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El divorcio de Fausto Coppi (2ª parte)

‘Un uomo solo è al comando’. Fue el periodista Mario Ferrer el que popularizó una expresión que aún en la Italia del siglo XXI se reconoce como distintivo de Fausto Coppi. El término obedecía a las kilométricas escapadas alpinas de Coppi, que nunca fueron tan continuas como tras el fallecimiento de su hermano Serse. Porque Fausto era ‘un uomo solo’. Era un héroe trágico que buscaba la soledad. Coppi logró el doblete Giro-Tour de 1952 bajo la penumbra de la tristeza y atacando sin contemplación. Nunca la rabia de su pedaleo fue tan voraz como en su victoria sobre la carretera sin asfaltar del Pordoi en el Giro de aquel año. Si Bartali era un coronel, Coppi era un general. Nunca antes la afirmación fue tan rotunda como cuando ‘Il Campionissimo’ ganó el Tour de aquel año con media hora de ventaja sobre el segundo, incluyendo la primera victoria de etapa en un Alpe d’Huez rodeado de un río de gente. Prueba de la grandeza de Fausto es que la organización del Tour decidió incrementar el premio para el segundo a mitad de Tour a sabiendas que la victoria de Coppi era incontestable.

Además del triunfo en Alpe d’Huez, Coppi logró otra gran victoria en Sestriere. Quiso el destino que a aquel final de etapa se acercase Bruna, cosa extraña, ya que la mujer de Coppi no solía acudir a las carreras. Quien sí que solía ir era Giulia, su por entonces más que presumible amante. Lo que pasó en aquel final de etapa sólo lo saben ellos, pero lo que sí se sabe a ciencia cierta es que una vez finalizó el Tour, Coppi decidió tomarse el resto del año de asueto en compañía de su mujer y de su hija.

Esa fue la versión oficial.

La realidad es que Coppi no volvió a su casa y se pasó los siguientes meses en compañía de Giulia.

Tras la muerte de su cuñado, Bruna suplicaba a su marido que dejase de correr. Le obligaba a llevar coderas y chichonera, en una época donde la seguridad era sinónimo de falta de virilidad. Pero el abismo en el matrimonio era mucho más profundo que eso. Bruna era la hija de un tendero de provincias que no conocía mundo. Apenas veía a su marido, el cual estaba todo el año de viaje entre carrera y carrera, y tenía que deducir como se encontraba por las fotos que veía en la prensa. Bruna era la misma persona de siempre, pero Fausto había evolucionado. Cuentan que tras el triunfo del Tour de 1952, Bruna vio en los noticiarios a su marido contestando a un periodista en inglés. El impacto fue inmenso porque Bruna no sabía que Fausto dominaba idiomas. El matrimonio estaba roto.

Bruna Ciampolini (moglie di Fausto Coppi) con la figlia Marina, 1947  Fotografía de stock - Alamy
Bruna y Marina Coppi

Si ya de por si era retraído, tras la muerte de su hermano los silencios de Fausto se hicieron interminables. Giulia Locatelli era un torbellino precioso y de incomparable estilo que se podía hacer cargo de esos silencios. La familia Coppi se trasladó a Nova Liguri y se instalaron a menos de 10 kilómetros de la familia Locatelli y, ante la sorpresa general, sus respectivos callaban o ignoraban.

Todo estalló en el Giro de Italia de 1953. Aunque Coppi no lo sabía, esa iba a ser su última victoria en una grande. La cimentó tras una impresionante exhibición en el Stelvio, un coloso próximo a la frontera con Austria con una de las carreteras más hermosas que ha otorgado la ingeniería. Coppi se fue abriendo pasó entre la multitud y la nieve hasta lograr la victoria. Allí, en la línea de meta, estaba Giulia, y ambos marcharon a la habitación del campeón para celebrarlo. Apenas un mes después Coppi renunciará al Tour, pero viajará hasta Francia en una caravana para seguirlo como espectador en compañía de unos amigos…entre los que estaba Giulia Locatelli.

