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Paris 1924. La revancha de Coubertin (1ª parte)

Todo había comenzado apenas dos décadas más atrás. Paris ya había sido sede de los Juegos Olímpicos de 1900. La idea inicial era que Atenas fuese sede permanente de los Juegos, pero Coubertin se empeñó en hacerlos globales. Así que tras Grecia en 1896 tocaba Francia en el año 1900. Hubo unanimidad. SI los primeros tenían que ser en Atenas como homenaje a Platón, Sócrates y compañía los segundos tendrían que ser en Paris para contentar a Pierre Fredy de Coubertin, el aristócrata galo que había resucitado los Juegos Olímpicos.

Fueron un desastre. Se celebraron a lo largo de siete meses entre mayo y octubre de 1900. Se trataba de un calendario extensísimo que se adaptaba a la Exposición Universal de Paris de ese año. Y es que, a pesar de los esfuerzos de Coubertin, los Juegos estuvieron supeditados a la Exposición. No hubo ni ceremonia de inauguración ni de clausura ni se construyó estadio olímpico alguno. El grueso de pruebas se disputó en el Bosque de Vincennes, al sureste de Paris, porque allí tenían los stands los países participantes de la Exposición Universal y porque hasta allí llegaba la primera línea de metro parisina. Fueron un fracaso absoluto. Heridos de muerte, hubo voces para que volviesen a Grecia de forma perpetua y hubo miembros del Comité Olímpico Internacional (COI) que pelearon por su cancelación definitiva. Paris 1900 estuvo a punto de cargarse los Juegos.  

Coubertin nunca fue capaz de digerir ese fracaso en su villa natal. Así que cuando en el congreso del COI de 1921 anuncie su renuncia al cargo tras los Juegos de 1924 solicitará a los allí presentes que Paris sea sede de sus últimos Juegos como presidente. Poco se le podía negar al hombre que había resucitado los Juegos de la Antigüedad y los había dotado de modernidad. Además de Paris había otras seis ciudades candidatas. Las europeas Ámsterdam, Praga, Lyon, Barcelona y Roma y la americana Los Ángeles. Alguna inmediatamente (Ámsterdam en 1928) y otras tras una larga espera (Barcelona 1992) han conseguido celebrar el sueño olímpico, exceptuando a la capital de Chequia y a la provinciana Lyon. De todas, la elección ilógica era la de Paris, pero resultó ser la ganadora con soberana facilidad. Fue el empeño de Pierre de Coubertin lo que le dio a la Ciudad de la Luz su segunda olimpiada en un lapso de tiempo a todas luces irrisorio.

Lo que no consiguió fue la presencia de Alemania a pesar de que Coubertin insistió en invitar a los germanos para cerrar las heridas de la guerra y que el deporte primara sobre la política. El COI se negó a dar pábulo deportivo a los considerados inductores de la I Guerra Mundial. En todo caso los oficialmente conocidos como los Juegos de la VIII Olimpiada fueron un éxito con 44 naciones presentes frente a las 29 de la edición anterior. Se celebraron entre el 5 y el 27 de julio de 1924 (aunque algunas pruebas comenzaron el 4 de mayo). La sede acogió a 3089 atletas; 2956 hombres y 136 mujeres en 126 pruebas diferentes. Aún quedaba mucho que hacer por la paridad. Paris se convirtió en capital mundial, aunque dejó migajas para Reims y para Le Havre, ésta última donde se celebrarían las pruebas marítimas.

Paris 1924

En un principio la organización no fue eficiente. Retrasos y desidias en las obras hicieron que Coubertin amenazase con llevarse los Juegos a Los Ángeles. Sonó a bravuconada. Meses después repitió amenaza y propuso Lyon. Era más factible esta decisión ya que contaba con la financiación del Estado francés. De pronto, el Ayuntamiento de Paris aceleró las obras para alegría de Coubertin. Los parisinos se enmendaron y Lutecia construyó un nuevo estadio para los Juegos Olímpicos; Colombes. Situado en el Gran Paris, al noreste de la capital, contaba con capacidad para 60.000 espectadores, un enorme marcador de 30×15 y un sistema de megafonía sin hilos que permitió por vez primera a los espectadores escuchar discursos, avisos y seguir con mayor facilidad todo lo que ocurría dentro de la vorágine competitiva. En Colombes ganará Uruguay el oro en fútbol tras pasar por encima de todos sus rivales y demostrar que el juego asociativo sudamericano superaba con creces al europeo basado en la fuerza. El éxito charrúa llevará a la FIFA a crear el Mundial de fútbol años más tarde y en 1938 Colombes será la sede de la final de la edición celebrada en Francia. Allí también habrá un Pelé-Eusebio que conmocionará al mundo. Colombes traspasará las fronteras futboleras al ser durante varias décadas el lugar donde se celebre el fin de fiesta en el Tour de Francia y del estadio de Colombes será de donde Pelé, Stallone y compañía escapen en la icónica Evasión o Victoria, la mejor película futbolera que jamás se ha hecho.

