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¡No tinc por! también en el deporte

Según la enciclopedia Espasa, que para los niños del baby-boom es como la wikipedia para los millennials, el terrorismo es en un primer significado “una sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror” y en una segunda acepción es la “actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”.

El terrorismo se produce cuando desde fuera del sistema se quiere cambiar parte o la totalidad del sistema. Esto no tiene por qué producir rechazo. De hecho, hasta hace poco menos de un siglo, era una forma más de hacer política, al igual que lo era la guerra. Como bien argumentó von Clausewitz ésta no es más que una continuación de las relaciones políticas con otros medios. Para aquellos que no tenían la opción económica de formar un ejército quedaban los actos del terror. España ganó una Guerra de Independencia a base de terrorismo…y militares y armas inglesas.

Existen infinidad de hechos históricos que han nacido fuera de las leyes y de los que ahora nos vanagloriamos. Seguramente el más trascendental es el corte de la cabeza de Luis XVI. Un regicidio, una permuta social, un cambio de paradigma económico. Un puro acto terrorista. La perspectiva del acto, el paso del tiempo, o las consecuencias futuras, hacen que la varita de la historia le dé un carácter terrorista, un barniz de mal menor o sencillamente se legitime algo que no estaba legitimado. El tiempo, por ejemplo, ha considerado como algo permisivo el asesinato perpetrado por ETA de Carrero Blanco en 1973. Apenas dos años después, la muerte de, pongamos por caso Adolfo Suárez, se hubiese considerado el mayor atropello terrorista de la historia de España.

El problema, para los terroristas, es que desde hace medio siglo hemos decidido (y menos mal que lo hemos hecho) resolver todos los problemas dentro de la legalidad. Y cuando la legalidad no nos convence usamos un método, muchas veces naíf y edulcorado, basado en manifestaciones sociales y en cambiar las leyes para cambiar el sistema. Es un procedimiento imperfecto, pero deja las balas guardadas en el cajón del olvido. De este modo, hoy en día ningún grupo terrorista será aceptado socialmente aunque sus propósitos sean loables, que de todos modos no lo son, y mientras seguiremos con la palabra y la solidaridad, y otras muchas veces con velas, ositos de peluches, pos-it y alguna que otra ñoñería.

Lógicamente el deporte es lugar escogido por los terroristas para amplificar su acción violenta y llegar a más público con un doble objetivo; aumentar el terror y conseguir un altavoz de sus actos. Parafraseando a Clausewitz el deporte hoy es una continuación de las acciones políticas. La tan manida frase de no hay que mezclar deporte y política es una cruel paradoja. Es difícil separar ante semejante sobredimensión y mediatización del deporte. Para los neonatos en la materia cabe recordar que cuando los JJOO se pusieron en marcha en 1896 los atletas competían de forma individual y sin distinción de fronteras. Fue en 1932, en Los Ángeles, cuando se implementó el izado de bandera nacional, el himno, la ceremonia del pódium y de modo retrospectivo se calculó las medallas por países. Estados Unidos, inmersa en la Gran Depresión, diseñó todo con el beneplácito del COI para a través del deporte fomentar el orgullo nacional.

Fue durante una competición olímpica cuando tuvo lugar el atentado más recordado por la repercusión del evento, el impacto mediático y el número de víctimas. La muerte de once atletas israelís en un acto perpetrado por comando palestino llamado Septiembre Negro durante los JJOO de Múnich 1972 y que ya comentamos en este blog.

También en los JJOO, pero en este caso de 1996 celebrados en Atlanta, una bomba reivindicada por un grupo de extrema derecha estalló dentro del complejo olímpico dejando tras de sí un muerto y más de una decena de heridos.

Ha habido atentados genuinamente europeos, si entendemos por ello reclamaciones nacionales fruto de tensiones políticas dentro de los distintos estados europeos. El IRA, en castellano Ejercito Republicano Irlandés, atentó en Manchester durante el Mundial de Fútbol de 1966 ocasionando más de dos centenares de heridos al detonar un camión lleno de diferentes explosivos en el centro de la ciudad. En España, 17 personas resultaron heridas en el año 2002 al estallar cerca del Santiago Bernabéu un coche bomba puesto por un comando de ETA antes del inicio de un encuentro entre el Real Madrid y la Real Sociedad.

En otros lugares del mundo, hechos lejanos y anodinos para nosotros, son igual de dolorosos y aprensivos, aunque cambiemos el balón de fútbol por el bate de criquet. También en 2002 un ataque suicida contra la selección de críquet de Nueva Zelanda dejó 14 muertos en el hotel donde se hospedaba el conjunto oceánico. Igualmente jugadores de criquet eran, en este caso de Sri Lanka, las víctimas que fueron atacadas por un grupo armado izquierdista dejando siete fallecidos y seis heridos.

Muy mediático también fue la muerte de tres personas y cientos de heridos en la maratón de Boston de 2015. Dos jóvenes de origen checheno colocaron dos artefactos en la línea de meta. De mucha más suerte disfrutaron los miembros de la selección de fútbol de Togo, a los que rebeldes angoleños acribillaron a balazos cuando iban camino de disputar un partido de la Copa de África. Salieron ilesos de tal peripecia aunque abandonaron el campeonato negándose a jugar.

Son muestras, desgraciadamente pocas entre muchas, de cómo decisiones estúpidas pueden llenar de lágrimas y sangre el mayor proceso de entretenimiento, exaltación del cuerpo, la mente, la juventud y la modernidad. El deporte.

Y si a estúpido, necio y dolorido nos referimos, lo que todos tenemos en mente en estos días es un tipo de terrorismo terrorífico por su simplicidad, su desconocimiento y su barbarie; el yihadismo. Un caso muy conocido por todos es el del atentado perpetrado en 2015 durante un amistoso entre Francia y Alemania. Aquel día fallecieron 129 personas en París, aunque finalmente se evitó la masacre en Saint Denis. También se salvó Dortmund la temporada pasada cuando una bomba explosionó cerca del autobús de los jugadores. No fue un atentado yihadista, fue ideada por un empresario ruso y tuvo motivos bursátiles. Pero sé, avispado lector, que pensabas que lo era. Se nos ha colado en nuestro imaginario, como nos pasará cada vez que oigamos que ha habido un atropello o un acuchillamiento en cualquier ciudad europea.

“En nuestro mundo moderno, el hambre en masa, el estancamiento económico, la catástrofe medioambiental, la inestabilidad política y el terrorismo no se pueden poner en cuarentena dentro de las fronteras nacionales”. Willy Brandt, canciller de Alemania…. ¡en 1969!


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