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La mandíbula alargada de Robert Prosinecki

Desde que Eden Hazard firmó un suculento contrato con el Real Madrid en el verano de 2019, el conjunto blanco ha disputado 96 partidos oficiales de los cuales el mediapunta belga apenas ha sumado 36 (la mayoría como suplente). Los motivos son los siguientes. Rotura muscular en el muslo izquierdo, fractura del tobillo derecho, fisura en el peroné, traumatismos varios, problemas musculares desconocidos y hasta coronavirus. Sin olvidarnos de unos supuestos kilos de más. La clase de Hazard es incuestionable e igual da un puñetazo en la mesa en el próximo partido, pero cada día que pasa su caso recuerda más a Kaká. Ya saben, un fichaje excepcional que con el tiempo se volvió cochambroso por culpa del pubis y del menisco. Como decía, a Hazard se le está poniendo cara de Kaká. El problema para él, y para el madridismo, es que la cosa vaya a peor y acabe poniéndosele cara de Robert Prosinecki. 

En el verano de 2006, coincidiendo con la celebración del Mundial de fútbol, la firma francesa de coches Renault lanzaba una campaña de anuncios en televisión. Era un ‘spot’ cuanto menos curioso. No había vehículo. Renault lanzaba un nuevo modelo de ‘Kangoo’, típica furgoneta pequeña, combi, habitual de autónomos y pequeñas empresas. Pero de coche en pantalla nada de nada. La idea del anuncio era fidelizar al cliente diciéndole que, por descabellada que fuese su nueva empresa, Renault siempre le apoyaría. Para ello contrataron como empresario ficticio a Robert Prosinecki. El ex futbolista croata era el dueño de una empresa de muñecos infantiles. Estos tenían la particularidad de que se iban de fiesta, se lesionaban, se tiraban muertos de cansancio sobre el césped y tenían su propio jacuzzi (rodeado de Barbies).

El muñeco en cuestión era conocido como ‘Prosikito’. Se trataba del alter ego de Robert Prosinecki.

Que una persona sea capaz de reírse de sí misma siempre es digno de elogio. Pero aquello fue el súmmum.

Robert Prosinecki era el unicornio blanco. Un futbolista elegante, recio, con una planta espectacular y una depurada técnica. A los 18 años fue elegido el mejor jugador del Mundial sub-20 en el que lideró a una generación yugoslava irrepetible. A los 20 fue escogido el mejor jugador sub-21 de Europa. Con 21 primaveras ya era campeón de Europa con el Estrella Roja y fue elegido el quinto mejor jugador del mundo antes de firmar por una cantidad indecente de dinero por el Real Madrid.

Y ahí se acabó todo.

Como muchos antes y muchos después, Prosinecki fue descartado por el club de sus amores. Hubo de dejar el Dinamo de Zagreb para probar fortuna en el Estrella Roja, en la rival y vecina capital de Serbia. Por entonces el Estrella Roja estaba formando un conjunto imponente con chavales que antes eran yugoslavos y después fueron serbios (Savicevic, Jugovic o Mihajlovic) pero en el que el jefe en la sala de máquinas era Prosinecki, un croata que ya había fascinado en el citado Mundial sub-20 junto a otros compatriotas como Suker o Boban.

Liderados por Prosinecki, acumularon cuatro campeonatos ligueros consecutivos antes de ganar la Copa de Europa de 1991 derrotando al proyecto millonario del Olympique de Marsella. Lo hicieron tras eliminar al Dinamo de Dresde, al Glasgow Rangers y, esencialmente, al FC Bayern en una épica semifinal.

Prosinecki, el paquete rubio- Odio Eterno Al Fútbol Moderno
‘Prosikito’, Rey de Europa

Cuatro de aquellos campeones fueron elegidos entre los diez primeros en la clasificación del Balón de Oro de aquel año. Belodedici (8º), un aseado defensa que acabaría firmando por el Valencia, Pancev (3º), un goleador que no pudo mantener en el Calcio los registros que atesoraba, y, con más relieve, Dejan Savicevic (2º) y Robert Prosinecki (5º), con diferencia los jugadores con más talento de esa generación.

