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Cuando Bill se convirtió en entrenador

Era una jornada anodina de abril de 1966. Faltaban escasos días para que dieran comienzo los playoffs de la NBA. Bill cruzó la puerta del despacho de Red. Era una de tantas. Ni podría aproximar un número de las veces que había acometido ese recorrido. Siempre tenía que hacerlo tras una acentuada postración, dado que sus 205 centímetros de altura bordeaban el dintel de la puerta. Bill tomó asiento y frente a él un despacho minúsculo, una mesa de roble y un aire pegajoso y cargado apestado de tabaco.

Red fue al grano. Llevaban diez años juntos. Podía ir al grano. Fue Red quien había jugado al póker para conseguir llevarse a Bill en el draft de 1956. Él sabía que la capacidad defensiva de Bill cambiaría para siempre el devenir de los Boston Celtics. Desde entonces año sí y año también los Celtics habían gobernado la NBA hasta crear la dinastía más exitosa del deporte estadounidense. Pero Red estaba cansado. No solo mentalmente, sino que motivacionalmente. Su deseo era dejar de ser entrenador y dar el salto a los despachos.

Y su deseo era que Bill Russell ejerciese de entrenador.

Como Judas, Bill negó tres veces el ofrecimiento. Red dio otra calada a su puro y aceptó la negativa, pero con una condición. Le pidió a Bill que pusiera en un papel cinco posibles entrenadores y él haría lo mismo. Al día siguiente quedarían en el despacho y entre los dos escogerían al candidato. Si no lograban contratar a nadie del gusto de Russell, él mismo tendría que aceptar ser el técnico de los Celtics.

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Russell y Auerbach

Es complicado describir lo que unía a aquel blanco judío hijo de un emigrante ruso y a aquel negro enorme nacido en las profundidades de Louisiana. Bill Russell había visto a su abuelo defender un colegio de niños negros ante una banda del Ku Klux Khan o a su madre insultada por policías blancos que le acusaban de vestir demasiado bien un domingo que iba a la iglesia. Después de ganar dos títulos universitarios siendo minusvalorado por el color de su piel, escogió a los Celtics porque su técnico, Red Auerbach, se dirigió personalmente a él, mientras que los demás equipos hablaban directamente con su entrenador universitario. Red lo trató como una persona y se fraguó una amistad y una lealtad inquebrantable.

Juntos hablaban de su infancia. Una la de un negro que cambió Louisana por California con escaso éxito. Una vez viajaba con su padre en el coche y vio cómo se les era negado el servicio en una gasolinera hasta que todos los clientes blancos hubieran sido atendidos. Cuando su padre intentó marcharse y buscar otra gasolinera, el encargado del establecimiento le pegó con una escopeta en la cara amenazándolo de muerte con que se quedara y esperara pacientemente su turno. Auerbach se reía de su tragedia diciéndole que no sabía lo que era ser un judío pelirrojo en el Nueva York de la Gran Depresión. La complicidad era tal que Auerbach nunca se enfadaba con Russell a sabiendas que llevaba muy mal las críticas. De cuando en cuando tenía que hacerlo delante del resto del equipo para demostrar que no había distinciones, pero siempre era una pantomima perpetrada y preparada por las dos partes.

Bill sabía que no podía jugar para otro entrenador que no fuese Red. Había sido MVP y había llevado a los Celtics a la cima. Sumaba título tras título, pero jamás fue aceptado. Por entonces Boston era una de las ciudades más racistas del norte de Estados Unidos. Una vez, tras una actuación portentosa de Russell, un aficionado de los Celtics se le acercó y le dijo que era un bostoniano de cuarta generación y que hiciese lo que hiciese Boston jamás lo aceptaría como uno de los suyos. Red era especialista en contestar a esa gente con fina ironía o restarle importancia a los hechos cuando Bill se lo contaba en confianza.

Era impensable que Bill no jugase para Red.