La idea era inicial era construir un coloso de 100.000 plazas, pero la falta de fondos imposibilitó llevar a cabo la obra. No sería obra nueva, sino una gigantesca ampliación del Parque de los Príncipes, un estadio municipal situado en los límites del Bosque de Boulogne, donde se encuentran las pistas de Roland Garros y no excesivamente alejado de la Torre Eiffel. Finalmente, el cicatero Ayuntamiento de Paris rehusó hacerse cargo de las obras y fue la Comuna del Gran Paris la que decidió financiar la mitad de las obras que se harían en Colombes, allá donde el Sena surca en meandros y abandona Paris. El otro 50% de las obras corrió a cargo del Racing Club, quien sería el beneficiario una vez finalicen los Juegos. El Racing era y es un afamado club de rugby y en aquella época el gran club de fútbol del Gran Paris. En 1928 el estadio fue rebautizado con el nombre de Yves de Manoir, un fantástico jugador de rugby que falleció a los 24 años tras un accidente aéreo. Una vez finiquitados los Juegos el estadio se acomodó en unas 45.000 plazas que hoy se reducen únicamente en 14.000. La creación del Paris Saint Germain y la reforma integral del Parque de los Príncipes en 1972 y, en segundo lugar, la construcción del Stade de France en 1998, hirieron de muerte a Colombes, que en Paris 2024 únicamente albergará la competición de hockey sobre hierba.

Colombes 1924

En las pistas de ceniza de Colombes se citarán cientos de atletas. Es el atletismo el deporte rey de los Juegos y merece un escenario de tronío. También la reina. Y la reina de los Juegos es la natación. Y un palacio se le fue construido. Para la competición de natación se edificó un complejo de piscinas en Tourelles, al sureste de Paris, cerca de la Bastilla, en la otra punta de Lutecia. La espectacular estructura contaba con una piscina de 50 metros en la que por vez primera los finalistas estaban divididos en ocho calles delimitadas por cuerdas coronadas por boyas de colores. Las piscinas siguen hoy en pie, impertérritas al paso del tiempo, y forman parte del paisaje de Paris como el Palacio de Versalles, el Hipódromo de Longchamp, el Campo de Marte, la Plaza de la Concordia o la esplanada a los pies de los Inválidos, lugares que sirvieron de atrezo para los Juegos de 1924 como también lo fueron para los de 1900 y lo son para los de 2024.

Entre las novedades también estuvo la construcción de un palacio de deportes y de un velódromo nacional. Más reseñable fue la asunción del eslogan CItius, Altius, Fortius (más rápido, más alto, más fuerte) que fue serigrafiado en el anverso de las medallas olímpicas, así como en los carteles y sellos conmemorativos. Se usó también un logo que se compone de un escudo monocromo que contiene una galera con las velas desplegadas que reinterpreta el escudo medieval de la ciudad parisina. El cartel oficial presentaba unos jóvenes deportistas con el torso desnudo mientras levantaban la mano para hacer el saludo romano. Cuando se diseñó aun no tenía la connotación fascista que el brazo en alto asumirá en la siguiente década. También se obligó a que los atletas vistiesen de gala en la Ceremonia de Inauguración en vez de portar ropa deportiva, mientras en la Ceremonia de Clausura se izaron por vez primera un total de tres banderas; la del COI, la del país de anfitrión y la del próximo país organizador.

