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El partido de la muerte

A inicios 1942 gran parte de la Rusia europea estaba ocupada por la Alemania nazi. Uno de esos territorios era Ucrania, una inmensa y rica planicie industrial y agrícola del tamaño de España con capital en la esplendorosa Kiev. Para Occidente aquello fue, era y es Rusia. Nada más lejos de la realidad. Ucrania formaba parte de la Unión Soviética como una de sus repúblicas y, aunque sus vínculos con Rusia eran tanto reales como ficticios, tenía, y tiene, una autonomía histórica independiente de Moscú.

Fue en el siglo IX cuando una masa de escandinavos estableció, con epicentro en Kiev, un territorio que ocupaba buena parte de lo que hoy es Ucrania y atravesaba el río Dniéper hasta llegar al actual noroeste de Rusia. Ese territorio era conocido como Rus e iría creciendo de tal manera que acabaría teniendo dos ciudades principales, una al sur y otra al norte.

Tras la invasión mongola el Rus fue absorbido por los súbditos de Genghis Kahn. Cuando en el siglo XV los mongoles sean un recuerdo, la realidad a la que se enfrentará el Rus será muy diferente a la de sus orígenes. El Rus se habrá dividido en dos. El rus (los ucranianos) formarán un amplio territorio llamado Gran Ducado de Lituania. Al norte estará el Gran Principado de Moscú. Con el tiempo, unos y otros se irán enemistando dado que el Gran Ducado de Lituania procesará el catolicismo y el Gran Principado de Moscú la fe ortodoxa. Debido a que los ucranianos eran ortodoxos y los polacos (los otros integrantes del Gran Ducado de Lituania junto a los propios lituanos) católicos era cuestión de tiempo que la unión se rompiese. De este modo Catalina la Grande iniciará una serie de campañas militares que convertirán a Moscú (ya de facto el Imperio Ruso) en la potencia dominante de la zona y absorberá los territorios ucranianos.

Para entonces ya se hablaba de Ucrania y de Rusia. El problema es que para los rusos el territorio ucraniano era el corazón de su Imperio. No en vano la palabra ‘Rus’ tiene su origen en Ucrania. Es más, la única salida posible al Mediterráneo de los rusos estaba en Crimea, una península a los pies de Ucrania. Sin Crimea, los mercantes y los buques de guerra rusos estarían inmovilizados por culpa del hielo invernal y estarían a expensas de los alemanes y del embudo que forma el Mar Báltico en el estrecho de Kattegat. A finales del siglo XVIIII Catalina inició una política de rusificación que continuaron sus sucesores expulsando a los cosacos de Ucrania (sí, los cosacos son ucranianos) y a los tártaros de Crimea (si, los tártaros tampoco son ‘rusos’).

El mapa político de Ucrania - Mapas de El Orden Mundial - EOM
Ucrania

Así pues, cuando en 1917 triunfa la Revolución Bolchevique y la familia del Zar es asesinada, los ucranianos verán el cielo abierto y proclamarán su independencia. Será un movimiento efímero ya que, abandonados por Occidente, no les quedará más remedio que aceptar lo inevitable y Ucrania será una de las repúblicas autónomas que formarán parte de la URSS. Pero Rusia no olvidará la afrenta y Stalin mandará matar por hambre a más de cuatro millones de ucranianos en la década de 1930 al confiscar las reservas de cereales ucranianas para llevarlas a los territorios más dóciles de la Unión Soviética.

Volvamos pues a 1942. Decía que Ucrania estaba ocupada por Alemania. En un primer momento los ucranianos vieron a los alemanes como libertadores. Fue una ficción. Para Hitler todo aquello más allá del Oder formaba parte del ‘Lebensraum’. Para el pensamiento nazi tanto polacos como rusos o ucranianos eran lo mismo, subhumanos que había que eliminar o esclavizar para que los arios tuviesen el espacio vital que necesitaban para existir.

