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Rukeli

Al pequeño Johann lo llamaban Rukeli. Con ocho años ya frecuentaba el gimnasio del barrio. Era alto y fuerte y crecía a lo largo como un junco, como un árbol joven, que no era más que lo que significaba aquel apodo de ‘Rukeli’. Rukeli es una palabra romaní, el idioma usado por millones de cíngaros a lo largo del mundo. Y es que Johann Wilhelm Trollmann era gitano.

Johann Trollmann nació en Alemania en diciembre de 1907. Tuvo un hogar ciertamente estable en Hannover lugar donde se aficionó a pegar guantazos en el cuadrilátero. Tenía buenas condiciones, era alto y frágil, pero de gran agilidad y rápidos movimientos. Decían que danzaba como un bailarín, dando pasos de ballet, pero que asestaba puñetazos con la fuerza de una yegua. Comenzó a ganar pequeños torneos regionales, hasta que al llegar a los 20 años su fama era reconocida por toda Alemania.

Trollmann no solo era un gran boxeador. Era un sex-symbol. De tez morena y negrura en la mirada, llamaba la atención entre las chicas acostumbradas a ver varones rubicundos y de ojos claros. Su carrera estaba destinada al estrellato y todo el mundo contaba con que volvería de los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1928 con alguna presea bajo el cuello.

Pero Trollmann no viajaría a Suecia.

En vez de llevar al campeón de los semipesados, la Federación Alemana de Boxeo decidió enviar a uno de esos deportistas a los que Trollmann había derrotado. El comunicado de prensa argumentaba que Johann había sido excluido de la convocatoria porque su estilo de boxeo “no era demasiado alemán”. Traducido al román paladino. Había sido excluido por ser gitano.

Querido lector. Hagamos un pequeño ejercicio de historia.

Estamos en el verano de 1928. El ‘Deutsches Reich’ es una república federal semipresidencialista con capital en Berlín. Ese periodo de la historia germana también es conocido como República de Weimar, porque fue en esta pequeña ciudad turingia donde en 1918 se había reunido la Asamblea Nacional para proclamar una nueva constitución. A la altura de este relato, diez años más tarde, el presidente de Alemania era el socialista Hermann Müller quien gobernaba a través de una coalición en la que se reunían tres partidos; los citados socialistas (153 escaños), los liberales del DNVP (73 escaños) y los centristas de Zentrum (61 escaños).

En la oposición destacaban los comunistas (KPD) con 54 escaños y los monárquicos (DVP) con 45 escaños.

El noveno partido, con un total de 12 escaños de 491 posibles, era el NDSP o, lo que es lo mismo, el Partido Nazi liderado por Adolf Hitler, con menos del 3% de los votos.

A Johann Trollmann no le dejaron ir a los Juegos Olímpicos por cuestiones racistas.

Era 1928. No había nazi alguno en el poder. Ni se les atisbaba.

Johann Wilhelm Trollmann - Wikipedia, la enciclopedia libre
Johann Trollmann

Así las cosas, Trollmann decidió hacerse profesional. Por entonces solo los atletas amateurs podían acudir a los Juegos Olímpicos. Visto que su sueño se había cercenado, Trollmann marchó a Berlín para competir en veladas donde se movía dinero, mucho dinero. Con su juego de pies, en una época donde el estándar era el de armarios empotrados sin cintura, pero con puños de acero, Rukeli se convirtió en el favorito del público a base de una ligereza de piernas que catalogaba como baile lo que era un combate de boxeo.

A finales de 1933 Trollmann se jugaba el título nacional de los semipesados frente a un tal Adolf Witt. Se habían enfrentado dos veces antes con igualdad de victorias para los contendientes. Eran polos opuestos. Witt era un pegador de manual. Trollmann un virtuoso con los pies. El combate se celebraría en la explanada de la cervecería Bockbrauerei de Berlín con la presencia de varias autoridades de renombre.

El gitano dominó desde el primer asalto. Mientras Witt lanzaba mandobles como panes, Trollmann los evitaba con facilidad para luego ir ganando terreno y golpear poco a poco a su rival. El público enloquecía con el púgil de Hannover quien, sin embargo, tenía la gracilidad para esquivar a Witt pero no la fuerza necesaria para noquearlo. Al cabo de los doce asaltos ambos púgiles estaban en pie, por lo que serían los jueces los que dictaminasen quien sería el vencedor.

La decisión parecía fácil. La victoria debería ser para Trollmann quien había dominado todo el duelo. Los jueces no lo vieron así. Declararon nulo el combate y sugirieron la celebración de una revancha. El público comenzó a abuchear indignados por la decisión. Hubo lanzamiento de objetos al cuadrilátero y una turba amenazó a los jueces con todo aquello que estaba en sus manos. Asustados, los árbitros dieron marcha atrás y declararon vencedor a Rukeli a los puntos. Trollmann, emocionado, se tiró al suelo y comenzó a llorar.

Era el campeón alemán de los semipesados del año 1933.

Un par de días después Johann Trollmann recibía una carta certificada en su casa. La Federación Alemana lo desposeía de su título por “comportamiento indecoroso”. La razón. Haber llorado en público.

Querido lector. Hagamos nuevamente un pequeño ejercicio de historia.