Giulia Occhini e Fausto Coppi, 1955 | Coppie
Giulia y Fausto

El código penal italiano, vigente hasta 1968, establecía un año de cárcel para la esposa o el esposo en caso de adulterio. En la práctica no se dictaba. Pero si, y sólo en el caso de las mujeres, el escarnio público, la ruina económica y la perdida de la custodia de los hijos. Incluso el marido cornudo podía matar a la esposa o al amante sin miedo a recibir una pena carcelaria siempre y cuando los pillara ‘in fraganti’ en el lecho conyugal.

En esa Italia Fausto Coppi también estaba manteniendo un pulso con el Vaticano. Aunque a menudo se considera a Coppi un ateo, lo cierto es que era creyente. Había sido recibido en un par de ocasiones por el Papa Pio XII, el cual era tan fanático del ciclismo que usaba símiles ciclistas en sus homilías.

Pero que Fausto Coppi, el hombre más famoso de Italia, engañara a su mujer era inconcebible. El ciclismo era un deporte misógino y era más que habitual que las estrellas pusiesen los cuernos a sus esposas, pero siempre conservando las apariencias. Todo hombre tenía que mantener a su familia. Si un famoso tenía una aventura no pasaba nada si era capaz de conservarla en secreto, y, siempre y cuando, pudiese mantener económicamente a ambas parejas. El problema para Fausto es que Giulia era la antítesis de lo que por entonces se consideraba una buena mujer. Ni era abnegada, ni era bondadosa, ni era dócil. Ni Fausto ni Giulia iban a hacer nada por mantener en secreto su aventura. Habían declarado la guerra a la Iglesia.

Aunque las revistas del corazón ya llevaban tiempo desvelando la realidad, la confirmación oficial del escándalo tuvo lugar durante el Giro de 1954. Hasta entonces Giulia llevaba a su hija Lolli, de ocho años, a las carreras como tapadera, y, mientras la pareja retozaba en la habitación del hotel, alguno de los gregarios de Coppi ejercía de canguro de la pequeña. Pero durante una etapa en los Dolomitas, Giulia Locatelli se presentó en la línea de meta con una espectacular trenca de color blanco. Al día siguiente las portadas de los periódicos obviaron a los ciclistas y dejaban para la foto principal a aquella mujer que para la posteridad iba a ser conocida como la ‘Dama Bianca’, la hechicera que había hipnotizado a Coppi. Al día siguiente se producirá un hecho inaudito, cuando la ‘Dama Bianca’ siga a Coppi durante una contrarreloj en el asiento del copiloto de su equipo. Aquello era la gota que colmó el vaso.

Un par de semanas más tarde Fausto Coppi recibirá en su casa una carta con el sello del Vaticano. En ella el Papa Pio XII le pide que se reconcilie con su familia, pero cuidándose mucho de no utilizar la palabra adulterio y siempre hablando de los rumores que salen en la prensa. Coppi tirará la carta al fuego, ganándose para la posteridad la fama de ateo, y decidirá contraatacar. Firma a Giulia como su secretaria personal y se compra una casa para vivir con su enamorada, oficialmente, su empleada. Es entonces cuando el doctor Locatelli, que o bien estaba ciego o bien era tonto, se da cuenta del affaire y decide denunciar a su mujer por adulterio.

El Vaticano publicará los archivos de Pío XII, papa durante la Segunda  Guerra Mundial
Pio XII. El Papa Pacelli

La madrugada del 8 de septiembre de 1954 los carabinieri asaltaron la casa de Coppi y arrestaron a Giulia, que pasaría los siguientes días en el calabozo. Tras pagar la fianza, se le prohibió ver a su hija y se le retiró el pasaporte, al igual que a Coppi, a la espera del juicio.

Comenzó entonces una demolición pública del personaje.

La salsa rosa del juicio era digna de las mejores producciones hollywoodienses. La ‘Dama Bianca’ fue públicamente machacada. Se le prohibió ver a su hija hasta que ésta cumpliese los 18 años, momento en el que le tendría que leer una carta admitiendo su adulterio y su abandono de la familia. El juicio, seguido minuto a minuto por los italianos a través de la radio y la prensa, daba detalles del fornicio. Peor aún. La patética comparecencia de Lolli y Marina, las hijas de los dos proscritos, dando detalles íntimos de la pareja cuando ni siquiera habían cumplido los 10 años de edad fue el acabose. Giulia (ya para siempre la ‘Dama Bianca’) quedó como una furcia y Coppi como un analfabeto que había sido engatusado. A la causa no ayudo que los dos amantes decidiesen compartir habitación de hotel durante el juicio.

