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El padre del fútbol

Por el antiguo testamento el partido duraba noventa minutos según el reloj del árbitro, que sólo lo detenía por causas visibles y aceptadas por todos. Cuando había una interrupción extraordinaria el árbitro paraba el reloj y lo reactivaba al resolverse el problema. El tiempo real de juego venía a ser de algo menos que una hora (..) Aquello era sencillo, pero eran otras circunstancias. No había cambios, salvo el del portero en caso de lesión y en la Copa de Europa ni eso. Llegaron los cambios y fueron subiendo: dos, tres, cinco por la pandemia que ya quedaron, uno más en la prórroga… Apareció la moda de echar el balón fuera cada vez que uno se cae o se tira. Vino el cuarto árbitro y trajo las broncas con los banquillos. Más el VAR, con las pelmazas reflexiones de sus sexadores de pollos en la sala brumosa. Y las pausas para hidratación, que camuflan tiempos muertos para los entrenadores (..) No me olvido del árbitro advirtiendo en todos y cada uno de los córners a los jugadores de que no pueden, cosa que ya saben desde pequeñitos (…) Todas esas adherencias en mayoría absurdas con que se ha ido cargando el fútbol desbordan la capacidad del árbitro. Y el final es difuso. Por el antiguo testamento, el tiempo terminaba en la muñeca del árbitro (…) La vieja sencillez del fútbol ha sido batida por muchos flancos en un proceso de autolesión continua (…) De un tiempo acá el fútbol viene tomando muchas cosas del baloncesto y otros deportes americanos: cambios, números fijos en las camisetas, proliferación de árbitros, estadísticas, revisión tecnológica, entrenador de pie dando gritos, volatilidad de las plantillas, bloqueos, sobeteo continuo de reglas… Lo siguiente será la medición del tiempo”. Alfredo Relaño, director del Diario AS (1996-2019).

Al principio de los tiempos el fútbol obedecía a su origen rural. Se juega en hierba, el objetivo está en el horizonte y un árbitro (una suerte de cura o juez de paz) dicta las normas. El partido dura lo que dura, hasta que alguien meta pongamos diez goles. Si, fueron los hijos de Eton, Harrow o Winchester los que crearon las reglas, pero fueron esos campesinos convertidos en obreros que buscaban una identidad grupal los que hicieron del fútbol una religión. Aquellos campesinos que formaban comunidades fuertes fundadas gracias a lazos familiares se convirtieron en individuos anónimos bajo el control de la ciudad y el Estado. El fútbol sirvió como argamasa para construir una nueva identidad asociativa.

El fútbol era rural. El baloncesto es urbanita. Se juega en espacio menor y suelo artificial, el objetivo está arriba, como los edificios, lo controla una tropilla de burócratas, con sistemas de alta tecnología, en lugar del viejo reloj del viejo árbitro de fútbol. Los jugadores entran y salen frenéticamente, registrados en una estricta contabilidad estadística.

Pues el fútbol esta yendo a eso. Esta perdiendo irremediable y tristemente su esencia. Sus reglas, inmutables desde 1925, que eran tan impasibles como los 10 mandamientos de Moisés se retocan año a año con novedades que dicen resolver problemas de los que no teníamos constancia. Decía Relaño en el fin del texto al que hago referencia al inicio de este artículo que no es de los que piensan que el pasado fue mejor, salvo en el caso de la fruta. Pero lo cierto es que aunque los balones, las botas, la tele en la que vemos el fútbol o los propios futbolistas sean mejores todos los cambios en el reglamento están destrozando una religión que se mantenía fuerte e inalterable.

