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Eres más retrasado que tu hijo

Hace unos cuantos días, con ayuda de las decenas de cámaras que a modo de Gran Hermano pululan por los campos de fútbol, veíamos dos desplantes típicos del deporte profesional actual. Por un lado reparábamos como Gareth Bale rechazaba uno a uno a sus compañeros del Real Madrid cuando se acercaban a él para felicitarle por la consecución de un gol. El egocentrismo de Bale, siendo bíblico, empequeñece al de Kepa. El portero vasco montó un pollo de tres pares de narices cuando su entrenador, Maurizio Sarri, le ordenó salir del campo para ser sustituido. La falta de autoridad del técnico es una muestra más del poder del futbolista y de toda su corte de aduladores, entrenadores personales y representantes. El Chelsea apenas ha sancionado a Kepa con una semana sin sueldo, mientras que Sarri queda desprestigiado y al pie de los caballos.

Broncas entre jugadores y entrenadores las ha habido siempre. Bien es cierto que la autoridad del técnico se ha disuelto cual azucarillo al aumentar las libertades de los futbolistas, por lo que son más comunes en la actualidad. Si a eso añadimos que las cámaras llegan a entrenamientos, vestuarios y estadios, en el siglo XXI es harto complicado que las broncas escapen del ojo público.

Echando la vista atrás, pero no mucho atrás, hay varias tanganas que son dignas de ser recordadas. En España es resonada aquella entre Djalminha y Javier Irureta, que acabó con cabezazo del brasileño al pecho del técnico vasco del RC Deportivo aunque sin la fuerza suficiente para tumbarlo, como sí que hizo años después Materazzi contra Zidane. Aquello sucediera en un entrenamiento, no como cuando Luis Aragonés agarró por la pechera a Samuel Eto’o y lo zarandeó sentado en el banquillo cuando el delantero camerunés no paraba de quejarse por haber sido sustituido. En el plano internacional el enemigo público número 1 es Mario Balotelli. Las ha tenido de todos los colores, aunque las imágenes en un entrenamiento del Manchester City en el que tiene que ser agarrado por varios compañeros para que no le arrancase la cabeza a su entrenador son impagables.

También ha habido peleas al acabar un partido. El entrenador del Swindon Town Paolo di Canio enfiló con calma el camino a los vestuarios al acabar un partido pero, y aún no se sabe porque, se le cruzaron los cables y se tiró encima de uno de sus pupilos instantes más tarde. Otros encontronazos no han acabado en hostias, pero si en desplantes e insurrecciones similares al de Kepa. En un encuentro del FC Barcelona, Guardiola ordenó a Eto’o que se pegara a la banda para que Messi ocupase el centro de ataque. Eto’o desobedeció la orden y a los pocos minutos anotó un gol. Entonces se acercó a la banda, señaló al técnico y gritó a los cuatro vientos para que todo el mundo lo escuchase; “te lo dije”.

Pero la más bizarra de todas las historias fue la protagonizada por el entonces técnico italiano de la Fiorentina Delio Rossi y el delantero serbio Adem Ljalic allá por la temporada 2011/2012.

Delio Rossi era un técnico de amplia experiencia en la Serie A. Aquella era su primera temporada en Florencia tras dejar buenos recuerdos en la Lazio y en el Palermo. Ljalic era en aquel momento un prometedor delantero internacional que cumplía su segunda campaña en Florencia. Había deslumbrado en su primer año llamando la atención del Manchester United pero en aquel segundo año había bajado notablemente su rendimiento y no contaba con la confianza de Delio Rossi.

El caso es que en mayo, a apenas dos jornadas para el final del campeonato y con la Fiorentina en tierra de nadie, Delio Rossi decidió sacar de titular a Ljalic en un intrascendente partido ante el Novara.

