El Pupas (50º aniversario)
15 de mayo de 1974. Día de San Isidro. Fiesta en Madrid. Bruselas. Estadio de Heysel. Final de la Copa de Europa. FC Bayern vs Atlético de Madrid. Por los alemanes forman Maier; Hansen, Schwarzenbeck, Beckenbauer, Breitner; Roth, Zobel, Kapelmann; Torstensson, Müller y Hoeness. Por los españoles la alineación la conforman Reina; Melo, Eusebio, Cacho Heredia, Capón; Luis Aragonés, Adelardo, Irureta, Salcedo; Ufarte y Gárate. Era la primera final de Copa de Europa de los dos equipos. Era la primera final de Copa de Europa de los 22 futbolistas presentes aquella tarde en la capital belga.
El Club Atlético de Madrid fue fundado en la capital homónima en 1903 como una sucursal del Athletic Club. La idea era que aquellos vizcaínos que estudiaban en Madrid pudiesen jugar al fútbol durante el curso escolar. Al cabo de unos años el Atlético logró su independencia, aunque mantuvo los colores rojiblancos (colchoneros por los tintes a rayas de unos colchones muy famosos de la época) y designó el azul y el blanco como alternativos. El Atlético fue uno de los fundadores de la Liga en el año 1928 disputando sus encuentros en el Metropolitano, un recinto ubicado al norte de Madrid, cerca de la zona universitaria. Al concluir la Guerra Civil tanto el estadio como las oficinas del club quedaron destrozados, por lo que el Atlético se fusionó con el Club Aviación Nacional, equipo militar, creando el Atlético Aviación. Ese apoyo financiero permitió al Atlético conseguir sus dos primeras Ligas en 1940 y 1941 y consolidarse, ya como Atlético de Madrid, como un grande del panorama nacional.
Aquella tarde primaveral en Bélgica el Atlético aspiraba a igualar a su odiado Real Madrid. Tras una década arrolladora los merengues iniciaban una progresiva cuesta abajo tras su meteórica carrera hacia la cima. El futbol español había pasado de la clara hegemonía del Athletic, a la breve del Barça de Kubala para acabar sucumbiendo a los encantos del Madrid de Di Stéfano. Desde entonces el Real Madrid se instaló en un trono que nunca abandonará. Empero, en pleno Franquismo, su alter ego no era el FC Barcelona sino su rival madrileño. Entre 1960 y 1977 el Atlético sumará cuatro ligas, cinco copas, una Recopa y hasta cuatro subcampeonatos ligueros a la sombra del Madrid. El Atlético era entonces la alternativa, sumando muchos cuerpos de ventaja sobre el Barça.
Pero le quedaba la Copa de Europa.
En dieciseisavos de final el Atlético se enfrentó al Galatasaray. Era un Atleti fuerte, que sumaba dos ligas en cuatro años, pero se mostró impotente. En Madrid el resultado fue de empate sin goles y en Estambul un salvador gol de Salcedo (un canterano del Real Madrid) en la prórroga daba el pase in extremis a los colchoneros. En octavos no hubo sorpresa alguna ya que el Atlético pasó por encima del Dinamo de Bucarest con una actuación estelar de José Eulogio Gárate, aquel ingeniero del área igual de fino en el campo como educado fuera del terreno de juego. Había jugado mejor el Atlético fuera de casa que en el Calderón durante estas dos rondas y repetiría secuencia en cuartos. Venció por 0-2 al Estrella Roja en Belgrado encerrándose atrás y saliendo al contraataque con los pases de Luis Aragonés y la clase de Gárate. Luego se dedicó a contemporizar en casa (0-0) para plantarse en semifinales por vez primera en su historia.
Aquella edición de la Copa de Europa contaba con un claro favorito y un claro aspirante. El favorito era el Ajax, el cual era vigente tricampeón europeo. Sin embargo, ese verano Sjaak Swart colgó las botas y Johan Cruyff fichó por el FC Barcelona. Tras diez años con las puertas cerradas a los extranjeros, el fútbol español había reabierto sus fronteras y lo había hecho a lo grande. Cruyff fue la joya de la corona, el fichaje más caro jamás realizado. Netzer firmó por el Madrid y los argentinos Heredia y Ayala desembarcaron en el Atlético. El aspirante era el Liverpool FC de Kevin Keegan y dirigido desde el banquillo por Bill Shankly. Los ingleses rivalizaban con el Ajax por el trono de equipo más ofensivo de Europa y eran los vigentes ganadores de la Copa de la UEFA.
