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Especial Navidad: Entrevista a JFK

Trigésimo quinto presidente de Estados Unidos, cuarto y último en morir asesinado, y el más joven en ocupar el cargo presidencial al llegar al mismo con 43 años. John Fitzgerald Kennedy pertenecía a la cuarta generación norteamericana de la familia irlandesa Kennedy que, con sus riquezas, su status y su glamour es conocida como La Familia Real de América. Alto, musculoso, elegante, eternamente bronceado y juvenil, de sonrisa perenne y dentadura perfecta, JFK fue el hombre que cedió a su orgullo para evitar una guerra nuclear, que se empeñó en llevar a la humanidad a la Luna, que se declaró berlinés, que puso los cimientos para igualar de derechos a negros y blancos, pero también fue el presidente que inició una costosa y larga guerra en Vietnam. JFK nos recibe en su espacioso y bien decorado despacho para iniciar esta entrevista.

Más guapo que Perrosanxe

Misterdato (P): Antes de nada, felices fiestas. Imagino que para un católico practicante como usted serán unas fechas señaladas.

John Fitzgerald Kennedy (R): Déjeme a mí también felicitar las fiestas a todos sus lectores. Y sí, efectivamente y como usted indica, para mí la Navidad es una época especial y me congratulo con que Estados Unidos vuelve a tener un presidente católico por segunda vez en su larga historia. Aun así, no se engañe, tanto yo como el presidente Biden velamos por el interés de todos y cada uno de nuestros conciudadanos independientemente de su credo, su sexo y su color de piel. Un presidente de Estados Unidos no adquiere esa responsabilidad para servir intereses de grupo o clase sino a la Constitución, al pueblo todo.

P: ¿Ha tenido tiempo en el otro mundo de charlar con Lee Harvey Oswald o es tema que le provoque dolor de cabeza?

John Fitzgerald Kennedy (R):

P: Discúlpeme si le ha incomodado la pregunta. Me habían dicho que usted tenía un excelente sentido del humor.

John Fitzgerald Kennedy (R): Y lo tengo, pero en las distancias cortas y en la intimidad de mi casa o de mi despacho.

P: Retiro la pregunta. Usted se convirtió en presidente al derrotar en el primer debate televisivo, nunca antes jamás realizado, a Richard Nixon. Inauguró el poder de la imagen. Y, todo hay que decirlo, es usted bien parecido. Su mujer Jacqueline también lo era y, si me permite decírselo, su amante Marilyn Monroe también lo era.

John Fitzgerald Kennedy (R): Jackie fue el amor de mi vida, una víctima necesaria de mis ambiciones y mis deseos que veía y callaba. Marilyn era puro fuego, pero era inestable.

P: ¿Hubo que acabar con ella?

John Fitzgerald Kennedy (R): Al igual que hubo que acabar conmigo…pero la gente se centra siempre en Marilyn, ¡mis conquistas abarcan todo el planeta!

P: Vaya, pensé que no le gustaba bromear en público, que quería mantener un perfil presidencial.

John Fitzgerald Kennedy (R): ¡Pero esto es sexo! (ríe a carcajadas) ¡Bromee todo lo que quiera! ¿Sabe cuánto tarde en tirarme a mi primera empleada en la Casa Blanca? Cuatro días ¡Y perdí una apuesta con mi hermano Bobby por tardar demasiado! Luego pocas quedaron en pie. Entre usted y yo, aquellas que eran gordas y viejas.

P: Pues tengo entendido que una de esas viejas, como usted dice, no quedó muy satisfecha con su rendimiento.

John Fitzgerald Kennedy (R): ¿Esta me la tenía guardada por lo de Oswald?

P: Pues sí.

John Fitzgerald Kennedy (R): Bien jugado. ¿Quiere dedicarse a la política?

P: Si supiera cual es el que va a ganar…pero no me esquive la pregunta.

John Fitzgerald Kennedy (R): No se preocupe. Usted habla de Marlene Dietrich, la actriz alemana. Tenía unos quince años más que yo y ya había sido amante de mi padre. Dijo aquello de que yo no duraba mucho en la cama y que mi padre era mucho mejor amante. ¿Qué quiere que le diga? Acabo despechada al cambiarla por una más joven.

P: Vamos al tema, que en nuestro caso es el deporte. Usted ha sido un deportista consumado, según tengo entendido como toda su familia.

John Fitzgerald Kennedy (R): Tanto yo como mis otros tres hermanos jugamos al fútbol americano en la Universidad de Harvard. Yo llegue a formar parte del equipo en mis dos primeros años universitarios, aunque sin demasiado éxito. Ya desde adolescente tuve problemas en las lumbares. Aunque lo mejor de la universidad no es el deporte, son los estudios. No lo olvide nunca; un niño mal educado es un niño perdido.

P: De sus problemas lumbares viene su gusto por la natación.

John Fitzgerald Kennedy (R): Correcto. En el instituto comencé a practicar la natación porque un médico me comentó que era el mejor deporte para los dolores de espalda. Después abandoné el equipo de fútbol americano en Harvard para pasarme al equipo de natación y también me dediqué a practicar golf y tenis. La verdad es que durante mis años universitarios mi actividad deportiva fue frenética. Recuerde que cuando fui escogido presidente escribí un artículo en Sports Illustrated donde decía aquello de que mi objetivo no era que nuestros hijos fuesen una generación de espectadores, sino practicantes de una vida vigorosa. El deporte activo tiene que formar parte de la vida de todos y cada uno de los norteamericanos.

