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¡Scheiberlspiel! (el nacimiento del Wunderteam)

En 1926 Matthias Sindelar debutó con la selección austriaca de fútbol. Contaba con 23 años. Era un atacante ligero, técnico, goleador y con una facilidad pasmosa para jugar al primer toque. Sus pases y su facilidad para escabullirse de pobladas defensas gracias a su regate pronto le valieron el sobrenombre de Der Papierene (El Hombre de Papel). Su fama entre sus contemporáneos fue inmensa, solo igualada en Europa por Giuseppe Meazza y Ricardo Zamora. Su legado y su leyenda es mucho más extraordinaria que la del delantero lombardo y el guardameta catalán. Sindelar se negó a jugar con la selección alemana cuando los nazis se anexionaron Austria en 1938. Su muerte, ocurrida meses después tras un escape de gas en su domicilio, lo convirtió en mito y aun no se sabe a ciencia cierta si aquello fue un suicidio o un asesinato.

El técnico que le dio la alternativa era Hugo Meisl. Se le podría llamar más bien director técnico. Entonces el seleccionador elegía a los jugadores y establecía la técnica de juego, pero nunca ejercían como preparadores físicos. Meisl es una figura esencial en la expansión del fútbol por Europa y compartía con Sindelar su credo en el judaísmo. A Meisl no le daría tiempo a experimentar con los horrores del nazismo porque moriría en 1937 víctima de un paro cardíaco a los 55 años.

Matthias Sindelar

Sindelar contribuyó con un gol a la victoria de Austria en su primer partido internacional. Volvería a hacer lo mismo en los siguientes encuentros y su buen hacer llamó la atención incluso del entonces indiscutible y sagrado fútbol inglés. El Arsenal llegó a ofrecer un contrato que Sindelar rechazó. Por aquel entonces irse a jugar al extranjero te imposibilitaba defender a tu selección nacional.

Pero el caso es que Sindelar fue desapareciendo de las alineaciones de Meisl cual Guadiana. El motivo era simple. Del mismo modo que Sindelar era un faro en el ambiente ofensivo también era un lastre en el aspecto defensivo. Ocurría que Austria acumulaba varios futbolistas de gran talento ofensivo y Meisl consideraba que necesitaba un equilibrio para evitar que el equipo se partiese en dos. Así Sindelar salía frecuentemente de la alineación en favor de Fritz Gschweidl, otro interior y mediapunta de enorme talento, pero mucho más trabajador. Si Sindelar acabaría su carrera con 43 internacionalidades y 27 goles, Gschweidl lo haría con 44 internacionalidades y 12 goles.

La idea de Meisl parecía acertada, sin embargo, el equipo no carburaba. Austria alternaba victorias con derrotas y lo peor para Sindelar es que las últimas eran más numerosas cuando estaba él en el once inicial. Y en esas estábamos cuando llegó el 6 de enero de 1929. Nüremberg. Alemania contra Austria. Era un amistoso, pero entonces los amigables no eran lo que soy hoy. Eran pura competición. Prácticamente no había torneos internacionales y el número de encuentros disputados al año eran simbólicos. Un duelo entre selecciones entonces era todo un acontecimiento. Hugo Meisl alineó el clásico 2-3-5 de la época usando como sus cinco hombres de ataque a Leopold Danis, Matthias Sindelar, Friedrich Gschweidl, Karl Schilling y Anton Pillwein. Era únicamente la segunda vez que Sindelar y Gschweidl coincidían en el once inicial. La otra vez había sido apenas dos meses antes con victoria austriaca en Viena ante Suiza (2-0).

