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¿Por qué nadie se acuerda de Bill Tilden?

Hace un siglo no existía tenista más dominante en el mundo que el estadounidense Bill Tilden. Por palmarés aún hoy está entre los mejores de siempre. Consiguió levantar 10 trofeos de Grand Slam (7 US Open y 3 Wimbledon) durante la década de 1920 así como ayudar a la victoria de Estados Unidos en hasta seis Copas Davis. Es uno de los ocho tenistas que ha alcanzado los dobles dígitos en triunfos de Grand Slam, el que más US Open ha levantado y el segundo tenista estadounidense con más grandes tras los 14 de Pete Sampras. Y sin embargo no hay ni una calle, ni una estatua o ni una pista de tenis que recuerde la memoria de Bill Tilden.

¿Por qué?

Bill Tilden hizo que el tenis pasase de ser un pasatiempo snob a un deporte de masas. Los tipos duros universitarios en Estados Unidos, los que boxeaban, jugaban al fútbol americano o al béisbol, pasaron a interesarse por el tenis. El US Open construyó su nuevo estadio con cerca de 15.000 asientos en Forest Hills cerca de Nueva York para satisfacer la demanda de los aficionados que querían ver a Suzanne Lenglen en el cuadro femenino y a Bill Tilden en el masculino.

Tilden era hijo de un empresario y de una pianista, la cual inculcó en él el gusto por la cultura. Era producto de una familia acomodada, pero perdió antes de tiempo a sus tres hermanos, a su madre cuando apenas había llegado a la quincena y a su padre al poco de cumplir los 19 años. Tuvo que irse a vivir con una tía, de marcado temperamento y desahogada económicamente, con la que seguiría viviendo hasta cerca de los 50 años haciendo gala de continuas depresiones y de un carácter retraído. Que un hombre de su fama y de su posición tomase esa decisión era cuanto menos inquietante.

Bill Tilden tardó en interesarse por el tenis. Fue su tía quien le habló del deporte de la raqueta como fórmula de encontrar un equilibrio mental. Ella ya sabía de las inclinaciones sexuales de su sobrino y de su tendencia a rodearse de recogepelotas que deslumbraban por su perfección. Pero más allá de la libido, descubrió que el tenis le apasionaba. Tilden tenía 27 años cuando ganó su primer US Open, una edad tremendamente avanzada para un tenista, y mucho más en aquellos años. Se iniciaría así una racha que duró hasta 1925 y que tendría su epílogo en 1930.

Se convirtió en dominador del tenis mundial gracias a una considerable planta que rebasaba el 1,90 de estatura. Sus brazos largos y sus anchos hombros le valieron el apodo de ‘cannonball’ porque convertía servicios que superaban los 250 kilómetros por hora, un hecho extraordinario con aquellas pesadas raquetas de madera. Y aun así no solía usar esa arma a menudo porque le aburrían los puntos cortos. Era un superclase que poseía además una sonrisa embaucadora que pronto le convirtió en el favorito del público estadounidense en rivalidad con otras leyendas de la época como el golfista Bobby Jones o el beisbolista Babe Ruth.

Bill Tilden, un grande del tenis irreverente, snob y provocador
Bill Tilden

Tilden fue pionero en la lucha psicológica. Hablaba cuando el árbitro solicitaba silencio y devolvía bolas lentas cuando tocaba lanzar una rápida. Consideraba la victoria como algo menor, y aunque era temperamental, era feliz tras una derrota si razonaba que el tenis de su rival había sido de más clase que el suyo. Soñaba con ser actor y le encantaba demostrarlo durante los partidos. Sus muecas de asombro y sus golpes de rabia estaban programados para satisfacer a la grada. Se dejaba dominar y permitía que sus rivales ganasen puntos fáciles, para luego exaltar al respetable con una remontada apoteósica.

Tilden era un bigardo de anchos hombros, pero no era ni duro en las formas ni le gustaba hacer exhibición de su fuerza. Se salía de la norma, en una época donde la norma era el éxito. Era ‘vox populi’ su inclinación por los hombres, pero eso era más que habitual en sectores progres como el hollywoodiense. Lo que más chirriaba de Tilden era su pasión por el teatro, la ópera y la literatura. Que un deportista leyese era inconcebible. ¡Pero es que Tilden escribía! Publicó varias novelas mediocres, un par de obras de teatro (hizo de Drácula en una de ellas) y un ‘best-seller’. El primer manual técnico sobre la técnica del tenis titulado ‘Match Play and the Spin of the Ball’, que hoy en día está considerado la Biblia del deporte de la raqueta.

