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Cuando Corea del Norte era noticia por el fútbol

Corea del Norte. ¡Qué gran país! Tiene mucho mérito. Cada uno de nosotros sobrevive en uno de los 194 estados soberanos que nos gobiernan y Kim Jong-Un ha conseguido que en un mundo interconectado sus conciudadanos vivan aislados de todo y de todos. De un asombroso supino. Nunca antes un gobernante había conseguido semejante cerrazón. Chapeau! Ni fibra óptica, ni twitter, ni Facebook, ni whatsapp. A Corea del Norte no llega ni Dios, y que Dios me perdone.

La televisión muestra a Corea cerrada como una tortuga, argumentamos usando una metáfora, o cerrada como un acordeón, si gusta más. Hay que fiarse de la caja tonta, porque saber no lo vamos a saber. Quizás vayamos de vacaciones a Fiji, a Groenlandia o a Sebastopol, pero a Corea va a ser que no. Y es probable que si fuéramos nunca veríamos Corea. Quizás nunca existió. Para que las cosas existan son necesarias dos cosas, que el hombre las vea y les ponga nombre. Y pocos la han visto.

Históricamente Corea fue un centro cultural y artístico bajo protección o dependencia de China. Sin embargo, su aislamiento geográfico y social hizo que en el siglo XIX pasara a un segundo plano ante el pujante Japón, que en 1905 se anexionó la península coreana para su por entonces emergente imperio. Al acabar la II Guerra Mundial, el quersoneso es dividido en dos zonas por el famoso paralelo 38, al norte los soviéticos y al sur los norteamericanos. Tres años después los soviéticos declinan celebrar elecciones y todo llevará a una guerra que oficialmente no ha acabado, ya que nunca se ha firmado la paz, sólo un armisticio.

La República Popular Democrática de Corea es desde 1953 un Estado tenebroso, en el mismo significado de la palabra; está en las tinieblas no porqué sea un país atrasado, que también, sino porque no sabemos lo que ocurre allí dentro. Hay quien lo considera un Estado comunista. No se debe insultar a los ideales, acertados o no, del marxismo. Lo de Corea es una dictadura familiar y autárquica controlada por un Estado militar. El día más importante del año es el del nacimiento de Kim Il-Sung (presidente eterno y fundador del país). Apaga y vámonos.

—Mundial de Inglaterra—

En 1966 los Mundiales no olían a la fiesta global y mediática que son en la actualidad. Aún no había borrachera de selecciones y sólo eran 16 las escuadras elegidas. Fue el primer campeonato con recogepelotas, mascota y retransmisión vía satélite. Sólo había una plaza para equipos que no fueran europeos o americanos. Era una fiesta con limitaciones.

Azar, carambola, destino o suerte. Llámenlo como quieran. Los equipos africanos decidieron reiterarse en bloque al no estar de acuerdo con el reparto de plazas hecho por la FIFA. En la zona asiática, todavía virgen en cuanto a fútbol se refiere, se inscribieron únicamente cinco conjuntos. Israel, por razones religiosas, fue adscrito a un grupo europeo y Siria decidió retirarse por solidaridad con la delegación africana. Quedaban Corea del Sur, que renunció por falta de interés y Filipinas, rechazada por deudas con la FIFA. De este modo, el destino, el azar o la suerte, dejó a Corea del Norte el camino expedito para enfrentarse por una plaza para el campeonato con la oceánica Australia (con un todavía más nobel fútbol, sí que aún podía ser más nobel) a la que destrozó en dos partidos.

El milagro se ha producido. Los norcoreanos comparten grupo en Middelsbrough y Sunderland junto a la URSS, Italia y Chile. O lo que es lo mismo; el actual subcampeón europeo, el próximo campeón europeo y el actual tercer clasificado mundial. En el primer partido ocurrió lo que todos imaginaban. Los soviéticos vencieron por 3-0 sin excesivos inconvenientes. En el segundo, a falta de dos minutos para el final, se produjo un acontecimiento inesperado. Corea marcó, y Chile y los norcoreanos empataron a un tanto.

Para el último partido a Italia le bastaba empatar para clasificarse para cuartos de final mientras que Corea del Norte debía ganar y esperar que la URSS derrotase a Chile. La pregunta era cuantos goles iba a encajar el portero Lee Chan-uyung. Pues ninguno. Y tampoco tuvo excesivo trabajo. “Vergüenza nacional”, titularía la prensa italiana la mañana posterior.

Park Doo-ik, dentista de profesión y militar por obligación, ponía a Corea del Norte en el mapa del fútbol, mientras que humillaba a Italia y la sacaba del torneo (1-0). El gol podría haber sido suyo o de Lee-Chan… o de Ping Pong o de Jackie Chan, para los occidentales tanto da como da lo mismo. De hecho, los italianos hicieron correr el rumor de que los coreanos cambiaron a sus once jugadores al descanso y que como son todos iguales nadie se había dado cuenta. Pecado occidental. Pregúntenle a un coreano que distinga a once italianos. Le dirá que son todos iguales; de piel morena y engominados hasta las cejas.

En Italia recibieron a sus jugadores a tomatazos en el aeropuerto mientras los coreanos viajaban rumbo a Liverpool (previo cambio de fecha en los billetes de vuelta a Pyongyang que ya habían sido sacados dos semanas antes) a jugar los cuartos de final contra Portugal.

Al minuto de juego se adelantaron los asiáticos y a mediados de la primera parte goleaban por 3-0. Inexplicable. En ese mismo instante eran la sensación futbolística mundial y estaban a dos días de distancia de jugar las semifinales de un Mundial ante Inglaterra y en Wembley, la cuna del fútbol. El sueño duró 42 minutos. Exactamente el tiempo que necesitó Eusebio para marcar 4 goles y darle la vuelta al partido. Un tanto postrero de José Augusto dejó el marcador en el definitivo 5-3 para los lusos.

Corea del Norte tuvo otro paso mundialista en 2010, ya con 32 equipos en liza. Perdió dignamente con Brasil (2-1) y frente a Costa de Marfil (3-0), para caer con estrépito en el último encuentro ante Portugal (7-0).

Tal vez los misiles dejen de apuntar a Guam y se aproximen a Madeira. Igual tienen más motivos.


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