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Qatar 2022. Balance

La ONU acepta que los turcos cambien su nombre oficial de Turkey a Türkiye para que dejen de ser tomados por pavos (turkey). En Italia gobierna la extrema derecha y no pasa nada, al igual que tampoco pasa nada porque en Cuba se acepte el matrimonio homosexual o porque en Brasil gobierne el comunista Lula da Silva tras doce años fuera de la poltrona visita a la cárcel incluida. Tampoco pasa nada porque la III Guerra Mundial esté a la espera de una caída del sistema, un fallo humano o a un golpe de dron mal configurado. El presidente Joe Biden y el presidente Xi Jiping se conocen en persona, se dan la mano y declaran un tiempo muerto, mientras Vladimir Putin empieza a darse cuenta de que invadir Ucrania ha sido un error porque el ogro ruso da miedo en Europa, pero es un osezno ante las otras dos bestias que gobiernan el planeta.

Nieva en Egipto mientras que en Escocia se alcanzan los 37 grados centígrados. Se llega a un acuerdo de mínimos en la cumbre del clima, pero el silencio le gana por goleada a los aplausos. El silencio es lo que le espera a Twitter tras su compra por el archimillonario y excéntrico Elon Musk. Millonaria también es la inversión de Kellogg’s, que además de producir cereales quiere llevar al hombre a Marte. Por el espacio anda el telescopio James Webb que demuestra que hay dióxido de carbono más allá de nuestro universo.

Aquí, en la Tierra, los europeos dudan en darle armas a Ucrania, pero a cambio le dan los votos para que ganen Eurovisión. Sube el trigo, la soja, el maíz, el petróleo, la inflación se desborda y el mundo se da cuenta de que no todo puede ser ‘made in China’ y que no todos podemos vivir en ciudades. Putin habla de la Gran Rusia y los rusos se quedan sin Zara y sin McDonald’s mientras juguetea con armas atómicas. Con misiles nucleares también pasa el rato Kim Jong-un, pero da demasiado miedo como para echarle la bronca por sus jugueteos. Nuclear, pero fisión, es la panacea que nos anuncian, una energía libre e ilimitada que hará que pasemos de pobres y sucios a ricos y limpios.

Al presidente del Gobierno de España le da por decir que el Sáhara es marroquí tras medio siglo diciendo lo contrario. Tampoco es raro, porque dicen los expertos que decimos entre cuatro y veinte mentiras al día. A Pedro Sánchez le dan el Pichichi. Nicaragua elige por vez primera a una mujer presidenta y le da por cambiar el azul oscuro de su bandera por un azul turquesa. Novak Djokovic sigue ganando títulos a pesar de negarse a vacunarse de la Covid y a Gerard Piqué le obligan a retirarse para seguir siendo un hombre orquesta. En Hollywood le dan el Oscar a CODA, una película de sordos, plagio de un filme francés y que se estrena en Apple TV, el mismo día que a Will Smith le da por demostrar que pa chulo su pirulo. Descubren el origen del euskera la misma semana que estalla la burbuja de las criptomonedas, la enésima forma de hacerse rico sin pegar un palo al agua.

Fallece el primer ser humano al que se le había trasplantado el corazón de un cerdo. Fenece Dietrich Mateschitz, el culpable de que los adolescentes tripliquen su ingesta de azúcar y cafeína al abandonar la Coca Cola por la bebida energética que te da alas. También fallece Hana Tanaka a los 119 años, récord mundial absoluto. Muere Mijail Gorbachov en loor de multitudes, a excepción del lugar que lo vio nacer. Y sí, al fin muere Isabel II tras celebrar su jubileo como reina. A su entierro asistirá Liz Truss, tras sustituir a Boris Johnson, el loco del Brexit que se creyó Winston Churchill en patinete y que recitaba a Pericles mientras bebía pintas de cerveza. A la coronación del eterno Príncipe de Gales, hoy Carlos III, ya no acudirá Liz Truss, quien apenas aguantará 44 días en la silla eléctrica del número 10 de Downing Street.

En Qatar se disputa la XXII Copa del Mundo de fútbol. Participaron 32 países entre los cuales había un debutante; la anfitriona Qatar. Fueron 220.000 millones de euros, 500 fallecidos oficiales y 6.000 oficiosos en la construcción esclavista de unas pirámides (perdón, estadios) de politetrafluoretileno que protegen del viento cálido, el polvo y permiten que entre el sol al mismo tiempo que funciona el aire acondicionado. Todo eco, bio, orgánico y fantástico. Los de casa perdieron todos sus partidos, aunque evitaron el ridículo, mientras el presidente de la FIFA anunciaba que era el mejor Mundial de la historia y, de lo tan encantado que estaba, informaba que iba a trasladar su residencia a Doha.

