¿Por qué Rusia sí e Israel (por ahora) no?
Amos Klausner nació en Europa. Con los años emigró a Jerusalén y cambió su apellido por el de Oz, que significa coraje. Vivió en un kibutz, las comunas agrícolas israelís, y participó como soldado en la Guerra de los Seis Días (1967) y en la del Yom Kippur (1973). Novelista, profesor universitario y escritor, ganó diversos premios literarios en Israel y medio mundo. Francia le otorgó la Legión de Honor, España le concedió el Príncipe de Asturias y estuvo varios años nominado al Nobel de Literatura. Amos Oz era uno de los israelitas más sobresalientes, respetados y conocidos del mundo. Un faro para cualquier judío. Una muestra de cómo desde la miseria se puede llegar a la excelencia.
Hasta que en 2015 Amos Oz dijo lo siguiente: “La supervivencia del Estado de Israel requiere la creación de un Estado Palestino independiente. No hay otra solución porque los palestinos no se van a ir, no tienen adónde. Los judíos israelíes tampoco nos vamos a ningún lugar, no tenemos adónde. No podemos ser una gran y alegre familia porque no somos una familia. Somos dos familias muy infelices. Debemos dividir la casa en dos apartamentos más pequeños. No hay otra opción”.
Inmediatamente Amos Oz fue tildado de traidor. De pacifista izquierdista y de vendedor de la Patria. Cuando falleció en 2018 gran parte de los que le habían admirado no quisieron llorar su pérdida. Su editor le dijo una vez a Amos que sus libros tenían unas ventas grandiosas en Israel porque los sionistas compraban sus libros no para leerlos, sino para quemarlos.
Los palestinos luchan dos guerras al mismo tiempo. Una para lograr su libertad, y es justa. La otra no lo es porque luchan para expulsar a los israelís de su tierra. Los israelitas luchan dos guerras al mismo tiempo. Una justa para defenderse del terrorismo alentado por Hamás y Hezbolá los cuales son financiados por Irán con el objetivo de doblegar a Israel y convertirse en la fuerza hegemónica en Oriente Medio. La otra no es justa y busca la expulsión y el exterminio de los palestinos en la llamada Franja de Gaza.
¿Quién tiró la primera piedra? No es asunto de estas líneas. Las bases de este desastre las pusieron británicos y franceses en 1917 y nunca verán solución adecuada. Hablamos de convivencia pacífica desde Occidente. De diálogo y de consenso. Hablamos y hablamos, sin embargo, sabemos que es imposible. Son dos pueblos que se odian, que no tienen el mismo concepto de Derechos Humanos aceptado por nosotros, y que ocupan el mismo territorio. Poco se puede hacer.

El motivo de este artículo es otro. La pregunta es otra. ¿Por qué Rusia sí e Israel (por ahora) no?
El pasado 14 de septiembre el Gobierno de España tenía un trabajo qué hacer y era garantizar que pudiese desarrollarse la última etapa de la Vuelta Ciclista a España. El delegado del Gobierno en Madrid, y por lo tanto el Gobierno, fracasó en esa tarea, dado que la Vuelta no pudo finalizar (el pódium de vencedores se hizo en un garaje subiendo al triunfador a una nevera portátil). El Gobierno fue incapaz de asegurar la integridad de los ciclistas y de despejar las calles del recorrido. Se movilizaron 3.000 policías, cifra superior a la cumbre de la OTAN según explicaron.
Pues no fueron suficientes.
El trabajo del Gobierno también era asegurarse de que quien quisiese manifestarse a favor de la causa palestina o por la desaparición del Estado de Israel pudiese hacerlo con normalidad. También era asegurarse de que la Vuelta llegase a la meta con normalidad. Consiguió lo primero y fracasó en lo segundo con la duda que ha quedado, y es responsabilidad del Gobierno por sus declaraciones que haya esa duda, respecto de la voluntad real de que el Gobierno pudiese completar ese cometido. Esa misma mañana, el presidente de España había mitineado a favor de la causa palestina usando el viejo truco de decir que respetas a los deportistas, pero, sobre todo, diciendo que admiras a los que al manifestarse no van a dejar a trabajar a los deportistas.
