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Los nuevos yuppies (Chelsea vs Manchester City)

Desde que nació sabía que tendría una vida plena, pero que nunca podría brillar. No era el pequeño, pero tampoco el primogénito de entre los cinco hermanos. Nunca sería emir, pero viviría a cuerpo de rey. Apenas una década antes de su nacimiento, tanto su vida como la de sus allegados cambiaría para siempre. Unos perforadores de petróleo habían descubierto reservas de crudo cerca de Abu Dabi. De producir dátiles y criar camellos se pasó a exportar oro negro. Las cabañas de barro y los caminos polvorientos dieron paso a oficinas bancarias e inmensos rascacielos.

Apenas un puñado de años antes, y a más de 4.000 kilómetros al norte, venía al mundo un niño que no lo iba a tener nada fácil para hacerse un hueco en la vida. Sus abuelos, judíos y de origen lituano, acabaron en Siberia víctimas de las purgas de Stalin. Sus padres terminaron asentándose en Saratov, a orillas del Volga, cerca de la martirizada Stalingrado. No duraron mucho. Cuando el pequeño tenía cuatro años ya era huérfano. Acabaría criándose con unos parientes lejanos al norte de Moscú.

Cuando creció, aquel joven de la realeza de los Emiratos marchó a Estados Unidos para licenciarse en comercio y política internacional. Ya estudiado, volvió a su país para ejercer diferentes puestos en el gobierno presidido por su hermano, así como para dirigir el banco más importante del país. No sólo eso, también logró el cargo de presidente del Consejo Supremo del Petróleo, lo que le convierte de facto en uno de los hombres más poderosos de Oriente Medio al controlar el 6% de las reservas mundiales de crudo.

Aquel pobre huérfano hubo de buscarse la vida en las calles de Moscú. Trabajó como mecánico y como vendedor ambulante, antes de comercializar con todo tipo de alimentos en el mercado negro aprovechándose de la desintegración de la URSS. Aquellas operaciones ilegales se convirtieron en legales de la noche a la mañana y pronto se interesó en poner en regla sus asuntos. Decidió investir lo ganado en el mundo del petróleo y al cabo de pocos años le comprará al Estado la principal empresa de crudo del país para crear Sibneft. Ya era inmensamente rico, pero lo será mucho más cuando una década más tarde el Estado ruso le devuelva estúpidamente el favor y adquiera la mayoría de acciones de la empresa. Lo que fue público y después privado pasaba ahora a ser nuevamente público. Hoy la empresa es la archiconocida Gazprom.

Sheikh Mansour, que así se llama nuestro protagonista arábigo, es un gran aficionado al deporte. Fue un reconocido jinete y es el responsable de que en los Emiratos se celebren distintos acontecimientos deportivos de repercusión internacional. Es también un fanático del fútbol.

A Roman Abramovich, que así se llama nuestro protagonista de las estepas, no se le conocía relación alguna con el mundo del deporte. Lo que sí se le presupone, como a todo nuevo rico procedente del Este, es fascinación por el glamour de Occidente. Pedro I fundó San Petersburgo para sacar a los rusos del oscurantismo y acercarlos a Europa. Desde entonces esa es la obsesión de la élite eslava. A Abramovich no le hechizaba el fútbol, pero le embrujaba Londres. Y cuenta la leyenda que sobrevolando el Támesis durante una tarde primaveral sus ojos se fijaron en un estadio de fútbol.

En 2008 Sheikh Mansour compraba el Manchester City por 210 millones de libras. La historia del club ‘citizen’ cambiaría para siempre. En apenas una década ha sumado más del doble de ligas que en los 125 años anteriores.

En 2003 Roman Abramovich compraba el Chelsea FC por 198 millones de libras. La historia de los ‘blues’ cambiaría para siempre. En cerca de dos décadas ha sumado cinco ligas mientras que en el siglo anterior sólo había sumado un entorchado. Sumó además una Copa de Europa en 2012, logrando convertir a Londres en una ciudad capital en el entramado futbolístico algo que ni París, ni Roma ni Berlín han conseguido alcanzar.

2011/12: Drogba termina con la espera del Chelsea | UEFA Champions League |  UEFA.com
Chelsea 2012

En el momento de escribir estas líneas estamos a apenas unos días de la disputa de la tercera final inglesa en la historia de la Copa de Europa tras las de 2008 (Manchester United vs Chelsea FC) y 2019 (Liverpool FC vs Tottenham). Si gana el City sería el sexto club inglés tras Liverpool FC, Manchester United, Nottingham Forest, Aston Villa y Chelsea FC en coronarse como rey de Europa. Además, en el caso de salir perdedor, el City se sumará a Leeds United, Arsenal FC y Tottenham como clubes ingleses que han jugado una final de Copa de Europa. Más aún. El City y estos tres perdedores cuentan con algún título europeo (UEFA o Recopa) al igual que West Ham, Everton e Ipswich Town. En total son 12 conjuntos anglosajones con réditos europeos. Ninguna otra liga puede compararse con los éxitos de la inglesa, en un claro contraste con los continuos fracasos de su selección que, a pesar de haber ganado el Mundial en el que ejerció de anfitrión, acumula malos resultados cada vez que hay un torneo de selecciones.