Villa olímpica 1924

Más de mil periodistas acudieron a París para informar al mundo sobre la cita olímpica. Todos ellos juntos sumaban tantos seres humanos como un tercio de los deportistas allí citados. La radio haría acto de presencia como gran novedad. Fue la primera vez que Irlanda participó como país independiente tras una guerra civil que acabó con la hegemonía inglesa y la partición de la isla en dos mitades. También fue la primera vez de Australia y Nueva Zelanda como entes diferenciados. Sudáfrica fue la representante de África en el medallero y Haití logró una histórica medalla de bronce.

Fue la primera vez que se habilitó una Villa Olímpica como residencia de los deportistas. Se construyó cerca del estadio de Colombes al igual que en 2024 (con el triple de atletas, eso sí). Se edificó a cinco minutos del lugar que en el presente ocupa el estadio de Saint Denis. La villa olímpica de Colombes fue un avance, pero era un adelanto lamentable. Constituían barracones con frecuentes problemas en el suministro de agua caliente. Allí se hospedaban los hombres mientras a que a las mujeres las instalaron en pensiones para evitar tentaciones relacionadas con otro tipo de destreza que también merecería el calificativo de olímpico. Los acomodados estadounidenses, quejosos de las malas condiciones de los barracones, declinaron el ofrecimiento y se instalaron en hoteles de la capital francesa. Más o menos lo que hoy siguen haciendo las estrellas de la NBA.

Fueron también, y por expreso deseo de Coubertin, los Juegos donde el arte formo parte del movimiento olímpico. Arquitectura, literatura, música, pintura y escultura estuvieron presentes en Paris. Coubertin, bajo pseudónimo, había ganado una medalla de oro en 1912 en la competición de literatura con una oda al deporte. Sólo dos personas han logrado medalla como atletas y como artistas. El otro fue el húngaro Alfred Hajós (el cual ya conocemos por este blog), quien ganó dos oros en natación en 1896 y la medalla de plata en arquitectura en 1924 con un diseño de un estadio olímpico.

Hubo deportes de exhibición. Hasta cinco contaron en Paris 1924. Voleibol, piragüismo, pelota vasca, boxeo francés (una especie de kick boxing) y pesca deportiva. Solo los dos primeros se convertirán en disciplinas olímpicas con el transcurrir de los años. Desaparecieron el hockey sobre hierba, el tiro con arco y el tiro a la cuerda. Tan solo éste último se perdería para siempre. También hubo tenis y rugby por última vez. El tenis no volvió al programa olímpico acusado de profesionalismo hasta 1988 y el rugby a siete no lo hará hasta 2016. Para Paris 2024 habrá break-dance, algo difícil de explicar incluso para Josephine Baker y para el resto de presentes en el Follies-Bergère de 1924.

En 1924 las competiciones de vela se celebraron en Normandía, Le Havre y en Meulan-en-Yvelines, a orillas del Sena. En 2024, será en Marsella, a orillas del Mediterráneo. El surf, otras de esas cosas que en 1924 no se entenderían, tendrá lugar en Tahití, en la Polinesia francesa, a 15.000 kilómetros de Paris. En 2024 la esgrima se disputará en el Grand Palais, un precioso palacio con entrada por los Campos Elíseos. En cambio, en París 1924, se celebró en el Velódromo de Invierno, un velódromo cubierto de la calle Nélaton, que durante la Segunda Guerra Mundial sería el escenario de un trágico arresto a 15.000 judíos que luego fueron enviados a Auschwitz. En 1959 fue destruido.

Vélodrome d’hiver

Paris 1924 fue un éxito. Una despedida fabulosa para Coubertin y la consolidación definitiva de los Juegos Olímpicos. Tras el impase forzoso de la I Guerra Mundial y los austeros Juegos de Amberes en 1920, el movimiento olímpico se aprovechó del brillo de Paris para afianzarse como el espectáculo de masas definitivo. La radio y el cine los hicieron vivos y marcaron el pistoletazo de salida para un crecimiento inimaginable.

Continuará…

“En el mundo moderno, lleno de poderosas posibilidades, que amenazan al mismo tiempo poderosas decadencias, el Olimpismo debe ser el vehículo capaz de mantener el equilibrio a través de sus cultores. El porvenir depende de los Juegos Olímpicos.” Pierre de Coubertin en la Ceremonia de Inauguración de Paris 1924.

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