Cuando el primer caso de dopaje conocido
Cuando en 1896 se ponen en marcha los Juegos Olímpicos lo hacen con una prueba de nuevo cuño. De viejo cuño eran cinco. Tiro, esgrima, lucha, gimnasia y atletismo. Tal y como habían sido concebidos los Juegos en la Antigua Grecia. Dentro de la disciplina del atletismo, a los nuevos griegos se les ocurrió crear una prueba que tenía un cóctel que empezaba por lo mitológico, se barnizaba de histórico y contaba con tintes nacionalistas. Se trató de una carrera de 42 kilómetros bautizada con el nombre de Maratón, en honor a la batalla de dicho nombre en la que una coalición de fuerzas helenas venció a los invasores persas en el año 490 a.C.
Su origen se basa en la historia sobre el soldado griego Filípides, quien murió de un infarto provocado por la fatiga de haber corrido los aproximadamente 42 kilómetros desde Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria sobre el ejército persa. En realidad, Filípides recorrió el camino hasta Atenas, donde descansó, y luego retomó la marcha hasta Esparta para pedir refuerzos, sumando otros 200 kilómetros al asunto. Dicha carrera, de un total de 246 kilómetros, también se realiza anualmente bajo el nombre de Spartathlon, aunque afortunadamente nadie ha tenido la osadía de incorporarla al programa olímpico.
El caso es que nunca antes se habían corrido 42 kilómetros en una prueba cronometrada. La primera vez tendría lugar en los aclamados Juegos de 1896. El coronel Papadiamantopoulos, cual Filípides a caballo, dio la noticia de que un griego iba en cabeza. Se trataba de Spiridon Louis, quien se proclamó el primer campeón olímpico de maratón tras casi tres horas de carrera, un tercio más de lo que lleva en la actualidad. De profesión aguador, en una Atenas que entonces no contaba con agua corriente, Spiridon Louis recibió como regalo por parte del rey de Grecia una mula y un carro para poder facilitar su trabajo. Con el tiempo, Louis conseguiría una plaza como policía y se le regalarán servicios como peluquería o zapatos gratis de por vida en mérito a lo conseguido.

Y es que Spiridon Louis se convirtió en leyenda. Inmediatamente fue percibido que el espectador se embobaba a partes iguales por saber quién era el campeón de los 100 metros lisos y el vencedor en el maratón. El más rápido sobre la faz de la tierra y también el más resistente.
Para el año 1900 se clasificaron 19 valientes de cinco países distintos para disputar la maratón de los Juegos de París. El recorrido partía del Palacio de Versalles para finalizar en la antigua Lutecia, en un trayecto que más tarde repetirá varias veces el Tour de Francia para su contrarreloj final. Sucedió que como hacía un calor infernal se cambió el trazado el día anterior para recorrer en varias vueltas el Bois de Boulogne. Aquello no gustó. Hubo que descalificar a un francés que conocía el parque e hizo trampas saltándose varios tramos. A un estadounidense lo atropelló una bicicleta de un transeúnte, dado que la organización se había olvidado de acotar el bosque y avisar a la gendarmería para evitar la entrada de los lugareños. El ganador fue un tal Newton, también norteamericano, quien siguió corriendo una vez llegó a meta, dado que nadie le comunicó que había sido vencedor hasta minutos más tarde.
Pierre de Coubertin estaba apenado. Lo que fuera un éxito en Atenas se había tornado en fracaso en París. Tenían lugar ahora los Juegos Olímpicos de 1904 en Saint Louis, en el corazón de Estados Unidos. Volverán a ser descafeinados y, de hecho, sino llega a ser por el éxito de Londres 1908 es más que probable que el invento olímpico hubiese finalizado para siempre con el estallido de la I Guerra Mundial. Comentaba pues, que los Juegos de 1904 fueron un desastre organizativo y de público, a excepción hecha del maratón, cuya celebración empezaba a tener condición de leyenda por su condición de desafío descomunal para la condición humana.
El 30 de agosto de 1904 participan 32 valientes, de los cuales 19 son estadounidenses y 9 de ellos griegos. Es un duro trazado con subida a diferentes colinas y que tras cinco vueltas finaliza en el estadio olímpico. Todo el recorrido estará abarrotado de público. Única vez que ocurre en estos Juegos Olímpicos de Saint Louis.
En el kilómetro 15 un tal Fred Lorz decide retirarse y se sube a un coche de la organización. El vehículo se dirige al estadio para que Lorz pueda ducharse y recoger su ropa de paisano. No obstante, en un punto del recorrido, exactamente a siete kilómetros del final, revienta una rueda del coche, el cual queda varado en una cuneta. Lorz, ya descansado, comienza a caminar y más tarde a trotar. Los jueces son conscientes de lo que está a suceder, pero Lorz replica que únicamente va al estadio a recoger su ropa y que llegará antes trotando que si espera a un nuevo coche escoba.