Fausto Coppi y Bruna tuvieron que pedir permiso a la Iglesia para separarse. Costó lo suyo, pero lo lograron, a cambio de que Coppi mantuviese la manutención de su esposa y su hija, la cual, por cierto, prácticamente dejó de ver. En cambio, el doctor Locatelli se negó a separarse de Giulia e impidió el fin del matrimonio. Esto implicaba que cualquier hijo entre Fausto y Giulia sería legalmente del doctor Locatelli.

De este modo, la ‘Dama Bianca’ marchó a Argentina para dar a luz a Faustino, el hijo que había concebido con Fausto, porque en el país sudamericano podía inscribir como padre a Coppi a pesar de no estar casados. En el momento de dar a luz, Coppi estaba corriendo el Giro de Italia, carrera en la que, por vez primera, el Papa Pio XII se negó a dar la bendición al pelotón por estar entre los ciclistas una oveja descarriada.

Por entonces Fausto Coppi tenía 36 años y sus mejores años habían pasado. Estuvo arrastrándose unas cuantas temporadas más porque necesitaba el dinero para mantener a dos familias, pero sobre todo para soportar el alto tren de vida que mantenía con Giulia. A la ‘Dama Bianca’ se le acusó de mujer fatal, un cliché común y que denota connotaciones machistas. Lo cierto es que Coppi también disfrutaba de la buena vida y, con la ‘Dama Bianca’ o sin ella, su toque excelso de pedal había pasado a mejor vida.

Pero es indudable que Giulia disfrutaba de la fama y gustaba de ser famosa. La pareja viajaba en cruceros de lujo, compraba coches ostentosos o alquilaba hoteles enteros para que nadie los molestase. Sin embargo, otras veces Giulia llamaba a la prensa rosa para dar entrevistas y enseñar los rincones de su casa en el ‘Oggi’. Fuerte, impulsiva, impetuosa y ambiciosa, disfrutaba de los lujos y la ostentosidad. Comían en cubertería de plata, el servicio cambiaba las sábanas todos los días y estrenaba modelo a diario.

Coppi decidió centrarse en las pruebas de velódromo buscando el dinero fácil. No había lugar donde se respirase más glamour que allí. Antes de que la televisión fuese común a los hogares, el ciclismo en pista era un deporte de masas. Solo en el velódromo se podía admirar a los ases del pedal a los que apenas podías ver durante un par de segundos en la cuneta de una carretera. El champán, los buenos trajes y las buenas comidas eran habituales en las tournés invernales que Coppi y otras estrellas hacían por los velódromos europeos. Ahí es donde se veía la clase y el poderío de Guilia. El contraste con Bruna que, a pesar de tener posibles, era incapaz de comprar una prenda cara pensando en el qué dirán, era infinito.

Parecía que Fausto Coppi había recobrado la felicidad, pero todo se desvaneció a finales de 1959. Empezó a echar de menos a sus amigos del mundillo ciclista, muchos de los cuales no tragaban a la ‘Dama Bianca’. Pero el principal problema es que tenía un hijo que no era suyo (Faustino no llevaría el apellido Coppi de forma legal en Italia hasta 1978) y una hija (Marina) a la que apenas veía. Imploró a Bruna poder ver a su hija y, al cabo de un tiempo, Coppi escapaba de casa de su amante para tener relaciones esporádicas con su mujer.

Para más inri la Iglesia decidió acercarse nuevamente a Coppi tras el fallecimiento de Pio XII. Su sucesor, Juan XXIII, modernizador de la curia, usó al piadoso Bartali para acercarse a Coppi e intentar reconciliarlo con su familia. Cuando su viejo rival y el enviado del Papa fueron a hablar con Fausto, éste su hundió y cayó en un mar de lágrimas.