Estos dos últimos contaban con los mismos pretendientes; Real Madrid y AC Milan. Los merengues acababan de perder la hegemonía en España frente al Barça de Cruyff. Ante la evidente cuesta debajo de Hugo Sánchez, el Madrid buscaba un acompañante para Butragueño. La opción obvia era Savicevic, que si bien no era un goleador, era tan buen facilitador como rematador. Mientras, el AC Milan, que contaba con Van Basten aún sano, se inclinaba más por fichar a un creador de juego como Prosinecki para reforzar su centro del campo.

La disyuntiva, sin embargo, se resolvió en la citada semifinal ante el FC Bayern. En el encuentro de ida disputado en Múnich, Robert Prosinecki bailó a los bávaros con un recital de dirección y clase que ya había demostrado en anteriores ocasiones, pero nunca antes en un escenario tan majestuoso. Ramón Mendoza, presidente del Real Madrid, presenció el encuentro desde las gradas y lo tuvo claro. Su idea era firmar a Savicevic, pero cambió de caballo a mitad de carrera. Quizás Savicevic tenía más instinto asesino que Prosinecki, pero la clase del croata era inigualable. El Madrid iría a por Prosinecki.

Pero Silvio Berlusconi también había visto el partido desde el salón de su casa. El AC Milan también iría a por Prosinecki.

Los lombardos eran por entonces el equipo en boga. Habían hecho doblete en la Copa de Europa (1989 y 1990), contaban con Arrigo Sacchi, el entrenador del momento, y con una pléyade de estrellas lideradas por Maldini, Baresi, Gullit y Van Basten, seguramente cuatro de los diez mejores futbolistas del momento. Así que cuando a Prosinecki se le acercaron los mandatarios ‘rossoneros’ lo tuvo claro. Ficharía por el AC Milan.

Según se supo después, el croata se trasladó a Italia en secreto para pasar un reconocimiento médico. El acuerdo entre el Estrella Roja y el AC Milan aún estaba muy verde. Entonces los futbolistas de los países comunistas necesitaban el visto bueno de su gobierno para salir del país. Aunque con el paso del tiempo se fue ablandando la normativa permitiendo que cada vez se pudiese dejar el país a edad más temprana, que un joven de 21 años lo hiciese resultaba por entonces inconcebible.

Mientras la burocracia hacia su papel, Prosinecki llega a Milán. Y allí se revela la verdad. Tiene la mandíbula alargada y los incisivos salidos (podría pasar por Borbón) y prácticamente todos sus dientes cuentan con una muesca de caries. Los galenos italianos lo tienen claro; es candidato a continuos problemas musculares y de espalda. Se reúnen con Berlusconi y dan su veredicto. Fichar a Prosinecki es fichar a un futbolista propenso a las lesiones.

El fichaje se cancela.

Todo esto sucede sin que el Madrid lo sepa, por lo que Mendoza sigue con su propósito de firmar al croata. Antes de ser presidente blanco, Mendoza se había convertido en uno de los empresarios más influyentes de España y en uno de los pocos con excelentes relaciones más allá del Telón de Acero. Mendoza tiró de contactos y don de gentes, se aprovechó de que Yugoslavia estaba a punto de estallar en mil pedazos, y firma un acuerdo que oscila entre los 1.000 millones y los 1.500 millones de pesetas, según diversas fuentes. O lo que es lo mismo, tras un arduo tira y afloja, el Madrid tuvo que pagar entre 7 y 10 millones de euros. En 2021 equivaldría a más de 100 kilos.

Sólo tiene que convencer al jugador, pero es pan comido. Prosinecki está loco por la música. Todo lo ocurrido en Milán se mantiene en estricto secreto.

Es el fichaje del año. Pero saldrá rana.

