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Una historia del catenaccio

‘Catenaccio’. Foneticamente hermoso. Deslucido en su significado. Palabra italiana usada en el argot futbolístico, el ‘catenaccio’ más que un estilo de juego es un estado de ánimo. La paradoja estriba en que en un país donde las reglas las dictamina el imperio de la belleza, el fútbol es la única actividad donde se suprime esta regla. En Italia el refinamiento y la retórica inundan todas las disciplinas, ya sea para pintar un cuadro, fabricar un coche o hacer la comida. Pero en el fútbol se predica lo pragmático, lo astuto y lo austero. En Italia el regate es un intruso, es el enemigo. Un lugar donde el músculo siempre vence a la técnica. El ‘catenaccio’ no es más que un arte. Es el arte de defender.

El ‘catenaccio’ es al fútbol, lo que el confinamiento es al coronavirus.

Toda idea necesita que sea difundida, y en el ‘catenaccio’ no existió mayor ministro de propaganda que Gianni Brera. Nacido en 1917 en la provincia de Pavía, Brera está considerado la pluma más sobresaliente en la historia del periodismo deportivo italiano. Antes de convertirse en el redactor más joven en acceder a la dirección de ‘La Gazzetta dello Sport’, Brera había formado parte de la resistencia italiana frente a los nazis que luchaba al norte de Milán. En esos meses finales de 1944 Brera aprendió a agazaparse, golpear rápido y volver a esconderse. A luchar como un guerrillero. Como un partisano.

A defender, y salir al contraataque.

Brera estaba convencido de que el italiano era un ser débil. Mediocres en talla y en fuerza frente a los rubios o pecosos habitantes del norte de Europa, pensaba que el soldado italiano no tenía nada que hacer si no recibía ayuda norteamericana. Trasladado al fútbol, Brera rumiaba que Italia podía producir defensas resueltos y correosos o delanteros oportunistas y escurridizos, pero que era incapaz de formar hombres enérgicos y rudos que sujetaran al equipo en el centro del campo. Por ello consideraba que los italianos tenían que esperar cerrados en defensa, burlar el medio del campo con pases largos y aprovechar las pocas oportunidades durante el partido con rápidos contraataques. Sólo así, según Brera, un equipo italiano podría batir a una escuadra superior.

Gianni Brera – Cartas Esféricas
Gianni Brera. La pluma de la defensa.

El apóstol difundía sus ideas, pero pocos lo escuchaban. Italia era una potencia futbolística y lo era gracias a un juego de enorme belleza… y la ayuda de unos cuantos argentinos nacionalizados. Los ‘azzurri’ habían ganado el Mundial de 1934 y 1938 con el sistema WM (3-2-2-3) o con su variante más defensiva (3-2-3-2), táctica creada por el inglés Herbert Chapman a comienzos de esa década y que era utilizada por la inmensa mayoría de los equipos. Una de las pocas excepciones era la modesta Suiza, que se plantó en los cuartos de final de 1938 con un sistema mucho más defensivo ideado por Karl Rappan, del que hablaremos más adelante.

Tras el fin de la II Guerra Mundial, Italia siguió siendo una selección ofensiva, poderosa y ganadora, que combinaba la gambeta sudamericana con el orden europeo. Pero en 1949 un avión se estrellaba a los pies de la basílica de Superga cerca de Turín. En ese aeroplano viajaba la plantilla del AC Torino, por entonces uno de los clubes más fuertes del mundo y que aportaba entonces 10 de los 11 titulares de la selección italiana. Los ‘azzurri’ viajaron a Brasil para disputar el Mundial de 1950 en un clima de pesimismo y claudicaron con estrépito. Para 1958 ni siquiera lograron clasificarse.

Italia se iba a convertir en un conjunto pequeño y ultradefensivo para agachar sus notables carencias. El ‘catenaccio’ iba a tener su oportunidad. No habría nunca más hueco en Italia para el fútbol ofensivo.

Gianni Brera vio entonces como sus soflamas y su prosa brillante iban a tener acogida. Necesitaba un ideólogo que las plasmara sobre el césped.

Y ese ideólogo iba a ser Nereo Rocco.

Rocco era el típico padre-entrenador de la época. Severo y huraño, pero querido por sus jugadores. En los años 50 había dirigido a la Triestina y al Pádova, dos conjuntos modestos a los que llevó a puestos altos del Calcio ganándose la inquina de media Italia mientras la otra mitad admiraba que con tan pocos mimbres consiguiera tanto éxito. Cuando la ‘azzurra’ no logró clasificarse para el Mundial de 1958, Rocco recibió su gran oportunidad y se le dio el mando de la selección olímpica italiana en los Juegos de Roma de 1960.