El rival estaba formado únicamente por jugadores del sur de Alemania. En todo caso la mayoría de los futbolistas germanos de más clase procedían de Baviera. Hacía frío. Mucho frío. Los 20.000 espectadores que abarrotaban el estadio de Nüremberg asistieron a un partido en el que Alemania pasó por encima de Austria. El preciosista juego austriaco nada podía hacer en un césped totalmente helado. Los jugadores apenas podían correr y los resbalones eran continuos. Austria insistía en el juego de toque y Alemania decidió buscar el juego directo. Al descanso el marcador era 0-0. Ocurre que en el segundo tiempo los alemanes apretaron y su mayor fondo físico destrozó a los austriacos. En media hora, entre el minuto 60 y el final del encuentro, anotaron cinco goles. Alemania 5-0 Austria. Hoy puede parecer normal, entonces era una sorpresa morrocotuda. El fútbol austriaco estaba muy por encima del germano. Nunca antes y nunca después en sus cerca de dos décadas como seleccionador sufrió Meisl derrota semejante a los mandos de Austria.

Hugo Meisl

Las consecuencias de la catástrofe no se hicieron esperar. Había un largo viaje de vuelta en tren a Viena. Quince horas para afrontar 500 kilómetros. Hugo Meisl, furioso y herido, despotricó contra sus jugadores. Había claudicado. Había aceptado jugar con sus dos iconos ofensivos a sabiendas de que el equipo sestearía en sus funciones defensivas. Lo había confiado todo al Scheiberlspiel.

¿Qué es el Scheiberlspiel?

El Scheiberlspiel es ingenio, alegría, naturalidad y facilidad. Scheiberlspiel es Jogo bonito. Scheiberlspiel es Fútbol total. Scheiberlspiel es Tiki-taka. Scheiberlspiel no es más que una corriente futbolística que aboga por la posesión del balón y por el juego de ataque para ganar los partidos. Si hay que escoger entre defender o atacar para lograr la victoria se debe escoger siempre atacar sin tener en cuenta el rival ni el escenario.

Y Meisl no creía en el Scheiberlspiel. Al menos no en una versión tan radical. Más práctico que idealista, Meisl estaba dispuesto a abandonar el juego de pases y volver al juego directo típicamente inglés. Por entonces ya era tendencia el 3-2-5 de Herbert Chapman en el Arsenal. La modificación táctica defensiva imperante en el fútbol. Pase largo hacia el extremo, control al primer toque y carrera hasta la línea de fondo para el remate de cabeza al delantero centro. En aquel largo y tedioso viaje en tren Meisl seguía criticando el Scheiberlspiel, mientras los jugadores callaban y negaban con la cabeza. Alguno respondía a los argumentos de Meisl negando la mayor, a lo que el seleccionador volvía erre que erre. La discusión se alargó durante horas con la participación silenciosa de los periodistas que compartían vagón con la expedición.

Así pues, en cierto momento dado, tras horas de discusión, el siempre callado Matthias Sindelar se levantó de su asiento y se puso cara a cara con Meisl. Primero habló uno y luego replicó el otro. Ocurrió entonces que Sindelar explotó y soltó por su boca la frase que cambiaría el fútbol austriaco para siempre:

“¿Sabe usted por qué no hemos ganado hoy? ¡No hemos hecho suficiente Scheiberlspiel! ¡Deberíamos haber hecho más Scheiberlspiel!”

Aquella bomba, aquel obús lanzado por la estrella del equipo al seleccionador, silenció el resto del viaje. Si lo que antes había sido un cruce de ideas ahora era simple y llanamente un motín a bordo. Una taxativa negativa a todo lo que Meisl defendía. Sindelar cambiaba la apuesta. No había problemas defensivos, sino ofensivos. SIndelar pedía más juego de ataque. Y lo hacía delante del padre del fútbol austriaco.

Nunca más Sindelar volvería a jugar en la selección.

Austria. Años 30

Así entonces Friedrich Gschweidl se consolidó como referente austriaco mientras que Sindelar era enviado al ostracismo. El juego se hizo más precavido y monótono. Dicho proceso no hubiese sido un problema si los resultados acompañasen. Ocurrió que no fue el caso. En los siguientes dos años el balance de la selección austriaca fue más bien discreto, por lo que las críticas no hicieron más que arreciar. Todo explotó tras caer en Milán ante Italia y no pasar de un aburridísimo empate sin goles en casa ante Hungría.

