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La regata del siglo

Al comenzar la primera manga el Australia II salió como una centella. La tradición decía que el velero que sortease en primer lugar la boya inicial se proclamaría campeón de la Copa América. Y esa era la primera vez que un retador pasaba por delante de un defensor. El Australia II superaba en el giro al Liberty y se disponía a cobrar franca ventaja cuando una explosión sonó en el barco. Se había roto el timón. De repente todo cambia. El Liberty estadounidense sobrepasa al varado Australia II como un ciclón y gana la primera manga por incomparecencia. Dos días después tendría lugar la segunda manga. Otra vez ventaja australiana y otra vez una rotura. Esta vez en el enganche de la driza, el cabo que une la base del mástil y su punto más alto. Estados Unidos gana por un claro 2-0. El sueño australiano de vencer en la Copa América de vela se torna en imposible. Estamos en 1983.

USA vs Australia 1983

Vencer en la Copa América de vela era un reto. Un reto tecnológico, económico y psicológico. Era una lucha contra el país más poderoso del mundo. Desde que en 1851 se puso en marcha la competición de veleros más prestigiosa del planeta se habían celebrado 25 ediciones con victoria estadounidense. Eran 132 años de hegemonía cuatrienal solo cancelada por la I y la II Guerra Mundial. Aquella primera edición se hubo de pelear en Londres, pero la victoria había sido para un velero estadounidense patrocinado por el Club Náutico de Nueva York. Es por ello que desde entonces la competición se celebraba en las aguas de Newport, Rhode Island, dado que el defensor del título escogía aguas y el retador se debía adaptar a ellas. Dado que el triunfo siempre era estadounidense, Newport era de facto el hogar de la Copa América.

Cada tres o cuatro años había una guerra sin disparos. País contra país. Barco contra barco. El título se celebra al mejor de siete mangas. Pero el defensor espera pacientemente. Mientras, los meses anteriores, hay eliminatorias hasta que solo un velero queda en pie. Tradicionalmente el retador era un velero británico, pero desde inicios de los 70 el eterno subcampeón es australiano. No gustan. No gustan nada. El Club Náutico de Nueva York apesta a Vanderbilt, Rockefeller y Morgan. Ricos asquerosos con aura de invencibilidad. Salones de lujo con ventanas que imitan barcos del siglo XVIII. Los australianos son plebe. Ni siquiera son respetados como los ingleses. Y son machacados. Por tres veces consecutivas. En 1974, 1977 y 1980.

Para 1983 el patrón australiano John Bertrand se propone acabar con esa maléfica racha. Fallecido su padre al poco de nacer, Bertrand había sido criado por su bisabuelo constructor de barcos y por su abuelo marinero. Vive por y para el mar y decide hacer de su vida ganar la Copa América. Es por ello que resuelve coger el toro por los cuernos. Tras perder en 1980 consigue matricularse en el MIT de Boston, la universidad tecnológica de referencia de Estados Unidos, donde hará su doctorado en arquitectura naval. Su tesis titulada “Angulo de ataque óptimo para ganar la Copa América” es toda una declaración de intenciones.

Pero para ganar la Copa América hace falta mucho más. Concretamente mucho más dinero. La Copa América es una competición deportiva donde la tecnología es preponderante. El único requisito es que el barco debe ser construido y financiado por el mismo país y tripulado por el mismo club náutico. Se dará así la paradoja en el futuro de que un país inmensamente rico, pero sin mar como Suiza, gane la Copa América. Y tenga que defender título en Valencia, dado que la Sociedad Náutica de Ginebra puede tener un bonito lago, pero anda escaso de mar. Pero esa es otra historia. Decía que John Bertrand podría ser un gran patrón, pero sin dinero no podría hacer nada. Necesitaba 100 millones de dólares. Y su casa, el Real Club de Yates de Perth, no contaba con ese presupuesto.

John Bertrand (centro con bigote)

Aparece entonces Alan Bond. ¿Quién es? Un promotor inmobiliario australiano con ganas de expandirse a Estados Unidos y ser aceptado en las altas esferas. Bond acepta y financia el reto. Y Bertrand comienza el desafío. Contrata a ingenieros y a regatistas y a todos los somete a un test de 14 páginas. Solo los acepta si el resultado del test psicológico demuestra que cuentan con un ego desmesurado. Les dice que hay que matar por el objetivo. Que solo creyéndose los mejores serán capaces de derrotar a los mejores.

Y con todo ello los recursos de Australia son limitados. Si en Estados Unidos hay treinta diseñadores del velero de competición, en Australia la tarea recala en un solo hombre, un tal Ben Lexcen. Lexcen no ha tenido estudios universitarios y se dedica al arte. Es uno de esos seres humanos que no acepta las reglas, que no encaja entre la gente, un genio incomprendido socialmente. Pero es el jefe. El ingeniero jefe. Un hombre extraño que siempre va descalzo, medio loco, y en el que Bertrand deposita todas sus esperanzas.

Lexcen viaja a los Países Bajos y comienza a probar diseños en los túneles del viento que los holandeses tienen en los canales. Con el tiempo llama a Bertrand y le dice que ya lo tiene. Se trata de una quilla revolucionaria. Una quilla que está del revés. Una quilla con alas. En siglo de regatas de veleros de doce metros nunca se ha visto nada así. Es como poner las ruedas de un coche en el techo. Es algo radical y se necesita la aprobación de Bond. La aceptación del que pone el dinero. Se le dice que la ganancia es de 20 minutos, aunque la realidad es que es de 20 segundos. Bond pica el anzuelo y acepta.

Algo radical estaba a punto de comenzar.