Rocco basaba su esquema de fútbol en una variante de la WM, en la que uno de los centrocampistas retrocedía para colocarse detrás de la defensa (4-3-3). Hoy podría parecer una táctica ofensiva, pero en un fútbol que hasta dos décadas antes aún jugaba con dos defensas y cinco delanteros, lo que proponía Rocco era un sacrilegio.

Rocco seguía la teoría de Brera de que si eras un equipo menor lo mejor era defenderse y jugar al contraataque. Pero Rocco no era el primero que intentaba algo parecido. Él sólo introdujo el ‘catenaccio’ en Italia. El verdadero ideólogo era Karl Rappan, el hombre que había llevado a Suiza a los cuartos de final del Mundial de 1938.

Austriaco de nacimiento, Rappan inventó el ‘verrou’ (cerrojo) cuando dirigía al Servette antes de ponerlo en práctica en la selección nacional de Suiza. Retrocediendo al centrocampista a la línea defensiva lo dejaba libre de obligaciones de marca, con la única función de asegurar la cobertura defensiva cuando el atacante lograba zafarse de su marcador. Con ese esquema de cuatro defensores siempre habría uno que estaría libre para la ayuda. Luego sería Brera quien a través de ‘La Gazzetta dello Sport’ convirtió el ‘verrou’ en ‘catenaccio’ y llamó líbero (libre en italiano) al futbolista que se situaba detrás de la defensa ejerciendo de escoba.

Aunque se sabe que en Francia y en la Unión Soviética hubo entrenadores que pusieron en marcha la técnica del ‘verrou’ en la década de los 40, nunca tuvieron excesivo éxito porque se consideraba que jugar a la defensiva atentaba contra la idea básica y los conceptos del fútbol.

Volvemos pues a Rocco, al que en 1961 le llegó su gran oportunidad al ofrecérsele el cargo de entrenador del AC Milan. Es entonces cuando el ‘catenaccio’ pasa a ser glorificado al alzarse los milaneses con la victoria en la liga italiana, pero sobre todo al lograr el triunfo en la Copa de Europa al derrotar a la sublime máquina ofensiva que era el SL Benfica de Eusebio.

—HELENIO HERRERA—

Pero si hay un hombre que popularizó el ‘catenaccio’ y lo convirtió en religión fue Helenio Herrera. Argentino afrancesado, a Herrera siempre le había gustado el fútbol físico pero sin renunciar al virtuosismo. Antes de ser Mourinho antes de Mourinho, Herrera no era un técnico ultradefensivo. De hecho, para Brera, amigo íntimo de Rocco, Herrera era un charlatán y un cambia chaquetas.

El caso es que Herrera llega al Inter de Milan en 1960 y lleva el ‘catenaccio’ a una nueva dimensión. Tras el nacimiento de la Copa de Europa, el industrializado norte de Italia (conviene aclarar la acotación geográfica) se hinchó a gastar dinero en la locura del fútbol. A finales de los 50 llegaron los suecos (Nordhal, Liedholm, Gren) y los 60 fueron turno para los británicos (John Charles, Law) o los españoles (Luis Suárez, Del Sol, Peiró) y a partir de los 80 los mejores futbolistas del momento estaban en Italia (Platini, Zidane, Maradona, Batistuta, Zico, Ronaldo, Rummenigge, Matthaüs, Gascoigne, Laudrup, Van Basten, Gullit). Así que desde los 60 el ‘catenaccio’ pasó a estar formado por una tropa de italianos abnegados al esfuerzo y a un par de extranjeros extraordinarios que marcasen la diferencia. Y es importante acotar lo de extranjero. Porque si el futbolista que se salía de la norma era italiano (Rivera, Mazzola, Conti, Baggio, Del Piero, Totti) la duda era acusada.

De la pizarra de Herrera salía una orden clara. Todo el equipo, desde los defensores hasta los atacantes, se volcaría en defensa cuando los rivales tuvieran el balón. Herrera buscaba explotar las cualidades defensivas de sus jugadores. Y dobló la apuesta. Retrasó a un jugador más creando un 1-4-2-3, donde el quinto defensa actuaba de libre ejerciendo de escoba detrás de la línea de 4 (5-2-3). Además, los tres jugadores de ataque ayudaban en defensa, por lo que lo que era un 1-4-2-3 (5-2-3) sobre el papel se convertía en un 1-4-5-1 (5-5-1) en labores defensivas. Con ese esquema en el que Picchi era el 1, el líbero que se situaba delante del portero, los laterales Burgnich y Fachetti eran locomotoras que subían y bajaban la banda y Jair o Mazzola eran liebres al ataque, el Inter consiguió 3 títulos ligueros y 2 Copas de Europa en cuatro temporadas.