El Manchester City ha sido siempre el patito feo de la ciudad. Nació como club de los trabajadores de una acería, su campo de juego estaba al lado de un vertedero y varios de sus fundadores fueron detenidos por estafa. Aun así fueron el primer equipo de la ciudad en ganar un título. El United lo solucionó fichando por una cifra récord a Billy Meredith, capitán del City y el mejor jugador inglés del momento.

Los inicios del Chelsea FC son aún más humildes. Que no es lo mismo que pobres. Los hermanos Mears compraron un terreno al oeste de Londres, en el barrio de Fulham. Era, y es, una zona bien de la capital y allí edificaron un estadio llamado Stamford Bridge, que era como se llama el puente que cruza el Támesis en el barrio de Fulham. Su idea era que el Fulham FC pasase a ocupar el nuevo estadio pero, ante su negativa, a los hermanos Mears no les quedó más remedio que fundar un club para amortizar su inversión. El Chelsea FC nació en un barrio rico pero se mantuvo como paria del fútbol londinense hasta que medio siglo después, en 1955, se alzó con el título de liga.

Manchester City y Chelsea FC son unos yuppies del fútbol. Cuentan con dinero, visten a la moda, están en la vanguardia tecnológica y tienen una marcada tendencia a valorar en exceso lo material. A pesar de que como buenos conjuntos ingleses tienen una larga historia a sus espaldas y que incluso contaron con una edad dorada de éxitos -curiosamente compartida a finales de los 60 e inicios de los 70-, estos nuevos yuppies son vistos por los demás como arrogantes e inmerecidamente ricos. Si Madrid, Bayern o United son asquerosamente ricos gracias a los designios del balón, el City o el Chelsea FC lo son con una falta total de escrúpulos.

Para aquellos que tenemos mucho fútbol acumulado a nuestras espaldas, ni la hipotética primera corona del City o la segunda del Chelsea FC cambiarán esta perfección de yuppies. Sólo el paso del tiempo y la aceptación de los que hoy son adolescentes colocarán a estas dos escuadras inglesas en lo alto del altar social que con ahínco persiguen.

El Chelsea FC está a punto de lograrlo. Partía de una base más sencilla. En Londres los equipos de fútbol se acumulan, pero los éxitos escasean. Los ‘blues’ sólo tienen la competencia del Arsenal FC y bocado a bocado se están comiendo a los ‘gunners’. El Chelsea FC partía de un suelo más alto que el del City porque en los 90 había reunido a un grupo apañado que había logrado asentarse en los puestos de privilegio de la Premier además de lograr una Recopa de Europa.

Para el City es mucho más complicado. Aunque consiga ganar la Copa de Europa seguirá siendo el segundo equipo de Manchester. Es visto como un impostor. Abandonó Maine Road para instalarse en el Etihad, un estadio situado en el extrarradio de Manchester rodeado de zonas comerciales. El United (al igual que el Chelsea FC en Londres) ocupa una coqueta e histórica parcela al lado del río y en el corazón de la ciudad.

Será el dinero y el paso del tiempo los que dictaminarán que la masa social del City crezca lo suficiente para volverse irreversible. Sólo así sabremos si el City se instalará para siempre en el Olimpo del fútbol o bien quedará en el recuerdo de los hoy jóvenes y mañana ancianos aficionados, irrumpiendo en el lugar que hoy ocupan Stade de Reims, Nottingham Forest, Parma o el Borussia Mönchengladbach, por citar varios ejemplos.

“El banco de inversión Goldman Sachs publicó un informe de 60 páginas en mayo de 2018 pronosticando que Brasil ganaría el Mundial venciendo a Alemania en el camino. No fue un ejercicio frívolo (…) analistas de riesgos y otras eminencias llegaron a la conclusión tras un minucioso examen de factores (…) Por si alguien no se enteró, Brasil cayó humillado por 7-1 ante Alemania. Los individuos más listos del mundo hacen el tonto cuando intentan comprender el fútbol (…) En un día, probablemente lejano, quizá se hará la revolución y aquellos que hoy se forran y a la vez se ríen de los demás mortales desfilaran cabizbajos mientras las multitudes les lanzan tomates podridos, pero mientras tanto tenemos el fútbol como refugio. Sí, por supuesto, el fútbol tiene sus putos amos, pero durante los 90 minutos que dura un partido la vida se vuelve imprevisible. El fútbol se escapa de los Goldman Sachs y de los Abramovich. Un consuelo mientras esperamos que llegue la revolución”. John Carlin en ‘El córner inglés’.

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