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Leña al moro

Los 1.500 metros conforman junto a los 100 metros lisos y el maratón la santísima trinidad del atletismo. Durante poco más de tres minutos y medio (cuatro en el caso de las mujeres) se recorre kilómetro y medio en una combinación casi perfecta entre resistencia y velocidad. En España es una prueba fetiche desde que en la década de los 80 del siglo pasado José Luís González y José Manuel Abascal se acostumbraran a ganar medallas en competiciones internacionales. Al llegar los 90 el boom de los 1.500 llegaría a su cénit con Fermín Cacho y, en menor medida, con Reyes Estévez.

Cuando en 1997 tiene lugar el Mundial de Atletismo en Atenas, la delegación española tiene en el maratón y en los 1.500 sus mayores esperanzas para lograr la victoria. En la prueba de los 42 kilómetros y 195 metros Abel Antón conseguirá la medalla de oro y Martín Fiz la de plata. Para los 1.500 el problema para Fermín Cacho es Hicham El Guerrouj.

Hicham El Guerrouj, marroquí de 23 años, era en esos momentos la estrella de los 1.500. Al año siguiente batiría el récord del mundo con una marca perfecta de 3:26.00, pero aún entonces le faltaba asaltar un gran campeonato. En los Juegos Olímpicos de Atlanta era uno de los favoritos, pero un inoportuno tropezón a mitad de carrera lo dejó fuera de la lucha por las medallas.

Por su parte Fermín Cacho, de 28 años, había sido plata en los citados Juegos y el héroe español en los de 1992 de Barcelona al conseguir el oro en una carrera memorable. Por experiencia y frialdad debía lograr el oro mundial para añadir a un palmarés en el que ya tenía el olímpico y el europeo.

El tercero en discordia era Nouredinne Morceli. Argelino, de 27 años, era el vigente campeón olímpico y llevaba tres títulos mundiales consecutivos. Era el favorito por status, pero esa temporada ya había dado muestra de un acusado declive.

Y el tapado y gran promesa era Reyes Estévez. Con 21 años recién cumplidos había deslumbrado en categoría juvenil y estaba considerado el sucesor de Fermín Cacho. Aunque se confiaba en que alcanzase su cénit para el Mundial que se tendría que celebrar en Sevilla un par de años más tarde, para gran parte de la prensa especializada era el gran secreto de aquel Mundial de Atenas.

La carrera se iba a celebrar el miércoles 6 de agosto de 1997 en horario de máxima audiencia televisiva. Era verano, aún no había comenzado la Liga de fútbol, y el diario ‘Marca’, el más leído en España, decide ocupar toda su portada con Cacho y Estévez al pie de la Acrópolis ateniense mientras se abrazan y sonríen haciendo el símbolo de la victoria.

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Toma ya.

Moro. Leña al moro.

Hoy subnormal, maricón, moro, negro, zorra y expresiones similares están siendo relegadas a la privacidad de las reuniones de amigos y a la intimidad de los grupos de whatsapps. Hace 25 años aún era políticamente correcto decir ciertas expresiones. A decir verdad poca gente se escandalizó. Hubo un artículo bastante comentado de Hermann Tertsch en ‘El País’ y poco más. Después la risa, el chascarrillo y el silencio.

En aquel artículo Tertsch afirmaba que “el deporte siempre ha sido utilizado para aunar voluntades y exaltar identidades. Es comprensible y hasta legítima esa emoción. Lo que no parece legítimo y es zafio, grotesco y peligroso es instigar a despreciar y a odiar al contrario. Y son intolerables los llamamientos que implican violencia aunque sea en forma de metáforas de supuesto ingenio como ‘Leña al moro’ (…) Los autores de este disparate deben haberse sentido inmensamente ingeniosos. El entusiasmo ante semejante hallazgo para arengar a la clientela patria no les habrá dejado ver que es un titular perfectamente asumible por cualquier revista neonazi prohibida por agitación e incitación al odio racial”.

Tertsch (de padre austríaco y madre española) era entonces subdirector de ‘El País’ tras una guerrillera juventud en las filas del Partido Comunista. Hoy es eurodiputado por Vox y colaborador habitual en ‘Esradio’ y ‘13 televisión’.

Curioso.

Si optamos por ser académicos, es de justicia aclarar que no hay negatividad por llamar a alguien moro. Puede o no puede tener connotaciones peyorativas. Moro es todo habitante del norte de África. Lo que se conoce como Magreb, y que comprende entre otros a marroquís y argelinos. El nombre viene de la Antigüedad, pues moros fueron llamados por los romanos los habitantes de Mauritania. Y moros también eran calificados los pobladores de España en la época de Al-Andalus.

Aunque como San Jorge y el dragón o San Miguel y el diablo Santiago se dedicaba en el medievo a matar moros, el término peyorativo data de los estudios etnográficos del siglo XIX, cuando moro pasa a ser sinónimo de tez negra y de raza inferior. Es entonces cuando desde España, y desde otros países, el vocablo moro pasa a usarse, en la inmensa mayoría de los casos, de forma despectiva.

Total, que allí nos pegamos a la tele para ver cómo se daba leña al moro. Y como suele pasar en estos casos, la bravuconada no surtió efecto.

Fue una carrera lenta como mandan los cánones de las grandes citas, hasta que a mitad de recorrido Reyes Estévez decidió ponerse en cabeza. Joven y de frondoso pelo, Estévez no se parecía en nada al alopécico atleta de años posteriores. Poco antes de llegar a la última vuelta, al paso por la curva, El Guerrouj decidió que ya estaba bien de ir andando y que tocaba correr un poco. El marroquí subió el ritmo y empezaron a acumularse los cadáveres.

Al sonar la campana para los últimos 400 metros El Guerrouj iba primero con un ritmo infernal, seguido de Morceli y Cacho por este orden, mientras que Estévez había caído a la quinta plaza. A través de ese estilo tan alegre y cautivador que lo hizo famoso, El Guerrouj fue poco a poco aumentando la distancia mientras que Cacho atacaba a Morceli por fuera para alcanzar el segundo puesto. La sorpresa tendría lugar escasos segundos más tarde cuando un desfondado Morceli era batido en la línea de meta por Estévez que se alzaba con la medalla de bronce.

Después de arrodillarse y besar el suelo como siempre hacía tras cada victoria, Hicham El Guerrouj se ponía la bandera marroquí como capa y daba la vuelta al estadio para celebrar su título mundial con una marca de 3:35.83.

Todos esperamos con ansía la portada de ‘Marca’ del día siguiente. Y si la de ‘Leña al moro’ había causado sensación, ésta tampoco iba a pasar desapercibida.

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‘Moro, plata, bronce’. Leña al moro 2.0.

Esta vez, y ya que no hubo victoria, el fútbol volvió a ocupar el espacio principal, pero en todo el ancho de página y ocupando las cinco columnas estaba ese ‘ingenioso’ juego de palabras que sustituía el vocablo oro por la palabra moro.

Hoy en día aquellas portadas forman parte del baúl de los desastres del periodismo español. O si queremos abrir el foco, del español. Sin más adjetivos. Esa era la España de los 90, ni mejor ni peor, profundamente distinta. Hoy es inaceptable, de aquella no lo era.

“Los moros, no es beber lo que les interesa, sino darse por culo. Está prohibido beber en su religión, por lo visto, pero darse por el culo no”. Louis-Ferdinand Céline, escritor francés considerado uno de los mejores novelistas del siglo XX.


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