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El tío Benito

Benito Diaz nació en 1898 cuando España perdía los retazos que le quedaban de su Imperio y cuando los Borbones aun veraneaban en San Sebastián. Y es que Benito Díaz nació en Donostia. En una familia bien. Sus padres quisieron que estudiara Bellas Artes. También le dio por cantar en el Orfeón Donostiarra. Pero a Benito le iba otra cosa. Una moda importada de Gran Bretaña y que por entonces estaba mal vista en la mayoría de círculos sociales.

El fútbol.

Benito gustaba de lanzar unos tiros en la playa de la Concha y juega partidos en el velódromo de Atocha. Pequeño, bullicioso y de energía infinita, juega en varios equipos de la ciudad hasta que ficha por la Real Sociedad. Corría el año 1917. A Benito pronto le pondrán de apodo ‘rata mecánica’ por su estilo de juego rápido y bregador.

Allí estuvo hasta 1927. No hay mucho que contar de su etapa como jugador. Lo relevante es que por entonces la Real Sociedad era entrenada por un técnico húngaro que respondía a las señas de Lippo Hertzka. En esa época la vanguardia del fútbol europeo se cocía en las entrañas del antiguo Imperio Austrohúngaro. Ocurría que Hertzka era un referente de máxima autoridad. Benito pronto descubrió que los entresijos del juego le gustaban tanto o más que el propio juego. Se convirtió en la voz en el campo de Hertzka y lo acompañó a Hungría para aprender diferentes metodologías de entrenamiento relacionadas con el balompié. Con estos mimbres no era de extrañar que, en 1927, cuando Hertzka abandone Guipúzcoa, Benito Díaz se convierta en nuevo técnico de la Real Sociedad. Ni siquiera ha cumplido 28 años, pero cuenta con el beneplácito de su mentor quien recomienda a los directivos donostiarras que apuesten por Benito a pesar de su juventud.

Benito Díaz recibe una copa

Su primer año fue glorioso. La Real Sociedad llegó a la final de Copa. Será una final heroica ante el Barça que se resolverá en tres partidos tras acabar en empate los dos primeros (entonces no existían ni la prórroga ni los lanzamientos de penaltis). La finalísima dio también para un duelo epistolar entre los poetas Gabriel Celaya y Rafael Alberti. Acabada la final, a Benito lo llaman desde la Federación Española para ser segundo entrenador en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam. El torneo resultó un fiasco, pero parecía un pistoletazo de salida para una carrera legendaria.

No fue así. En 1929 una crisis bursátil dejó en bancarrota a negocios de medio mundo. Entre las empresas afectadas estaba Transportes Díaz. El negocio familiar. Así que en 1930 Benito hubo de dejar el fútbol y dedicarse a las exportaciones. Con ojo clínico vio un filón en la exportación de naranjas y demás cítricos a Francia y pronto el camino Valencia-Irún-Burdeos-Paris se hizo habitual en su vida. Tan habitual que cuando en 1936 estalla la Guerra Civil convertirá esa realidad temporal en permanente y se autoexiliará en Burdeos. Digo autoexilio porque, aunque Díaz simpatizaba con la causa republicana, no era militante. Decidió irse por sí mismo dado que económicamente se podía dar ese lujo. Eso facilitará que cuando quiera hacer el viaje de vuelta y cruzar la frontera y retornar a España en 1942 no tenga ningún tipo de problema para hacerlo.

Mas no adelantemos acontecimientos.

Dicen que un periodista francés lo reconoció y lo puso en contacto con la directiva del Girondins de Burdeos. Otros dicen que fue el propio Benito el que se dirigió a la sede del Girondins a buscar trabajo. Sea como fuese, el caso es que, tras ocho años alejado del fútbol, a Benito Díaz le ofrecieron el puesto de técnico del Girondins. Entonces el conjunto bordelés militaba en la tercera categoría del fútbol galo. Consiguió subir al equipo a Segunda en 1937 y dos años más tarde estaba en la Ligue 1. Díaz haría al conjunto bordelés campeón de Copa en 1941. Fue un campeonato sin brillo, dado que Francia era rehén de los nazis. Había una parte ocupada y una parte mal llamada libre, y los conjuntos del norte del país no compitieron. No obstante, el Girondins había pasado de ser un equipo amateur a establecerse como uno de los grandes de Francia. Pero la cosa iba de mal en peor, así que en 1942 Benito vuelve a San Sebastián, y no para exportar naranjas, sino para ser nuevo técnico de la Real Sociedad.