Robert Prosinecki es presentado en el Bernabéu en el verano de 1991. No hay fichaje de mayor relumbrón en todo el planeta fútbol. Es el hombre que tiene que acabar con el nuevo Barça de Cruyff. El futbolista que tiene que devolver la exquisitez técnica al Bernabéu. La estrella que debe darle a la Quinta del Buitre su última oportunidad de ganar la Copa de Europa. Aquel rubio de pelo ensortijado, mirada perdida y mandíbula alargada tiró de guión y dijo sentirse radiante “por firmar por el club más grande del mundo”. El Real Madrid acababa de contratar al jugador que se suponía que iba a dominar el fútbol europeo y mundial en la década de 1990.

Únicamente jugó tres partidos en su primera temporada. 1991/92.

En total fueron tres campañas, y fue la última la mejor de todas ellas, donde las lesiones aún le permitieron disputar 23 partidos y anotar 6 goles. Fueron años negros para los blancos. Quizás, si aquellas ligas perdidas en el último partido ante el Tenerife hubiesen sido distintas, ni Cruyff sería el Mesías en Barcelona ni Hagi y Prosinecki (curiosamente los dos acabarían en el Barça) hubiesen salido del Madrid por la puerta de atrás. Quién sabe.

Pero la realidad es que la huella que dejó Prosinecki en Madrid y en la Liga española es la de una serie de motes que harían las delicias en la era del Whatsapp y el Tik tok. El más utilizado era ‘Lesionecki’, pero el que tenía más arte era ‘Marlboro, el paquete rubio más caro’. Y es que el rubio mediapunta croata era un fumador empedernido, y, porque no decirlo, no hacía afán alguno por ocultarlo. Fumaba un par de cajetillas al día y cuentan que en sus años de declive se fumaba un pitillo en el descanso ante el asombro y el beneplácito de sus compañeros.

Conviene ponerse las gafas de la historia y ver las cosas con perspectiva. Es cierto que desde finales de los 80 empezaron a profesionalizarse los entrenamientos y las comidas, pero aún entonces era bastante habitual ver a un futbolista fumando. Lo de beber, aún sigue sucediendo, pero a escondidas. Antes, era la normalidad. “La cerveza viene bien después del entrenamiento porque repones líquidos”, era una coletilla habitual de la época. “El 50% de los futbolistas fuman, pero no lo reconocen. A mí me relaja y nadie vive 100 años. Porque deje de fumar no voy a correr más. Mira a Romario en qué forma está. ¿Es que él no sale por las noches?”, comentaba el bueno de Prosinecki en una entrevista en su última temporada vestido de blanco.

Lo curioso es que aunque fue apodado ‘Marlboro’, Prosinecki era un despiadado fumador de ‘Chester’.

Prosinecki - La Galerna
‘Lesionecki’

Prosinecki acumuló en su primera temporada hasta cinco lesiones musculares diferentes en nueve meses. Un récord que hasta el bueno de Hazard está lejos de igualar. Tras una de esas roturas, allá por el mes de enero, los servicios médicos del Madrid decidieron someter a Prosinecki a una intervención quirúrgica, y ¡voilà!, fue entonces cuando descubrieron aquello por lo que los galenos del AC Milan descartaron el fichaje. Tenía la boca llena de caries y una grave periodontitis. Lo enviaron de inmediato a un dentista.

Pero tampoco es que los médicos blancos fuesen unos incompetentes. Cuando Prosinecki llegó a Madrid sí que descubrieron que tenía las piernas hechas un cromo. Una colección de golpes y pinchazos. Pocos jugadores habían recibido tantos porrazos como él. Sus extremidades inferiores se asemejaban a los de un futbolista próximo a la retirada y no a uno que aún estaba empezando a forjar su carrera.

Se descubrió que el Estrella Roja llevaba un par de años explotando a Prosinecki. Jugaba partido si y partido también infiltrado. Tenía no sólo destrozados los cuádriceps o los tobillos, también se descubrieron infiltraciones en la rodilla. Aquella Europa del Este buscaba reconocimiento internacional destrozando a sus estrellas. Al acabar la temporada 1992/93, a los 24 años de edad, Robert Prosinecki acumulaba un total de dos decenas de lesiones musculares. Nunca pasó por el quirófano hasta llegar a España. En Yugoslavia acumuló infiltración tras infiltración.

