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Especial Año Nuevo: Entrevista a Nerón

Uno aguarda distinguir a un semidios pero en cambio se encuentra con un varón joven, pecoso y pelirrojo, un tanto pasado de peso, mas con unos penetrantes ojos azules que se clavan como un témpano de hielo en el corazón. Esa aguda mirada te hace comprender porque este mortal fue considerado el Anticristo. Nerón Claudio César Augusto Germánico fue el último emperador romano de la dinastía Julio-Claudia, un consumado deportista y un tirano que dominó el mundo conocido entre el año 54 de nuestra era y el 68 d.C.

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Peter Ustinov, el Nerón mas famoso de todos los tiempos

Misterdato (P): ¡Feliz año César!

Nerón (R): ¿Qué dice usted? ¿Son las calendas de marzo?

P: No, no. Estamos a primeros de enero del calendario gregoriano. Acaba de comenzar el año 2020 d.C.

Nerón (R): ¡Cómo! ¡Cristo! ¿Aún sigue en pie esa secta? ¡A mí la guardia! ¡Pretorianos! ¡Dónde están mis legiones!

P: Cálmese, César. El mundo está plagado de cristianos pero no se preocupe, van a menos. Los que van a más son los musulmanes. Pero la verdad es que el tema religioso está perdiendo muchos adeptos, sobretodo en Europa. En otros sitios como América se mantiene muy bien.

Nerón (R): ¿América? ¿Qué es eso? ¿Una nueva tribu de bárbaros?

P: Es complicado… nos estamos desviando del tema. Este es un blog deportivo y si he considerado entrevistarle es porque usted fue un afamado protodeportista.

Nerón (R): En efecto. Siempre he considerado que un emperador es un dios tanto por lo que hace en el extra mundo como por el legado que deja a sus súbditos. A mí me gustaba comer, fornicar, matar, ya sabe, todas las obligaciones que tiene un emperador, pero también gozaba cantando, escribiendo poesía y, por supuesto, practicando deporte.

P: Se dice que estaba usted recitando versos y tocando la lira mientras Roma se quemaba durante el gran incendio del año 64.

Nerón (R): ¡Falacias! ¡Es una gran mentira! Yo fui el último emperador de la dinastía Julio-Claudia. Luego vinieron los Flavios, ya sabe, Trajano y toda esa gentuza, y lo que hicieron fue hacer propaganda en mi contra. Cuando el incendio se origina cerca del Circo Máximo yo no estaba en Roma. Tardé tres días en retornar y una vez regresé me puse al mando de los vigiles, el servicio de bomberos que yo mismo fundé. Luego los puñeteros artistas cristianos del Renacimiento empezaron a pintar cuadros de mí tocando el violín mientras Roma era devorada por las llamas. ¡Pero si no existía el violín en el año 64!

P: Correcto, pero siendo sinceros tampoco le preocupó mucho el incendio.

Nerón (R): Ustedes tienen ahora una tontería llamada Derechos Humanos. Nosotros no. Por eso dominamos el mundo conocido. El incendio fue una oportunidad. Pude reconstruir la ciudad a mi antojo. Hicimos una Roma nueva y ordenada. Creé los patios de manzanas, delimite la altura de los edificios e hice calles anchas y seguras. ¿A quién le importa la vida de plebeyos desconocidos? A los emperadores se nos recuerda 2.000 años después, al populacho no. ¿Cree que alguien se va a acordar de usted y de su morralla de blog cuando se muera? Después del incendio me hice un palacete, la Domus Aurea. Aquello era el paraíso. Tenía una sala de banquetes con una mesa redonda gigante. El palacio tenía lagos, jardines y una fuente de agua dulce. Hice desviar uno de los acueductos de Roma para que fluyera directamente a mi domus. Hice las mejores fiestas de la antigüedad. La cubertería era de plata y tenía asnos de bronce en cada habitación de invitados. Tenía las alforjas de los asnos siempre llenas de fruta fresca. Pero lo que más me gustaba era el agua de nieve que los esclavos de Alejandría me traían para lavarme las manos. ¡Qué tiempos!

P: Le podríamos llamar César, pero también tirano.

Nerón (R): ¡Me encanta que me llamen así! También me nombraron el Anticristo ¡El gran tirano! ¡Qué gran orgullo!