Historia de las Reglas del Fútbol - El fútbol y más allá
Los origenes

Sir Frederick Wall era el secretario de la FA (Football Association – Federación Inglesa -). Había sido un notable jugador amateur en los albores del balompié y su rango abolengo le hacía ser desdeñoso ante los jóvenes advenedizos que se lucraban jugando al fútbol. Al finalizar la I Guerra Mundial decidió poner en marcha una iniciativa solidaria para ayudar con 200 libras a futbolistas y exfutbolistas que hubiesen sufrido penurias durante la contienda. Fue tal el caso de Frederick Pentland, quien pasó cuatro años en un campo de prisioneros en Alemania y que años después se convertiría en Míster Pentland, el afamado técnico con el que el Athletic ganó 2 ligas y 5 copas antes de la Guerra Civil.

Pero Wall odiaba a los pusilánimes. Y en su opinión Jimmy Hogan era un pusilánime. Hogan residía en Austria cuando comenzó la guerra. Era 1914. Tenía entonces 32 años. Al igual que Pentland, Hogan fue encarcelado, pero pasaría pocos días en prisión. Llegó a un acuerdo con sus carceleros para entrenar al MTK Budapest durante los años de conflicto llevando una existencia cuanto menos plácida. Al finalizar la guerra, hablamos de 1918, Hogan volvió a Inglaterra, pidió cita con Wall y solicitó la ayuda de 200 libras. Es cierto que no había estado en primera línea de combate ni había sido víctima de alemanes o austrohúngaros, pero también lo era que estaba en la miseria. Ante su solicitud, Wall se levantó de su asiento, abrió un cajón y sacó un par de calcetines de color caqui. “Para ti. Es lo mismo que enviábamos a los muchachos en el frente y ellos estaban agradecidos”.

Hogan fue considerado un traidor y tuvo que volver a buscar cobijo en Austria.

La historia del fútbol estaba a punto de cambiar.

Sir Frederick Wall, secretary of the FA (Photos Prints, Framed, Posters,  Cards,...) #23150498
Sir Frederick Wall

Antes, mucho antes, de la transición defensiva, de la profundidad ofensiva, del marcaje en zona, del bloque bajo o de la presión alta, estaba Jimmy Hogan. Antes, mucho antes, de Guardiola, Ferguson, Cruyff o Sacchi también estaba Jimmy Hogan. Y antes, mucho antes, de la España del 2010, de la Francia champagne de los 80, de la Naranja mecánica o del Brasil del 70, estaba Jimmy Hogan.

Y es que Jimmy Hogan es el apóstol que sacó una veta madre de una isla y desparramó su esencia por todo el globo.

Ya bien avanzado el siglo XIX, el fútbol tenía dos concepciones ideológicas; la inglesa y la escocesa. Los primeros se decantaban por el ‘kick and run’ (patear y correr) y los segundos por el ‘passing game’ (juego de pases). Quiso el destino que triunfase la concepción inglesa ya que desde 1888 el fútbol pasó a ser un deporte profesional en el que los resultados se convirtieron en más importantes que el buen juego. Por contra, fue el sistema escocés de juego socializado y colectivo fundamentado en la asociación a través del balón lo que convirtió al fútbol en el deporte de más éxito a nivel mundial. Fueron los marinos escoceses, militares y empresarios mercantes, los que llevaron el ‘passing game’ por toda Europa y por Sudamérica remontando el Río de la Plata. La gambeta argentina jamás hubiese existido si no fuese por sus padres escoceses.

Jimmy Hogan estaba cerca de la treintena cuando apuraba sus últimos años de profesional como centrocampista del Bolton Wanderers. Había nacido en Inglaterra, pero de padres irlandeses y criado futbolísticamente en Escocia, su concepción del fútbol se basaba en el ‘passing game’. En el verano de 1910 el Bolton Wanderers iba a disputar una serie de partidos amistosos en los Países Bajos como una forma de dar a conocer el progreso del fútbol por el Viejo Continente. Hogan no era un futbolista muy reconocido, y, de hecho, su forma de entender el fútbol no era aceptada en Inglaterra. Por ello aprovechó el viaje para ofrecerse a la selección neerlandesa, colgar las botas y ejercer de entrenador.

