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Cuando Didier Drogba paró una guerra

¿Es Didier Drogba el mejor futbolista que ha parido África? Poderoso y vertiginoso, los estereotipos propios de su raza ocultaban una fabulosa técnica en patrones físicos portentosos. Fenomenal delantero de área, prestigiador del balón de espaldas a portería y de elegancia y mentalidad inquebrantable, Drogba se convirtió en leyenda goleando para el Chelsea FC. Solo otros iconos africanos como Salah, Weah, Eto’o, Abedi Pelé o Madjer pueden rivalizar con los logros del delantero costamarfileño.

Didier Drogba nació en Abiyán, una de esas megalópolis africanas en continuo crecimiento donde el acuciante calor y la humedad están garantizados. Antigua colonia francesa, los padres de Drogba decidieron que a los cinco años el pequeño Didier se buscase un futuro mejor en Francia. Lo mandaron al norte del país junto a su tío, un tal Michel Goba, que hacía carrera como futbolista en la segunda categoría del fútbol galo. El pequeño Tito, apodado así por su abuela que era una admiradora del entonces presidente yugoslavo, sólo aguantó tres veranos antes de volver a Costa de Marfil. Pero habría un segundo intento. Otra vez Didier hizo las maletas y en este caso se trasladó a Vannes, en la Bretaña francesa. Didier contaba entonces con doce años de edad.

“Queríamos que fuese médico o abogado, nunca quisimos que fuese futbolista”, confirmaría años más tarde papá Drogba. El caso es que el influjo del balón era mayor que el de los estudios y mientras Didier destacaba sobre el rectángulo de juego patinaba cuando estaba sentado en el pupitre. Con 13 años Drogba era un prometedor delantero, pero también un preadolescente a punto de repetir curso. Sus padres no lo iban a consentir y dieron la orden a su tío de obligarlo a abandonar el fútbol en el caso de que las notas no mejorasen. Lejos de enfadarse, aquel joven se dedicó a hincar los codos y al verano siguiente pasó de presentar un expediente con suspensos a otro en el que brillaban los sobresalientes. Tras un curso de castigo sin calzarse las botas, Didier podía volver a jugar al fútbol.

Fue tan radical el cambio de Drogba con los libros que con 18 años se trasladó a Le Mans para empezar la licenciatura de Economía. Pero, aunque su deseo era satisfacer a sus padres, su progreso con el balón era más notorio que el académico. Tendría que dejar de un lado los libros ante su fulgurante salto al estrellato. Ya con sus padres y sus hermanos trasladados a Francia, Drogba aún seguiría empollando hasta los 21 años, hasta que no pudo posponer más la decisión y hubo de centrarse en su carrera futbolística. No sería hasta los 25 cuando explotaría en el Olympique de Marsella antes de dar el salto al Chelsea FC y convertirse durante un lustro en uno de los mejores delanteros del mundo.

Fue una explosión lenta y controlada. Una carrera tardía en un mundo que venera la juventud y la inmediatez. Pero Didier nunca quiso decepcionar a sus padres y no volcó sus esfuerzos con el fútbol hasta que estuvo seguro de que su éxito sería colosal.

Drogba en Marsella

Drogba fichó por el Chelsea FC en el verano de 2004 tras meter más de 30 goles la temporada anterior en Marsella. Al mismo tiempo que Drogba se convertía en el delantero titular del Chelsea FC, Costa de Marfil luchaba para clasificarse por primera vez en su historia para un Mundial. En 2005 Los elefantes afrontaban la fase de clasificación de la zona africana con una generación fabulosa liderada por Drogba y que contaba con Kolo y Yayá Touré, Eboué, Zokora o Kalou.

Ese brillante presente futbolístico coincidía en el tiempo con una feroz guerra civil. Costa de Marfil es un país francófono de mayoría católica. Su privilegiada situación en la Costa de Oro lo hace uno de los países más prósperos de la zona. Eso es motivo para recibir miles de emigrantes de países limítrofes como Guinea Conakry, Liberia o Burkina Faso. Estos tres estados son más pobres y cuentan con una mayoría musulmana. Normalmente suelen asentarse al norte de Costa de Marfil que es donde se encuentran los recursos naturales que son explotados para el progreso y el bienestar del sur, la zona más avanzada del territorio. La dicotomía entre las zonas de interior y las marítimas es una característica intrínseca al progreso de África o de América Latina.

La mayoría de esos emigrantes se instalan en Bouaké, la ciudad más importante del norte del país. De este modo Costa de Marfil queda ‘de facto’ dividida en dos mitades; una musulmana al norte con capital en Bouaké y una católica al sur con capital en Abiyán. Costa de Marfil es entonces una democracia con cimientos de barro afectada por problemas endémicos que se ven agravados con una ley que prohíbe el voto a aquellos cuyos dos padres no hayan nacido en el país, impidiendo que el grueso de los emigrantes y sus descendientes puedan votar.

Costa de Marfil

No es de extrañar que en 2002 estalle una guerra civil que deja unos 3.000 muertos cuando en 2005 la selección de fútbol costamarfileña esté luchando por lograr una plaza en el Mundial a celebrar en Alemania al año siguiente. Tiene entonces lugar el encuentro decisivo ante los ultrafavoritos de Camerún, que derrotan a Costa de Marfil por 3-2 poniendo pie y medio en Alemania. A falta de una jornada para el final, Costa de Marfil debe ganar en Sudán y Camerún tiene que perder o empatar contra un Egipto que no se juega nada para que los costamarfileños logren el milagro.

