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Cuando la Vuelta abandonó el País Vasco

A diferencia del Tour de Francia y del Giro de Italia, la tercera gran vuelta por etapas, la Vuelta Ciclista a España, no nació con un propósito comercial. Ni fueron los grandes diarios deportivos ni las fábricas de neumáticos o de bicicletas las que promovieron su nacimiento, sino intereses políticos. Fue el exciclista Clemente López Dóriga quien convenció a Juan Pujol, director del diario `Informaciones´ de Madrid, para que pusiese en marcha la Vuelta en 1935. Pujol, además de empresario, era diputado en Cortes por la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y convenció al entonces presidente Lerroux de lo positivo de la carrera en medio de un ambiente prebélico. Tras la Guerra Civil, el régimen de Franco comprendió que volver a poner en marcha la Vuelta era una forma de darle normalidad a España y también de promocionar interna y externamente la imagen, la cultura y la relación entre las distintas regiones ibéricas.

A partir de 1955 la prueba pasó a ser organizada por el diario ‘El Correo Vasco-El Pueblo Español’. Rotativo bilbaíno hoy conocido con el más sencillo nombre de ‘El Correo’, es un diario conservador que navega a dos aguas entre ideales constitucionalistas y su velado compromiso con el PNV. Hace algo más de medio siglo era uno de los medios de cabecera del Franquismo. Por lo tanto, era de recibo que desde finales de 1960, ‘El Correo Vasco’ y la Vuelta a España pasaran a ser objetivos de la organización terrorista e independentista ETA.

Dado que la Vuelta a España era una carrera ´vasca´, la fiesta final no tenía lugar en Madrid, sino en Bilbao. Por norma general la prueba concluía en la capital de Vizcaya, y las etapas finales, las decisivas, se disputaban en territorio éuscaro. A esto ayudaba la enorme afición al ciclismo que había y hay en las tres provincias vascas y en Navarra, el paisaje quebrado, los excelentes puertos de montaña y un nivel de corredores y de equipos sin parangón en el resto de España, encabezados por el club vitoriano KAS. El equipo de la bebida refrescante contó durante tres décadas con figuras como Patxi Gabica, José Pérez Francés, Vicente López Carril, Francisco Galdós, Txomin Perurena, Joaquim Agostinho o Sean Kelly.

Mientras Franco estuvo presente, los incidentes fueron controlados en mayor o menor medida. En 1968 se llegó a cancelar una etapa tras recibir la organización una amenaza de bomba. Quizás, el suceso más llamativo tuviera lugar en la edición de 1972, ganada por José Manuel ‘Tarangu’ Fuente. Una bomba estalló en el puerto de Lizarraga, al norte de Navarra, originando un enorme cráter en la carretera que afortunadamente no causó daños personales.

Todo se agravaría tras la muerte del Dictador y con la incertidumbre social y política vivida en lo que pasó a ser conocida como ‘La Transición’.

Estamos a finales de abril de 1977. En unos meses tendrán lugar las primeras elecciones libres en España desde 1936. El 9 de abril, el presidente Adolfo Suárez, con la negativa de buena parte de su Gobierno y de las Fuerzas Armadas, había legalizado el Partido Comunista. El 28 de abril serían legalizados los sindicatos. Pero en el País Vasco no era suficiente. El PNV aceptó concurrir a las elecciones que se iban a celebrar el 15 de junio, pero la izquierda abertzale decidió desmarcarse de las mismas. Desde el 26 de abril al 15 de mayo de 1977, durante la celebración de la Vuelta, tuvo lugar una serie de mítines, manifestaciones y huelgas que pedían la amnistía de los presos políticos. Aquella Vuelta a España fue llamada la ´Vuelta de la ikurriña` porque también coincidió en el tiempo con la legalización de la bandera vasca.

