El gigante que cambió las reglas (George Mikan)
Shaquille O’Neal. Más de una década después de su retirada su nombre es de sobra conocido, también para los profanos en baloncesto. O’Neal se asocia a alguien grande, gigante, a una especie de ogro bueno. Un Shrek con pelota naranja. El último gran pívot que ha habido. No uno de esos chicos ágiles y móviles de hoy en día que tiran triples y suben el balón. No. O’Neal fue el mejor recibiendo de espaldas al aro y usar sus kilos para hundir a su rival y machacar el aro. Así ganó tres títulos con los Lakers y así se convirtió en uno de los mejores jugadores de siempre. La fama de O’Neal también se debe a su lengua viperina, su sonrisa perenne, sus bromas, unas al prójimo y otras en contra de su propio cuerpo, y a un aura de niño mimado o de adulto sin cerebro, lo que el lector prefiera. Entre sus joyas está su afirmación de que la Tierra es plana. El caso es que no se le presupone un exceso de neuronas.
Y sin embargo el respeto y la educación por los niños y los mayores siempre han sido parte de su ser. Cuando en el año 2005 un tal George Mikan fallezca a los 86 años víctima de las complicaciones de una diabetes, Shaquille O’Neal correrá en búsqueda de los medios para declarar con un rictus serio impropio de su figura: “Sin el número 99 yo no hubiese existido. Sé quién era él y sé lo que hizo. Era un gran hombre y tuvimos muchas conversaciones. Lo respeto muchísimo”. O’Neal correrá a cubrir los gastos del entierro al conocer los problemas económicos que dejaba a su familia George Mikan.
¿Quién era George Mikan? El primer gran hombre. La primera gran estrella de la NBA. Un jugadorazo desconocido y olvidado a partes iguales. Campeón universitario, cinco veces ganador de la NBA (siete si se cuenta su antecesora), tres veces máximo anotador de la NBA y elegido el mejor jugador de la primera mitad del siglo XX. Cuando en 1996 Shaquille O’Neal firme por los Lakers la revista Sport Illustrated juntará a los cuatro grandes pívots de los Lakers y, con permiso de Bill Russell, de la historia de la NBA; Mikan, Chamberlain (ausente), Abdul-Jabbar y O’Neal. Nada sabía entonces el bueno de Shaq de aquel gigante blanco con gafas que se movía en silla de ruedas. De ahí nacerá una entrañable conexión que duraría hasta el día del fallecimiento de Mikan.
Alto, rubio y fortísimo, George era hijo de croatas que crecería en un suburbio de Chicago. Pasaba las tardes jugando al baloncesto con sus hermanos en la parte de atrás de la cervecería que regentaban sus padres. Habían hecho el aro con el fondo de un barril de cerveza, pero George no podría disfrutar mucho del invento. Una tonta caída le hizo fracturarse una rodilla. Pasó más de un año postrado en una cama. Era la década de 1930. Tampoco ayudaba que una astilla manipulada por uno de sus hermanos acabase en uno de sus ojos agravando su ya notable miopía. Durante los meses de soledad y aburrimiento George decidió acercarse a Dios y hacerse sacerdote.
Pero es que George tenía que dedicarse al baloncesto. Sus 208 centímetros y 110 kilos de peso eran una razón de peso, valga la redundancia. Era grande, pero mucho más para la época, donde eran escasas las personas que rebasaban los dos metros. Y además era móvil, algo absolutamente inusual. Entonces los jugadores altos se colocaban debajo de la canasta e intentaban aprovechar su altura para anotar. Eran torpes y apenas sabían botar y lanzar. Mikan no era así. Jugaba al tenis y al béisbol y también le gustaba bailar. Era insultantemente ágil para su altura.
No fue pues raro que la Universidad de DePaul de Chicago le diese una beca universitaria. Bien sabía Mikan que entonces uno no se podía ganar la vida con un balón y menos en medio de la II Guerra Mundial, por lo que abrazó con fuerza la posibilidad de conseguir un título universitario. Mas su destino estaba más que escrito. No era raro el partido en el que se acercaba o sobrepasaba los 50 puntos en una época donde las anotaciones eran mucho más bajas que en la actualidad. Y era normal, porque Mikan además de grande, era listo y aplicado. Cumplía con todo lo que le decía su entrenador y comenzó a practicar boxeo con el fin de aprender a soportar los agarrones, codazos y puñetazos con los que era obsequiado en cada partido. Su técnico también le incitó a saltar a la comba, a aprender a tocar el piano para agilizar los dedos y a sacar a bailar a chicas cuanto más bajas posibles para dificultarle los pasos y así ganar en destreza.
Patentó el llamado Mikan Drill (Taladro Mikan) un sistema de entrenamiento que aún se usa en la actualidad. Consiste en lanzar una bandeja con la mano derecha, recoger el balón debajo del aro con la izquierda para elevarlo nuevamente ante el tablero y anotar canasta. Esa facilidad en el tiro unido a su lanzamiento de gancho y a su certeza en los tiros libres con cerca del 80%, cuando los jugadores altos rara vez pasaban del 60%, lo hicieron indefendible. Cuando en 1945 George Mikan anote 53 puntos en la final de la NCAA la liga universitaria dijo basta.
