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Plata elevada a la cuarta

En la década de 1990 la selección sueca era la mandamás del balonmano mundial. Entre ese año y 2002 los suecos se coronaron cuatro veces como campeones de Europa y en dos ocasiones lograron el cetro mundial. Jugadores como Thomas Svensson, Staffan Olsson o Stefan Lövgren infundían terror entre las selecciones rivales. Pero sobre todo era Magnus Wislander quien impulsó a aquella generación dorada a las más altas cotas. No en vano Wislander fue escogido como el mejor balonmanista del siglo XX.

Wislander era un compendio de facultades físicas y técnicas que tanto jugaba como central como ejercía de pivote. Poseía virtuosísimo tanto en defensa como en ataque y acuñaba tanto efectividad como una lectura del juego extraordinaria. Wislander fue buque insignia y piedra angular de Suecia durante esos años prodigiosos.

Pero por muchos títulos mundiales o continentales que los suecos atesorasen todo palidecía ante la posibilidad de coronarse campeones olímpicos. Salvo la gloria en un Mundial de fútbol y, quizás, obtener un anillo en la NBA, no existe comparación con alcanzar la gloria olímpica. Obtener el oro en unos Juegos Olímpicos es el culmen de cualquier deportista que no de patadas a un balón.

Así que Wislander y compañía se plantaron en Barcelona 92 con la intención de lograr la eternidad olímpica. Se presentaban en la Ciudad Condal como vigentes campeones del mundo y favoritos para lograr el oro. Y la puesta de largo no pudo ser mejor. El torneo olímpico se dividía en dos grupos de seis conjuntos. Los dos primeros de cada grupo se enfrentaban en aspa en semifinales y de ahí rumbo a la final. Los partidos se celebrarían en Granollers, pequeña ciudad industrial y una de las capitales españolas del 40×20. La final tendría lugar en el entonces espectacular y moderno Palau Sant Jordi de Barcelona.

Suecia masacró a sus rivales en la primera fase y se clasificó para semifinales donde dejó en la cuneta a Francia. Se metía en la final con un registro de seis victorias y ninguna derrota. Mismas cifras que su rival, la CEI, un conglomerado de estados comandado por Rusia hecho de prisa y corriendo tras el desmembramiento de la Unión Soviética.

En una final defensiva, Suecia y la CEI intercambiaron golpes hasta llegar al descanso con empate a nueve tantos. En la reanudación, el buen hacer del portero Andrei Lavrov y del entonces kazajo, y después español, Talant Dujshebaev, decantaron la balanza a favor de los exsoviéticos que se llevaron la medalla de oro por 20-22.

Ölands idrottsgala får celebert besök på lördagen av handbollslegendaren –  numera folkracekungen – Magnus Wislander.
Magnus Wislander

Para 1996 Suecia era aún más favorita que cuatro años atrás. Rusia era un niño en comparación a lo que habían sido la Unión Soviética y el sucedáneo de la CEI. Tampoco existía ya Yugoslavia como gran potencia mundial. Sólo Francia y España aparecían como amenazas para lograr el oro en Atlanta. Así que Suecia volvió a arrasar en la fase de grupos y se presentó con cinco victorias consecutivas en semifinales.

Allí vencieron con suma comodidad a España (25-20), mientras que Croacia hacía lo propio ante Francia (24-20). Las tres medallas iban a ser continentales, algo habitual en un deporte al que le cuesta brillar cuanto más se aleja de la vieja Europa. Los españoles Ramón Gallego y Pedro Lamas iban a ser los colegiados de la segunda final consecutiva de los suecos. Sería también la segunda de Gallego y Lamas, hecho insólito que nunca ha sido repetido.

Croacia había vencido a los suecos en las semifinales del Mundial del año anterior, pero ambos conjuntos se habían enfrentado días atrás en la fase de grupos con abultada victoria (28-17) de los escandinavos. La final disputada en el Georgia Dome de Atlanta no tuvo nada que ver con aquel encuentro y fue dominada por los croatas y su fenomenal goleador Patrik Cavar. Suecia se acercó a un gol en el último minuto, pero acabó cayendo, una vez más, en este caso por 26-27.