Pero aun había un problema a mayores. El psicológico. Prosinecki llegó a Madrid mientras que muchos de sus familiares y de sus amigos sobrevivían a la guerra que estaba destrozando Yugoslavia. Como otros jugadores de la época, pasó por un torbellino de emociones. Mientras él lidiaba con una nueva vida acomodada, muchos de sus conocidos pasaban hambre o luchaban en el campo de batalla.

Y aunque psicológicamente estaba tocado y físicamente destrozado, de puertas para fuera Prosinecki era la alegría personificada. Quienes lo conocen dicen que era simpatiquísimo y que siempre tenía una palabra agradable o una sonrisa para cualquiera que se acercase a él. Podía echar horas en la cafetería de la ciudad deportiva del Real Madrid hablando con aficionados o con periodistas, mientras invitaba a cerveza y fumaba unos cuantos cigarros. Solo pedía una cosa. Que nadie le hiciese fotos.

El caso es que, tras tres temporadas catastróficas, el Madrid empaqueta el paquete de Marlboro y lo envía a Oviedo. El conjunto carballón estaba dirigido por el serbio Radomir Antic, que le obliga a cambiar de hábitos alimenticios a cambio de darle manga ancha con el tabaco y permitirle un par de noches locas al mes. Y Prosinecki se sale. Hace una temporada tremenda y lleva a los asturianos a la parte alta de la clasificación, incluyendo una victoria en casa ante el Madrid en la que Prosinecki da un recital.

Fue tan buena la conexión que, cuando al año siguiente Antic firme como entrenador del Atlético, intentará llevarse con él al croata. Pero en estas pasa por el medio Cruyff y Prosinecki decide fichar por el Barça, que lo compra por un tercio de lo que el Madrid había pagado por él. “Si hubiera ido al Atlético, no hubiesen ganado el doblete. Resultó mejor para Antic que fuera Milinko Pantic y yo me marchara al Barcelona”, recordaba años después rememorando el fichaje frustrado y la victoria de los colchoneros en la Liga y la Copa de la temporada 1995/96.

El rubio contaba ya con 26 años y en el Barça iba a demostrar porque era el centrocampista con más talento de Europa. Tenía un regate en el que amagaba un tiro, hacía una finta y la pisaba. Siempre volvía loco al defensa. Sabías que venía, sabías que lo haría, pero era imparable. Y así fue durante 19 partidos… hasta que otra vez las lesiones dijeron basta. Fueron dos campañas en Can Barça y el resultado fue igual de catastrófico que en Madrid, tanto en lo personal como en lo colectivo. Y ya no volverá a resurgir. Tras un breve paso por Sevilla, vuelve a Croacia para jugar en el Dinamo de Zagreb. Tiene 28 años y está acabado. Alargará su carrera hasta los 35 jugando en ligas menores que le permitirán demostrar su increíble capacidad técnica escondiendo sus carencias físicas.

En 11 de sus 18 temporadas como profesional jugó menos de 30 partidos, contando encuentros ligueros, coperos y europeos. Y aun así, como la fortuna suele ser caprichosa, durante unas cuantas semanas del verano de 1998 Robert Prosinecki dio un clase magistral de como dirigir y organizar en equipo de fútbol.

En el Mundial de 1998 Robert Prosinecki fue el encargado de manejar la sala de máquinas de la selección croata. Visiblemente pasado de peso y olvidado en el Dinamo de Zagreb, el seleccionador dálmata lo llamó para la causa en la que fue la primera participación en un Mundial del recién creado país. Prosinecki marcó un par de goles (es el único jugador de la historia que ha marcado con dos selecciones – Yugoslavia en 1990 y Croacia en 1998- en un Mundial), pero sobretodo mostró como de clase iba sobrado.

Fue el coletazo final del arquetipo de futbolista bajo la exclamación de lo que pudo haber sido. Hoy Prosinecki es un entrenador obeso de escaso éxito que se ríe de sí mismo y que es igual de venerado como de querido en su Croacia natal.

Prosinecki: "Fumaba cuando era futbolista, si un jugador mío fuma... ¿qué  le voy a decir?" | MARCA Claro México
Antes (d) y después (i)

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