. Los british eran todo piernas y pulmones y nada de cabeza. Cuando en 1950 caigan derrotados ante Estados Unidos el mito acabará por romperse. El resto del mundo, aun aceptando la WM, comprendió que la esencia del fútbol se basa en que la pelota corra y el rival tras ella.

Pero lo que había llegado para no marchar era la corriente defensiva del juego, quizás porque el fútbol hacía mucho que había dejado de ser un juego. Desde que en 1925 se modificó la regla del fuera juego el fútbol se dividió entre los que decidieron protegerse de la amenaza retrasando a un defensor y los que apostaron por potenciar el juego de pases para desde el mediocampo llegar hasta la portería rival.

Donde antes sólo había una forma de entender el fútbol, la ofensiva, ahora había dos. La ofensiva y la defensiva. Y todo había sido provocado por la modificación de la regla del fuera de juego.

¿Cómo ganar? Pocos pases a gran velocidad para llegar al arco contrario en el menor tiempo posible. El regate está en desuso. La pelota siempre viaja más rápido sin un jugador detrás de ella”. Helenio Herrera, factótum del Catenaccio.

“Al fútbol siempre ha de jugarse de manera atractiva y de manera ofensiva”. Johan Cruyff, factótum del Fútbol Total.

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