La duda sobre la voluntad del Gobierno es muy legitima dado que llevan un mes quitándole hierro a los incidentes y exigiendo la expulsión de un equipo ciclista patrocinado por un israelí de las competiciones internacionales. Y la duda es legítima, debido a la satisfacción de varios ministros al celebrar el fracaso del dispositivo de seguridad de la carrera. El Gobierno usó interesadamente la manifestación pacifica para diluir su responsabilidad y los desórdenes públicos que acabaron provocando que la carrera fuera abortada. Y es que no fue el clamor del pueblo de Madrid lo que abortó la carrera, sino la incompetencia de la Delegación del Gobierno de Madrid.
Camuflar un fracaso proclamando con enorme sobreactuación una evidencia.
También la oposición debería abstenerse de hablar en nombre del pueblo madrileño. En Madrid no hubo violencia ni tampoco hubo un Sarajevo (Ayuso dixit). La sobreactuación llega a todos los extremos de la política.
Días después de los incidentes en el fin de la Vuelta a España se reunieron en Madrid el canciller de Alemania Friedrich Merz, conservador, con el presidente de España Pedro Sánchez, progresista. Sánchez habla de genocidio. Merz no. Sánchez considera necesario reconocer el Estado Palestino. Merz no. Sánchez no quiere competiciones deportivas si participa Israel. Merz no se ha pronunciado al respecto. Sánchez entiende que Netanyahu viola los Derechos Humanos. Merz está de acuerdo. Sánchez anunció el embargo de armas a Israel hace meses, pero hasta hace tres días no lo hizo efectivo. Merz ya tiene el embargo en vigor desde hace muchos meses. Sabiendo en qué coinciden y en qué discrepan, ambos comparecieron en ambiente de concordia y en sintonía subrayando como están de acuerdo en lo esencial. Ninguno acusó al otro de ser cómplice de Netanyahu ni cómplice de Hamás.
Una muestra más de que lo que ocurrió aquel 14 de septiembre en una carrera ciclista en la capital de España no fue más que una escena sobreactuada con la única idea de embarullar y confrontar. Lo que polariza la vida española no es lo que ocurre en Gaza, sino que es el afán de polarizarlo todo lo que contamina cualquier situación tanto interna como externa de nuestro día a día.

Una vez que el suflé ha finalizado, las preguntas que el presidente del Gobierno debería responder serían; ¿Con qué otras medidas de protesta celebraría él que el pueblo español protestase ante Netanyahu? Si mañana alguien propone boicotear cualquier empresa, cualquier marca, señalar un producto en un supermercado (¿con una estrella de David?) de Israel, ¿lo celebrará el presidente del Gobierno? Si alguien propone sitiar la Embajada de Israel en Madrid, ¿el Gobierno de España aplaudirá también y dirá que está orgulloso de su pueblo? ¿Propondría y jalearía el Gobierno que la selección masculina de fútbol no participase en el Mundial de 2026 en el caso de que Israel se clasificase? Si alguien boicotea las relaciones diplomáticas del Estado español con el Estado israelí, ¿también le producirá admiración al presidente del Gobierno? Decir lo siento por la Vuelta, pero lo siento más por los palestinos masacrados vale para cualquier situación demagógica. Consiste en sustituir la Vuelta por lo que ustedes consideren (por ejemplo, por un estudio científico contra el cáncer cofinanciado por universidades israelitas).
¿Quién fija la línea entre lo que es Israel y lo que es el Gobierno de Israel? ¿Al Partido Laborista de Israel que está en contra de la guerra y de Netanyahu hay que echarlo de la Internacional Socialista sólo por el hecho de ser israelí? ¿La prensa libre israelita que es crítica con Netanyahu también es censurable? Coincidiendo con la Vuelta se celebró el equivalente a los Premios Goya del cine en Israel. Las banderas palestinas y los gritos de no a la guerra inundaron una sala donde el premio al actor protagonista se le dio a un musulmán. ¿También son censurables todos esos críticos con Netanyahu?
