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El largo camino a casa de Isidro Lángara (2ª parte)

Con las tropas franquistas asediando Bilbao, el gobierno vasco del PNV (conservador pero aliado con la izquierda para preservar su independencia) programó una operación de propaganda. La idea fue del Lehendakari José Antonio Aguirre, quien había sido jugador del Athletic. Fletó un avión que puso rumbo a París con algunos de los mejores futbolistas del momento para defender la causa republicana. El objetivo era servir de altavoz para pedir ayuda internacional y, de paso, obtener dinero a través de la celebración de diferentes partidos amigables.

Lángara no era ni mucho menos un significado político. De hecho, como vimos, pasó de ser un héroe izquierdista a estar a punto de ser ejecutado acusado de fascista. Si lo eran varios de los componentes de aquel conjunto como Luis Regueiro o Tomás Aguirre, declarados independentistas. Así que Lángara se dedicó a lo suyo. Meter goles. El primer partido fue ante el Racing de París y acabaría con victoria del combinado vasco con triplete del delantero de Pasajes. Fue el mismo día del bombardeo de Guernica. Luego habría partidos por Checoslovaquia, Polonia, Noruega, Finlandia, Dinamarca o la Unión Soviética. En Moscú se llegó a parar un choque para que el árbitro examinase las botas de Lángara ante la incredulidad general por la violencia de sus disparos.

Los bolos terminaron y la expedición regresó a Paris. Por entonces ya pocos dudaban de la victoria del llamado bando nacional y aquellos futbolistas temían, no por su futuro futbolístico, sino por sus vidas. Roberto Echevarría y Guillermo Gorostiza decidieron volver a España (éste último un extremo rapidísimo del Athletic apodado irónicamente ‘bala roja’) a través de Irún, hacer borrón y cuenta nueva y seguir con sus vidas en la España franquista. El resto cogió un barco en Le Havre y puso rumbo a México.

Lángara | El Penalty de Panenka
Lángara, abajo en el centro

Era 1937 cuando la expedición de futbolistas errantes llegó a Ciudad de México tras desembarcar en el puerto de Veracruz. Una muchedumbre de personas, algunas españolas de nacimiento y la mayoría de origen hispano, esperaba en la estación capitalina la llegada del esperado convoy. Arrollando hasta a niños y policías, los forofos buscaron con ahínco a Isidro Lángara, lo alzaron en hombros y lo sacaron en volandas de la estación.

No diríamos mentira alguna si afirmásemos que ninguno de los allí presentes había visto jugar nunca a Isidro Lángara. Salvo alguna que otra fotografía que atestiguase lo contrario, jamás algún mexicano le había visto tocar un balón. Y sin embargo la fama de Lángara era tal que todo buen aficionado al fútbol sabía de la excelencia de aquel brutal delantero gracias a la infinidad de artículos periodísticos que lo alababan.

Tras unos partidos amistosos en México aquellos chicos pasaron a Cuba, y de las Antillas a Argentina. Para entonces el ‘Tanque’ ya era conocido como ‘El Vasco’. Y para entonces Francisco Franco ya estaba bastante asentado en el poder como para exigir que esos desertores no pisaran un campo de fútbol. Argentina claudicó ante el miedo a las represalias y los exiliados tuvieron que volver a México, el último país de habla hispana simpatizante con la República.

Era noviembre de 1938 y aquel equipo pasó a integrarse en la liga mexicana con el nombre de Club Deportivo Euskadi. Quedaron segundos y Lángara consiguió el galardón de máximo goleador con 19 goles en 11 partidos. Memorable fue un gol de chilena anotado ante Raúl Estrada, considerado por muchos el mejor portero de América. Lángara, veinte metros más allá del arco, vio pasar el balón sobre su cabeza, dio media vuelta y, de espaldas a la portería, se lanzó al aire y la pescó con el pie derecho. La esférica fue por los aires directamente al gol y se metió en un ángulo, sin que Estrada pudiera hacer otra cosa que observar impávido lo que ocurría.

Tras dimes y diretes y tras un duro debate en el seno de la FIFA, en 1939 aquellos exiliados son libres para firmar por el equipo que quieran. Lángara, junto a José Iragorri y Ángel Zubieta (otro que merece capítulo aparte), firman por el argentino San Lorenzo de Almagro. En su primer partido Lángara le marcará cuatro goles a River Plate. Un hincha de River de 12 años llamado Alfredo di Stéfano padeció con admiración los latigazos de aquel vasco. En las filas de San Lorenzo pasará Lángara cinco temporadas, siendo otra vez máximo goleador y disfrutando de la vida en la neutral Argentina mientras el mundo se desquebrajaba en mil pedazos.

Libre de muerte y destrucción, en Argentina se jugaba entonces el mejor fútbol del mundo. Hasta el NO-DO se hacía eco del asunto e imágenes de aquel fenomenal San Lorenzo invadían los cines españoles. Pero por muchas imágenes que del ciclón se emitiesen jamás aparecía en los resúmenes un gol de Lángara, vetado y censurado por el Régimen.