Tocaba un cambio de rumbo.
Mikan no solo dominaba en ataque, también lo hacía en defensa. Se colocaba debajo del aro y frustraba con tapones los intentos de sus rivales. En el verano de 1945 la NCAA pasó a considerarse ilegal los tapones a lanzamientos que se encontraran en trayectoria descendiente en el momento del contacto con el defensor. Es decir, si la parábola del balón inició su descenso y el defensor realiza el tapón la canasta se considerará válida entre o no entre la pelota en el aro. Es una regla Anti-Mikan.
En 1946 George Mikan da el salto al profesionalismo. Lo hace en la NBL una de las antecesoras de la NBA. Los Chicago American Gears le hacen un contrato multianual millonario que nunca se hará efectivo. Jamás le pagarán. Pero a Mikan le da para jugar siete partidos, ser el máximo anotador de la competición y ganar el título. Al año siguiente firmará nuevo título, ya con los Minneapolis Lakers con los que iniciará la costumbre de firmar año a año para evitar sinsabores pasados. George Mikan se incorporó a los angelinos en el quinto partido de la temporada, y ahí nace otra imagen icónica con una buena intrahistoria. Los Lakers no tenían un uniforme para él, así que le dieron la camiseta más grande que encontraron. Por eso, su primer partido con los Lakers lo jugó con el dorsal 21 en lugar de su habitual 99. Y aunque el detalle no se aprecie en el blanco y negro, los pantalones que llevó eran de los Chicago Gears, porque tampoco había ninguno de su talla.
El dominio de Mikan entre los profesionales es tal que cuando en 1948 se crea la NBA inmediatamente se establece la prohibición del tapón en descenso al igual que se había hecho en la liga universitaria para intentar evitar el efecto Mikan. La NBA nace de la fusión de la NBL, que tenía a los mejores jugadores, y la BAA, que tenía a las mejores franquicias (Nueva York, Boston o Philadelphia). Es entonces cuando Mikan pasa de jugar en teatros y gimnasios a hacerlo en grandes pabellones. Celebre es la anécdota de una noche que los Lakers viajan a Nueva York para enfrentarse a los Knicks. En el luminoso del Madison Square Garden se anunciaban con grandes letras de imprenta: Wed basketball Geo Mikan vs Knicks (miércoles, baloncesto, George Mikan vs Knicks)”. Cuando Mikan entró en el vestuario sus compañeros le estaban esperando con ropa de calle y, bromeando, le indicaron que ya que era él el único que iba a jugar contra los Knicks ellos se quedarían tranquilamente descansando en el vestuario.
Mikan viajaba en ocasiones antes que el resto del equipo para esas sesiones publicitarias. El partido anterior, el plato fuerte, era baloncesto universitario (NCAA), porque en aquella época aún tenía mucho más éxito que el profesional. Si en Nueva York la NBA se disputaba en el icónico Garden era exclusivamente por culpa de Mikan. De lo contrario, habría sido en una nave de las instalaciones deportivas que el ejército tenía a las afueras de Nueva York alejada de la mano de Dios.
Mikan explotó definitivamente. El hecho de jugar sus partidos en casa en el Minneapolis Auditorium también influyó en ello, ya que el parqué era un par de metros más estrecho que el de otras canchas, lo que favorecía su juego interior. Pero era mucho más que eso. Se instaló en cerca de los 30 puntos y 13 rebotes por partido y se convirtió también en el máximo asistente de los Lakers. En las finales de la NBA de 1949 jugó los tres últimos partidos por el título con la muñeca rota y aun así logró el campeonato promediando 30’3 puntos por choque.
Los Lakers, llamados así por los miles de lagos que hay en Minnesota (hasta 1962 no se mudarán a la soleada Los Ángeles en California) ganaron los siguientes campeonatos basándose en ataques estáticos y lentos esperando a que Mikan se incorporase al ataque. Llegaron a jugar una eliminatoria a siete partidos con los Harlem Globetrotters, por entonces no un equipo de circo sino el mejor equipo negro del mundo, dado que a los jugadores de color se les había vetado la presencia en la NBA. Ganaron los Lakers con Mikan como estrella y ese fue uno de los motivos por el cual los blancos perdieron el miedo y permitieron la aparición de negros en la NBA.
El dominio era tal que se producían situaciones esperpénticas. En un partido de la temporada 1950-51 los Pistons se pusieron por delante y decidieron retener el balón en sus manos para ganar por un ridículo 19-18. Entonces no había reloj de posesión y se podía hacer semejantes barbaridades. Mikan acabó con 15 puntos de los 18 de su equipo, casi todos ellos a través de tiros libres. Aquel año no llegó a jugar los playoffs al lesionarse la rodilla que se había fracturado de niño, pero volvió con fuerza para competir al año siguiente.