Lo que diferencia a Israel de Rusia es que mientras la primera es una democracia la segunda es una dictadura. El equipo ciclista Gazprom-RusVelo fue expulsado de la Unión Ciclista Internacional (UCI) semanas después de la invasión rusa de Ucrania. El Israel Premier Tech lleva dos años circulando sin censura. Es obvio que la fortaleza económica y tecnológica de Israel lo hacen un socio primordial para Occidente y que cuenta con el paraguas de Estados Unidos para cada uno y todos sus actos de barbarie. Rusia no. Rusia es el ogro. Pero no está mal recordar que en el pasado (1973 y 2001 significativamente) Israel hubo de retroceder ante sus propios pasos por exigencia de Occidente.
Rusia no es una democracia. En Rusia no hay libertad de prensa, no hay elecciones libres ni hay división de poderes, no hay derecho de reunión ni de asociación (desde 2015 las leyes nacionales tienen autoridad sobre los tratados internacionales). Vladimir Putin es un dictador, aunque no lo ponga en los papeles oficiales. En Israel sí. Israel es una democracia. Antes de Netanyahu gobernaron en Israel conocidos lideres como Simon Peres o Amir Peretz, quienes abogaban por el pacifismo y la coexistencia con Palestina. Benjamín Netanyahu es primer ministro de Israel desde diciembre de 2022. Veremos si en 2026 sigue siéndolo. Tocan elecciones. Una fuerte oposición le acecha. Y no viene de Irán, ni de Egipto, ni de Francia ni de España. Viene de dentro del propio Israel.
Hay más. Rusia cerca a Europa. A Europa Occidental. Para estonios, letonios, lituanos, fineses, suecos, polacos, ucranianos, checos, eslovacos, austriacos, húngaros, rumanos, croatas, búlgaros, griegos y alemanes, Rusia es el enemigo. Para Estados Unidos también. Y para defenderse de ese enemigo, Israel es pieza imprescindible. Plásticos, instrumentos médicos y ópticos y productos farmacéuticos químicos y militares obtenidos a precio justo. Rusia aporta a Occidente combustible. Un combustible demonizado por sus efectos para el medio ambiente y en el que Europa cada vez está menos interesado en comprar y Rusia ansía que así sea para poder vendérselo en mejores condiciones a India y a China.
Rusia tiene un colchón detrás de origen chino que le permite desafiar a Occidente. Europa cuenta con un colchón que se llama Estados Unidos. Y no existe colchón si Israel no forma parte de la misma cama.

Así entonces; ¿Por qué Rusia sí e Israel (por ahora) no?
El Comité Olímpico Internacional (COI) expone sus razones, la cuales, gusten o no, están fundamentadas. Es cierto que los principios olímpicos son muy generales y maleables, como también lo es cierto que las decisiones son tomadas de forma democrática por los comités deportivos nacionales (que no por los Estados). En su artículo 28 la Carta Olímpica dice que “la jurisdicción territorial de un Comité Nacional ha de coincidir con los límites del país donde ha establecido su sede”. Ese es el motivo argumentado para expulsar a Rusia, que desde el momento de la invasión ha vulnerado y ocupado territorio del Comité Olímpico Ucraniano.
Rusos y bielorrusos (aliados en la invasión) llevan desde entonces sin participar en los grandes eventos deportivos y sus deportistas a título individual que sí lo hacen compiten sin himno ni bandera (a los JJ. OO de Paris 2024 únicamente fueron 15 deportistas rusos considerados limpios de la influencia de Putin). Si bien es cierto que la decisión fue relativamente fácil por la presión de Estados Unidos y de Europa, también lo es que se ajusta al derecho olímpico.