Tras iniciarse en la Manga del Mar Menor y viajar hacia el norte, las cuatro últimas etapas iban a tener lugar en territorio vasco. El 12 de mayo, en Rentería, una manifestación acabó con varios muertos y la jornada ciclista del día siguiente que iba a finalizar en Bilbao se presentaba aciaga. Durante los primeros 50 kilómetros, policías, según las crónicas “escoltados hasta los dientes”, acompañaron al pelotón a través de unas carreteras donde las ikurriñas aparecían por doquier. La etapa acabó en un tranquilo sprint sin incidentes, pero Bergareche (director de La Vuelta) recibió amenazas telefónicas por parte de ETA y se decidió cancelar la contrarreloj final que se iba a celebrar dos días después en San Sebastián. Las pruebas contra el crono son más fáciles de controlar, pero, al mismo tiempo, son más fáciles de boicotear.

Antes quedaba una etapa. El 14 de mayo se salía de Bilbao para finalizar en el Alto del Urkiola. El pelotón tuvo que sortear barricadas, clavos y chinchetas. Nazábal ganó la etapa, pero en medio de la celebración del pódium, una avalancha de gente llenó la línea de meta de ikurriñas. La policía tuvo que intervenir y se escucharon varios disparos y una estampida generalizada en medio de un clima enrarecido.

Cancelada la contrarreloj, Bergareche improvisó una última etapa final con salida en Durango y final en Miranda de Ebro (provincia de Burgos). Los equipos extranjeros se negaban a correr. Las crónicas de la prensa foránea hablaban de una prueba tercermundista. El belga Freddy Maertens, el líder y virtual vencedor, en una decisión que le honra fue el que convenció a su equipo de que se tomase la salida, ya que no quería ganar la Vuelta sin disputar todas las etapas. De hecho, se haría con la victoria en la etapa final tras un fuerte ataque logrando su decimotercer triunfo parcial, un récord aún no superado. Ese mismo día, mientras acababa la prueba, en Bilbao, a poco más de 80 kilómetros de Miranda, tuvo lugar un esperpéntico escenario de violentos enfrentamientos en el que las que manifestaciones cívicas coincidieron con corrillos de grupos paramilitares abertzales, las fuerzas de seguridad del Estado y hasta algún miembro de extrema derecha.

Cinco días después de finalizar la Vuelta, un comando de ETA secuestraba a Javier Ybarra propietario de ‘El Correo Vasco-El Pueblo Español’ y quien durante el Franquismo había sido alcalde de Bilbao. El 18 de junio su cadáver fue encontrado en las faldas del pico Gorbea, a caballo entre las provincias de Álava y de Vizcaya.

—1978—

Para 1978, con la Constitución en camino y los Estatutos de Autonomía en Cataluña y Euskadi en procesos de negociación, parecía que el ambiente iba a ser más tranquilo. Nada más lejos de la realidad.

Aquella edición la Vuelta acababa en San Sebastián, capital de Guipúzcoa, el bastión de la izquierda abertzale. ETA siguió intensificando los secuestros y los asesinatos por lo que el Gobierno seguía actuando. En aquel entonces, 1 de 4 efectivos de la Guardia Civil estaban destinados en Euskadi. La Vuelta al País Vasco era la carrera de casa y no había problemas, pero año a año, cada vez que la Vuelta a España circulaba por carreteras vascas con el despliegue habitual de la Guardia Civil, había múltiples incidentes.

Ese año se derramó la gota que colmó el vaso.

En 1978 la Vuelta a España languidecía. El premio al vencedor del Tour era 7 veces mayor que el de la ronda hispana, que teniendo en cuenta la inflación galopante, era el equivalente al de la primera edición de 1935. La esperanza de los organizadores procedía de la Bretaña francesa. Un semidesconocido ciclista llamado Bernard Hinault disputaba su primera carrera de tres semanas y venía con la intención de hacerse con el triunfo. Arrasó. Se llevó 6 etapas y la victoria general y se fue como futuro dominador del ciclismo mundial.

