Las zapatillas de Jordan
La cita tendría lugar una agradable mañana de agosto en Portland. Un audaz responsable de marketing llamado Rob Strasser haría de guía. Las sencillas instalaciones de Nike serían escrutadas tanto por Michael Jordan como por su agente, antes de que el trío decidiese tomar un refresco y centrarse en los detalles de la oferta. Strasser le propuso a Mike (por entonces Michael era Mike) crear una línea propia de calzado con su imagen, las Nike Jordan, y el jugador tendría un porcentaje de las ventas que se estimaba en 250.000 dólares de la época. Si la cosa iba bien, de la línea propia de calzado se pasaría a una línea de ropa deportiva, incluyendo camisetas, sudaderas y accesorios.
La idea era novedosa y la cifra era todo un fortunón para un jugador, que por excelente que fuese, aún no había disputado ni un partido en la NBA. Pero Jordan no estaba impresionado. Al contrario, era puro escepticismo. El sueño de adolescente de Michael era firmar con Adidas, por lo que miró a los ojos a Strasser y se tiró un farol: “Muy bien, ahora me voy a ver a los de Converse y luego a Alemania a la sede de Adidas”.
Por entonces todo el mundo usaba las Converse All-Star. Creadas hace más de un siglo, la fama de las Converse se las dio un ex jugador metido a empresario llamado Chuck Taylor, quien fue el ideólogo de su famoso acabado y de su estrella lateral. Hasta bien finalizada la década de 1960 raro era ver un deportista norteamericano sin sus Converse. Y hasta todo soldado del ejército estadounidense llevaba un par de ellas para cuando estaban de permiso.
Michael Jordan usaba las zapatillas Converse de rigor. Las mismas que usaban todos y cada uno de los jugadores de la NBA, incluidos sus dos grandes iconos; Magic Johnson y Larry Bird. Converse era la marca del baloncesto y era la casa comercial de las zapatillas de Jordan cuando empezaba a deslumbrar vistiendo la camiseta de la Universidad de North Carolina.
Así que todo el mundo usaba las mismas zapas blancas con la estrella en negro o su alternativa opuesta. La única variedad radicaba en la citada estrella. Por ejemplo, en las de Jordan y sus compañeros de North Carolina la estrella era celeste haciendo honor a los colores del equipo. Aun así, la tradicional y elitista Converse se dio cuenta de que debía de cambiar si no quería quedarse atrás, por lo que en los 80 se permitió un par de cambios. Unas All-Star amarillas y moradas y otras verdes y blancas. Las de Magic Johnson y las de Larry Bird. Curiosamente fue en la grabación de ese spot publicitario donde dos enemigos como Magic y Bird se conocieron y se hicieron grandes amigos. Pero esa es otra historia.
A Michael Jordan jamás le gustaron las Converse. Jamás. Años más tarde, cuando su nombre estaba ya asociado per secula seculorum con Nike, confesaría que su sueño era vestir unas zapatillas Adidas. Para un hombre místico, serio y disciplinado como él, la marca de las tres rallas alineadas parecería la opción perfecta.
Pero Jordan nunca vistió Adidas.
La temporada comenzaba en noviembre, pero en el verano Jordan lideró a un extraordinario conjunto universitario a la victoria de Estados Unidos en los JJ.OO. de Los Ángeles 1984. Díaz Miguel, entrenador español y rival de los norteamericanos en la final, llegaría a declarar que cambiaría a todos sus pupilos por tener la opción de dirigir a Michael Jordan. De esta forma, y antes de dar el salto a la NBA, a la rutilante estrella que ya estaba en boca de todos le esperaba un verano lleno de ofertas y compromisos publicitarios.
Días después de ganar el oro, David Falk, agente de Jordan, recibió una invitación para acudir a Portland, ciudad sede de la firma deportiva Nike. La hoy colosal multinacional distaba entonces de serlo. Se había convertido en un icono contracultural y había logrado un hueco entre los urbanitas estadounidenses a través del atletismo y de la cultura del running, pero la prematura muerte de Steve Prefontaine dio un hachazo a sus aspiraciones. Prefontaine, plusmarquista estadounidense en siete distancias distintas del medio fondo, falleció a los 24 años víctima de un accidente automovilístico. Nike necesitaba un nuevo icono y unos nuevos objetivos.
Como hemos visto, por muy jugosa que fuese la oferta, Jordan no estaba por la labor de calzarse unas Nike. La realidad es que Falk trató de usar su diplomacia para convencer a su representado de la bondad de la oferta de Nike, pero Jordan era todo terquedad. Converse le había hecho la misma oferta estándar que presentaba a todos los novatos, muy por debajo de lo prometido por Nike. Y Adidas, que no hubiese tenido que ofrecer gran cosa para convencer a Jordan, ni estaba ni se le esperaba. Por entonces el baloncesto y la NBA era terreno inexplorado por la marca alemana.
Total, que Falk tuvo que llamar a mamá Jordan para que hiciese entrar al chico en razón. No se sabe la cantidad de gritos e improperios que esa buena mujer soltaría a su vástago, pero el caso es que Jordan agachó las orejas, llamó a Strasser y el acuerdo se cerró a los pocos días.
El resto es historia.