La victoria croata está considerada una de las grandes sorpresas de la historia olímpica del balonmano y, por ende, el gran disgusto del balonmano sueco. En el descanso los ex yugoslavos ya vencían por 11-16, logrando la mayoría de los goles en segundas oportunidades.

OLIMPIADA ATLANTA 1996 | Foto | 8000526844
La celebración croata

Para Sidney 2000 el formato afrontó un pequeño cambio. Se introdujeron los cuartos de final, por lo que en cada grupo de seis equipos pasaron a clasificarse los cuatro primeros en vez de los dos primeros. Se podía levantar el pie del acelerador y afrontar de menos a más el campeonato. No sería este el caso de los suecos. Otra vez Suecia ganó los cinco partidos de la primera fase (15-0 en el total de los tres Juegos Olímpicos), para luego vencer de cinco a Egipto en cuartos de final y de siete a España en semifinales. Entre Barcelona, Atlanta y Sidney, Suecia sumaba entonces un balance de 19-0 sin contar las dos derrotas en finales olímpicas.

A través de una sólida defensa y una extraordinaria portería, Suecia volvía a acometer un campeonato impoluto. A Sidney llegó Suecia como vigente campeona europea y mundial y sabedores de que era la última oportunidad de unos jugadores próximos a la retirada. Para luchar por la medalla de oro tendrían como rival a muchos de los jugadores que tuvieron enfrente en la final de Barcelona, pero en esta ocasión jugando con Rusia. Pervivían los campeones olímpicos con la CEI de 1992 Dimitry Flippov, Vasily Kudinov, Pavel Sukosyan y el magnífico portero Andrei Lavrov. Por los suecos se mantenían como internacionales Magnus Andersson, Ola Lindgren, Staffan Olsson, Thomas Svensson, Pierre Thorsson y el gran capitán Magnus Wislander.

El duelo fue agónico, con continuos intercambios en el marcador y acciones que rozaban la violencia. Al descanso Suecia vencía por 14-13. Llegarían a vencer por 16-14, pero los fantasmas del pasado hicieron su aparición y en un visto y no visto los rusos hacían un parcial de 2-8 para adelantarse por 18-22. Otra vez Suecia tendría que contentarse con la plata, en esta oportunidad tras caer por 26-28. Fue la primera derrota de los suecos en 25 partidos, desde el Europeo de 1998 hasta, y ya por tercera vez, la dichosa final olímpica.

Doce años después de esa última final los suecos volverían a tener otra oportunidad. En esta ocasión Suecia no era favorita. No llegaban como campeones del mundo ni como vencedores continentales. La gloriosa generación de los 90 ya estaba retirada. A las órdenes del combinado estaba Staffan Olsson, quien esperaba conseguir como entrenador el oro que como jugador le había sido esquivo. Los suecos llevaban dos citas olímpicas ausentes (2004, 2008) y se habían clasificado para Londres 2012 a trompicones. Sin su generación de oro, pasaban a ser uno más del montón.

Por eso esta final fue mucho más dulce que las demás. Apelando a la solidaridad y a la defensa, alcanzaron con asombro la ronda final. Suecia pasó como tercera de grupo y fue una tremenda sorpresa que eliminase a Dinamarca en cuartos de final. No lo fue tanto derrotar a la sorprendente Hungría en semifinales antes de volver a tener la oportunidad de luchar por el oro olímpico.

Allí les esperaba Francia, los nuevos ogros, los vigentes campeones europeos, mundiales y olímpicos. Quizás por ello había esperanzas. Cuando fueron favoritos no ganaron…quizás…ahora.

No fue así. Suecia perdió de forma ajustada (21-22), pero el resultado es engañoso ya que a pesar de la corta diferencia Francia llevó la batuta del partido desde el pitido inicial. Era la cuarta plata olímpica. Si en los 90 Suecia había elevado la plata al cubo, tras Londres 2012 la elevaba a la cuarta.

“Es un disgusto acabar segundo en unos Juegos Olímpicos, pero te dan una medalla de plata. Si acabas segundo en la política es el olvido permanente”. Richard Nixon, presidente de Estados Unidos (1968-1974).

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