Benito inicia su segunda etapa en la Real con una innovación táctica debajo del brazo. Entonces la táctica común en todos los equipos era la WM creada por Herbert Chapman en la década de 1920. El 3-2-5 sobre el papel era en realidad un 3-2-2-3 en el que la importancia de los extremos era crucial y el balón largo en diagonal desde la defensa hasta el ataque un arma de primerísimo nivel. Pero en Francia había un técnico suizo llamado Karl Rappan que había diseñado un sistema que se conoció como cerrojo y que pasaría con notable éxito a Italia donde fue exprimido al máximo bajo el nombre de catenaccio. El sistema de Rappan sacaba a un pivote del centro del campo para colocarlo en la línea defensiva y ejercer la marca individual ante el delantero rival. El 3-2-5 se convierte en un 4-2-4 en fase ofensiva (dando lugar al nacimiento de los laterales) y al 4-4-2 en fase defensiva. Distintas evoluciones a lo largo de las décadas llevarían al catenaccio a acumular cinco defensores, pero, lo fundamental del asunto, es que a partir de entonces coexistirán dos formas de entender los partidos; la búsqueda del triunfo a través del ataque y del gol (la genuina) y otra a través de la defensa y el evitar encajar un gol (la nueva).

Estaba entonces la Real Sociedad en Segunda División y Benito Díaz decide apostar por el cerrojo como táctica innovadora. Le va bien. La Real sube a Primera, pero es tildado de técnico defensivo. A los jugadores no les importa. Están enamorados de sus métodos. Eduardo Chillida, entonces portero y después celebre escultor, se presentará a una prueba para entrar en la Real con traje y corbata por orden de Díaz. Tendrá que atajar varios disparos de semejante guisa ante el barro del área chica de Atocha. Una vez visto el poco interés de Chillida en mantenerse limpio y elegante, Benito Díaz dará su OK para incorporarlo a la disciplina de la Real.

La Real 2.0 llegó a otra final de Copa, aunque tocó volver a perder en el partido por el título nuevamente contra el FC Barcelona. Los éxitos de Benito Díaz no pasan por alto y vuelve a ser requerido por la Federación Española de Fútbol para ser entrenador nacional dos décadas después de su primera experiencia. Por entonces había dos cargos. Muñoz Calero, militar y presidente de la FEF, tenía la potestad de escoger un seleccionador y un entrenador. El primero decidía que jugadores iban al Mundial y concluía quienes eran los once elegidos en cada partido. Ese hombre, el seleccionador, era quien pasaría a la posteridad tanto en el triunfo como en la derrota. El entrenador era el que diseñaba la táctica y establecía las rutinas de entrenamiento. A ojos del gran público eran un Don Nadie.

El seleccionador nacional en 1948 escogido con la obligatoriedad de clasificar a España para el Mundial de Brasil en 1950 era Guillermo Eizaguirre. Además de exfutbolista (un excelente portero habitual suplente de Ricardo Zamora con la selección española), Eizaguirre era un voluntario de la Legión, hijo de juez y nieto de militar de alto rango. Contaba con heridas de guerra y portaba tres medallas ganadas durante la Guerra Civil. En Brasil sería el encargado de dar discurso, repartir elogios y salir bien guapo en las fotos con sus sombreros de ala ancha.

El entrenador era un vasco achaparradito que respondía al nombre de Benito Díaz. Siempre vestido de chándal y con txapela sobre la sien, Díaz obligó a que cada seleccionado se leyese un informe diario de 18 páginas sobre los rivales de España en el Mundial, prohibió el alcohol y la presencia de hermosas brasileñas en el hotel de concentración y fue el primero en obligar a que la ropa de entrenamiento fuera uniforme e igual para todos los futbolistas. El genio táctico de Díaz había llevado a España a las victorias en Paris ante Francia (1-5) y en Dublín ante Irlanda (1-4) en la fase clasificatoria.

En el Mundial la selección española alcanzó su cénit tras ganar a Inglaterra (0-1) con el famosísimo tanto de Telmo Zarra y obtener el cuarto puesto en el Mundial. En la foto de la victoria ante la pérfida Albión estaba Eizaguirre, pero no Díaz. Benito volvió de América sin el reconocimiento merecido y fichó por el Atlético de Madrid. La aventura por la capital de España concluyó en 1954 con un infarto que le obligó a dejar los banquillos por recomendación de su médico y obligación de su esposa.

España 1950

Tras unos años de reposo en 1960, con el beneplácito de la FEF, Benito Díaz puso en marcha la primera escuela de entrenadores del país. Donde antes un ex futbolista se sentaba en el banquillo para escoger a once futbolistas y animarlos en su búsqueda del triunfo, Díaz ofrecía unas clases de táctica, organización y entrenamiento que se tornaban en novedosas en España.

Desde su oficina madrileña Díaz fue el primer teórico reconocido de los banquillos españoles hasta que entrada la década de 1970 decidió dar un paso atrás y dejar que sabia nueva hiciese buenas sus enseñanzas. Entonces volvió a su querida San Sebastián y se convirtió en asiduo del palco del campo de Atocha donde disfrutó con la época dorada de su Real y sus títulos en los 80 gracias a Arconada, Satrústegui y compañía bajo la dirección técnica de Alberto Ormaetxea. Benito Díaz murió en 1990, a los 92 años de edad, y su legado permanece en la fenomenal escuela vasca de entrenadores que él inicio y que continuaron Maguregui, Ormaetxea, Clemente, Rojo, Azkargorta, Irureta, Mané, Lotina, Emery, Valverde, Imanol Alguacil, Arteta, Mendilibar, Arrasate, Arteta o Xabi Alonso.

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