Por aquel entonces que un inglés se ofreciese a dirigir tu selección era como si un alto cargo de Inditex se ofreciese a pilotar tu empresa. Así que Hogan tenía carta blanca para hacer lo que le viniese en gana. Se olvidó de la fuerza y de la resistencia y empezó a moldear la técnica individual de los futbolistas a través de los ejercicios con balón. Los pases y la movilidad pasaron a ser vitales en las pizarras de cualquier entrenamiento.

En los Países Bajos permanecerá apenas un par de temporadas, en las que la diminuta y desconocida Holanda acabará derrotando por vez primera a Alemania. La estancia de Jimmy Hogan fue breve, pero al marchar recomendó para el puesto a un amigo suyo llamado Jack Reynolds. Éste pasaría a ser tras la I Guerra Mundial técnico de un club judío de Ámsterdam conocido como AFC Ajax y ostentaría el cargo hasta finales de los años 40. En su última temporada dirigiría a un delantero centro llamado Rinus Michels, el ideólogo del ‘fútbol total’ comandado por Johan Cruyff.

Todo encaja.

AFC Ajax on Twitter: "Already 15 years without one of the greatest coaches  ever… Rinus Michels. ♥️💫 https://t.co/sKwsiqevvc" / Twitter
Michels (Mr. Mármol)

Pero volvamos a Jimmy Hogan. Tras ese par de años de voluntario exilio vuelve a Inglaterra con la intención de encontrar un puesto de entrenador en un equipo de la Premier. No tendrá éxito. En la cuna del fútbol el estilo de pase largo y dominio físico del partido es aún innegociable. Entonces Hogan se pone en contacto con Hugo Meisl, presidente de la OFB (Asociación Austriaca de Fútbol), visionario y padre de la Copa Mitropa, embrión de la futura Copa de Europa.

Y es aceptado. En 1913 Jimmy Hogan pasa a tener el control total del fútbol austríaco, desde los profesionales hasta los conjuntos infantiles. Y lo hace con pasión. Todos los equipos bajo sus órdenes pasan a tener el pase y la pared como elementos básicos del juego. Los problemas comienzan a resolverse a través del regate y la ocupación de espacios, desechando la fuerza física y el juego duro. El control al primer toque se convierte en innegociable para todos y cada uno de los integrantes de la plantilla.

Pero cuando aún no se había asentado en su puesto, la I Guerra Mundial estalla y Jimmy Hogan pasa a ser un enemigo. Gran Bretaña y el Imperio Austrohúngaro están en guerra y la presencia de un inglés en Viena no es bien recibida. Hogan es encarcelado, pero su buena fama hace que pronto sea dado en libertad y enviado a Hungría. Allí, es puesto al mando del MTK de Budapest, y en medio de la guerra se encargó de hacer entender a los futbolistas húngaros la importancia de la creatividad y el fin lúdico y estético del fútbol.

Al igual que había pasado en los Países Bajos, la estancia de Hogan en Hungría se limitó a un par de temporadas, pero al igual que había sucedido con la selección Orange no se puede entender el éxito de los magiares mágicos sin Jimmy Hogan. “Jimmy nos enseñó todo lo que sabemos”, contó Sandor Barcsl presidente de la MLSZ (Federación Húngara de Fútbol) cuando Hungría infrinja a los ingleses la primera derrota en casa de su historia, un doloroso 3-6 en Wembley en 1953. Aquel equipo conocido como el ‘equipo de oro’ estaba dirigido por Gusztav Sebes, el técnico inventor del llamado ‘fútbol socialista’, un sistema colectivo de pases que encumbró a Puskás y compañía.

Nuevamente todo encaja.