Y fue que los dos favoritos se quedaron por el camino en octavos de final. Al Ajax lo echó el CSKA de Sofía en una sucesión de errores defensivos clamorosos y ocasiones de gol desperdiciadas. Al Liverpool FC lo tumbó el Estrella Roja (al que luego echaría el Atlético) en una eliminatoria vibrante. Los serbios estaban liderados por Dragan Dzajic, un talento zurdo al que sólo las trabas burocráticas de la Guerra Fría le impidieron ser una estrella internacional.
Caídos neerlandeses e ingleses, cuando el Atlético se plantó en las semifinales tenía el trabajo medio hecho. Quedaba un oponente. Y el siguiente rival era de tronío. El Celtic de Glasgow. Hoy parece poca cosa, entonces era enfrentarte a uno de los mejores equipos de Europa. Campeones europeos en 1967, mantenían una estructura modélica comandada por el veterano Jimmy Johnstone y en la que emergía su sucesor bajo el nombre de Kenny Dalglish. El partido de ida es en Celtic Park. 74.000 almas abarrotan el estadio. Juan Carlos ‘Toto’ Lorenzo, técnico del Atleti, alinea un once tremendamente defensivo para aguantar el empate sin goles y decidir la eliminatoria a orillas del Manzanares.
Dirige el turco Dogan Bobacan. Expulsa a Ayala (63’), Panadero Díaz (64’) y a Quique (78’). Miguel Reina hace un partidazo bajo palos y el encuentro acaba 0-0. El partido es durísimo. Cada entrada es más brutal que la anterior. En Escocia y en toda Europa califican a los jugadores del Atlético como animales. En España se considera que los colchoneros han realizado un ejercicio de resistencia. La pelea continuó en el túnel de vestuarios y siguió hasta el aeropuerto de Glasgow con insultos entre directivos y aficionados. Multaron al Atlético con dos millones de pesetas. McNeill, capitán del Celtic, calificó de escoria al Atlético. Los sancionados (incluido Ovejero que fue expulsado al acabar el encuentro) no pudieron jugar la vuelta, pero, aun así, el Atlético consiguió vencer con dos goles de Irureta y Adelardo en los quince minutos finales (2-0) para clasificarse para su primera final de Copa de Europa.
¿Quién era el otro finalista? Otro primerizo en la élite europea. Entrada la década de 1960 el FC Bayern tan solo contaba con un título liguero. Tildado como club judío, expoliado por los nazis, la indefinición del Bayern se reflejaba en sus colores que fueron de camiseta blanca y pantalón rojo hasta que fueron vendidos al mejor postor. Todo cambiaría en 1963. El TSV Múnich 1860, el otro club de la ciudad, rechazó a un chico llamado Franz Beckenbauer. Dos años más tarde Beckenbauer ya compartía equipo con Gerd Müller y Sepp Maier. En la siguiente década, desde 1964 a 1974, el FC Bayern sumó cuatro ligas, cuatro copas, una Recopa y cambió sus colores por un patrocinio millonario con Adidas. Faltaba lograr la Copa de Europa para ser considerado un grande, no sólo de Alemania, sino del planeta fútbol.
El FC Bayern había tirado la casa por la ventana el verano anterior. Firmó por 800.000 dólares, una cantidad muy respetable en la época, a Jupp Kapelmann, un escurridizo centrocampista procedente de Colonia que debía ayudar a dar el salto definitivo al conjunto bávaro. Para poder pagar el fichaje de Kapelmann el Bayern concertó 17 partidos amistosos en un plazo de 23 días. Tan extenuante calendario veraniego hizo que el FC Bayern llegara con las luces fundidas al partido de primera ronda ante el modesto Arvidaberg sueco. El 3-1 de Alemania se tornó en 3-1 en Suecia, y los muniqueses sólo pudieron acceder a octavos gracias a la victoria en la tanda de penaltis.
