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Cuando en Inglaterra estaba prohibido el fútbol femenino

Dado que el fútbol fue parido en Gran Bretaña es más que lógico que fuese en Inglaterra donde las mujeres diesen las primeras patadas al balón. Si bien es cierto que el deporte, primero en su vertiente amateur y más adelante en la profesional, fue concebido sin ningún tipo de connotación sexual, se daba por lógico que era una práctica pensada para los hombres. Mas eso no fue impedimento para que las mujeres jugasen al fútbol.

Y de hecho lo hicieron sin dilación desde mediados del siglo XIX. Hay constancia de decenas de partidos por toda Inglaterra y en tan temprana fecha como 1890 hay registros de encuentros en los que se superaban los 10.000 espectadores, cifras que rivalizan con las acometidas por los hombres en aquel momento. Por supuesto, y tal y como ocurre en el presente, había firmes detractores de la presencia de la mujer en un campo de fútbol y presagiaban que era una moda pasajera que no duraría mucho en el tiempo.

Y sin embargo en 1921 la Football Asociation (FA) tomo la decisión salomónica de prohibir el fútbol femenino en Inglaterra. La medida estuvo en vigor durante medio siglo hasta que fue abolida en 1971. ¿Por qué?

El cambio de paradigma tuvo lugar en 1914. En ese momento las mujeres inglesas lideradas por Emmeline Pankhurst están en el momento álgido en la lucha por el sufragio femenino. Pero a pesar de sus loables intentos estaban muy lejos de conseguir sus objetivos. Muchas de ellas eran tildadas de lesbianas, otras tantas fueron reprobadas por sus padres o maridos y unas cuantas de ellas jugaban al fútbol con asiduidad. Una mujer estaba diseñada para tener hijos y recibir un golpe en una manifestación o un balonazo durante un partido podría dejarlas tocadas por perpetuidad. El ‘British Medical Journal’ sentenciaba que “de ninguna manera podemos aprobar la exposición imprudente a la violencia de los órganos femeninos, que en la experiencia común ha llevado a las mujeres a protegerse de cualquier forma”.

Pero en agosto de 1914 la I Guerra Mundial detonó y el mundo cambió.

Con cientos de miles de hombres yendo a los campos de batalla las mujeres ocuparon sus lugares en las fábricas. De pronto, las mujeres pasaron de la cocina a la oficina y de sonreír detrás de un mostrador a ensamblar las piezas que componen un obús. Pero al mismo tiempo que las mujeres se convirtieron en las máquinas que hacían funcionar a la industria bélica, también se convirtieron en las máquinas que hacían funcionar a la industria del ocio. Aquellos chicos que se fueron a morir a los campos de Francia no volverían a jugar al fútbol. Y alguien tendría que hacerlo.

La I Guerra Mundial tuvo el imprevisto efecto de empoderar a las mujeres inglesas. Al igual que se incorporaron a las cadenas de montaje y empezaron a llevar a cabo trabajos que se consideraban ´peligrosos´ para el sexo débil, no tardaron en formar equipos de fútbol y jugar entre ellas en los descansos del trabajo.

De repente las fábricas comenzaron a organizarse y a fundar sus propios clubes de fútbol, los cuales rápidamente formaron un sucedáneo de liga. El más destacado era el Kerr’s Ladies FC, de la fábrica de municiones del mismo nombre situado en Preston, una de esas ciudades que fueron motor de la Revolución Industrial y que por entonces era uno de los lugares más respetados en el mundillo futbolístico. El Kerr’s Ladies FC ganó poco a poco cientos de seguidores, especialmente cada vez que se enfrentaba a un equipo masculino y lo derrotaba.

Su estrella era Lily Parr, una brava y enérgica delantera con gran toque de balón. Se trataba de una chica que empezó a jugar y a trabajar con apenas 14 años y que se estima que anotó más de 1.000 goles en 30 años de carrera. Se dice que un guardameta le dijo que una mujer sería incapaz de meterle un gol desde lejos. Parr aceptó el reto a lo Oliver y Benji, disparó y metió un gol con tal potencia que acabó partiendo el brazo del pobre hombre en su intento de atajar el balón. Obviamente es una leyenda, pero contribuyó al mito de Parr y a empoderar la lucha de aquellas mujeres futbolistas.

El Kerr’s Ladies FC gozó del favor de los dirigentes más retrógrados porque durante los cuatro años que duró la I Guerra Mundial donó el dinero recaudado en todos sus partidos a beneficio de las víctimas de la contienda. Disputaron encuentros por toda Gran Bretaña y lograron juntar hasta 600 libras en un partido, que en los parámetros actuales se situarían en torno al millón de euros.