No hubo incidencias con los hooligans. Ayudó que se construyeran unas carpas a kilómetros de los estadios para que allí se les pasara la borrachera. Budweiser reclamó daños y perjuicios a la FIFA al no poder vender cerveza dentro de los estadios, a lo que la FIFA contestó con una sonrisa y cientos de millones. Total, paga papá Qatar. Decía que ayudó a no haber incidencias la falta de alcohol y también el enésimo fracaso de Inglaterra, concretado cuando Harry Kane envió un penalti al espacio para que el balón vaya abriendo camino a la conquista de Marte.

Fue el primer Mundial en otoño que finalizó a las puertas del invierno. En Argentina encantados, porque fue en primavera y finalizó a las puertas del verano. En Alemania no gustó. Tanto que nunca antes se habían vendido tan pocas camisetas de la Mannschaft. ¿Quién se iba a poner de manga corta a cinco bajo cero? Tampoco ayudó que Alemania cayese por segunda vez consecutiva a las primeras de cambio.

A Alemania la echó Japón, que sorprendió tanto por su fútbol alegre como por la pulcritud de sus futbolistas a la hora de dejar limpio y ordenado un vestuario. Japón ganó a Alemania y a España, Corea del Sur a Portugal, Australia a Dinamarca, Irán a Gales, Marruecos a Bélgica, Túnez a Francia, Camerún a Brasil y Arabía Saudita a Argentina. A octavos pasaron por vez primera representantes de los cinco continentes. Australia lo hizo con un gol de un tipo que un par de años antes ejercía de fontanero. Al Dawsari no ejerció de fontanero, pero apenas le dio para jugar un partido de regalo con el Villarreal. Dio lo mismo. Su gol ante Argentina hubiese sido firmado por el propio Juan Román Riquelme.

Hubo lloros varios. Muchos fracasos. Lloró Luis Suárez. Lloró Son. De Bruyne no lloró, porque De Bruyne ni llora ni ríe. Luis Enrique no lloró, porque solo sabe reír. A Bale le dio para escuchar con orgullo el himno de Gales, marchar de Qatar y ahora, sí, al fin, poder irse tranquilo a jugar al golf. Podrá invitar a echar unos hoyos a Hazard, uno de los que dijo adiós al fútbol internacional, aunque ya hace tiempo que se había marchado. Pero sobre todo lloraron Neymar y Cristiano Ronaldo. El final de Cristiano es impropio para quien deja semejante testamento en el archivo del futbol. Empezó metiendo el gol que lo convirtió en el único ser humano capaz de anotar en cinco Copas del Mundo distintas. Pero eso fue todo. Jugó poco, mal, y acabó enfadado con los suyos y con el mundo. Neymar hizo música del cuerpo e hizo de su juego fiesta para nuestros ojos, pero claudicó ante la exigencia, algo intrínseco a su persona. Durante media hora Brasil homenajeo al moribundo Pelé, pero al final ‘O Rei’ tendrá que negociar con la muerte otros cuatro años si quiere presenciar en vida el hexacampeonato.

Fue el primer Mundial con fuera de juego semiautomático y con cinco cambios, dos de esas cosas que dicen que acercan el fútbol a los jóvenes, pero lo que hacen es alargar el tedio hasta el infinito. Aunque para tedioso los descuentos de diez minutos. Catorce llegó a ser el récord. Ahora los partidos duran 110 minutos. Fue un Mundial donde dos hermanos jugaron enfrentados, uno con España y otro con Ghana, aunque los dos jugarán juntos con la selección de Euskadi. Fue también el Mundial de Stephanie Frappaut, primer arbitra de la historia mundialista. Fue en un Alemania vs Costa Rica, el mismo día que Alemania quedó eliminada en fase de grupos, como ya dijimos, por segunda vez seguida. Gary Lineker ya se ha prestado a cambiar su máxima. Francia es ahora Alemania. Las hecatombes de Bélgica y Uruguay dejan secuelas irreparables. Dos generaciones de oro que afrontan su jubilación. No es el caso de Alemania que lleva dos Mundiales conviviendo con la vulgaridad. Neuer o Müller pasarán a mejor vida, pero la realidad es que Alemania está plagada de jóvenes extraordinarios que llevan años fracasando. Quizás apostar por la horizontalidad con posesión para ganar en 2014 finiquitó el modelo de verticalidad con aplastamiento que ahora tan echa de menos el corazón teutón.

Fue también el Mundial de Irán. Alemanes o ingleses anunciaron que llevarían un brazalete en honor al colectivo LGTBI. Alarmados por la amenaza de ser sancionados con una tarjeta amarilla, plegaron velas y se refugiaron en búnkeres temiendo por sus vidas. En un acto de vergüenza torera a los teutones les dio por taparse sus bocas en una foto oficial como símbolo de protesta. Fue como salir del búnker a buscar comida. Los de Irán decidieron salir de las trincheras. Comenzaron el Mundial negándose a cantar el himno en protesta por la teocracia islámica. En el segundo partido cantaron todos a viva voz una vez se supo que habían amenazado a sus familias con la muerte de seguir con ese acto de rebeldía. Eso sí que es ir a la guerra.