Llevaba el FC Bayern tres ligas seguidas, pero parecía desvanecerse su poder al competir en Europa. En octavos tocó un duelo fratricida ante el Dinamo Dresde. En Europa el Bayern había ganado la Recopa del 67 con unos jóvenes Maier, Müller y Beckenbauer. Y ahí se acababa el currículo. No obstante, la Bundesliga estaba muy por encima de la Oberliga, aunque eso no se notó sobre el césped. El Dinamo obligó al Bayern a jugar con ritmo elevado, algo que los muniqueses odiaban. El resultado fue una eliminatoria espectacular que acabó con un 4-3 en Múnich y un empate a tres goles en Dresde. En cuartos sí que demostró su aplastante superioridad el Bayern al aniquilar al CSKA Sofía. Esa eliminatoria dejó dos detalles. El primero es que el mejor fue Conny Torstensson, un sueco que haría carrera en Múnich tras jugar el primer partido de aquel año con el Arvidaberg (hoy no podría competir en Champions con dos equipos la misma temporada). El otro que Torpedo Müller falló un penalti. Era el tercero consecutivo que marraba. También lanzó y falló otro Franz Roth, pulmón de aquel equipo. A partir de entonces Paul Breitner se encargaría de los penaltis. La decisión se tornaría trascendental cuando meses después Alemania gane el Mundial en un duelo imponente ante Países Bajos con gol desde los once metros de Breitner.
En semifinales toca el Ujpest Dozsa húngaro. Empate en Hungría y 3-0 en casa. Por el camino además de Ajax o Liverpool FC también quedaron Club Brujas, Juventus o Benfica. La providencia fue eliminando rivales. El gran Bayern siempre tuvo una flor en el culo. Hay final pues. FC Bayern vs Atlético de Madrid. El colegiado es el belga Vital Loraux. Estadio Heysel. Aprovechando la festividad de San Isidro miles de colchoneros se desplazan a Bruselas. Se cuentan unos 25.000 en las gradas. Hay mayoría rojiblanca. Suceso extraño. Pero es que a los que viajan desde Madrid se les unen los miles de inmigrantes españoles que trabajan en Bélgica. Será la primera Copa de Europa que viaje a Alemania o la séptima que vuele a España tras las seis cosechadas por el Real Madrid.
La final es intensa, disputada, pero no es agraciada para el espectador. El Atlético prefiere jugar al contraataque. El Bayern controla el balón, pero lo hace con calma, a trompicones, resguardando siempre sus espaldas. Todo esto es algo que no se visualiza desde España ya que los primeros quince minutos del partido no se pudieron ver en Televisión Española por un fallo técnico. Tras una primera parte insulsa, el Atlético tomo las riendas del partido en la segunda mitad mientras ahora era el Bayern el que esperaba agazapado. Las ocasiones eran escasas y el partido se encamina sin goles a la prórroga.
Entonces si también la prórroga finalizaba con empate se celebraría un partido de desempate. No había penaltis. La tónica de la segunda mitad continuó en el tiempo suplementario, hasta que en el minuto 114, a seis del final, hay una falta en el borde del área. Luis Aragonés lanza el esférico por encima de la barrera y el balón entra mansamente por la escuadra del palo derecho defendido por Maier. Una marea de banderas rojiblancas recorre las gradas de Heysel.
Tocaba entonces perder tiempo y aguantar las embestidas alemanas. Luis, quien llevaba todo el partido lanzándole besos a Beckenbauer y llamándolo guapo ante la incredulidad del Káiser, pide el balón todo el tiempo mientras se va a una esquina esperando una patada. Pero de pronto, rebasado el minuto 119, Gárate hace lo propio, pero sin la maldad suficiente para tirarse al suelo. Allí queda, permitiendo que el Bayern avance treinta metros sin oposición. Adelardo no va el corte y Luis Aragonés se desgañita pidiendo que alguien haga la cobertura. Beckenbauer envía un pase a Schwarzenbeck, el otro central muniqués, que sale de su cueva buscando la heroica. Adelardo sale a su encuentro, pero lo hace con poco tino. Luego confesará que estaba mirando al palco, buscando al presidente de la UEFA imaginándose levantando la Copa de Europa. Schwarzenbeck recibe poco después del centro del campo y a treinta metros arma la pierna sin que ningún jugador del Atlético salga a su encuentro.
Hans-Georg Schwarzenbeck era el hombre que le cubría las espaldas a Beckenbauer. Nacido en Múnich jugó toda su carrera, un total de 14 temporadas, en el club de su ciudad natal. También ganó el Mundial con Alemania. Fueron cerca de 600 partidos y apenas una veintena de goles.
Uno de ellos tendría lugar el 15 de mayo de 1974. Hace ahora medio siglo.
