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¿Usted que haría?

Fulvio Bernardini era un pedazo de futbolista. Nacido en Roma, había debutado con la SS Lazio con tan sólo 13 años, registro nunca superado. Lo hizo anecdóticamente como portero, aunque se posición en el campo era la de mediocentro. De exquisita técnica y fuerte carácter, fue capitán de la Lazio, luego pasó al Internazionale y más tarde fue también capitán de la AS Roma durante diez temporadas.

Con los años sería también un gran entrenador, siendo seleccionador nacional y convirtiéndose en el primer técnico en ganar el Scudetto con dos equipos diferentes, la AC Fiorentina (con la que también alcanzó una final de Copa de Europa que terminaría perdiendo ante el irresistible Real Madrid) y con el Bolonia FC, ninguno de los dos sospechosos de ser habituales logrando títulos. El gusanillo como técnico ya le venía de lejos. Cuando militaba en el Inter, allá por 1926, insistió al húngaro Arpad Weisz, técnico milanés, en que pusiese a un chaval de 16 años del filial llamado Giuseppe Meazza. Bernardini apostó tanto por Meazza que llegó a ofrecer su suplencia para que Meazza pudiese jugar como titular. Su desinteresada apuesta por aquel querubín dio al Inter el futbolista más influyente de su historia.

Bernardini (izq) y Meazza (dch)

Bernardini era una estrella. Zurdo, como todos los genios, lento, pero capaz de acariciar el balón sin aparente esfuerzo. Sus ojos de halcón le permitían enviar el balón allí donde quisiese y su mente le permitía predecir donde colocarse y suplir con ello su baja estatura. Fulvio Bernardini era un referente del fútbol de entreguerras.

El caso es que Fuffo, como era conocido, era un referente en la selección italiana. En 1932, cuando contaba con 26 años, sumaba el mismo número de internacionalidades. Puede parecer poca cosa a ojos de hoy, no obstante, si nos ponemos las gafas de la historia, la cifra es fascinante. Entonces no había cambios y las selecciones jugaban unos cuatro, cinco o seis partidos en todo el año. Ricardo Zamora, quien durante muchas décadas fue el plusmarquista español, necesitó 16 años para alcanzar 46 internacionalidades. Y eso que era guardameta.

Entrenaba entonces a la selección italiana Vittorio Pozzo. Había cogido el cargo de seleccionador en 1929 y no lo soltaría hasta dos décadas más tarde. Entremedias las victorias en el Mundial de 1934 y 1938 y el oro en los Juegos Olímpicos de 1936. Para lograr semejante cantidad de éxitos Pozzo tuvo que tirar de oriundos, estrellas del fútbol argentino con antepasados transalpinos que no dudaron en cambiarse de nacionalidad a golpe de talonario. Raimundo Orsi o el espectacular Luis Monti fueron campeones con Italia tras defender antes los colores de la albiceleste.

Pero Pozzo también hizo a Italia campeona por culpa de un excelso trabajo táctico. Por entonces la mayoría de los conjuntos formaban con la WM. Ideada en Inglaterra por Herbert Chapman distribuía a los futbolistas en un 3-2-2-3 (3-2-5 en ataque) que fomentaba el juego directo. Pozzo, al igual que otros técnicos de Centroeuropa, consideró que dos de los defensores podían abrir el campo y ejercer como protolaterales y que un jugador del centro del campo, un mediocentral como fue llamado, podía corregir esas marchas de los defensas a los laterales y al mismo tiempo servir como primer eslabón en la creación del juego ofensivo. En Sudamérica eso será un ‘4’, por ello tantos mediocentros llevan allí ese número, mientras en Europa es cifra reservada a los defensas centrales. El particular sistema de Pozzo fue rotulado como WW (2-3-2-3), donde la primera línea de 3 está conformada por los “dos laterales” y el mediocentro. En defensa, los dos laterales vuelven a su sitio y la táctica se convierte en 4-3-3. En contraposición a la WM, la WW era más lenta y requería futbolistas más capaces de aguantar la posesión del balón y replegarse con rapidez tras pérdida del esférico.

Para que una idea funcione hacen falta jugadores que la secunden. Y Pozzo sabía cuáles eran los jugadores que necesitaba. Bernardini no era uno de ellos. Toda Italia consideraba a Bernardini el mejor mediocentro del país. Y realmente lo era. Pero Bernardini no tenía la capacidad y el despliegue físico necesario para bascular su posición cada vez que los dos defensas se abrían para iniciar el juego desde los laterales. Para esa labor de pulmones estaba Luis Monti, conocido como Doble Ancho, por su increíble capacidad física que le hacía parecer dos hombres en vez de uno.

Pozzo intentó acompañar a Monti con Bernardini, pero ambos se solapaban y no congeniaban. En la AS Roma, Bernardini era dueño y señor dentro de la táctica de la WM. Su misión era aguantar la posición y dar perfectos pases de 30 o 40 metros para que los extremos corriesen al espacio. En el esquema de la selección italiana Bernardini debía bajar a recibir el balón y esforzase más en defensa. Pozzo encontró en el juventino Luigi Bertolini al hombre ideal para acompañar a Monti. Trabajador, comprometido y sin aires de grandeza.

El problema ahora era cargarse a Bernardini sin que prensa y afición lo tomasen con él.

Fue un amistoso en octubre de 1932. Praga. Checoslovaquia vs Italia. Se adelantan los centroeuropeos de penalti y empata Italia al inicio de la segunda mitad. Poco después anota Nejedly y Checoslovaquia gana por 2-1.

Bernardini es titular. Será su último partido como internacional. Vittorio Pozzo jamás volverá a convocarlo. Lo que sucedió tras el encuentro pasará a formar parte de la vasta historia del fútbol. Muchos años después Fulvio Bernardini nos hará partícipe de tan bella anécdota a través de su autobiografía.

Simplemente es deliciosa.

Vale la pena transcribir lo que técnico y jugador conversaron tras el fin del partido:

Pozzo: Ha sido un buen partido.

Bernardini: Pero hemos perdido.

Pozzo: Escuche Fulvio. No ha sido culpa suya, pero voy a tener que dejarle fuera del equipo. Lo dejo fuera porque usted es mucho mejor que el resto. Sus compañeros no alcanzan la concepción del juego que tiene usted. Es demasiado superior a todos los demás. Casi tendría que pedirle que jugase usted mal para estar al nivel del resto del equipo.

Bernardini: No entiendo míster.

Pozzo: No es una razón personal, es una razón táctica. Es usted demasiado bueno. No tengo elección. O prescindo de usted o tengo que prescindir de todo el equipo. ¿Usted que haría?

Cuenta Bernardini que sin abrir la boca comenzó a vestirse mientras asentía con la cabeza y Pozzo le daba un par de palmadas en la espalda.

Nunca más jugaría con la selección italiana.

Bernardini en su época como entrenador

Fulvio Bernardini, el mejor centrocampista italiano del momento, nunca jugó un partido de un Mundial. Ni siquiera fue convocado para los victoriosos triunfos en 1934 y 1938. No estuvo ni entre los elegidos.

La picardía y la ascendencia de Pozzo logró convencer a Bernardini de lo inconvencible. Años después, siendo ya entrenador de éxito, Bernardini decía comprender lo que Pozzo le requería. Los buenos jugadores no hacen un equipo, sino que es el equipo el que convierte a los jugadores en buenos.

¿Usted que haría?

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