Equipo de oro - Wikipedia, la enciclopedia libre
La fabulosa Hungría de los 50

Una vez terminada la guerra, siendo un proscrito en su país y un extranjero en Budapest, Hogan cogió nuevamente las maletas y puso rumbo a la neutral suiza. Allí impartió cátedra durante un par de años llevando a Suiza a la medalla de plata en los JJ.OO. de 1924, un hecho que se antoja irrepetible para la pequeña selección helvética. La huella de Hogan en Suiza no parece profunda teniendo en cuenta la trayectoria de los clubes suizos y de su selección a lo largo de la historia, pero quizás si lo es si nos fijamos en quien era el segundo entrenador de Hogan en aquellos Juegos Olímpicos.

Su segundo era un amigo húngaro llamado Dori Kurschner. Éste, ejerció de entrenador del Grasshoppers hasta que en 1937 decidió cruzar el charco y probar fortuna primero en el Flamengo y luego en el Botafogo. Kurschner llevó a Brasil las ideas de Hogan, germen de lo que hoy es el ‘jogo bonito’. De hecho, fue él quien introdujo en el país la táctica WM (3-2-3-2) y el hombre que impulsó la explosión de los delanteros negros en la selección para que luego pudiesen surgir los Ademir, Didí, Garrincha o Pelé.

Todo encaja. Por enésima vez.

Jimmy Hogan, el primer romántico del fútbol - La Opinión de Málaga
Jimmy Hogan

Volvamos al bueno de Jimmy Hogan. Tras triunfar en Suiza fue llamado nuevamente por el MTK de Budapest, antes de ser contratado por la DFB (Federación Alemana de Fútbol) para dar charlas y seminarios por todo el país. Y es que Alemania, por increíble que parezca hoy en día, era insignificante cuando de fútbol se trataba. Allí no dirigió a ningún equipo, pero se encargó de explicar tácticas a jóvenes entrenadores y explorar las esencias del juego con adolescentes que pretendían ser grandes futbolistas. Uno de aquellos chicos fue Helmut Schön, seleccionador alemán en los 60 y 70, que tras alzarse victorioso en el Mundial de 1974 le dedicó el triunfo a Jimmy Hogan al que llamó “padre del fútbol moderno”.

Es inevitable repetirse. Todo encaja.

Pero la Alemania de inicios de los 30 pasaba por momentos convulsos, así que cuando Meisl llamó a la puerta de Hogan para volver a Viena, no se lo pensó ni dos veces, y más sabiendo que contaba con una generación de oro, el llamado ‘Wunderteam’.

Un adelantado a su tiempo - Panenka
Hogan y el Wunderteam

Aquella selección austriaca estaba conformada por una serie de exquisitos jugadores coronados por un incomprendido que respondía al nombre de Matthias Sindelar. Era un delantero frágil, pero con un endiablado cambio de ritmo, una exquisita técnica y, sustancialmente, una gran conducción del balón y una bellísima estética. Sindelar fue conocido como ‘Der Papierene’ (el hombre de papel) y se convertiría en el primer delantero centro que cambió la ortodoxia y bajaba al centro del campo para ayudar a construir el juego y echar un capote al generar situaciones de desequilibrio en la ofensiva.

La llamada ‘Escuela del Danubio’ que Jimmy Hogan había sembrado entre Viena y Budapest tendría su culmen con un equipo que sería conocido como el ‘Wunderteam’ (equipo maravilla) y que durante tres años se mantendría invicto salvo por una derrota en Stamford Bridge ante los poderosos y profesionales ingleses. Pero más allá de los triunfos, aquel equipo maravillaba por su querencia a jugar a ras de césped y por el ensalzamiento de la colectivización del juego frente a las acciones individuales.

Austria se presentó como gran favorita para ganar el Mundial de 1934 de Italia, pero cayó ante los anfitriones en semifinales tras un encuentro bronco en el que los transalpinos dispusieron de enormes ayudas arbitrales. El palo fue duro para los austriacos que aun así siguieron maravillando durante un par de años hasta que en la final de los Juegos Olímpicos de 1936 volvieron a caer ante los italianos y, esta vez sí, de manera justa.