Como de costumbre las etapas decisivas se iban a disputar en tierras vascas. Hinault era líder destacado y la penúltima etapa entre Bilbao y San Sebastián era de transición a la espera de la contrarreloj del último día a celebrar en Donostia. Era 14 de mayo de 1978.

La mañana comenzó con amenaza de bomba, por lo que se llevó la salida hasta la localidad vizcaína de Amurrio. Dado que Hinault era líder destacado, varios equipos propusieron cancelar la etapa. Finalmente los ciclistas recorrieron en autobús los 50 kilómetros entre Bilbao y Amurrio por autopista (recién inaugurada) y la etapa comenzó. El pelotón, en clara protesta, no disputó la etapa y con ritmo de cicloturista se llegó a San Sebastián donde Perurena ganó al sprint.

Al día siguiente tuvo lugar el fin de fiesta. La etapa contaba con dos sectores. Por la mañana había una etapa en línea entre Durango y San Sebastián que tuvo que ser parada por el lanzamiento de troncos a los corredores. A 50 kilómetros de la salida, el pelotón se encontró la carretera cortada llena de clavos, tablones y más troncos. Era la época del apoyo activo y pasivo a ETA, cuando la banda armada contaba con mayor sostén ciudadano. Hubo que bajarse de la bici. Los corredores fueron llevados en autobús hasta Zarautz y sólo se disputaron los últimos 34 kilómetros hasta San Sebastián con fuertes medidas de seguridad.

Los ciclistas españoles estaban acostumbrados a estos incidentes en el País Vasco, pero los extranjeros protestaron enérgicamente y temieron por sus vidas. El escaso prestigio internacional de la Vuelta se disolvía cual azucarillo.

Por la tarde tendría lugar una contrarreloj de 31 kilómetros en un circuito alrededor de San Sebastián. Era un día lluvioso, pero aun así miles de vascos acudieron a presenciar la carrera. A diferencia del año anterior, esta vez Bergareche quiso continuar hasta el final y no hizo ademán de cancelar la etapa. Hinault reventó el cronómetro, pero hubo que invalidar los tiempos porque muchos ciclistas recibieron golpes, puñetazos o pincharon por culpa de lanzamientos de objetos de buena parte del público. Alguno incluso fue víctima de algún proyectil compuesto a base de tierra y de mierda.

A finales de año, un hundido Bergareche anunció que dejaba de organizar la Vuelta esgrimiendo razones económicas. La realidad es que la carrera no podía acercarse al País Vasco y mucho menos podía ser organizada por un periódico de aquella tierra.

Con este panorama pocos apostaban porque la Vuelta a España se celebrase en 1979. Luis Puig, presidente de la Federación Española de Ciclismo, consiguió el milagro de organizar la prueba con tan sólo tres meses de antelación. Consiguió convencer a la agencia de publicidad Unipublic para que se hiciese cargo de la Vuelta. Las mentes pensantes de Unipublic le dieron un nuevo impulso a la prueba sacándola del espectacular norte para llevarla al soleado sur y vender una España de playa y mar a medio mundo. Fue un éxito. Aparecieron nuevos puertos como Sierra Nevada y una aglomeración de medio millar de personas en Madrid se concentró para ver la última etapa con imágenes de TVE. Y todo ello a pesar de que el triunfo final no fue para un español, sino para el holandés Zoetemelk.

Unipublic relanzó la prueba, el KAS desapareció y el centro de gravedad del ciclismo español giró del País Vasco a la ´Navarra española` gracias al éxito del equipo Reynolds y de Miguel Induráin. La Vuelta no volvería a tierras vascas hasta 2011 y desde entonces lo ha hecho con asiduidad y normalidad a pesar de pequeños incidentes. Sin embargo los Orduña, Urkiola, Arrate o Sollube han sido sustituidos por los Sierra Nevada, Lagos de Covadonga, L’Angliru o La Covatilla y, quizás, los puertos míticos del País Vasco jamás volverán al imaginario colectivo de la Vuelta Ciclista a España.


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