El Inter de Helenio Herrera era un conjunto compacto, efectivo y resolutivo. Exigencia, disciplina y sacrificio desde la defensa hasta el ataque. Y tuvo un plus a mayores. Además de los éxitos, también contó con las imágenes televisivas. Aquel Inter fue uno de los primeros equipos exitosos seguidos y admirados a través de la pequeña pantalla.

El ‘catenaccio’ perfeccionado por Herrera se basaba en zagueros extraordinarios y en una rápida transición defensa-ataque. El mediocampo pasó a estar despoblado, ya que los equipos, viendo el éxito italiano, pasaron a formar en su vertiente ofensiva con un 4-2-4. El cuarto defensor ya era innegociable. Es en esa época cuando en España se empieza a hablar de ‘zona ancha’ para referirse al centro del campo, ya que normalmente estaba despoblado. Es por ello que para el triunfo del ‘catenaccio’ era indispensable un centrocampista fuerte, disciplinado, con férrea condición física y capaz de dar pases milimétricos a 30 o 40 metros de distancia. Ese hombre era Luis Suárez. Sin el coruñés, Herrera nunca habría tenido su ‘Grande Inter’.

El ‘catenaccio’ sufrió un duro golpe en el Mundial de 1970, cuando Brasil arrasó a Italia con un fútbol angelical. “El catenaccio no tiene ninguna posibilidad de subsistir”, declaró Pelé. Por lo general los 70 no sentaron bien a los italianos, porque en los Países Bajos iba a nacer el ‘fútbol total’, un balompié de genios que menospreciaba el ganar por ganar. Pero el ‘catenaccio’ había llegado para no marcharse. “Los italianos no te pueden ganar, pero tú puedes perder contra ellos”, dijo en una ocasión Johan Cruyff. En 1982 una Italia mediocre se alzó con el Mundial contando con un delantero corriente (Paolo Rossi) y una línea defensiva sucia y durísima liderada por Gentile y Scirea. Fue un milagro táctico y psicológico que aquel equipo derrotase a Brasil, Argentina, Polonia y Alemania. Aquello fue el culmen del ‘catenaccio’.

A finales de los 80 el fútbol vivía su penúltima revolución. Un desconocido técnico llamado Arrigo Sacchi iba a devolver al AC Milan a la cima europea con una idea revolucionaria. Si en el fútbol total los once jugadores tenían libertad, para Sacchi los once jugadores eran uno sólo. A través de un rígido 4-4-2 en el que los futbolistas estaban juntísimos, presionando la salida del balón y adelantando la defensa para hacer caer al rival en el fuera de juego. Aquel equipo era ofensivo, pero tenía una disciplina física y técnica brutal que hacía que estrellas como Van Basten pareciesen obreros de una fábrica.

¿Qué hicieron los italianos? Quedarse con lo de la disciplina y olvidarse del ataque. Capello o Lippi cogieron las ideas de Sacchi pero las adaptaron al ‘catenaccio’. Si, era un 4-4-2 y los jugadores estaban juntos y ordenados, pero ni presionaban ni atacaban. Los dos puntas se colocaban a la altura del centro del campo, y a esperar la salida al contraataque. “Solo se han preocupado de vencer. En Italia el fútbol siempre fue sinónimo de sufrimiento, nunca de alegría o de felicidad. Son las arenas romanas, donde había que ir a morir”, explicaba Sacchi, quien siempre ha renegado de los entrenadores defensivos que dicen haberse inspirado en él.

Durante décadas los italianos ganaron a base de disciplina, encorsetamiento táctico y rigidez defensiva. Los brasileños aprendían a defender, los argentinos encajaban por su fiereza, los alemanes por su disciplina y todos, fuesen del país que fuesen, aprendían a sufrir y a jugar como equipo. Los equipos eran italianos por mucha estrella extranjera que tuviesen. Las plantillas funcionaban como una fábrica de montaje y los futbolistas creativos eran vanagloriados por su capacidad de transición defensiva y se esperaba que desnivelaran un partido en momentos puntuales.

Hoy el ‘catenaccio’ está en la UCI, pero nunca estará muerto, porque la gracia del fútbol es que no siempre ganan los que juegan mejor.

Perdón. Jugar mejor es una soflama. Rectifico. No siempre ganan los que practican un fútbol más ofensivo.

 “Somos campeones del mundo, no nos interesa el fútbol de toque”. Marcelo Lippi, seleccionador italiano, contestando a las críticas recibidas por el mal juego de Italia tras proclamarse vencedora del Mundial de 2006.


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2 commentarios

  1. Mario

    on

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    El catenaccio lfue un invento de Karl Rappan. Utilizado en la seleccion suiza, posteriormente utilizado por Rocco nel Padova y por Helenio Herrera en la Inrer con Suarez

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