442 | Isidro Lángara, el vasco dueño de Boedo
Goleador en Argentina

En 1942 Lángara volverá por vez primera a México donde sigue siendo un ídolo. En una gira de diez partidos amistosos, San Lorenzo anota 42 goles de los cuales 23 son obra de Lángara, incluidos siete tantos en una victoria por 9-1. Aun así, Lángara nunca estuvo del todo cómodo en Argentina. El uso y abuso del regate y del manoseo del balón nunca fueron plato de buen gusto para el ‘Tanque’, un hombre de acción que disparaba y después preguntaba.

Los latigazos de Lángara volverían a resurgir en México tras regresar a la capital de Centroamérica en 1943. Será en las filas del Real Club España, club fundado en 1912 por emigrantes españoles y el más importante de México durante la primera mitad del siglo XX. En la campaña 43/44 el RC España ganó su última Liga con Lángara en sus filas tras un desenlace agónico resuelto en la última jornada ante el CF Asturias, cuyos orígenes son más que obvios. Lángara fue otra vez máximo goleador, y lo será nuevamente en la campaña 45/46 superando todos sus registros conocidos con 40 tantos en 30 partidos.

Fue esa su última campaña en México. Con 34 años fue reclamado por la Patria. Resulta que Felipe Polo, cuñado del Generalísimo, era un acérrimo simpatizante del Real Oviedo. Estuvo años detrás de Carmen, su hermana y esposa de Franco, para que le levantasen el veto a Lángara y le permitiesen volver. En la capital de Asturias no se habían olvidado del hombre que con sus más de 200 goles había llevado a los carballones a la cima.

El problema es que tras el fin de la Guerra Civil se había aprobado el llamado Decreto Ley sobre Responsabilidades Políticas que perseguía a los que, habiéndoles pillado la guerra en zona republicana y consiguiesen llegar al extranjero, no hubiesen decidido regresar a la zona nacional. En el caso de los deportistas el veto era por 12 años.

Lángara llevaba fuera diez años, pero Carmen Polo intercedió y se permitió que Lángara volviese antes de tiempo.

Sabido de la buena nueva, Santiago Bernabéu quiso tirar de contactos y adelantarse a las intenciones del Real Oviedo. Pero pinchó en hueso. El Real Madrid acababa de fichar a Luis Molowny y estaba empantanado en la construcción de un nuevo y colosal estadio en la Castellana. Con todo, encareció el precio de Lángara que firmó por el Real Oviedo a razón de 100.000 pesetas anuales, con diferencia el contrato más alto jamás firmado por Carlos Tartiere, presidente del club carballón.

Isidro Lángara llegó en barco a Bilbao y de ahí en tren a Oviedo. Era agosto de 1946. Lángara hubo de apearse en Colloto, última parada antes de arribar en Oviedo, para evitar el gentío que le aguardaba en la estación. Allí le esperaba Herrerita, compañero de antes de la Guerra, y el presidente Tartiere. Se subieron al coche de este último y allí mismo firmaron el contrato. Al día siguiente Lángara ya estaba entrenando.

Real Oviedo: Con Lángara en el recuerdo
Vuelta a casa

Así fue como Lángara regresó de México para estirar su carrera un par de temporadas. Con algún kilo de más, y abundantes entradas, había ciertas dudas sobre su regreso. Las disipó todas en su primer año con 18 tantos en 20 partidos. No así en el segundo, donde apenas pudo jugar por culpa de las lesiones. Sería su adiós al fútbol profesional.

Abandonó a los 36, en declive físico, pero sobre todo mental, decepcionado por la España que reencontró. Nada tenía el Régimen contra él, pero aquel Oviedo no se parecía en nada al que conoció. Además, día sí y día también, veía pasear por el centro de Oviedo a Nieves, su novia de antes de la guerra, ahora felizmente casada con otro hombre. Así que Lángara decidió volver al lugar donde había pasado los mejores años de su vida. Comenzó una carrera en los banquillos que lo llevó por Chile, Argentina y, por supuesto, por su querido y añorado México. Dicen los que lo conocieron que jamás hablaba de su pasado como futbolista. Que el silencio y la discreción eran su religión.

Viajó frecuentemente a España. Madrid, Oviedo, Andoain. Siempre el mismo recorrido. No tuvo hijos. Tampoco domicilio habitual. Cuando le atacó el alzhéimer, ya en 1990, se estableció en Andoain, en casa de su sobrina, hasta que la muerte le sobrevino en agosto de 1992, cuando España disfrutaba de la resaca de unos históricos Juegos Olímpicos.

Desconocido, primero por el exilio y luego por el olvido, Lángara ha sido injustamente enterrado. Su nombre pasaría desapercibido durante el Franquismo y nadie se preocupó de recuperarlo tras la vuelta de la democracia. Los tambores de la historia resuenan para Pichichi o Belauste, como recuerdos del glorioso Athletic y de la plata olímpica de Amberes. También retumban para Zamora o Samitier, ambos emigrados y retornados, y ambos iconos de Madrid y Barcelona. Para Isidro Lángara Galarraga quedó el silencio. Un silencio que es estruendo al cruzar el charco. Lo normal ante el mejor goleador español de la historia. Lo normal ante uno de los mejores delanteros que ha parido la historia.

El Oviedo publica la biografía en inglés del histórico delantero  guipuzcoano Isidro Lángara | El Diario Vasco
Homenaje a Lángara (d) en Andoaín

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