Archivos

Cuando Santa Claus se hizo hincha de los New York Knicks

De familia más que acomodada, Nicolás tenía a su alcance todo aquello que fuese deseo terrenal para su imaginación. Pronto su inmaculada infancia se vio privada tras la muerte de sus padres a causa de la peste. Apesadumbrado, decidió ordenarse sacerdote y dar su vida a la oración, por lo que no dudo en regalar todos sus bienes y todas las propiedades de sus progenitores a aquellos que más lo necesitaban.

Nicolás acabaría siendo obispo en Mira, una ciudad, hoy desaparecida, situada en la moderna Turquía. Su querencia por hacer el bien atendía con efusividad a los niños. Se cuentan decenas de historias sobre pequeños a los que hacía regalos. Pero la más conocida no está relacionada con pequeños, sino con tres muchachas a punto de casarse. Se dice que existían unas hermanas que iban camino de la soltería al no disponer de dote para encontrar marido. Al parecer, enterado del asunto, Nicolás entró en secreto por la ventana del domicilio y colocó unas monedas de oro en los calcetines de las tres hermanas.

Siglos más tarde los restos del obispo Nicolás fueron trasladados a la italiana Bari, donde sus reliquias son veneradas. A San Nicolás de Bari se le rinde pleitesía en múltiples templos y es patrono en países tan dispares como Grecia o Turquía.

Por una serie de mezclas de tradiciones paganas y rituales cristianos, de una forma u otra, la leyenda de San Nicolás fue tomando forma. Uno de esos lugares fueron los Países Bajos. Allí, la noche del 5 al 6 de diciembre, San Nicolás (Sint-Nicolaas o Sinterklaas) entregaba a los niños sus regalos. Dado que San Nicolás era de Bari, por entonces dominio español del reino de Nápoles, se decía, y aun se dice, que viene de España, del mismo modo que los españoles dicen que los Reyes Magos vienen de Oriente. ‘Sinterklaas’ cuenta con un ayudante, un chico español llamado Pedrito el negro (Zwarte Piot) que es quien desciende por las chimeneas y se cuela en los salones de los niños que se han portado bien. Al que se portaba mal, Pedro se lo llevaría consigo a Alicante, lugar desde el que decían partía el barco que llevaba a San Nicolás desde España todos los 5 de diciembre.

Con el paso del tiempo Sinterklaas pasaría a ser Santa Claus, de igual modo que Nueva Ámsterdam pasó a ser Nueva York. Aquellos emigrantes neerlandeses que se asentaron a orillas del río Hudson en el siglo XVII llevaron consigo la tradición de la festividad de San Nicolás. Cuando los colonos ingleses y sus hijos estadounidenses conviertan aquella ciénaga en Nueva York, Santa Claus pasará a convertirse en el gran icono navideño al otro lado del Atlántico. Realmente los yanquis hicieron con Santa Claus lo mismo que con Halloween o con el Día de Acción de Gracias. Absorber, asimilar y transformar. Santa Claus era neerlandés, Halloween irlandés y Acción de Gracias español. Todos acabaron siendo estadounidenses.

Aquel Santa Claus fue medrando en el tiempo hasta que a finales del siglo XIX hizo el camino inverso y regreso a Europa. En Francia le dieron por llamar ‘Bonhomme Noël’, y con el cambio de siglo, a Papa Noel se le dio por mudarse al Polo Norte y comprarse un trineo tirado por unos renos para que le facilitasen el viaje. Mientras en los Países Bajos la fiesta siguió adscrita al 5 de diciembre, en el resto del mundo se estableció para la noche del 24 para honrar al niño más famoso en la historia de la Humanidad. Luego vendría el afamado anuncio de Coca-Cola y el color rojo…

San Nicolás - ACI Prensa
San Nicolás

Pero todo esto fue un proceso lento, muy lento. Desde que San Nicolás pasó a ser Santa Claus hubieron de pasar cerca de dos siglos. No conocemos la existencia del moderno Santa Claus hasta el 6 de diciembre de 1809. Concretamente en un libro llamado ‘Historia de Nueva York’ firmado por un tal Diedrich Knickerbocker.

El libro contaba la historia de la ciudad desde la llegada de los primeros emigrantes neerlandeses hasta entonces. El ensayo no hubiese tenido relevancia alguna si no fuese porque su autor se desvaneció sin dejar rastro. La prensa informó de la desaparición del tal Knickerbocker, descrito como un caballero menudo, entrado en años, con pantalones bombachos, sombrero de tres puntas y un viejo abrigo negro. Al parecer una noche no había vuelto al hotel en el que se hospedaba y se solicitaba la búsqueda ciudadana para dar con él.

