Especial Navidad: Entrevista a Schwarzenegger
Fue campeón de culturismo, héroe de acción, gobernador de California y camino de los 80 años se ha convertido en activista contra el cambio climático. A Arnold Alois Schwarzenegger le acaban de poner un marcapasos tras someterse a tres cirugías de corazón abierto. Porque es humano. Arnold es humano. El tipo que encarnó a Conan a El último gran héroe y quien fue Depredador y Terminator es humano. No lo parece al contemplar sus 188 centímetros de altura y sus 110 kilos de músculo. Solo con estrechar su mano con la tuya convierte tu autoestima en un valor que oscila entre el cero y la nada. Pero después Arnold tira de sonrisa y te desarma con la mirada. Así nos recibe en su despacho de su mansión a las afueras de Los Ángeles.
Mister Dato (P): ¡Felices Fiestas!
Arnold Schwarzenegger (R): ¡Igualmente para ti y todos tus lectores!
P: Me siento sobrecogido. Temo que si le hago alguna pregunta incómoda me pegue un guantazo que me obligue a pasar las fiestas con mi dentista.
Schwarzenegger (R): (Ríe). No te preocupes. De hecho, es una pregunta que me molesta, pero no pienso matarte a hostias. Puedes quedarte tranquilo.
P: ¿Por qué le molesta?
Schwarzenegger (R): Es que no soy un tipo duro. Soy un tipo fuerte. ¿Recuerdas mis películas? ¿Cuándo hago de malo?
P: En Terminator…pero luego Terminator es bueno.
Schwarzenegger (R): Exacto. Fui Hércules, Conan o Terminator. Bestias físicas de noble corazón. ¿Y Mentiras arriesgadas? Un marido abnegado. Y seguro que recuerdas cuando hacía comedias tronchantes con Danny De Vito. Soy fuerte, pero no soy malo. Hice una de Navidad en la que tenía que ir hasta el Polo Norte a buscarle un regalo a mi hijo.
P: Oído cocina. ¿Sabe qué? Es la primera persona que entrevisto en estos especiales navideños que está viva. Siempre me voy al otro mundo para buscar al entrevistado, pero con usted he hecho una excepción.
Schwarzenegger (R): ¡Poco ha faltado! He sobrevivido a tres cirugías a corazón abierto. En todo caso lo que me acabas de decir no sé si tomarlo como un honor. Te diré algo. La muerte no me intimida. Lo que apesta definitivamente es la vejez. Y creo que, tal vez, estoy sufriendo por eso más que nadie, porque me miro en el espejo y recuerdo que fui alguien que hacía flexiones de banca con 500 kilos de peso sobre mis hombros.
P: ¡Si está usted hecho un chaval! ¡Con el dedo meñique podría tumbarme a mí al suelo y me dobla en la edad!
Schwarzenegger (R): Es muy sencillo, si se sacude, es grasa. Y a ti se te sacude.
P: ¡Hombre, gracias!
Schwarzenegger (R): Es la verdad. Yo estoy viejo y tú eres joven y no estás en forma. Lo cierto es que de repente llegas a una edad en la que ves que tu cuerpo ya no tiene esa forma, aunque tal vez esté mejor que otras personas de mí misma edad. ¿Y qué? Eso me afecta aún más porque sabía lo que podía hacer antes. Todos los días entreno aferrándome a eso, pero también sé que cuando se produce menos testosterona en el cuerpo masculino se engendra menos músculo y, por lo tanto, se necesita mucho más esfuerzo y te lesionas con facilidad. Cuando envejeces, de repente, tienes pequeños problemas de salud y mi vulnerabilidad siempre ha sido el corazón. Lo tengo que vigilar con mucho cuidado. Sin embargo, me siento afortunado de estar en forma y de poder hacer ejercicio todos los días. Me encanta montar en bicicleta todas las mañanas.
P: ¿Por qué sigue machacándose en el gimnasio? Entiendo que quiera estar en forma, pero los tiempos de Míster Olympia ya pasaron. Además, su última operación de corazón ha sido hace apenas unos meses.
Schwarzenegger (R): ¿Por qué he desayunando hoy? Desayuné hoy, desayuné hace diez años, ¿por qué sigo desayunando? ¿Por qué sigo durmiendo? Dormí hace veinte años, dormí hace diez años. Todavía duermo todos los días y todas las noches. El entrenamiento es una parte muy importante de mi vida. Es así de simple. Nada cambiará hasta que muera.
P: ¿No tiene debilidades?
Schwarzenegger (R): Todos los días escucho a alguien decir que está gordo pero que no es capaz de adelgazar. Me odiaría a mí mismo si yo tuviera ese tipo de actitud, si yo fuese tan débil. Sólo se triunfa en la vida con constante esfuerzo.
P: Me han dicho que fuma un puro al día. Eso es una debilidad.
Schwarzenegger (R): No lo considero una debilidad. Será malo para mi salud, nunca para mis músculos. Me gusta el dulce, pero tampoco lo considero una debilidad. ¡Soy austríaco! Helado, strudel de manzana, galletas, chocolate negro con nueces crujientes… Si viene alguien de visita y me trae dulces, estoy en el cielo (ríe).