Las eliminatorias comienzan y el Australia II (como es bautizado el velero) arrasa. Machaca a Italia y a Canadá en los cuartos y en las semifinales. Ganan 47 mangas de 52 posibles. Jamás un barco retador ha contado con semejante récord en los parciales. La tripulación entrena diariamente al aire libre desde las seis de la mañana solo para infundir miedo a sus rivales. Y mientras todo esto sucede los estadounidenses no saben cómo es la quilla mágica. Una lona tapa la quilla en el trayecto que va desde que el velero es remolcado en el puerto hasta que es lanzado en mar abierto. Los australianos contratan seguridad privada durante las 24 horas del día para que nadie ose saber nada de su secreto.

Viendo que el espionaje industrial es posible, los australianos deciden crear una artimaña. Lexcen dibuja un boceto falso de la quilla y lo deja olvidado intencionalmente en una tienda de Newport. Al poco los estadounidenses intentan descifrar esa quilla misteriosa, pero no le encuentran sentido. Y hay miedo. Mucho miedo. Para Newport la Copa América es la gallina de los huevos de oro. Millones y millones en repercusión y turismo. Y turismo del bueno. Si gana Australia, la siguiente edición será en Oceanía. Para el Club Náutico de Nueva York es mucho peor. De perder, el testigo será cogido por otro club náutico del país rompiendo una tradición de siglo y medio.

Así que la guerra se recrudece. Se acusa a los australianos de hacer trampa. Se dice que es imposible que un iletrado como Lexcen sea capaz de hacer un barco así. Se manda a una delegación a Ámsterdam para destapar el fraude. Y lo que se destapa es el bochorno. Un ingeniero naval neerlandés afirma que dos hombres neoyorkinos le incitaron a firmar un documento en el que afirme ser el creador del Australia II a cambio de una fuerte suma de dinero.

Estados Unidos está tocado. Y con un pie bajo el agua.

Volvamos al inicio de este relato.

Ben Lexcen

Con 2-0 a favor de Estados Unidos parece que el asunto de la quilla está más que olvidado. Tiene lugar la tercera manga. La noche anterior John Bertrand escupe sapos y culebras por la boca y exige una revisión minuciosa del velero para que ninguna avería técnica sea causa de la derrota. El Australia II es un ciclón. Fueron cuatro horas de carrera electrizantes donde la quilla voladora hizo estragos ante un mar embravecido por el viento. El parcial era 2-1 para el USA Team. Pero la manga ganada por los australianos era la victoria con mayor ventaja de la historia de la competición.

Los nervios vuelven a ser estadounidenses. A Dennis Conner, patrón del Liberty, lo incitan a dar lo mejor de sí. Y lo hace. Da una clase maestra de movimientos estratégicos y de curvas perfectas junto a la boya para ganar el siguiente parcial y ponerse 3-1 con ventaja. En Newport se celebra la victoria. Solo un triunfo parcial más y la Copa América se quedará en casa por enésima ocasión.

Fue entonces cuando sale en escena Bob Hawke, primer ministro de Australia. Llama a Bertrand y le da las gracias por lo que están haciendo por el país, tanto por el orgullo nacional como por la gesta deportiva como por el desarrollo tecnológico. Y deja una frase para el recuerdo cuando dice en televisión que ningún empleado será despedido por su empresa si falta al trabajo por ver las regatas de la Copa América. Envalentonados, para la quinta manga Bertrand cuelga una bandera con un canguro boxeando del mástil del Australia II. Luego entonan el himno nacional mientras van camino del mar antes de que un destructor lance un cañonazo que de por iniciada la manga. El Australia II gana claramente y también derrota al Liberty en la sexta. El resultado es 3-3. Quien gane la séptima manga será el vencedor de la Copa América.

El canguro boxeador

Totalmente desesperados, Conner y sus hombres modifican la quilla del Liberty la noche antes de la séptima manga. Era algo totalmente ilegal. Pero nadie en Newport iba a decir nada. Aquellos hombres poderosos, podían tener buenos modales, pero sobre todo tenían ego y ansias de victoria. Cuando un destructor de la marina estadounidense dé el cañonazo de salida, el Australia II saldrá como un tiro y gira primero en la boya, pero un error de Bertrand hizo que el Liberty se colocara de primero. No se sabe lo que habían hecho los estadounidenses en la quilla, pero el velero claramente era más rápido. Después de la cuarta y penúltima boya la ventaja era de 55 segundos.

Fue entonces cuando el viento cambió de dirección y comenzó a azotar con fuerza. Bertrand decidió arriesgarse y navegar a babor, justo lo contrario a lo que estaba haciendo Conner. Era una medida desesperada. Pero funcionó. La quilla volaba a favor de viento como un águila con las alas desplegadas. El Australia II superaba al Liberty poco antes de la última boya y segundos después se alzaba con la victoria.

Australia era la vencedora de la Copa América. 3-4 en el total. Estados Unidos perdía por vez primera en 132 años.

¡132 años!

Cuatro años después Estados Unidos recuperaba el título al ganar en aguas australianas a los anfitriones por un claro 0-4. Pero desde entonces la Copa América ha viajado también a Nueva Zelanda o a Suiza (vía Valencia). Incluso ha habido finales en las que ni siquiera han estado presentes los estadounidenses, como en la que en 2021 enfrentó a Nueva Zelanda contra Italia. Aquel año los dos veleros finalistas presentaban una quilla al revés, una quilla voladora, una quilla que surca las olas y desafía a la aerodinámica, evolución de aquella que le dio la victoria a Australia en 1983 y que hoy es la usada por todos los veleros de competición.

La quilla voladora

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