Tras la debacle de Stalingrado, y ante el más que probable colapso del Reich, los nazis enarbolaron banderas nacionalistas para intentar poner de su lado a la población autóctona. Nació así el Ejército Ruso de Liberación de Andrei Vlasov y la Organización de Nacionalistas Ucranianos. Los esfuerzos fueron en vano, dado que, aunque estos grupos querían librarse de los comunistas, también eran conscientes de que la alternativa no era ni la democracia ni la independencia, sino el exterminio nazi. El fracaso de estas iniciativas se contempla con los números. Apenas 300.000 soldados integraron la Organización de Nacionalistas Ucranianos, mientras que se estima que unos seis millones (muchos de ellos forzados) formaron las filas del Ejército Rojo.

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Kiev. 1942

— EL PARTIDO DE LA MUERTE —

Entre aquellos chicos obligados a combatir en el Ejército Rojo estaban los futbolistas del Dinamo de Kiev. Fundado en 1927 como el equipo de la policía soviética, el Dinamo gozaba de gran reputación, aunque su nivel era inferior al de los equipos de Moscú. Cuando en septiembre de 1941 los alemanes ocupen Kiev varios de aquellos futbolistas acabarán en un campo de concentración, bien por servir al Ejército Rojo o bien por formar parte de la defensa civil de la ciudad.

Los meses pasaron, el invierno llegó y el hambre hizo su aparición. A inicios de 1942 Mykola Trusevych, portero del Dinamo, fue liberado de prisión y deambulaba por la ciudad en busca de un trabajo. En uno de esos días aciagos se tropezó con Iosif Kordik, un fanático del Dinamo de Kiev que lo reconoció enseguida. Trusevych estaba demacrado y extremadamente delgado por lo que Kordik no dudó en ofrecerle trabajo en la panadería que regentaba un par de manzanas más allá. Kordik había podido mantener su negocio intacto al ser de ascendencia alemana.

A Kordik se le cayó el alma a los pues cuando vio a Trusevych. Lo que antes era un hombre fornido y elástico era hoy un amasijo de huesos. Lo empleó como barrendero en la tienda, la mayoría de las veces sin sueldo, pero lo que nunca le faltaría sería que comer. Pronto Trusevych comenzó a ganar peso y a Kordik se le ocurrió la idea de formar un equipo de fútbol patrocinado por la panadería.

Trusevych se mostró encantado con la idea. Aquel panadero le había dado trabajo, pero sobre todo le había devuelto la dignidad. Comenzó a recorrer los barrios de Kiev puerta con puerta buscando a sus antiguos compañeros. No era tarea fácil. Alguno estaba preso, otros fallecidos y el resto estaban desperdigados por la ciudad.

Al cabo de unas semanas Trusevych había reunido a un grupo heterogéneo formado por ocho antiguos futbolistas del Dinamo de Kiev y tres jugadores del Lokomotiv de Kiev. Todos se reunían en la panadería estatal número 3, el establecimiento regentado por Kordik, para charlar de la vida, de fútbol…y para comer.

Aquellos chicos formaron el FC Start.

Su historia pasaría a ser legendaria.

Los nazis, en su intento por dar normalidad a la ocupación, organizaron un campeonato de liga en la ciudad. Participarían un total de seis equipos. Dos conjuntos alemanes y otros dos formados por las guarniciones rumana y húngara de la ciudad. Las otras dos escuadras serían el FC Start y el conjunto hecho con los colaboracionistas ucranianos. Éstos últimos serían los únicos que podrían jugar como locales en el antiguo estadio nacional.

El primer partido del FC Start fue contra los colaboracionistas ucranianos y se saldó con una clara victoria (7-2). La siguiente víctima fueron los húngaros que, al igual que los rumanos, eran aliados de los nazis y solían ocuparse de las zonas ya conquistadas, dado que el Alto Mando alemán confiaba poco de sus dotes en el campo de batalla. Decía que el FC Start se enfrentó a los húngaros logrando una fácil victoria (6-2). Más apabullante sería la siguiente ante la guarnición rumana (11-0) o la lograda ante los militares alemanes (9-1).

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La única foto conocida del FC Start

Por entonces la fama del FC Start ya era conocida en Kiev y en buena parte de Ucrania. Estaba claro que los rivales eran simples aficionados y que el FC Start estaba formado por futbolistas de verdad, pero cada pequeña victoria henchía el orgullo de los ucranianos, los cuales veían cada gol como una patada a la vanidad de los ocupantes.