Costa de Marfil cumple con el trámite derrotando a Sudán en un choque que acaba minutos antes que el encuentro entre cameruneses y egipcios. Los costamarfileños esperan de la mano en el circulo central mientras por la megafonía se retransmiten los últimos compases de un partido que al llega el minuto 93 con un empate entre Camerún y Egipto (1-1). Costa de Marfil está clasificada, pero en ese instante se pita un penalti a favor de Camerún. Un penalti casero tan común en las competiciones africanas.

Fueron varios los minutos de tensión. Los egipcios protestaron y el portero faraón se encomendó en poner nerviosos a Eto’o y compañía. Se suponía que sería la entonces estrella del Barça el que lanzara la pena máxima, pero no supo o no quiso. Tampoco Alex Song, otro que por galones tendría que haber lanzado el penalti, por lo que al final fue Pierre Womé el encargado de ir al patíbulo.

Tras horas de espera Wome dio varios pasos atrás y le pegó al balón con tanta intención que el esférico salió escupido por el poste izquierdo del guardameta. El milagro se había producido.

“Mujeres y hombres de Costa de Marfil, de norte a sur y de centro a oeste, hoy hemos demostrado que todos los costamarfileños pueden coexistir y jugar juntos por un objetivo común: clasificar al país para un Mundial. Os prometimos que la celebración uniría a nuestro pueblo. Hoy os rogamos de rodillas. Perdonad. Perdonad. Perdonad. La única nación africana con tanta riqueza no puede estar en guerra. Por favor, dejad las armas y organicemos unas elecciones. Será lo mejor para todos”. Primero de rodillas, luego de pie y siempre con lágrimas en los ojos, Drogba cogió micrófono en mano y exhortó a sus compatriotas a abandonar las armas en medio del círculo central.

Por esos imposibles que el fútbol hace de vez en cuando posibles, la arenga de Drogba tuvo efecto. Los historiadores dirán que fueron los cascos azules de la ONU, pero lo cierto es que las palabras de Drogba tras el fin del partido tuvieron mucho más efecto que las decisiones de los burócratas del primer mundo. Costa de Marfil se clasificó para el Mundial, la guerra se paró y los 25 millones de habitantes del país se agolparon delante del televisor para ver como aquellos chicos llevaban el nombre de su tierra por todo el mundo.

El pacificador

No pasaría de la primera fase Costa de Marfil ante un terrible calendario que le asignó a Argentina y Países Bajos como rivales. Al menos vencerían a Serbia por 3-2 en la que fue su primera victoria mundialista.

A pesar de la discreta experiencia mundialista, Didier Drogba fue galardonado ese año con el Balón de Oro africano. Laurent Gbagbo, presidente de Costa de Marfil, organizó un acto institucional para entregar el galardón a Drogba. Gbagbo, católico como Drogba y de su misma etnia, instituyó el evento en Abiyán. Su intención era reafirmar su autoridad apoyándose en el hombre más famoso del país. Pero Drogba volvió a tirar de micrófono y hacer un llamamiento al entendimiento: “Señor presidente, me gustaría ir a mostrar este galardón a nuestros hermanos de Bouaké”. Gbabgo esbozó una incomodísima sonrisa ante la afrenta de un Drogba que días después volaba a Bouaké, la capital del norte musulmán, para soltar otra perla pacifista: “La próxima vez no vendré sólo. El próximo partido de la selección lo jugaremos aquí”.

Hacía más de cinco años que la selección no se acercaba al norte del país. Lo haría nuevamente en junio de 2007 con un encuentro amistoso ante Madagascar con clara victoria por 5-0. Tres meses antes se había acordado la paz y se celebraron unas elecciones libres que dieron lugar a un frágil pero ilusionante coalición entre católicos y musulmanes.

Nadie había hecho más por establecer la paz que Didier Drogba. Venerado como un semidios siguió capitaneando a su selección en un total de 105 partidos. En 2010 logró llevar a su país a un Mundial nuevamente, y de nuevo no pudieron pasar de la primera fase. Más dolorosa fue la derrota en la final de la Copa de África de 2012 ante Zambia, en el que fue el último gran torneo internacional de Drogba.

Costa de Marfil nunca ha recuperado el nivel de prosperidad que tuvo en los 90. No obstante, aunque en 2011 los dos candidatos a la presidencia se proclamaron vencedores de las elecciones y hubo un connato de rebelión, parece que el país ha entrado nuevamente en la senda de la estabilidad.

En el momento de escribir estas líneas Didier Drogba va camino de los 46 años. Lleva varios años retirado. Está casado y tiene tres hijos. Él es católico y su mujer es musulmana. Ambos son nacidos en Costa de Marfil y ambos se conocieron en Francia. Didier Drogba posee 17 títulos oficiales, anotó 304 goles y cuenta con una licenciatura en Económicas. No sabemos si los padres de Drogba tienen alguna medalla o trofeo de su hijo en el salón de su casa. Pero no erraríamos ni un ápice si aseveramos que tienen enmarcado el título universitario de un hijo cuyos valores superan con creces sus logros con el balón.

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