Era mayo de 1931. Dos años y cinco meses después del incidente en el tren volviendo de Nüremberg. Por entonces Meisl y otros miembros de la Federación solían reunirse con varios periodistas alrededor de las mesas de mármol del espectacular Ring-Café, en el centro de Viena. Eran tiempos donde los prohombres del fútbol compartían ideas y discutían sobre el porvenir del nuevo deporte. Era una mesa redonda bien provista de café cargado, exquisita educación y dosis y dosis de críticas a base de retranca. Meisl era muy básico en lo táctico y aquello exasperaba a los periodistas que insistían una y otra vez con la vuelta de Sindelar.

Había que jugar contra Escocia en Viena el 16 de mayo, un auténtico honor. El simple hecho de que los escoceses hubiesen aceptado desplazarse hasta Austria era inaudito. Por entonces cualquier selección británica era considerada superior. La insistencia a Meisl para que hiciese cambios fue tal que un par de días antes del partido el seleccionador llegó tarde al Ring-Café a propósito. Hugo Meisl esperó a que todos los asistentes a la tertulia estuviesen sentados, abrió la puerta del recinto, se dirigió a la mesa y lanzó una hoja arrugada delante de uno de los periodistas.

“¡Aquí tenéis vuestro Scheiberlspiel!”.

Tras lo cual abandonó el Ring-Café y se marchó a su casa.

Aquel papel contenía la alineación del partido contra Escocia. Jugaría Sindelar. También Gschweidl. El once sería el siguiente: Hiden; Schramseis, Blum; Mock, Smistik, Gall; Zischek, Gschweidl, Sindelar, Schall y Horvath. Era el Wunderteam. El equipo maravilla. Uno de los equipos más legendarios de la historia del fútbol.

Por cierto. Aquella alineación nunca se filtró. Pasarían muchos años antes de que se desvelara lo que pasó en el Ring-Café. Otros tiempos. Otros códigos de honor. Otros periodistas. Y otros deportistas.

Aquel 16 de mayo en el estadio Howe Warte de Viena vio una rotunda y espectacular victoria de Austria ante Escocia por un clarísimo 5-0. Los pases cortos, las triangulaciones y el gusto por el espectáculo hicieron las delicias de los aficionados. Sindelar fue escogido el mejor jugador del partido y la prensa británica se deshizo en elogios al fútbol desplegado por Der Papierene.

En los siguientes 16 partidos internacionales (dos años) Austria desplegó el fútbol más atractivo del mundo. Venció a Alemania por 0-6 a domicilio, por 8-2 a Hungría en casa y también venció por 0-4 a Francia en París o a Suiza por 1-8. No solo eran las victorias, era el estilo de fútbol. Era el Wunderteam. Un equipo que llenó páginas y páginas de revistas y periódicos de medio mundo. La racha se cortó en 1933 en una honorable derrota en Inglaterra por 4-3. En todo caso Austria partía como favorita para ganar el Mundial de 1934. Sin embargo, Italia, que ejercía de anfitriona, venció por 1-0 a Austria en semifinales a pesar de que el dominio y el control del partido fue íntegramente austriaco.

Aquello fue el fin del Wunderteam, que aun daría unos cuantos coletazos brillantes antes de que en 1938 Alemania se anexionase Austria y la selección despareciese al integrarse con la de la Alemania nazi. El Scheiberlspiel había muerto, aunque su legado permanecería en el recuerdo. El Wunderteam fue el primer equipo perdedor que trascendió en la historia. La Hungría de Sebes y Puskás o la Holanda de Michels y Cruyff beben de las ideas y de las discusiones entre Meisl y Sindelar. Del precavido técnico y del fantástico mediapunta.

Wunderteam. Mundial 1934

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