P: Nacido en Austria, pero asentado en Estados Unidos. No se puede ni imaginar la de veces que he tenido que rectificar al escribir su apellido.
Schwarzenegger (R): Nací en un pueblecito austriaco. Fui un niño pobre. Mi padre era policía, pero durante la guerra había servido a los nazis. Tenía problemas mentales. Supongo que una mezcla de lo que le hicieron pasar y lo que él le hizo pasar a otros. El favorito era mi hermano mayor porque además siempre hubo dudas de si yo era hijo legítimo. El caso es que tanto mi padre como mi hermano eran alcohólicos enfermizos y ambos murieron jóvenes. No teníamos nada. Recuerdo la alegría de mi madre cuando compramos nuestro primer frigorífico. Yo tuve claro mi destino desde siempre. Quería una vida diferente. Tenía ambición y no quería respirar ese ambiente nocivo el resto de mi vida. ¡Quería ser rico! Y para eso hay que ir a Estados Unidos.
P: Sin embargo, fue su exigente padre el que le convino a hacer deporte. Deseaba que siguiera sus pasos y se formase para militar o policía.
Schwarzenegger (R): Mi madre quería que estudiase, pero seguí el consejo de mi padre. El ejercicio se convirtió en una obsesión, al punto de sentir que me enfermaría si me perdía un entrenamiento. Pero no te engañes. Mi padre quería que jugara al fútbol. Cuando vio lo de las pesas frunció el ceño. Pensaba que era asunto de homosexuales.
P: ¿Iba para futbolista?
Schwarzenegger (R): Soy austriaco. A mí no me hables de fútbol americano o de béisbol. Nunca he acabado de entender cómo funciona el fútbol americano. De joven practiqué curling y fútbol. No se me daba mal, pero cuando contaba con quince años mi entrenador me dijo que tenía las condiciones idóneas para fortalecerme en el gimnasio. Fue entrar y descubrir las pesas y sentí que ese era el camino que me iba a llevar a América. Había entonces culturistas que triunfaban en Hollywood haciendo películas de romanos y de aventuras. Mi objetivo era convertirme en el hombre más fuerte del mundo y así poder llegar a ese mundo.
P: Debutó en el cine haciendo de Hércules y fue Míster Olympia siete veces seguidas en los años 70. Hizo que el fisiculturismo fuese reconocido y hoy el Arnold Classic que usted promociona es un evento planetario. ¿Cómo le explicaría a un mundano que es eso del culturismo?
Schwarzenegger (R): El culturismo es como cualquier otro deporte. Para tener éxito, debes dedicarte cien por cien al entrenamiento físico, mental y a la dieta. Las últimas tres o cuatro repeticiones son las que hacen que el músculo crezca. Esa área del dolor divide el campeón de alguien que no es un campeón. Eso es lo que la mayoría de las personas no tienen, las agallas para seguir adelante y decir que van a pasar por el dolor sin importar lo que pase.
P: Y la fortaleza mental.
Schwarzenegger (R): Claro. Tu mente es el límite. Mientras que la mente puede imaginar el hecho de que puedes hacer algo, lo puedes hacer, siempre y cuando realmente lo creas. La fuerza no viene de ganar. Cuando pasas por dificultades y decides no rendirte, eso es la fuerza. Lo peor que puedo ser es lo mismo que los demás. Lo odio.
P: Parece usted un manual de autoayuda. Aprovechando esto último que me acaba de decir me viene al pelo para hablar de su carrera política. Es usted un ferviente liberal y un luchador implacable contra el socialismo y, sin embargo, es abierto en cuestiones sociales y un activista contra el cambio climático.
Schwarzenegger (R): Fui gobernador de California y sólo el haber nacido en Austria me ha impedido ser presidente estadounidense. Antes, la gente se burlaba de mi acento y ahora es mi marca registrada; no tienen que verme para saber que soy yo quien habla. Pero recuerdo mis inicios en los que todo el mundo se burlaba de mí por ser austriaco. ¡Y fíjese ahora! Tengo una fortuna de 450 millones de dólares ¡Eso sólo se consigue en Estados Unidos! ¡Adoro este país! Me gustaría asegurarme de que un niño negro que vive en Atlanta o un latino de Baltimore pueda tener las mismas oportunidades que yo tuve cuando vine a este país. Yo disfruté de un gran sistema educativo, pude obtener un préstamo, comprar un apartamento y echar raíces.
P: No parece el discurso del líder de su partido, el señor Donald Trump.
Schwarzenegger (R): Soy un hombre hecho a mí mismo y eso es un cumplido. Pero a la vez quiero dejar claro que ser un hombre hecho a sí mismo no quiere decir que nadie me ayudase. Mis padres me ayudaron. Mis maestros me ayudaron. Mis entrenadores me ayudaron. Cuando llegué a Estados Unidos me dejaron dinero y un piso, también me ayudaron los agentes y los productores con los que me introduje en el mundo del cine y también me ayudaron los casi seis millones de votantes que me convirtieron en Gobernador de California. ¿Cómo podría decir que me hice Gobernador yo solo? Esto no es una dictadura.
