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Tommaso Berni

Empecemos por lo importante. Sí, sí, lo importante. Según diferentes webs Tommaso Berni rondó los 200.000 anuales. 16.000 y pico al mes. En una carrera de 15 años como profesional nos vamos ‘grosso modo’ a los tres millones de euros. Hagamos una cuenta fácil. Si una persona ingresa tres kilos en 40 años de vida profesional (que ya son años) estaría a razón de
6.250 euros al mes. Más del triple de un salario medio en España.

Quen os pillara.

Y es que ser futbolista profesional es una profesión más que interesante. No hablo de ganar miles de millones, de conseguir trofeos o de ser apreciado eternamente por una comunidad. Conseguir formar parte de los 400 o 500 futbolistas profesionales de una de las cuatro o cinco ligas más importantes del mundo y mantenerse en ella durante más de una década es de una
complejidad absoluta. Aquel que lo consiga puede sentirse orgulloso de sí mismo. Y si es precavido y está bien asesorado tendrá su vida solucionada.

Eso es lo que debió pensar Tommaso Berni. Sin lugar a dudas un profesional del fútbol con mayúsculas. Un funcionario del balón. Un hombre que prefirió la comodidad, la seguridad y el prestigio de pertenecer a una institución centenaria como el Inter de Milán, que a deambular
por ligas menores a la caza de una fortuna deportiva que quizás le reportarse una autosatisfacción personal que nunca pareció importarle.

Tommaso Berni nació y creció en Florencia. Como buen hijo de la Toscana se hizo hincha de la AC Fiorentina. El chico era bueno y pronto se hizo un habitual en las categorías inferiores violas y de la selección italiana. Allá por el año 2000, cuando contaba con 17 años, el Inter decidió apostar por él como portero de futuro del equipo. Fue cedido al Wimbledon FC inglés donde no llegó ni a debutar, hasta que encontró acomodo en la portería del Ternana, por entonces en la Serie B.

Tras dos buenas temporadas, la SS Lazio decidió ficharle. Habitual suplente, marcha cedido con relativo éxito a la US Salernitana. Más tarde rescinde contrato con los laziales y deambula sin éxito por el Sporting de Braga, la UC Sampdoria o el Torino FC. Estamos en 2014, Berni cuenta con 31 años de edad y apenas ha jugado una decena de partidos en la Serie A italiana.

Su último partido oficial había sido el 12 de octubre de 2012 defendiendo los colores de la UC Sampdoria. Por lo tanto, a sus más de 30 primaveras, habría que sumar que llevaba cerca de dos años sin saltar al campo. Cualquiera de nosotros podría pensar; sí yo fuese Berni buscaría acomodo en un club de la Serie B o tal vez intentaría una aventura en el extranjero para conocer otra cultura y, a lo mejor, hacer una buena temporada que me permitiese volver a Italia. Pero el caso es que el Inter de Milan decide fijarse en él. Por entonces el Inter contaba con el esloveno Samir Handanovic
como guardameta titular (a fecha de escribir este artículo lo sigue siendo y además es capitán del Inter) mientras que el teórico suplente era el argentino Juan Pablo Carrizo. El Inter quiere a Berni como tercer portero y decide hacerle una oferta.

El mismo club que había apostado por él cuando tenía 17 años le estaba ofreciendo un plan de pensiones irrechazable. Berni firmaba por un par de temporadas, que acabarían siendo seis lustrosas campañas en la ciudad del Duomo.

De 2014 a 2020 el panorama para Berni fue siempre el mismo. Entrenar y entrenar para no jugar. En 2017 el Inter se deshizo de Carrizo para contratar a Danielle Padelli, un tipo que había hecho unas buenas temporadas en el Torino FC. El panorama para Berni seguía siendo el mismo. Ocupar la plaza de tercer guardameta. Entrenar por la semana y ver el partido desde el palco el fin de semana. Seis temporadas en las que Berni se dedicó a ver pasar el tiempo.

El Inter renueva a Berni por un año
Berni, entrenando

Alguno me dirá que Messi o Cristiano son unos privilegiados. Y lo son. En un par de días ganan lo que Berni en un año. Pero Messi o Cristiano conviven con la exigencia, con el requerimiento de resultados y en la reivindicación permanente de su talento. Tommaso Berni dedicaba un par de horas de su día a mantenerse en forma para cobrar un elevado salario a final de mes en una de las instituciones de fútbol más prestigiosas del mundo.