Al poco de iniciarse el choque la Fiorentina ya perdía por un claro 0-2. El ritmo de los florentinos era parsimonioso y el choque parecía una pachanga de pretemporada. A falta de cinco minutos para el final de la primera parte Delio Rossi decidió hacer un cambio. No es plato de buen gusto ser sustituido antes de ir a vestuarios y el elegido para tan dudoso honor fue el punta serbio. Ljalic lo hizo lentamente y se dirigió visiblemente molesto al banquillo. En Florencia los asientos para los suplentes están por debajo del nivel del terreno de juego por lo que Ljalic pasó por detrás de su técnico. A mitad de camino se puso a aplaudir irónicamente a su entrenador, lo señaló y le gritó en perfecto serbio: “Viste više odloženi nego vaš sin”. O lo que es lo mismo; “eres más retrasado que tu hijo”.

Y es que el hijo de Delio Rossi tenía y tiene una deficiencia mental.

Con lo que no contaba Ljalic es que Rossi había entrenado a muchos futbolistas serbios a lo largo de su carrera. Contaba con ciertas nociones de tan complicado idioma. Y teniendo en cuenta que tenía un hijo retrasado sólo tuvo que sumar dos más dos para traducir al italiano el improperio.

Rossi se giró y no lo dudo en ningún momento. Se abalanzó sobre Ljalic y lo agarró por el cuello dispuesto a ahogarlo, mientras por su boca salían unos cuantos insultos por todos imaginados. Varios miembros del banquillo se echaron encima de él, pero en décimas de segundo se rehízo y le lanzó a Ljalic un gancho de derechas como si fuese Floyd Mayweather. Luego varios miembros de la plantilla se encargaron de que la sangre no llegase al río.

Al loro con las consecuencias. Inmediatamente Delio Rossi fue despedido como técnico de la Fiorentina e inhabilitado por la Serie A para dirigir a cualquier club en un plazo de tres meses. Ljalic, ni corto ni perezoso, denunció al día siguiente a su técnico por agresión.

“Mi gesto ha sido deplorable, pero humanamente comprensible”, sentenció Delio Rossi en la rueda de prensa que pronunció un par de días después. Guste o no guste, la afición tenía otra opinión. Rossi era un técnico respetado, educado y hasta tímido, de esos que hacen largas y dignas carreras a pesar de no lograr ningún título. La afición viola decidió tomar parte por él. “Un niñato como Ljalic merece dos guantazos” apareció escrito en una pancarta en los campos de entrenamiento de la Fiorentina a los dos días de la marcha de Rossi. Luego, en el estadio, apareció otra con la foto del técnico despedido en la que se podía leer: “Rossi ha demostrado que es un hombre que está rodeado de mercenarios”.

En un editorial de ‘Il Corriere de la Sera’ tras la justa y necesaria crítica a Rossi por su agresión, sentenciaban con tino: “Todos nos sentimos moralmente superiores a Rossi porque hasta ahora no nos hemos encontrado en nuestro camino a nuestro Ljalic”.

Hasta la fecha Ljalic no se ha referido al incidente. Su entorno deslizó que nunca se había metido con el hijo discapacitado de su entrenador, pero cuesta creerlo. Aquel verano fue expulsado de la selección serbia por mala conducta en los entrenamientos y por negarse a cantar el himno antes de los partidos (puede que parezca una chorrada, pero en una nación con una historia reciente tan convulsa como Serbia es un sacrilegio). La directiva de la Fiorentina se dijo a sí misma pelillos a la mar. Llegó el verano, nuevo entrenador, nuevos fichajes y a otra cosa mariposa. Pensaron que tenían un diamante en bruto y no iban a cargárselo por una tontería.

Al final Ljalic no llegó a eclosionar. Pasó por la Roma y por el Inter, siempre como estrella de futuro y siempre como sonoro fracaso. Actualmente milita en el Besiktas y ha vuelto a las convocatorias de su selección. Es un buen jugador, pero ni por asomo es aquello que se pensaba que iba a ser.

Delio Rossi no levantó cabeza desde entonces. Fracasó en la Sampdoria y en el Bolonia y actualmente, a punto de cumplir los 60 años, está sin equipo.

BONUS TRACK: “Tengo una pila de buenos momentos, pero mi favorito es cuando le di una patada a un hooligan”. Eric Cantona.


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