Tocó un nuevo cambio de paradigma. Una nueva reinvención.
La NBA reaccionó para evitar que Mikan siguiese devorando a los rivales cerca del aro y acabara con la competición. De hecho, se llamó Mikan Rule (la regla Mikan) a la ampliación de la zona en la que solo se podía estar tres segundos, que pasó en 1951 de situarse a 1’8 metros a ampliarse a 3’6 del aro (algo que se movería años más tardes a 4’9, de nuevo, por culpa de un gigante, en este caso Wilt Chamberlain). Era el primer intento de separar a un gran pívot dominante, aunque tosco y rudimentario para nuestros estándares, de su zona de influencia.
Los porcentajes de acierto de Mikan descendieron del 43 al 38%, pero no fue suficiente. Lo tenía más difícil, pero también lo tenían los demás. Los defensores igualmente hubieron de alejarse de la zona y colocarse más distantes entre sí. Era más difícil que Mikan sufriese un 2 contra 1 en defensa y, de hecho, la Mikan rule, inauguró de facto el baloncesto de 1 contra 1 en el juego interior. Por vez primera Mikan no fue el máximo anotador del año, pero volvió a llevarse el título al derrotar los Lakers a los Knicks en el séptimo y decisivo duelo de la final por 82-65 con 32 puntos de George Mikan.
Para intentar neutralizarlo, la NBA llegó a probar en un partido con subir la canasta 60 centímetros, pero suspendieron la idea al darse cuenta de que lo único que hacían era favorecer, precisamente, a los más altos.
Aún le daría a Mikan a ganar un par de títulos más. Los años pasaban y por vez primera bajó de los 20 puntos por temporada, pero seguía imponiendo su ley en el rebote. En 1954 llevaba siete títulos (cinco de la NBA) y tocaba otro cambio de rumbo.
Otra vuelta de tuerca al reglamento.
El reloj de posesión también llegó por Mikan
En 1954 la NBA adoptó el cambio que pondría patas arriba el baloncesto. El establecimiento del reloj de posesión de 24 segundos (de 30 segundos en la FIBA) supuso la línea divisoria entre el baloncesto primitivo y el baloncesto moderno. Mikan llevaba a los Lakers a la victoria a través de un ritmo muy bajo para poder operar por la pista con comodidad. Los rivales comprendieron que la única forma de pararlo era alargar al máximo las posesiones si conseguían ponerse por delante. Aquello, aunque no llegase al nivel enfermizo de los Pistons, provocaba partidos soporíferos, por lo que la NBA reaccionó e introdujo el reloj para transformar el ritmo y la intensidad.
Pero Mikan ya no estaba. En 1954 decidió retirarse. Siempre fue un caballero y nunca alzó la voz, pero los agarrones, las cargas, los golpes y los placajes habían hecho mella en su cuerpo. Ed Macauley, uno de sus enconados rivales en Celtics y Hawks, bromeaba que cuando chocaba despistado con una columna fuese en un hotel o un aeropuerto siempre pedía perdón por el tropezón al señor Mikan. El caso es que George había perdido frescura y, además, de aquella el baloncesto no permitía vivir de rentas, por lo que tocaba salir al mercado laboral.
Las críticas fueron feroces y lo fueron aún más cuando tras un año de ausencia Mikan decida volver a la NBA. Fue una temporada muy dura en la que, aun firmando unos números decentes, se vio desarbolado por la rapidez que entonces se le había imprimido al juego gracias al reloj de posesión.
George Mikan fue un gigante, una superestrella. Shaquille O’Neal con medio siglo de antelación. Pero es desconocido. Olvidado hasta por aquellos que viven de la canasta. Jamás fue estético (jugaba con gafas), las fotos que tenemos de él son en blanco y negro y apenas hay imágenes en movimiento. En 1954 se estableció una línea. Lo de antes no importa. Lo de antes es primitivo. Lo de antes es George Mikan. Pero conviene recordar que lo que vino después de 1954 no hubiese existido si la tiranía de George Mikan no hubiese obligado a cambiar unas cuantas reglas.
Fue la primera estrella del baloncesto profesional, un pívot cuyo dominio cambió las reglas de este deporte. Y no fue una vez, sino hasta tres las veces que se cambió el reglamento para intentar pararlo. Sobre sus hombros empezó a levantarse la dinastía de los Lakers, aunque la franquicia, que vive de espaldas a todo lo anterior a su mudanza a Los Ángeles, no quiso retirar su número hasta hace apenas unos años.
“No habría tenido ese gancho si no hubiera aprendido los fundamentos de Mikan”, dijo Abdul-Jabbar. Todos los grandes pívots jugaron en los Lakers. Wilt Chamberlain promedió 30’1 puntos y 22’9 rebotes para dos títulos, Kareem Abdul-Jabbar 24’6 y 11’2 para seis campeonatos y Shaquille O’Neal 23’7 y 10’9 para cuatro títulos. George Mikan 23’1 y 13’4 para siete entorchados (cinco de ellos de la NBA).
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