P: Tengo entendido que sus dotes de nadador ayudaron a salvar vidas durante la II Guerra Mundial.

John Fitzgerald Kennedy (R): El triunfo tiene muchos padres y a la derrota nadie la quiere. Aquello salió bien, como podía haber salido mal. Fue el 2 de agosto de 1943. Fuimos abordados por un destructor japonés mientras participamos en una misión nocturna en las Islas Salomón. Caímos de la lancha y ayudé a otros diez compañeros a ponerse a salvo en tierra. Mis años en la Marina son aquellos de los que me siento más orgulloso.

P: Aquel día se agravó aún más su lesión de espalda. Lo cierto es que ha cultivado una imagen de sex-symbol, fuerte, guapo, joven, hasta le crearon el sobrenombre JFK, algo modernísimo cuando nadie usaba iniciales. Y luego uno ve el parte médico, a la tierna edad de 40 años, y asusta. Úlcera de estómago, úlcera de colón, escarlatina, tosferina, una leucemia benigna, problemas crónicos de espalda…de hecho fue rechazado como voluntario en el ejército en 1940. Sólo pudo entrar en la Marina a finales de 1941 cuando Estados Unidos declaró la guerra a Japón y a Alemania.

John Fitzgerald Kennedy (R): Todas las madres quieren que sus hijos crezcan para ser presidentes, pero no quieren que se conviertan en políticos en el proceso, ¿verdad? Yo no estaba bien, y el cargo no ayudaba. Tenga en cuenta que durante la presidencia de Franklin Delano Roosevelt (1933-1945) la mayoría de los estadounidenses apenas sabían que estaba postrado en una silla de ruedas a causa de la poliomielitis; cuando lo llevaban con dificultad al estrado. Entonces la prensa no se metía en asuntos privados y se ocultaban este tipo de cosas. Ningún norteamericano conocía mis dolencias y para eso ayudaba mucho el deporte. Fotos mías jugando al fútbol, navegando por la bahía de Boston o cabalgando en la finca de Jackie en Virginia contribuían a silenciar mis dolencias.

P: Realmente no cabalgaba.

John Fitzgerald Kennedy (R): Un hombre inteligente es aquel que sabe ser tan inteligente como para contratar a gente más inteligente que él. Me rodee de los mejores, también en el asunto de la imagen. El doctor Jacobson me recetaba a diario anfetaminas, vitaminas, cortisona y tranquilizantes…. no me quedaba otra, me debía a mi país. Ya sabe usted; no se pregunte lo que su país puede hacer por usted, sino lo que usted puede hacer por su país.

P: Si tengo entendido que practicaba tenis.

John Fitzgerald Kennedy (R): Mi hermano Bobby era muy bueno, yo lo intentaba, pero la espalda me mataba. Como aficionado el tenis siempre me gustó al igual que el béisbol. Siempre fui fan de los Boston Red Sox, amaba el golf, la vela… en general valoraba el esfuerzo. Recuerdo una vez que critique en público al equipo nacional de hockey hielo por recibir una paliza en el Mundial. Si un buen marine puede recorrer 50 millas en 20 horas, ¿no se puede jugar duro a un deporte? El que no esté preparado es una nenaza.

P: Hoy no podría decir algo así, señor presidente. Su sex-appeal dejaría de funcionar.

John Fitzgerald Kennedy (R): Y lo respeto y me parece maravilloso. Fíjese lo que cambió América en los tres años que fui presidente. El cambio es la ley de la vida, y aquellos que solo miran al pasado o al presente seguramente perderán el futuro. Nuestro progreso como nación no puede ser más rápido que nuestro progreso en educación. La mente humana es nuestro recurso fundamental. Recuerde que el ser humano sigue siendo la computadora más extraordinaria de todas.

P: Volviendo al tema deportivo, creo que su madre era una excelente tenista.

John Fitzgerald Kennedy (R): Mi madre tenía un carácter fuertísimo y el tenis le ayudaba a relajarse. En nuestra mansión familiar teníamos una pista reglamentaria y allí aprendimos todos a jugar. Yo tenía un buen nivel en golf, pero no en tenis, no obstante, pronto me di cuenta de que el tenis era el deporte del futuro en Estados Unidos. Toda urbanización de los 50 contaba con su pista de tenis y sabía que era una herramienta económica fundamental. He cerrado muchos acuerdos tras un partido de tenis. La que era una fenomenal jugadora era mi esposa Jackie que me hizo contratarle un entrenador personal y crear un torneo anual para los funcionarios y trabajadores de la Casa Blanca.

P: Imagino que querrá volver con su familia y disfrutar de estas fechas. No le robo más tiempo. Han pasado sesenta años y sigue siendo un placer hablar con usted. Sigue siendo uno de los presidentes más valorados y sigue siendo el presidente que soñó en pisar la Luna.

John Fitzgerald Kennedy (R): Elegimos ir a la Luna antes de que finalizara la década de 1960 no porque fuese fácil, sino porque era difícil. La tecnología que ustedes tienen hoy es fascinante. El mundo es muy diferente ahora. Porque el hombre tiene en sus manos mortales el poder de abolir todas las formas de pobreza humana y todas las formas de vida humana. Necesitamos personas que puedan soñar con cosas que nunca han existido. Y debemos unirnos todos, ser todos uno. Como hombres libres, donde quiera que vivamos.

P: Ich bin ein Berliner.

John Fitzgerald Kennedy (R): Ich bin ein Berliner.

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