¿Qué sucedió? Lo que todos imaginamos. Lorz llegó al estadio, la gente comenzó a vitorearlo, y él alzó las manos proclamándose vencedor. No había información al instante. No había televisión y tampoco contábamos con la radio. Alice Roosevelt, hija del presidente Theodore Roosevelt, bajó del palco para felicitar al campeón.
El caso es que la voz de la conciencia surge en un momento dado y entre foto y foto Lorz se escapa al vestuario con la excusa de ir al baño. Allí se ducha, se viste y se escapa por una puerta de emergencia mientras el resto de deportistas empiezan a entrar en el estadio olímpico.
Quince minutos después llega Thomas Hicks, el verdadero vencedor, cual piltrafa y apunto de desmallarse. El público y la señorita Roosevelt no entienden nada. Mientras los jueces corren en dirección a los vestuarios para dar un escarmiento a Lorz quien por entonces ya ha tomado las de Villadiego. Al mismo tiempo, Hicks cruza la línea de meta y cae inconsciente.
Tardará tres horas en recuperarse.
La argucia de Lorz le causará una sanción a perpetuidad. Semanas después, ante el Comité Olímpico, se desguazará en excusas, soltará miles de lágrimas, pedirá indulgencia…y al año siguiente correrá y ganará el maratón de Boston.
Entre el desastre de 1900 en el Bois de Boulogne y la argucia de Lorz parecía que el maratón olímpico estaba herido de muerte… pero contábamos con Hicks, el héroe que había logrado el oro para luego caer inconsciente en la línea de meta.
¿Quién era Thomas Hicks? Nacido en 1876 en Inglaterra, había emigrado de niño a Estados Unidos donde ejercía como trabajador febril y payaso de circo a partes iguales. Conseguirá una beca deportiva en la YMCA de Cambridge debido a su infatigable labor como atleta.
En la maratón de Sant Louis, Hicks va en cabeza desde la tercera de las siete vueltas al circuito. El sol aprieta y los caminos sin asfaltar hacen que el polvo se introduzca en los ojos y en las bocas de los atletas provocando una molesta sequedad. A la altura del kilómetro 24, Hicks nota que sus piernas comienzan a flaquear. Su entrenador, desde el coche de la YMCA, le da un vaso con una clara de huevo. No es suficiente. Tiene que parar. En ese momento se acerca al vehículo y una jeringuilla asoma tras la puerta del bólido. Le inyectan un gramo de estricnina, sustancia que estimula el sistema nervioso.
Sigue.
Llega el kilómetro 29. Nueva crisis. Dos claras de huevo con agua extraída del radiador del coche. Nada. Lo remolcan en una pendiente tirándole de los brazos mientras su entrenador saca una mano por la ventanilla agarrándole de la muñeca.
Tampoco.
En el kilómetro 34 Hicks se para. No puede más. Va a abandonar. Le inyectan otro gramo de estricnina y le animan a continuar dado que va en cabeza. Tiene un amago de desmayo y pone las manos en el suelo, pero lo levantan y continuará corriendo hacia la meta.
Llegará a meta entre empujones y ánimos y como moribundo, pero se proclamará campeón olímpico con un tiempo notablemente superior a los registrados por los hasta entonces únicos dos vencedores olímpicos del maratón.
Como comenté líneas atrás, se tardaron tres horas en reanimar a Thomas Hicks. El médico que lo atendió advirtió de que una tercera dosis de estricnina le hubiese causado la muerte.
La estricnina es un estimulante.
También es la base química para elaborar los raticidas.
Aquel fue el primer caso de ayuda química registrado en el deporte.
El primer campeón olímpico dopado.
A partir de su caso se establecieron las primeras, aunque muy ligeras, medidas contra las sustancias químicas en el deporte.

P.D: Cuarto clasificado finalizó un cubano llamado Félix Carvajal. Pobre, de apenas 155 centímetros de altura, mendigó en su La Habana natal para costearse un pasaje a Estados Unidos. Llegó a Sant Louis como polizón en vagones de ganado, robando fruta para comer y ayudado por buenas gentes. Corrió con un pantalón de trabajo y sin camiseta. Se convirtió en un héroe y Coubertin pagó de su bolsillo el pasaje de vuelta a Cuba en donde fue recibido con vítores y ejerció de cartero hasta su fallecimiento.
El Comité Olímpico Internacional explotó en los años siguientes la historia de Félix Carvajal hasta la saciedad y ocultó lo máximo posible el nombre de Thomas Hicks como campeón olímpico.
Hicks fue el primer dopado y también el primer proscrito.
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