Conscientes de que las victorias del FC Start podían inspirar a los ucranianos y disminuir la moral de las tropas del Eje, las autoridades nazis tenían la esperanza en que el Flakeif lograse vencer a esos rebeldes. El Flakeif era el equipo de la Luffwaffe, las fuerzas áreas, y allí era donde servían la mayoría de los antiguos futbolistas alemanes. Antes el FC Start volvió a vencer a rumanos y húngaros por 6-0 y por un ajustado 3-2 respectivamente. Cabe señalar que por entonces Hungría era una potencia futbolística de primer nivel, y aunque solo se tratasen de futbolistas aficionados, la victoria contaba con cierto prestigio.

Que aquellos futbolistas desarrapados humillasen al Reich era inaceptable. Y lo fue mucho más cuando el FC Start derrotó al Flakeif por un clarísimo 5-1. Mal equipados y alimentados, aquellos futbolistas ucranianos estaban poniendo en tela de juicio tanto el orgullo alemán como las teorías raciales nazis. Sin apenas tiempo para recuperarse, apenas 72 horas más tarde se programó la revancha entre el Flakeif y el FC Start. El partido se jugaría en el estadio nacional Zenit de Kiev, antes conocido como Estadio Rojo y en la actualidad renombrado Estadio Olímpico de Kiev. Se trataba de un coloso de cemento capaz de acoger a cerca de 70.000 espectadores a pesar de sufrir diversos desperfectos por culpa de varios bombardeos.

Ya no era un partido de campeonato. Era una revancha a vida o muerte.

Los días previos la comida comenzó a llegar en tropel a la parte de atrás de la panadería de Kordik. Junto a la carne o los huevos llegaban también mensajes de ánimo y lágrimas de orgullo ante lo que aquellos chicos estaban haciendo. Aparecieron también nuevas camisetas y hasta alguna bota de fútbol usada.

El 9 de agosto el FC Start y el Flakeif saltaron al césped del Olímpico de Kiev ante una multitud callada, pero con el pecho henchido de júbilo. En el palco varios gerifaltes alemanes. En el circulo central, el colegiado. Un oficial de las Waffen-SS, el cuerpo de élite del entramado nazi, sin más conocimiento del reglamento que el de ayudar lo máximo posible a los suyos. Los ucranianos sabrían que el arbitraje sería tendencioso y mucho más cuando minutos antes del partido reciban la visita de un miembro de las SS que les advertiría de las funestas consecuencias de una nueva victoria.

Como era de esperar el Flakeif hizo gala de su poderío físico ante la impasibilidad del árbitro. Así llegaría el primer tanto. Trusevych recibió una patada en la cabeza en un tumulto en el área, y mientras el portero ucraniano se recuperaba, los alemanes anotaron el primer gol a puerta vacía.

El partido transcurrió y las fuentes orales hablan de tirones de pelos, agarres de camiseta, puñetazos en el estómago y violentas patadas en la espinilla, todas con el beneplácito del colegiado. Aun así, el FC Start logró anotar tres goles antes del descanso, uno de ellos tras un precioso zig-zag entre varios defensores de Makar Goncharenko, seguramente el futbolista con mayores cualidades técnicas de los allí presentes.

En la segunda parte el FC Start acusó los golpes y el cansancio. Llegó a anotar dos tantos más, que rápidamente fueron contrarrestados por los nazis. El marcador señalaba un 5-3 a favor de los ucranianos cuando Kimilenko, defensa central de los locales, avanzó con la pelota, sorteó a varios rivales y se plantó delante del portero alemán engañándole con un golpe de cadera hasta encontrarse con la portería vacía. Fue entonces, cuando en lugar de anotar un gol, decidió darse la vuelta y pegar un pelotazo dirigido al público mientras alzaba los brazos en señal de victoria.

Los casi 70.000 espectadores rugieron como si no hubiese un mañana.

Faltaban aún unos minutos para el final del encuentro, pero el árbitro decidió pitar la conclusión antes de tiempo.

Aquello iba a tener consecuencias. Ya habían sido advertidos.

La afrenta resquebrajó la sonrisa hierática de los ocupantes nazis. Sí, el FC Start era un equipo de ex futbolistas. Pero eran seres humanos mal alimentados, con profundas cicatrices por la represión y con el miedo azuzando sus cabezas. Era subhumanos que habían vencido a la élite del ejército más poderoso jamás visto.