P: Vamos a ver si reconducimos la entrevista. ¿Por qué le gustaba practicar ejercicio físico?

Nerón (R): Yo fui un gran competidor. Un gran apostador. No sólo en el deporte, en la vida en general. Tiene que darse cuenta que mi vida era aburrida. Comía y bebía. Dicen que era un perverso sexual ¡No tenía otra cosa que hacer! Competía con mis subordinados a ver quién conseguía tirarse a más personas en el menor tiempo posible. ¡Hombres y mujeres! Libertad sexual. ¡Muerte a los cristianos! Una vez aposté unos miles de denarios para ver si era capaz de tirarme a un esturión. No lo conseguí. ¡Tuve que matar al que apostó conmigo!

P:

Nerón (R): No se asuste. Todo es competición, es riesgo. Deporte extremo lo llaman ahora, ¿no?

P: Sí…también le llamamos civismo. Desequilibrado mental…cosas así.

Nerón (R): Tampoco se crea todo lo que se ha escrito sobre mí. Que si soy un monstruo o un ególatra… Por ejemplo, es verdad que me tiré a mi madre y que la mate. También es cierto que maté a mis hermanastros, ¡pero es que la lucha por el poder es enrevesada! Igualmente mandé envenenar a mis dos esposas, ¡pero es que no me daban hijos! Y una vez intenté castrar a un hombre. ¡Pero lo que no es verdad es que intentara casarme con él! Eso fue propaganda cristiana. Pero ya se sabe que el símbolo es mucho más poderoso que los hechos, y así me ha juzgado la posteridad.

P: Ya me ha quedado claro que usted era un tirano, pero un buen tirano, no cabe duda, un tirano inmejorable. Pero volviendo al tema deportivo, ¿es verdad que el deporte influyó en su asesinato?

Nerón (R): Sí. Ustedes se escandalizan mucho por el tema sexual, pero eso era habitual entre los patricios romanos. Pero lo que era inconcebible para un patricio es que escribiese versos o participara en festivales de música. Y no hablemos de correr, saltar o practicar cualquier actividad deportiva. Eso era una ofensa para un patricio. Y yo no era un patricio cualquiera, yo era el emperador.

P: También se la acusa de ordenar el asesinato de Séneca, la mente más brillante de su época.

Nerón (R): Séneca se suicidó. Demuestre usted que yo lo mandé matar. Atrévase. Eso lo primero. Y por otro lado, es cierto que él me acusó en el Senado de haber asesinado a su madre, pero lo que la gente suele obviar es que él se hizo millonario a mi lado mientras filosofaba sobre la moral y la pobreza. Repito; el símbolo es mucho más poderoso que los hechos.

P: Vamos al tema. ¿Cuándo decide participar en los Juegos Olímpicos del año 67?

Nerón (R): Cuando el incendio, que fue tres años antes, empecé a cantar en público tanto en Roma como cuando viajaba a Neápolis y vi que a la gente le encantaba y me adoraba. Pregunté en el Senado que les parecía mi voz y todo el mundo me decía que era extraordinaria. Comencé a ganar concursos de canto por toda la Península Itálica.

P: Es bueno señalar a los lectores que en el protodeporte, hace 2.000 años, tanto el canto como la poesía eran considerados deportes. Volviendo a sus victorias, se dicen que estaban amañadas.

Nerón (R): Eso decían, pero entonces déjeme afirmar. Si era denigrante que un emperador cantara, ¿por qué me dejaban ganar? Si hubiese perdido esos festivales igual no hubiese vuelto a cantar en público.

P: Igual tenían miedo a que si le dijesen la verdad acabarían muertos…o con los esturiones.

Nerón (R): ¡Ni que fuese un monstruo!

P:

Nerón (R): ¡Qué!

P: El caso es que como siempre ganaba en todas las competiciones en las que se inscribía decide llevar su talento a los Juegos Olímpicos.

Nerón (R): También había un motivo político. ¡Aunque no lo parezca yo era el dueño del mundo conocido! Habíamos tenido una guerra con los griegos y consideré que participar en los Juegos era una forma de mejorar las relaciones con el mundo heleno. De hecho, aproveché la competición para declarar en toda Grecia la ciudadanía romana de pleno derecho, por lo que ya no tendrían que pagar más tributos. Impuestos que dicen ustedes.