Poco después del fin de las hostilidades, en marzo de 1919, el Kerr’s Ladies FC jugó un encuentro ante un combinado francés que reunió a 35.000 espectadores. Al año siguiente inició una gira por toda Europa para recaudar dinero para los soldados mutilados. En 1920 el Kerr’ Ladies FC congregó a 53.000 espectadores en el Goodison Park de Liverpool ante el Saint Helen’s Ladies. Las chicas de la fábrica de Kerr disputaron 67 partidos en doce meses y se vieron forzadas a rechazar más de 120 invitaciones. Era 1920, y por entonces había más de 150 equipos femeninos federados en Inglaterra.

El fútbol femenino estaba en su apogeo, pero de repente todo iba a volver a cambiar. Las mujeres habían conseguido ya el derecho al voto, pero la sociedad aún no estaba preparada para un cambio tan brusco. Los hombres que consiguieron volver del infierno pretendían regresar a sus vidas de 1914. Esperaban retornar a sus trabajos y que las mujeres volviesen a sus quehaceres domésticos. Aquellos hombres habían dado los mejores años de su vida y no estaban dispuestos a perder lo que según ellos habían defendido en las trincheras francesas.

De un día para otro se consideró a las mujeres como incapacitadas para jugar al fútbol. Los médicos (y las médicas) volvieron a alertar de los peligros del fútbol para las mujeres, de como un golpe en el lugar inadecuado podía incapacitar a una mujer para tener hijos. Los expertos alertaban de la pérdida de población de la nación y de cómo la mujer tenía que dotar de vástagos al país para recuperar sus cifras de natalidad. La doctora y tenista Eustace Miles llegó a afirmar: “Las patadas son un movimiento brusco para las mujeres y la presión es severa. La complexión física de una mujer tiende a ser más redonda que la del hombre, pero el fútbol obliga a movimientos menos redondos y más angulares”.

La campaña fue cruenta hasta que el 5 de diciembre de 1921 la FA ordenó a los clubes pertenecientes a la asociación que no permitieran el uso de los recintos para los partidos entre mujeres. Así pues, las féminas no podrían usar ningún estadio profesional bajo las excusas ya conocidas sobre los peligros físicos. Pero había otro motivo velado. Se acusaba a las mujeres de ser incapaces de ver el beneficio económico del fútbol, ya que únicamente sabían recaudar sumas de dinero con fines benéficos.

Aun así las mujeres podrían seguir jugando con tal de que encontrasen un rectángulo habilitado para la práctica del fútbol. Pero la FA fue más lejos todavía. Prohibió que un colegiado o juez de línea federado pudiese arbitrar en un partido de fútbol femenino. Las mujeres protestaron, evidentemente, pero ni era el momento ni el lugar. Ningún partido político, sindicato o medio de comunicación consideró de relevancia sus protestas. “El órgano controlador de la FA lleva cientos de años de retraso y sus acciones son simples prejuicios de género. Ninguna de nosotras ha sufrido ningún efecto dañino debido a la práctica del fútbol”, declaraba la capitana del Plymouth Ladies, en una de las escasas entrevistas a las que las mujeres obtuvieron acceso.

La gran mayoría de clubes femeninos desaparecieron de un día para otro. El Kerr’s Ladies FC fue el único que aguantó con la nueva denominación Preston Ladies FC. Jugaron numerosos partidos en Canadá y Estados Unidos, muchos de ellos arbitrados por Tom Finney, internacional inglés nacido en Preston y que siempre apoyó la causa. El equipo se disolvió en 1965 en medio de enormes medidas de presión de la FA, la cual consiguió cancelar muchos de sus encuentros.

Hubo que esperar a 1969 para que en Inglaterra se formara la Asociación Femenina de Fútbol aprovechando el éxito de los chicos en el Mundial celebrado tres años antes. Y en 1971 la FA permitió medio siglo después que las mujeres pudiesen jugar en los estadios de los equipos profesionales.

Habría que esperar aún un poco más, hasta 1984, para que se celebrase la primera Eurocopa femenina, a 1991 para el primer Mundial femenino y a 2002, ayer como quien dice, para el primer torneo europeo de clubes femenino.

Y aún así, no hay equipo femenino que aglutine 30 o 40.000 espectadores en cada encuentro como hacían las Kerr’s Ladies FC a inicios de 1920.


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