Ante la ausencia de novedades sobre el paradero del historiador neerlandés, un mes después se informa de que en la habitación del señor Knickerbocker se ha encontrado un libro no publicado llamado ‘Historia de la ciudad de Nueva York’ y que de inmediato se iba a imprimir y poner a la venta con el objetivo de saldar las deudas impagadas del señor Knickerbocker con el hotel. Aquel 6 de diciembre de 1809, festividad de San Nicolás, las librerías de la ciudad inundan sus escaparates con la novedad editorial.

El morbo y la expectación de los neoyorkinos va en aumento y, como era de suponer, el libro es un éxito de ventas. Lo será no sólo por el morbo, sino porque el libro parece ser una interesante obra de dos volúmenes amena, divertida y con menudos detalles sobre las costumbres políticas y sociales de aquellos primeros neerlandeses. Era una oda a una generación que puso los cimientos para lo que ya entonces era una de las ciudades más importantes del mundo. El libro se convirtió en un ‘best-seller’, porque además rastreaba los orígenes de algunas de las empresas y ciudadanos más notables del momento cuando, para ser un verdadero neoyorkino, era importantísimo contar con antepasados de origen neerlandés.

Fue así como Diedrich Knickerbocker pasó a convertirse en una leyenda. Y fue así como San Nicolás pasó de ser una pequeña tradición familiar a colarse en las casas de todo niño neoyorkino. Más adelante penetrará en el salón de cada niño estadounidense con el nombre de Santa Claus. El pasaje en el que se habla sobre la hermosa tradición de la festividad de San Nicolás fue de los más aplaudidos por los lectores. Fue ese libro lo que convirtió a Santa Claus en una celebridad.

Lo curioso es que Diedrich Knickerbocker jamás apareció. Nunca dieron con su paradero.

De hecho, nunca existió.

Fue todo obra de la mente del célebre escritor estadounidense Washington Irving (de origen escocés, por cierto) en una de las primeras grandes operaciones publicitarias conocidas. Su editorial se inventó la desaparición de un desconocido escritor neerlandés dejando tras de sí un manuscrito en la habitación de un hotel. Con el beneplácito del dueño del hospedaje y un suculento contrato de colaboración con el ‘Evening Post’, la maquinaria se puso en marcha con un resultado fastuoso.

Cuando se supo toda la verdad dio exactamente igual. El libro era tan bueno y había calado de tal manera en el subconsciente de aquellos neoyorkinos que ‘Historia de Nueva York’ pasó a formar parte de la idiosincrasia de la Gran Manzana. Tal fue el éxito de la invención de Irving que, a los oriundos de Nueva York, a aquellos considerados genuinamente neoyorkinos, comenzó a llamárseles knickerbockers. Hoy se sigue aplicando a todos los habitantes de Nueva York, sean de donde sean, pero siguen siendo aquellos que habitan en Manhattan (la isla donde se asentó Nueva Ámsterdam) los que son auténticos knickerbockers.

Mucho más tarde, cuando Santa Claus campaba a sus anchas por medio mundo con su gorda barriga embutida en un traje rojo, un tal Ned Irish decidió fundar una franquicia de baloncesto para que compitiese en la recién creada NBA (National Basketball Association). Esa franquicia es una de las tres (junto a Celtics y Warriors) que 75 años después se mantienen en pie. Para decidir el nombre, Ned Irish reunió a sus hombres de confianza y les pidió que pensasen en un apodo.

Tras un sorteo la elegida fue ‘Knickerbockers’.

Habían nacido los New York Knickerbockers.

Habían nacido los New York Knicks.

Durante sus primeras dos décadas de vida la mascota de los Knicks fue un señor vestido con unos pantalones bombachos típicos de los primeros emigrantes neerlandeses y sombrero de tres puntas. Era conocido como ‘Father Knickerbocker’.

‘Father Knickerbocker’. Aquel escritor que jamás escribió nada. Aquel escritor que convirtió a Santa Claus en una celebridad.

New York Knicks Logo - Significado, História e PNG
New York Knickerbockers

Otras historias y especiales navideños

El regalo de Reyes de Pierre (el viaje imposible de Pierre a través de la historia de los Juegos Olímpicos)

Un cuento de Navidad (cuando un partido de fútbol paralizó la I Guerra Mundial)

Entrevista a Franco (un tête a tête navideño con el Generalísimo)

Entrevista a Nerón (una felicitación de las fiestas con el emperador romano más deportista)

Entrevista a Churchill (los ácidos comentarios del dueño del 10 de Downing Street por Navidad)

Entrevista a Lenin (celebrando el Año Nuevo con la ejecutor del sueño comunista)


¿Quieres recibir un email cada vez que se publique una entrada nueva?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.