P: Participó en seis disciplinas. Carreras de cuadrigas, canto, lanzamientos, música, teatro y danza.

Nerón (R): Sí, y si hubiese habido más pruebas hubiese participado en más. Mi favorita era la carrera de cuadrigas. Contaba con diez caballos africanos impresionantes. No sé si sabía usted que sufrí una fuerte caída en una de las curvas del circuito. Estuve a punto de morir aplastado por mis rivales, pero afortunadamente pude rehacerme y llevarme la victoria.

P: Dicen las crónicas que los rivales, asustados por su ira, aflojaron el ritmo y le dejaron ganar. Otras crónicas señalan que usted contaba con diez caballos y sus rivales con cuatro.

Nerón (R): Propaganda. Era el mejor y tenía los mejores caballos. ¡Eran tan rápidos que parecían más de los que eran!

P: También se dice que no cantaba demasiado bien y que las coronas de laurel fueron todas compradas.

Nerón (R): ¿Acaso es delito que un emperador mejore la vida de sus plebeyos con un saquito de denarios? ¡Es labor del César que el pueblo viva bien! ¡Qué es de un tirano sin sobornos! ¡Si en eso que llaman democracia hacen lo mismo!

P: El caso es que ganó tantas medallas como Michael Phelps.

Nerón (R): Ese quien es. ¿Un emperador?

P: Un emperador del deporte, podríamos decir. Pero él se dedicaba a nadar.

Nerón (R): Interesante. Los romanos, por lo general, no sabíamos nadar. Pero sí, gané todos los trofeos. Me los llevé todos a Roma y me hicieron un desfile de la victoria. Me proclamaron el deportista más grande del Imperio Romano. Algo que, por supuesto, ya sabía de antemano.

P: Mandó que le hicieran una estatua descomunal.

Nerón (R): Fue cosa del pueblo que me adoraba. Era una majestuosa estatua de 35 metros. Estaba situada donde hoy está el Coliseo. Le voy a contar una cosa que seguro que sus lectores no saben. Fue Vespasiano el que mandó construir un enorme anfiteatro y le puso el nombre Anfiteatro Flavio en honor a su dinastía. Pero la gente le empezó a llamar Coliseo en recuerdo a mi colosal estatua. Ya le digo que en el fondo la gente estaba encantada conmigo.

P: De lo que no hay duda es que usted revivió los Juegos Olímpicos. Estaban agonizantes y volvieron a estar en boca de todos gracias a sus triunfos, fuesen comprados o no.

Nerón (R): Mis antecesores estaban en contra de los Juegos porque lo consideraban algo griego. Por eso yo le di la ciudadanía romana a los griegos. De este modo los Juegos Olímpicos pasaban a ser romanos. Sabía que a los plebeyos les encantaban y a mí me encantaban. Me permitían ser yo mismo. Era feliz. Recuerdo una vez que participé en una obra de teatro y vi a un espectador que no me aplaudía. Ordené ejecutarlo. ¡Qué bien me sentí!

P: Dicen que cuando usted decidió suicidarse gritó “Oh, qué gran artista se pierde el mundo!

Nerón (R): Es que como César no fui gran cosa, pero como artista no ha habido otro igual. Me acuerdo perfectamente como si fuese hoy. Era junio del año 68. Había un complot contra mí y querían matarme. Pero yo no lo podía permitir. Mandé llamar a mi liberto y le ordené que me clavara una daga en la garganta. Le dije que lo hiciese poco a poco y que apuntase la frase. ¡Fue mi última gran representación!

P: A pesar de que considero que está usted como las maracas de Machín, no me queda más remedio que darle las gracias por haber mantenido viva la llama de los Juegos Olímpicos.

Nerón (R): Ya me dijeron que los Flavios empezaron desprestigiándolos y luego los cristianos acabaron prohibiéndolos para que nadie se acordase de mis hazañas. De todos modos le diré una cosa, si no hubiese sido los Juegos Olímpicos hubiese sido otra cosa. Yo era el César, tenía el poder y los medios. Hubiese sido el mejor en lo que me hubiese dado la gana.

P: También es verdad.

Nerón (R): Pues eso.

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Nerón y Phelps. Por increíble que parezca, dos leyendas olímpicas

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