Schwarzenbeck le pegó duro. Abajo. Al palo derecho de Miguel Reina. Donde más duele. El tiro fue fabuloso y el padre de Pepe no pudo ver la salida del balón ante la maraña de defensores que tenía delante, no obstante, en el debe de Reina es necesario decir que estuvo lento y mal colocado. Luego correría el rumor, del todo falso, de que Reina no llegó al gol del empate porque acababa de llegar a la portería tras haberle regalado los guantes a un fotógrafo, celebrando el ya presumible triunfo. El caso es que a falta de veinte segundos para el final del partido el FC Bayern ponía el 1-1 en el marcador.
Tocaba partido de desempate. Apenas 48 horas después.
En las gradas había pocos españoles. Tocaba volver a Madrid a trabajar. También había menos muniqueses, pero el subidón de adrenalina y la relativa cercanía (700 kilómetros) animaron a los alemanes a desplazase a Bruselas. El Atlético, que seguía sin poder contar con los sancionados Panadero Díaz y Ayala, tendría que jugar sin Irureta por acumulación de amarillas y el Toto Lorenzo puso a Becerra sacando del campo a Ufarte. Udo Lattek sacó el mismo once que dos días atrás. Los bávaros eran imperturbables al cansancio.
Pronto se vio que el desempate no tendría nada que ver con el primer encuentro. Los jugadores del Bayern eran aviones. No existía el desfallecimiento. Dominaron el partido desde el inicio manteniendo el subidón de adrenalina provocado por el gol del impronunciable Schwarzenbeck. El Atlético ni estaba ni se le esperaba. Los jugadores no durmieron en toda la noche pensando en ese gol en el último minuto. Habían agarrado un asa de la orejona y se les había escurrido entre los dedos.
El Bayern arrolló gracias a un estelar Gerd Müller. Al descanso el marcador era 1-0 y al poco de comenzar la segunda parte Müller anotaba su segundo gol. El Atlético tuvo un arreón de vergüenza torera y Gárate fue claramente derribado dentro del área rival. No se pitó nada. Consecuencias de las salvajadas de Glasgow. Luego Müller completó el hat-trick con una preciosa vaselina y Hoeness marcó el tanto definitivo en un contrataque tras driblar a Miguel Reina.
FC Bayern 4-0 Atlético de Madrid.
Al acabar el choque los micrófonos de las radios españolas fueron en busca de Vicente Calderón, presidente del Atlético de Madrid. Y ahí soltó la frase. La perla.
“Ha sido muy injusto. Somos el Pupas Fútbol Club”.
La expresión cuajó y fue adquiriendo tintes icónicos surgiendo una leyenda de perdedor feliz que hicieron del tercer club de España una especie de gigante bueno, de fracasado simpático, de rico amable. El Atlético pasó a ser el Pupas. El equipo que cuando se caía de espaldas se dañaba el ombligo.
Y no era así.
Vicente Calderón supo sostener con aciertos deportivos y una economía de guerra al Atlético frente al Real Madrid y FC Barcelona. Con Calderón el Atlético vivió su mejor época y en ciertos periodos incluso estuvo por encima del Madrid. Pero esa sentencia, esa frase, dejo un legado derrotista que precisamente él había sabido combatir mejor que nadie. No en vano, meses después el Atlético se proclamó campeón de la Copa Intercontinental. Entonces los equipos argentinos jugaban a matar y el Bayern decidió renunciar a enfrentarse a Independiente. El Atlético, son seis nativos argentinos, aceptó el reto y venció. El Pupas Fútbol Club se proclamaba campeón del mundo.
El Atlético es club fundador de la Liga española y el conjunto con el tercer estadio de mayor capacidad en España. Con once títulos ligueros también es el tercero en el palmarés español y suma en total más de treinta títulos nacionales e internacionales. Forma parte de los diez clubes más laureados a nivel europeo y es uno de los 30 equipos reconocidos por la FIFA como campeón del mundo al haber ganado la Copa Intercontinental de 1975. Según datos de la UEFA de 2023 es el undécimo club europeo con mayor número de ingresos.
El lamento ocasional de Calderón ha elevado la condición de Pupas a elemento trascendental del club tanto o más que el escudo con el oso y el madroño o las rayas rojiblancas. El gol de Ramos en la prórroga y las dos finales perdidas de Copa de Europa en 2014 y 2016 ante el Real Madrid no hicieron más que hurgar en esa herida.
El Atlético de Madrid está en esto como todos para ganar. Y lo consigue con frecuencia. Y lo volverá a conseguir. Pero ese halo de cordero degollado, de Pupas creado hace ahora medio siglo, le permite sobrevivir a las derrotas y refugiarse en un victimismo derrotista que no se ajusta con el tercer palmarés de España y con uno de los mejores de Europa.
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