Bill Russell lideró a los Celtics a ocho títulos consecutivos. Lo hizo a través de la defensa, cuando entonces los pívots lo único que hacían era anotar. Ponía tapón tras tapón en lo que se dio llamar las Wilsonburguers, por aquello de que entonces la pelota era de la marca Wilson, y el balón salía despedido a sus compañeros que anotaban en rápidos contraataques. Era una leyenda. Pero era un negro que no se callaba. Cuando los Celtics retiraron su camiseta no se presentó a la ceremonia enfadado por el trato que los aficionados le habían dado. Cuando fue elegido para el Salón de la Fama del baloncesto, más de lo mismo. Hubieron de pasar un par de décadas para que la NBA, la sociedad americana y la ciudad de Boston hiciesen las paces con el jugador más laureado del deporte estadounidense.

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Bill Russell (6)

Por todo ello era tan difícil encontrar a un entrenador que permitiese a Bill liderar a través de la defensa y que lo aceptase tanto como deportista y como persona en una época de efervescencia de derechos sociales y lucha racial. De esta forma cuando Russell y Auerbach se citaron al día siguiente en el despacho las listas no llegaban a los cinco nombres preestablecidos. La de Russell, de hecho, estaba vacía.

El plan de Russell era demostrarle a Auerbach que no había quien lo sustituyese, por lo que no le quedaría más remedio que seguir en los banquillos muy a su pesar. Pero Auerbach le dio un nombre de los que tenía en su lista. Bill negó con la cabeza. Sabía que fulanito era un gran técnico, pero también un racista empedernido. Auerbach probó con el segundo de la lista. Misma respuesta. Éste también era buen técnico, pero se oponía al matrimonio entre negros y blancos.

Auerbach, satisfecho en su interior, se encogió de hombros y le dijo a Russell que no sabía quien podría entrenar a los Celtics. Russell, enojado, se marchó a casa y prometió a Auerbach encontrar el hombre adecuado.

Por más vueltas y vueltas que le daba no había forma de encontrar a un entrenador de su gusto. Fue con Red con quien había viajado a aquel hotel en el que no le dejaron entrar por “tener mal olor”. Red sacó a Russell y a sus compañeros de aquel sitio y buscó otro donde aceptasen a negros y blancos. Cuando fue lapidado por apoyar a Muhammed Alí y posicionarse en contra de la guerra de Vietnam, allí estaba el viejo Red para defender que un deportista pudiese expresarse y tener sus propias ideas políticas. Y fue Red el que le dio un contrato de 100.001 dólares cuando los Lakers firmaron a Wilt Chamberlain a razón de 100.000 anuales. “Si eres el mejor, también tienes que ser el mejor pagado”, dicen que le dijo Auerbach.

Acariciando la medianoche, Bill descolgó el teléfono y llamó a Red.

“Acepto el trabajo”, dijo Russell.

“¿Seguirás jugando al mismo tiempo que harás de entrenador?”, contestó Auerbach.

“De eso se trata”, respondió Russell.

“Una última cosa – cuentan que le dijo Auerbach -. Escribirán que eres el primer negro en entrenar a un equipo de la NBA. Cállate, no les hagas el menor caso y demuéstrales que se equivocan. Demuéstrales que eres el nuevo entrenador de los Boston Celtics”.

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El primer técnico negro

Los Celtics ganaron su octavo título consecutivo y el noveno de Russell y Auerbach (1957 y 1959-66). La temporada 1966/67 comenzó con Bill Russell como entrenador-jugador y respondiendo a cientos y cientos de preguntas sobre si estaba capacitado para su trabajo y como sería capaz de mantener la calma cuando un problema racial hiciese su aparición. Ese año los Celtics perdieron la final de la NBA ante los Philadelphia 76rs de Wilt Chamberlain. Pero los Celtics se rehicieron y volvieron a ganar la NBA en 1968 y 1969, en la que fue la última temporada de Bill Russell como entrenador y jugador de los Boston Celtics.

Bill Russell es uno de los únicos baloncestistas que ha ganado la NCAA, el oro olímpico y la NBA. Fue cinco veces MVP de la competición y sumó un récord inalcanzable de 11 anillos de la NBA. Once como jugador y dos como entrenador, concretamente como el primer entrenador afroamericano de la historia del deporte profesional estadounidense.

“Aprendí a hacerme un caparazón cuando era joven. Luego pasé el resto de mi vida esperando que alguien metiese la mano dentro y me tocase. Pero solo tocarme; cualquier cosa más que eso sería demasiado para mí”. Bill Russell.

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