En marzo de 1933 el Partido Nazi (NSDAP) había conseguido una rotunda victoria con más del 43% de los votos y 298 escaños. Aun así, debía pactar para gobernar al no haber alcanzado la mayoría absoluta. El resultado fue decepcionante para Hitler porque solo unos días antes de las elecciones había acusado a los comunistas de prender fuego al Reichstag, suceso que acabó con 4.000 comunistas arrestados. Años después se sabría que todo había sido una farsa, mas entonces se consideraba que eso daría la mayoría a los nazis de forma holgada. No fue así. Hitler tuvo que pactar con los conservadores del DNVP (52 escaños) mientras que socialistas (120 escaños) y comunistas (81 escaños) lideraban la oposición.

En el plazo de unas semanas, y tras una serie de circunstancias que no vienen a cuento para el relato, los nazis consiguieron inhabilitar a socialistas y comunistas excusándose en el incendio del Reichstag para aprobar decretos leyes que les privaban de sus asientos parlamentarios. Así, seis meses después, tendrán lugar unas nuevas elecciones en las que el voto no será secreto y solo podrán concurrir el NSDAP y una serie de políticos de derechas no afiliados a los nazis para dar sensación de democracia. Hitler logrará más del 92% de los votos y afirmará “democráticamente” su dictadura aun a pesar de que más de tres millones de alemanes osaron votar en su contra aun a sabiendas de que estaban siendo vigilados.

Si en la Alemania democrática de 1928 Johann Trollmann no era bien recibido, imaginen lo que este boxeador cíngaro iba a sufrir a partir de ese funesto año 1933.

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Rukeli

Con todo Trollmann seguía viviendo de su fama, por lo que los nazis organizaron un nuevo combate para acabar con su buena estrella. El rival era Gustav Eder, un peso pesado, una categoría superior a la de Rukeli. Trollmann recibió otra carta de la Federación justo antes del combate. En ella se decía que si no quería perder su licencia debía comportarse como un “verdadero alemán” y quedarse en el centro del ring sin hacer nada y sin intercambiar golpes.

Tenía que perder el combate.

Eder saltó al ring para luego hacerlo Trollmann. Ante el asombro del respetable quien allí apareció fue otro hombre. Otro Trollmann. Se había teñido el pelo de rubio y se había cubierto el cuerpo de blanco al echarse encima un saco de harina y arrojar un bote de polvos de talco sobre su cara.

Si los nazis querían un verdadero alemán, un producto genuino de la raza aria, allí lo tenían.

Trollmann no se movió. Como un Don Tancredo aguantó estoicamente durante cinco asaltos, mientras el estilo grave de Eder le soltaba una hondonada de hostias.

A partir de entonces Johann Trollmann siguió compitiendo, aunque los grandes escenarios le fueron vetados. Hubo de escabullirse y deambular por ferias y pueblos soltando puñetazos para ganar un puñado de marcos. No era gran cosa, pero mucho peor sería cuando en 1935 le quiten la licencia de forma definitiva. Al ser gitano se le prohíbe competir, una de las consecuencias de una ley que también prohíbe el matrimonio entre razas diversas y la descendencia para mantener la pureza del linaje ario. Trollmann, casado con una alemana de esas consideradas perfectas por los nazis y con una preciosa niña pequeña, decide divorciarse para que su familia sea libre. Él nunca más podrá tener hijos, porque tres años más tarde será esterilizado, tras otro decreto de higiene racial que pretendía acabar con la descendencia de razas inferiores, pero también de comunistas, homosexuales, delincuentes, enfermos mentales, discapacitados y también religiosos.

Y aun con todo, aun no siendo un verdadero alemán, los nazis no dudaron en usar aquel cuerpo que consideraron invalido en la vida civil pero apto para la vida militar. Fue reclutado por la Wehrmacht y enviando al frente oriental donde fue herido en 1941. En enero del año siguiente tuvo lugar la Conferencia de Wannsee donde se decretó la llamada ‘solución final’ cuyo fin era exterminar a judíos y demás razas catalogadas de inferiores. Rukeli fue expulsado del ejército, pero se libró del exterminio quizás por los méritos acumulados en el campo de batalla.

Lo destinaron al campo de concentración de Neuengamme, a las afueras de Hamburgo. Allí Trollmann se vio obligado a pelear por una ración de comida mientras se consumía día a día. Como un objeto de feria era retado por los guardias del campo, quienes bien alimentados, uniformados y con objetos punzantes en la mano, tenían todo a su favor ante lo que antes era un gran boxeador y ahora sobrevivía como saco de huesos.

A Trollmann también lo ponían a pelear contra otros prisioneros. Muchos de ellos eran espías, gente que vendía su alma a cambio de un mendrugo de pan y un par de salchichas para servir como ojos de las SS allí a donde sus zarpas no conseguían llegar. Parece que cierto día de 1944 uno de esos presos compinches de los nazis llamado Cornelius perdió un combate contra Trollmann. Cabreado, cogió un palo del suelo y lo golpeó como un perro hasta que la sangre corrió por su cabeza. Johann ‘Rukeli’ Trollmann fallecía a los 37 años ante la pasividad y las risas de los allí presentes.

Neuengamme | Holocaust Encyclopedia
Neuengamme

El prisionero 9841 del campo de concentración de Neuengamme fue olvidado como tantos otros de sus compañeros. Hubo que esperar al año 2003 para que la Federación Alemana de Boxeo le entregara a un sobrino-nieto de Trollmann el cinturón de campeón nacional de los semipesados que injustamente le fue negado en 1933. Años después una placa en su recuerdo fue colocada a los pies del Teatro Flora de Hamburgo, hoy lugar de referencia para los amantes de la música y antaño escenario de algunos de los mejores combates de aquel árbol joven al que llamaban Rukeli.

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