P: Reitero. Parece usted demócrata y no republicano.
Schwarzenegger (R): Lo más importante del liderazgo es tener una visión muy clara de hacia dónde quieres llegar. Esto lo experimenté de primera mano en el fisiculturismo; siempre tuve una visión muy clara de la competencia, los premios y como aumentar el respeto por los culturistas. Y lo mismo se aplica en la política. La clave es dejarle claro a la gente lo que sientes y lo que te apasiona. Trump es sólo una persona. El Partido Republicano tiene un problema de liderazgo. Si yo me pudiese presentar mi liderazgo sería claro. Liberalismo económico a ultranza, respeto a las minorías y luchar contra el cambio climático.
P: Usted es aficionado al Sturm Graz, un modesto club austriaco. Rebautizaron el estadio con su nombre en 1997, pero apenas nueve años más tarde le retiraron el honor. Creo que la política tuvo algo que ver con ello.
Schwarzenegger (R): Las ideas socialistas tan comunes en Europa. Eso fue lo que pasó. El asunto es que en California tenemos pena de muerte y en 2005 tuvimos que ejecutar a un preso. Me tildaron de bárbaro en una campaña contra mi persona liderada por los comunistas. Ellos lo quisieron así. Cuanto más inteligentes nos volvemos, más tontos nos sentimos. Hay algunas personas que se quejan de la privacidad cuando se vuelven famosas, pero yo nunca me he sentido incómodo. Mucha gente se muere de ganas por tener atención. Yo estoy recibiendo toda la atención del mundo sin necesidad de ir al psiquiatra para ello.
P: Siguiendo con el tema fútbol. Me han dicho que simpatiza con el Barça, pero que su jugador favorito es Cristiano Ronaldo.
Schwarzenegger (R): Jugué a fútbol hasta los 15 años, de portero, de centrocampista y de defensa. No sé hasta dónde habría llegado, pero por muy bueno que sea un futbolista necesita apuntalar los músculos de su espalda o de sus piernas. Cristiano Ronaldo es el Terminator del fútbol. Tiene un cuerpo perfecto y una musculación que le permitiría practicar cualquier deporte. Pero sí, amo a la ciudad de Barcelona, sus playas y el Camp Nou.
P: Lo suyo no es el baloncesto, pero en Conan compartió escenas con Wilt Chamberlain, el afamado ex jugador de la NBA. Tengo entendido que nunca antes se había sentido tan pequeño.
Schwarzenegger (R): ¡Ya lo creo! Era 1984. Chamberlain medía más de 2’10. Era un hombre de gimnasio. No me podía creer que tuviera casi 50 años. Tenía tanta fuerza que jugueteaba con la espada como quien juega con un cuchillo.
P: ¿Cómo era su entrenamiento entonces? Ya sé que ahora sigue yendo al gimnasio, pero como era el día a día de Arnold Schwarzenegger cuando tenía 30 años y era el hombre más fuerte del mundo.
Schwarzenegger (R): Cinco horas de entrenamiento diario, practicar las poses y aprender sobre nutrición. Creo que la fuerza física no me viene a la mente cuando pienso en mí. Es más bien un producto secundario de haber sido levantador de pesas y fisiculturista. Pienso que todo lo que he logrado se debe al poder de mi voluntad y a mi capacidad de visualizar los objetivos con mucha claridad y luego ir tras ellos sin descanso. Ahora es distinto. No tengo que seguir una rutina inamovible. La única ventaja de envejecer es que te vuelves más amable y menos egoísta. Cuando uno es joven siempre piensa en su propio mundo y luego, de repente, empieza a pensar en los demás. Te aseguras de que otras personas también puedan mejorar sus vidas.
P: La nutrición es ahora un mantra. Cuando usted comenzó no era así.
Schwarzenegger (R): Para nada. En mi época todo consistía en comer filetes y huevos. Buscar una ingente cantidad de proteínas. Yo lo cambié todo. Quemaba miles y miles de calorías por lo que no importaba tanto si comía comida basura. Luego descubrí que era crucial. Estuve una vez en una granja de cocodrilos en Louisiana y me dijeron que les daban comida de calidad porque así los animales eran más mansos, no se peleaban entre ellos y no se rascaban la piel. Fue entonces cuando descubrí que lo que comemos tiene un impacto tremendo en nuestra vida.
P: Una última antes de despedirnos. Algo de lo que arrepentirse ahora que estamos en época de perdón y buenas voluntades.
Schwarzenegger (R): Sí. En primer lugar, serle infiel a mi mujer. En segundo haber tomado esteroides. En mi época de culturista no estaban prohibidos. Conozco a compañeros que fallecieron por culpa de ellos. Yo siempre lo hice bajo supervisión médica, pero me alegra que ahora se considere dopaje y animo a todos los que hagan deporte a que nunca usen las drogas. Es el camino fácil.
P: Sayonara, baby.
Schwarzenegger (R): Hasta la vista, baby.
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