Una semana más tarde, el 16 de agosto de 1942, el FC Start venció a otro equipo alemán por 8-0. Al día siguiente los jugadores ucranianos fueron arrestados por orden de la Gestapo acusados de ser espías soviéticos. En realidad, todos eran miembros del Partido Comunista porque para jugar al fútbol en la Unión Soviética era obligatorio afiliarse al partido. Nikolai Korotkykh murió torturado mientras el resto de la plantilla fue enviada a un campo de concentración. Cuatro compañeros más acabarían falleciendo, entre ellos el portero Mykola Trusevych, el impulsor de esta epopeya.

A finales de 1943 los soviéticos liberarían Kiev de la ocupación nazi y la historia saldrá a la luz por vez primera. Lo hará con sordina, dado que serán acusados por Moscú de “confraternizar con el enemigo” por aceptar jugar partidos de fútbol contra los nazis. Los tres supervivientes tuvieron que callar hasta que tras la muerte de Stalin el régimen comunista decida abrir algo la mano. Fue entonces cuando gracias al esfuerzo de Makar Goncharenko, uno de los tres supervivientes, la historia pase a ser ‘vox populi’ debido a la publicación de un libro. Inmediatamente aquellos chicos del Dinamo de Kiev se convirtieron en héroes nacionales ucranianos y en héroes soviéticos en Rusia y en el resto de la Unión Soviética. Fue tal la fama que en 1981 se inauguró un grupo escultórico conmemorativo a las puertas del Estadio Olímpico de Kiev, que durante unos años fue rebautizado como Estadio FC Start.

Mitos y verdades sobre el "partido de la muerte": el día que un equipo  ucraniano venció a soldados nazis - Infobae
Estatua en los aledaños del Estadio Olímpico de Kiev

Por entonces ya Crimea formaba parte de Ucrania. Tras la muerte de Stalin en 1953 y la llegada al poder de Nikita Kruschev se inició un proceso de Desestalinización. Kruschev pidió perdón por el genocidio cometido en Ucrania durante los años 30 y, como medida de distensión, decretó que la península de Crimea formase parte de la República Soviética de Ucrania. Cuando la URSS se desmiembre en 1991 y Ucrania consiga al fin su independencia, aquella decisión se verá como errónea cuando Rusia y Ucrania peleen por el territorio más codiciado del Este de Europa. El desatino acabará con una guerra iniciada en 2014 y todavía inconclusa a la hora de escribir estas líneas.

Mientras, el Dinamo de Kiev se recompuso y en 1961 obtuvo su primera liga soviética. A partir de entonces se erigió en el equipo más importante de la Unión Soviética, practicando siempre un fútbol técnico y ofensivo. Al igual que los equipos lituanos sobrepasaron a los moscovitas en baloncesto, el Dinamo de Kiev hizo lo mismo en el deporte rey. En 25 años ganó 13 ligas de la URSS, se convirtió en el único equipo soviético en lograr títulos internacionales y parió al mejor entrenador que ha dado el Este de Europa (Valeri Lobanovsky) y a dos Balones de Oro (Oleg Blokhin e Igor Belanov). Sí, Lev Yashin, el jugador más legendario de la URSS, era ruso, pero si bien en la victoria soviética en la Eurocopa 1960 había siete rusos por tan sólo un ucraniano, cuando en 1988 queden subcampeones de la Eurocopa habrá tan sólo dos rusos en el once inicial frente a siete ucranianos. El influjo del fútbol ucraniano y del Dinamo de Kiev llegó incluso al siglo XXI, cuando Andrey Shevchenko y compañía siguieron demostrando la superioridad del balompié en el antiguo Rus de Kiev.

P.D: A Hollywood le dio por convertir la historia en una película. Stallone fue Trusevych y Pelé fue Goncharenko. En lo único en que se parecía ‘Evasión o Victoria’ al ‘Partido de la Muerte’ es en que todo estaba poblado de nazis. Todo lo demás es pura, y deliciosa, ficción.

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2 commentarios

  1. Adrian

    on

    Responder

    Una auténtica maravilla de artículo. Una delicia de leer.

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