¿Y los nuestros? España ha hecho de un sistema una superstición. Si el patadón era genial para futbolistas malos, el tiki taka lo es para aquellos extraordinarios. Y en España no sabemos lo que es el término medio. Así que ni fue ni fa. Como dijo Valdano, lo que hizo España durante el Mundial fue masturbar la pelota sin llegar al orgasmo. Eso sí, jugamos con pantalón y camiseta roja porque a Luis Padrique le pareció que intimidaría más a los contrarios a expensas de aquellos padres que gastaron sus euros en comprar a sus hijos la indumentaria oficial. Mas debemos estar contentos, porque Twitchenrique se fue “muy satisfecho porque MIS jugadores han representado a la perfección MI idea futbolística”.

El gol del Mundial lo metió Richarlison, un tipo que llevaba meses sin meter uno y que en Qatar le dio por meter los dos más bellos de su carrera. También le fue de cine al insípido Giroud, que pasó de la nada al todo, luchando por ser máximo goleador tras no tirar a puerta en el pasado Mundial. La jugada del Mundial fue de Messi contra el defensa del Mundial. Un sprint de potro imparable con burreo al enmascarado Gvuardiol.

Croacia fue semifinalista tras derrotar a Brasil en cuartos de final. Los ex yugoslavos han exprimido el hueso del jamón durante años mientras que los cariocas no han tenido nada que exprimir a pesar de vivir en la abundancia. Fue el éxito de Modric, un pulmón entre dos costillas sostenidas por dos palos que bailan con la destreza de un trapecista. Decía que Croacia fue semifinalista como también lo fue Marruecos. Dalic y Regragui son sus técnicos. No tienen currículo, y ni aun teniéndolo tendrían el móvil lleno de WhatsApp. Otros filosofan, algunos apuntan mil fórmulas en roídas libretas, los hay que bailan en el banquillo y hasta hay uno que confiesa que lleva tanga. Todos fracasaron, pero todos tendrán igualmente suculentas ofertas.

Llegaron cuatro a semifinales. Nadie confiaba en Marruecos, Croacia se fabricó su propia confianza, Argentina fue creciendo en confianza y Francia derrochaba autoconfianza. La FIFA dijo que el mejor jugador del Mundial fue Lionel Messi, pero la realidad es que fue Sofyan Amrabat. Uno habría podido jubilar a sus bisnietos de hacer tal afirmación en una casa de apuestas antes de comenzar la Copa del Mundo. Ni siquiera la sonrisa de anuncio de Bono y los fans de Achraf hubiesen podido imaginar que Amrabat se pudiese haber convertido en un Hecantónquiro, aunque sustituyendo los brazos por múltiples piernas. Amrabat nació en Holanda, se formó y jugó en las categorías inferiores de la selección neerlandesa y llevaba años ejerciendo de excavadora y perforadora en la liga italiana. Con un par de días más en Qatar hubiese dejado sin arena el desierto.

La final la disputaron Argentina y Francia. Fue la mejor de los tiempos modernos. Fue en el estadio de Lusail. Diseñado por Albert Speer Junior, el hijo del arquitecto de Hitler. Mbappé marcó tres goles, el segundo de ellos un zarpazo de leopardo. Messi anotó dos, superó a Matthäus como futbolista con más partidos en un Mundial y ganó el gran título que le faltaba. Messi jugó el partido luchando por ser Maradona. Mbappé lo hacía para ser Pelé. Francia no se presentó a la final hasta el minuto 80 afectada por el virus del camello, pero no existe mejor preparador físico que el gol, y un tanto les hizo aparecer en escena. Le ha costado tanto a Messi ser Maradona que tuvo que ganar el partido en tres veces. La última le echó una mano el Dibu Martínez, que, en el último acto, en la tanda de penaltis, le birló el título de mejor arquero del Mundial a la araña Livakovic. Messi ha tenido dos carreras. La primera la hizo a toda pastilla con el Barça. La segunda la ha hecho andando con Argentina. Y todas triunfadoras. Un círculo victorioso inigualable.

El máximo goleador del Mundial fue Kylian Mbappé con ocho tantos. El delantero francés se llevó el Balón de Plata al mejor jugador del torneo, el ya citado Messi fue el Balón de Oro y Luka Modric el Balón de Bronce. Enzo Fernández ganó el trofeo al mejor jugador joven. Seis años antes, cuando contaba con 15 años, Enzo le escribió una carta a Messi pidiéndole que no se retirara de la selección argentina ante las criticas y fracasos con la albiceleste que sumaba el entonces jugador del Barça. Hoy Messi debe agradecerle buena parte de su éxito a un Enzo que empezó como suplente y acabó desnortando al centro del campo francés.

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La tercera estrella

“Como futbolista sabes que no hay muchas oportunidades de jugar el Mundial, por lo que debes tomarlas cuando puedas”. Lionel Messi.

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