¿Ha invadido Israel territorio de Palestina? Cierto es. Pero el deporte juega con ventaja. Palestina no ha sido reconocido como Estado de forma masiva hasta hace apenas unos meses. Cuando reclamó su independencia en 1988 los apoyos provinieron de África y de países musulmanes fundamentalmente. Es ahora cuando se debate esa realidad en entes poderosos de todo el planeta (no es cuestión de la Unión Europea, importantes países como Suiza o Japón no se lo plantean y otros como Canadá o Australia han reconocido a Palestina hace una semana cuando cuatro semanas atrás lo rechazaban). En el deporte esa realidad es mucho más sólida y antigua. La ONU reconoce que en el planeta hay 195 países. El COI reconoce a 206 Comités Olímpicos Nacionales. Palestina es uno de ellos. Participa en los Juegos Olímpicos desde 1996 con el apoyo de todos los miembros y sus deportistas han compartido espacios en la Villa Olímpica con los deportistas israelís en varias ocasiones.
Deporte y política están estrechamente unidos. Separar ambas cosas son pamplinas. Ocurre que en el mundo hay en estos momentos más de medio centenar de conflictos armados activos. Se calcula en unos 70.000 los fallecidos oficiales en Gaza. Sólo en guerras que se hayan iniciado en 2023, mismo año en el que se inició el conflicto en Palestina, comenzaron conflagraciones en Birmania (20.000 muertos), en el Sahel (35.000), Sudán (30.000), Etiopía (15.000) o hasta en el eterno conflicto por el narcotráfico en México que suma en dos años cerca de 10.000 fallecidos. En Ucrania superan los 100.000 fallecidos sólo entre los agredidos. El deporte internacional tiene que hilar muy fino para sobrevivir en un mundo global.

Al que escribe, la situación le recuerda al 11-S. Entonces los ataques a las Torres Gemelas provocaron una reacción furibunda de Estados Unidos. Salvo los activistas de extrema izquierda, el conjunto de la sociedad mundial (países árabes incluidos) apoyaron o aceptaron que Estados Unidos iniciara una operación de ocupación en Afganistán. Dos años más tarde, con la falsa excusa de la existencia de armas químicas en Irak, Estados Unidos inició una nueva operación de conquista que fue rechazada por la inmensa mayoría de la población mundial, con la única excepción de grupos de extrema derecha.
Cuando Hamás inició una masacre el 7 de octubre de 2023 que acabó con la muerte de cerca de 800 civiles israelís, nadie puso en duda la necesidad de Israel de defenderse e iniciar una operación contra el terrorismo (países árabes incluidos). Así como nadie dudó de excluir a Rusia de todo evento internacional haciendo gala del poder blando, no hubo nadie que pretendiese hacer lo mismo con Israel, país identificado, claramente, como víctima.
Dos años más tarde muy pocos podrían justificar la guerra liderada por Netanyahu como una cuestión de operación antiterrorista. Genocidio o no, lo que es indudable es que es una masacre que busca la total ocupación de la Franja de Gaza sin la intención alguna de volver a las fronteras anteriores al 7 de octubre de 2023, aunque supuestamente se consiguiese desmantelar a Hamás. Poco a poco el mundo le da la espalda a Israel, como en su día se hizo con Estados Unidos.
¿Por qué Rusia sí e Israel (por ahora) no?
Por ahora no.
Por ahora.
“Somos el único país del mundo al cual se le exige garantizar la seguridad de su ocupante mientras Israel es el único país que pretende defenderse de sus víctimas. No necesitas ser árabe para apoyar a Palestina, tan sólo necesitas ser humano”. Hanan Ashrawi, diputada palestina.
“Podemos perdonar a los árabes por matar a nuestros hijos. No podemos perdonarlos por obligarlos a matar a nuestros hijos. La paz llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros”. Golda Meir, primer ministro de Israel.
«Cuando hablamos al pueblo de Israel estamos hablando a un pueblo de hermanos. Un pueblo que cuando regresa a España, regresa a su casa. Por eso nos duele tanto, nos cuesta tanto comprender lo que el Gobierno de Israel está haciendo en la Franja de Gaza. Por eso clamamos, imploramos y exigimos que detengan ya esta masacre». Discurso de Felipe VI de España en la ONU el 24/IX/25 con un perfecto y diplomático uso de las palabras.
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