Hay que valer.

Hay que valer porque Tommaso Berni se convirtió en un tipo respetado dentro del vestuario. Pasaron los entrenadores y los futbolistas y Berni siguió allí, impasible. Al fondo del fondo del banquillo. Se convirtió en mascota, en confidente de los jóvenes. Cuando un nuevo fichaje aterrizaba en Milán, Berni era el cicerone perfecto para dar a conocer la ciudad o las instalaciones del club. ¿A qué cole puedo llevar a los niños? Allí estaba Berni. ¿Conoces algún restaurante tailandés para llevar a mi novia? Berni ejercía de GPS. ¿Sabes de alguna casa en las afueras que se alquile? Tito Berni al rescate.

Para nada resto merito a Berni. De hecho es digno de admirar. Berni es un hombre común que utilizó una habilidad técnica y una competencia física preferente para ganarse la vida. Hizo de su pasión su profesión en mayúsculas. Decidió no convertirse en un jornalero de la gloria, sino
en un gris funcionario sin adrenalina competitiva. Prefirió ser cola de león que cabeza de ratón.

Quizás Berni no estaba predestinado para acaparar focos, mas tampoco era algo de su gusto. Podía haber sido una estrella en una ciudad de provincias o en un país menor, pero no era ese su sino. Fue un hombre privilegiado. Un futbolista de elite ajeno a miradas, atenciones, estrés y todo tipo de escrutinio público. No ha habido nunca jugador que estuviese seis temporadas en un club de campanillas al que las derrotas y los fracasos no le hayan hecho perder crédito ante los aficionados.

Tommaso Berni estiró al máximo su carrera con la esperanza de una agradable jubilación. Lo hizo sumando cero partidos disputados en siete temporadas, las seis recordadas en el Inter y la anterior en el Torino FC. Ni en la Serie A, ni en Europa, ni tan siquiera en un intrascendente partido de primera ronda de copa. El tercer portero era eso, el tercer portero. En los días grandes saltaba de la grada para ocupar el puesto de suplente en el banquillo. Así año tras año. Presumiendo de que nunca le han metido un gol.

Lo más extraordinario del caso, es que habiendo saltado al campo en cero minutos y en cero segundos, Tommaso Berni cuenta con dos expulsiones en sus seis temporadas en el Inter. Ambos hechos sucedieron a lo largo de la campaña 2019/20, su última en activo. En enero, en un partido ante el Cagliari FC, el árbitro expulsó a un futbolista del Inter. Berni saltó del banquillo y execró la decisión en la cara del colegiado ganándose la tarjeta roja. Meses más tarde, confinamiento de por medio, repitió acción en otro choque de la Serie A ganándose otra expulsión. Dos tarjetas rojas sin haber pisado el campo. Otro registro difícil de superar.

No se puede decir que Berni fuese un mal portero. Tal vez tampoco bueno. De hecho, puede presumir de que nunca ha encajado un gol. Imbatido durante seis temporadas. Berni es la epitome de un tercer portero. Ese hombre sube el nivel de los entrenamientos. Pero Berni no era un chiquillo que acababa de salir de la cantera ni un veterano que amarró un último contrato antes de decir adiós. Berni se convirtió en tercer portero al cumplir la treintena, una edad ideal para ser guardameta, y consagró su vida a hacer de ese puesto el eje de su existencia.

Inter de Milan rescinde contrato a Tommaso Berni: Siete años, ningún  partido y dos expulsiones - Diez - Diario Deportivo
Berni entrenando, otra vez

Camino de las cuatro décadas, Tommaso Berni disfruta ahora de una fabulosa jubilación. Amante de la naturaleza, apasionado del estudio de diversas culturas africanas y nudista convencido, Berni se compró una casa en Ibiza donde ha decido pasar la mayor parte de su tiempo. Sus años de futbolista profesional le permiten vivir holgadamente en el Mediterráneo y viajar continuamente alrededor del mundo en compañía de su esposa.

¿Acaso Berni no ha triunfado?

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