Fue el canto del cisne de un equipo y del estilo de juego de Hogan. No había ganado, pero aquel equipo pasaría a la historia por su influencia en el enriquecimiento del fútbol y las nuevas alternativas que había aportado. Quizás por vez primera en la historia, el fútbol pasaba a ser algo más que un juego y la derrota era considerada como bella. Cuando un par de años después la Alemania de Hitler se anexione Austria, el ‘Wunderteam’ quedará desmantelado y su recuerdo perecerá ante la ausencia de imágenes televisivas.

Pero quedará su impronta. El logro final es lo más importante, pero también el camino para recorrido para alcanzarlo.

Jimmy Hogan volvió a Inglaterra y, esta vez sí, logró acomodo en un club. Era 1936 y sus éxitos con la selección austriaca le fueron reconocidos en las Islas Británicas. Firmó por el Aston Villa, y tras la II Guerra Mundial se convirtió en el entrenador de su fútbol base. Por primera vez un club inglés instauraba la idea del pase-movimiento-pase e introducía el juego con balón en los entrenamientos. Su interrelación con la pelota influiría en una generación de futbolistas ingleses que a finales de los 60 desterraría –aunque sólo en parte- la idea prehistórica de la concepción del juego que se defendía en Inglaterra. Su alumno más aventajado en el Aston Villa fue Ron Atkinson quien nunca llegó a debutar con el primer equipo de los villanos, pero que se convirtió en un respetado técnico de longeva trayectoria, de escaso éxito, pero siempre considerado el entrenador con el libreto más atractivo de toda Gran Bretaña.

Salvó en Argentina y en Uruguay donde fueron los empresarios, soldados y marinos escoceses de entre siglos los que llevaron el regate y el juego de pase al fútbol sudamericano (Alexander Watson Hutton, sería el Hogan del Río de la Plata), todos los demás países le deben a Jimmy Hogan la autoría de un nuevo tipo de fútbol. E incluso al otro lado del Atlántico le deben mucho a Hogan, ya que Imre Hirschl, un grande en los banquillos de River Plate o Peñarol de Montevideo, era un húngaro que había sido discípulo de Hogan.

Como siempre. Todo encaja.

Brian Little on Twitter: "A visit to Burnley today .. where a new Headstone  was Unveiled for Former Aston Villa Manager, Burnley Player and Legendary  Hungarian Coach..Jimmy Hogan.. https://t.co/gqeB7oSS4k" / Twitter
Jimmy Hogan (1882-1974)

El caso es que, de una forma u otra, todos los equipos que han perdurado en la memoria por una innovación táctica ofensiva y por un tipo de fútbol que ha trascendido más allá del resultado le deben su origen a Jimmy Hogan.

De Países Bajos a España: Jimmy Hogan, Jack Reynolds, Rinus Michels, Johan Cruyff, Pep Guardiola. Del fútbol total al ‘tiki-taka’.

De Hungría a Brasil: Jimmy Hogan, Dori Kurschner, Gustav Sebes, Vicente Feola, Bela Guttmann. Del equipo de oro al ‘jogo bonito’.

Alemania: Jimmy Hogan, Helmut Schön, Hennes Weismeller.

Inglaterra: Jimmy Hogan, Ron Atkinson.

Austria: Jimmy Hogan, Hugo Meisl.

Argentina y Uruguay: Jimmy Hogan, Imre Hirschl.

“Estaba viendo el partido, pero no en el palco, sino en las gradas rodeado de los juveniles del Aston Villa. Inglaterra tuvo que reflexionar sobre la complejidad del ataque-defensa. Habíamos dejado atrás el talante presuntuoso y triunfamos con un fútbol comunicativo”. Jimmy Hogan, ya anciano, hablando con orgullo sobre la victoria inglesa en el Mundial de 1966.

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