El matrimonio de Nike con Jordan fue como cuando al jamón ibérico se le ocurrió juntarse con el tomate y el aceite de oliva. Nike se decidió a romper todos los códigos establecidos y fabricar unas botas rojas y negras, bastante horteras, pero muy aceptadas en la cultura urbana, que impactaron en la juventud blanca y negra y que desbancaron para siempre a los zapatos como prenda cotidiana para el americano medio.
Las Air Jordan I fueron un shock. Jordan osaba equipararse a Bird y a Magic al tener sus propias zapatillas. Eran rojas y el código de vestimenta de la NBA exigía que fuesen blancas o negras. Rápidamente llegaron las multas. Primero fueron 1.000 dólares por partido, después 3.000 y en el siguiente 5.000. Nike daba palmas con las orejas. Para tener un impacto similar tendrían que haber gastado millones de dólares en campañas de promoción. Que hablen de ti, aunque hablen mal, reza el dicho.
Converse contraatacó y pidió su prohibición. Se decía que eran ilegales, que tenían una cámara de aire que hacía que Jordan saltase más. El efecto fue contraproducente. Michael Jordan fue a partir de entonces Air Jordan, un jugador con un salto sobrenatural y una estética perfecta que hizo que durante unos segundos pensásemos que el hombre podía volar. Las Air Jordan I siguen fabricándose en la actualidad y continúan siendo las zapatillas más vendidas de la historia.

Las ventas se dispararon y Nike pasó a convertirse en el gigante que es en la actualidad. Michael Jordan transitó de jugador de baloncesto a mito, y a medida que el mito crecía también lo hacía su propia industria, lo que podríamos llamar Jordan S.A. Fue el negocio del siglo, y el momento exacto en el que el deporte pasó a ser un business profesional y una verdadera industria capitalista del entretenimiento. Al año siguiente la NBA permitió que cada equipo llevase las Converse con los colores correspondientes a su equipo. Daba igual. Converse jugaba con las cartas marcadas. Su suerte estaba echada.
Jordan empieza a rodar anuncios televisivos con Nike que son prohibidos por la NBA y que no hacen más que aumentar las ventas. Se investiga si la famosa cámara de aire es motivo de doping tecnológico y eso no hace más que avivar el fuego. Las Air Jordan III rompen con todos los cimientos habidos y por haber. Son las zapatillas del famoso concurso de mates. Las de la saga icónica de Jordan saltando. Las de Jordan en movimiento. El jumpman desde la línea de tiros libres.
Fue el movimiento y la televisión lo que multiplicó exponencialmente esa realidad. Una vez que la NBA se dio cuenta del filón que era Michael Jordan inmediatamente del enfado se pasó al beneplácito. Nike se hinchó a grabar anuncios que se escuchaban y se movían. Contrató para ello a Spike Lee, un cineasta negro estampa de la cultura urbana neoyorkina. La publicidad alcanzó un nuevo estándar, mientras Jordan ganaba concursos de mates y volaba en las canchas.
No son anuncios. Es cine.
En total son 35 las Air Jordan que han salido al mercado. Además de las citadas, conviene destacar las Air Jordan VI (el primer anillo, últimas con referencia a Nike y con lengüeta reflectante), las Air Jordan VII (las de Barcelona 92, las primeras globales), las Air Jordan XI (las únicas azules, las que llevó junto a Bugs Bunny en Space Jam, las de las 72 victorias y, según los frikis, las más bonitas de todas), las Air Jordan XIII (las que parecían un Ferrari -personalmente mis favoritas- totalmente negras con el jumpman en rojo y que fueron las calzadas en su último tiro ante los Utah Jazz), las Air Jordan XVIII (las de su última temporada en Washington y que venían con un CD y un maletín para guardarlas) y las Air Jordan XXXIII (las primeras sin cordones).

Aquellos 250.000 dólares acabaron convirtiéndose rápidamente en más de 30 millones anuales, y, aún hoy, Jordan sigue facturando gracias a Nike. Se estima que Michael lleva ganado más de 1.000 millones de dólares gracias a la firma de Oregón, con diferencia el mayor ingreso de patrocinio deportivo de la historia. De hecho, ni siquiera sumando sus ingresos como jugador y el resto de sus contratos publicitarios se llegaría a igualar la indecente cifra que ha cobrado gracias a Nike.
Michael Jordan lo cambió todo. Si antes todos llevaban pantalones ceñidos, Jordan impuso la tendencia de llevarlos largos y más holgados hasta las rodillas. Al cabo de un lustro ya no quedaba un mísero pantalón ajustado. Mas adelante la cabeza afeitada de Jordan tuvo un impacto planetario. Cuando la alopecia comenzó a afectarle, se afeitó lo que le quedaba de pelo y empezó a darse cera en la calva (una cúpula aerodinámica que parecía futurista, dijo su biógrafo). Logró lo impensable, que ser calvo fuese algo guay.
Hoy Jordan tiene su propia marca, Jordan Brand, que se ha desligado de su matriz. En cifras pre pandemia facturaba más de 3.000 millones de dólares anuales. Antes de que fuese traspasado a los Lakers, le habían hecho una oferta descomunal a Luka Doncic, el nuevo prodigio del baloncesto, a razón de 20 millones anuales y la promesa de una línea propia de calzado y ropa en función de ciertos parámetros deportivos. No es el primero al que se le ofrecen ni será el último. Da lo mismo. Haga lo que haga jamás hará saltar el mercado por los aires como un día de 1984 hicieron Nike y Michael Jordan.
Otras historias sobre Michael Jordan
Los años de Jordan en Washington (el bienio en el que Jordan pasó de ser un dios a ser humano)
Bullying a Toni Kukoc (el recibimiento poco amigable que Jordan y Pippen dieron a Kukoc en los Chicago Bulls a través de dos artículos)
La perturbadora vida de un gusano (a través de dos partes la vida y carrera de Dennis Rodman)
Kobe (en dos artículos la carrera del jugador que más se ha acercado al dios Jordan)
La camiseta número 12 (cuando a Jordan le quitaron su archifamoso número 23)