Así estaban las cosas cuando Coppi aceptó disputar una carrera de exhibición para las navidades de 1959 en Burkina Faso. Otros corredores como Anquetil o Riviere aprovecharon para hacer turismo con sus parejas, pero Coppi viajó solo mientras la ‘Dama Bianca’ se quedaba en Italia, un claro indicio de que algo iba mal en la relación. La mala suerte quiso que en una noche de risas entre amigos, un mosquito picase a Coppi y éste contrajese la malaria. Coppi volvió a su casa con una fuerte fiebre que, según los médicos, no era más que una gripe. Fallecería apenas 72 horas después, el 2 de enero de 1960, a los 40 años. Raphael Geminiani, un corredor francés que fue con él a Burkina Faso, se salvó de la muerte porque 48 horas antes su médico dedujo que el mal era la malaria.

Por supuesto hubo quien culpó a la ‘Dama Bianca’ de su muerte y aún hay quien lo mantiene en la actualidad. Se dice que el día anterior alguien llamó desde la casa de Geminiani para advertir de la presencia de la malaria pero que se hizo caso omiso de la llamada. Nunca se investigó. Está claro que hubo negligencia médica, pero tampoco nadie se explica como Coppi o Giulia no le contaron al médico que ‘Il Campionissimo’ había estado en Burkina Faso.

Fausto Coppi: el mito de Italia | ctxt.es
Un uomo solo

La polémica no solo se quedó ahí. Horas antes de su muerte, el obispo de Tortona se acercó a la habitación de un moribundo Coppi para darle la extremaunción. El prelado cogió la mano de Coppi y le preguntó si quería confesar sus pecados. Fausto contestó apretando las manos. Para Bruna eso significaba que volvían a ser una familia. Para Giulia no era más que una vil manipulación. Porque si, por increíble que parezca, ambas mujeres pululaban por el hospital al mismo tiempo.

Más de 50.000 personas acudieron a Castellania a un entierro que, como no, tuvo su dosis de polémica. En los pueblos italianos, como aún ocurre hoy en los españoles, es costumbre que la familia coloque en cada aldea una esquela informativa del evento. Hubo una oficial realizada por Bruna y por la madre de Coppi. También una extraoficial que encargó imprimir la ‘Dama Bianca’.

El día que Castellania lloró a Fausto Coppi
El adiós de ‘Il Campionissimo’

El entierro fue el último reflejo de cómo eran ambas mujeres. Bruna salió por la puerta de atrás de la casa familiar de los Coppi y esperó la llegada del féretro dentro de la iglesia. Giulia se puso detrás de los compañeros de equipo que portaban el ataúd y caminó detrás de ellos en soledad. Bruna se retiró discretamente al acabar el sepelio. A Giulia hubo que sacarla arrastras cuando todo el mundo ya se había ido. Antes, en medio de la misa, el cura habló de la confesión de Fausto en el hospital, momento en el que la ‘Dama Bianca’ se desmayó. O hizo que se desmayaba.

Todo esto está perfectamente documentado porque los diarios y las revistas italianas nos lo dejaron escrito para la posteridad. Décadas más tarde la RAI haría una serie sobre los hechos.

Arrasó en los medidores de audiencia.

Tras la muerte de Coppi la ‘Dama Bianca’ tardó sólo una semana en dar su primera exclusiva periodística. Pasaría los siguientes años de su vida concediendo entrevistas y buscando notoriedad. Sin embargo, hasta su muerte en 1993, 33 años más tarde, aquella mujer decidida y aparentemente fría se acercaba cada sábado a Castellania para llevar flores frescas a la tumba de Coppi. Su hija Lolli Locatelli, con la que nunca más tuvo contacto, fallecería antes que ella víctima de un cáncer.

Bruna Coppi, fiel a sí misma, volvió a la monotonía de su vida tras el fallecimiento de su marido y nunca más se supo de ella hasta su muerte en 1979 víctima de una parada cardiaca. Hubo que esperar al año 2000, en una carrera de homenaje a Coppi, para que Marina y Faustino, los dos hermanastros, se conociesen en persona.

Fausto Coppi murió joven, en el esplendor de la vida. Pero antes tuvo tiempo de convertirse en la primera estrella internacional del ciclismo. Gianni Mura, uno de los grandes periodistas deportivos de la historia, dijo de Coppi que era el mito perfecto, porque es la suma de muchos. El mito total, libre de cualquier ambigüedad, porque su influencia en la estética, en el organigrama, en el entrenamiento y en el glamour de la competición hacen que haya un antes de Coppi y un después de Coppi en la historia del ciclismo.

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