Y no solo eso. Como todos los adelantados a su tiempo, Tilden fue uno de los primeros que diseñó su propio vestuario buscando la mayor comodidad y ligereza, así como tomaba notas sobre sus rivales y practicaba mediante repeticiones distintos golpes. Eso era demasiado para el americano medio, que lo único que pedía era un buen par de huevos y que el tenista se dejase el hígado en la pista. Los titubeos eran claros. Vivía con su tía, vestía con clase y elegancia, tenía ademanes dóciles y jamás sudaba. Blanco y en botella leche. Se le presionaba para que buscase una esposa, pero Tilden siempre contestaba con evasivas.

Irreverente y estrafalario, los gerifaltes de la federación estadounidense de tenis sabían de sus inclinaciones sexuales y de su vida hollywoodiense y siempre renegaron de él. Un año llegaron incluso a expulsarlo del equipo de la Copa Davis antes de jugar la final, pero sus compañeros intercedieron para readmitirlo. Por supuesto, con Tilden en el equipo, EE.UU. logró una nueva victoria. No sería hasta la aparición de los mosqueteros franceses cuando su reinado se derrumbe y la federación tenga la excusa perfecta para echar a Tilden de la selección.

Tilden, residente en Los Ángeles, era íntimo de los grandes de Hollywood. Fue inseparable de Mary Pickford, Greta Garbo, Errol Flynn o Charles Chaplin. Invirtió sus ganancias en diferentes proyectos cinematográficos e intentó ser actor, pero cuando el cine sonoro hizo su aparición quedó patente que, obviando su cara bonita, era una nulidad sobre el escenario. Daba igual. Tilden se divertía. Era un excéntrico que iba de fiesta en fiesta. Le encantaba jugar en Europa, especialmente en Alemania rodeado de hombres rubios de ojos azules. Allí se sentía libre. Era anónimo.

Todo cambió en 1946.

Una tarde de otoño una pareja de policías detuvo a un vehículo que zigzagueaba por las colinas angelinas de Beverly Hills. Al parecer un menor conducía, mientras un hombre de media edad se apoyaba en su hombro. El chico al volante llevaba la cremallera del pantalón abierta.

Bill Tilden fue arrestado.

El abogado de Tilden le recomendó que negase la evidencia ya que era su palabra contra la del chico, pero Tilden, en un gesto que le honra, asumió toda su responsabilidad. Bill Tilden afirmó que había contratado los servicios sexuales de aquel chico de 14 años, aunque dogmatizó que era la primera vez que lo hacía, lo cual, era una rotunda mentira. Gracias a su fama y a sus amistades se libró de la cárcel (su pena de siete meses no tuvo efecto) pero tuvo que someterse al escarnio público y a sesiones psicológicas para “curar su enfermedad” siendo definido como “un hombre mentalmente enfermo, impulsivamente débil y autista pasivo”.

A raíz del suceso sus amistades de Hollywood le dieron la espalda. Era pura hipocresía, ya que buena parte de la industria del cine ejercía prácticas parecidas. Uno de los pocos amigos que lo apoyó fue Charles Chaplin, otro asiduo de los prostíbulos aunque, en su caso, con carácter heterosexual. Tilden dejó de dar clases de tenis y de acudir a fiestas, pero aprovechó el tiempo para escribir su autobiografía y una nueva novela.

Los meses pasaban y parecía que las aguas volvían a su cauce. Nada más lejos de la realidad.

Apenas tres años más tarde, a inicios de 1949, un joven de 16 años hacía autostop en Los Ángeles. Tilden se apresuró a darle un asiento en su coche y a acercarlo a su destino. Pero Tilden, ya caído en desgracia, no pudo evitar abalanzarse sobre el muchacho y buscar su miembro mientras estiraba la mano. Empezó entonces un forcejeo entre ambos que acabaría con el chico expulsado del coche. Michael, que así se llamaba el adolescente, se acercó a una comisaría de policía y denunciaba el intento de violación.

Bill Tilden fue arrestado y tras un juicio tuvo que pasar diez meses en prisión. Fue su fin. Tras salir de la cárcel nadie quiso saber nada de él. No tenía amigos y había gastado su fortuna en financiar libros y obras de teatro sin éxito y en pagar desmesuradas minutas a abogados. Dejó de comer y de asearse y comenzó a deambular por las calles cual vagabundo.

En 1953 Bill Tilden murió solo y arruinado víctima de un ataque al corazón.

Fred Perry cuenta con una estatua a la entrada de las pistas de Wimbledon y una calle en Stockport, donde nació. Los mosqueteros franceses cuentan con su plaza en Roland Garros, la pista principal del Open de Australia se llama Rod Laver y en el US Open hace tiempo que hay honores por Billie Jean King, icono tenístico, feminista y homosexual.

De Bill Tilden, escogido el mejor tenista de la primera mitad del siglo XX, hay un tupido silencio.

Bill Tilden, la extravagancia del supercampeón - Diario Alfil
Chaplin, en horizontal, apoyado en Tilden

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