Archivos

Hacerse un Biles

Poseedor de una vasta hacienda, Cayo era uno de los consejeros más acaudalados y afamados de Octavio Augusto. Sin la presencia de este noble romano Augusto no se hubiese convertido en emperador, ya que fue su labor diplomática la que convenció al Senado de que la única forma de acabar con la guerra civil era finiquitar el triunvirato surgido tras el asesinato de Julio César. Ayudar a colocar la corona de laureles sobre la cabeza de Augusto tiene su aquel, mas no fue eso lo que hizo pasar a Cayo a la posteridad. Con su inmensa riqueza, Cayo apoyó y protegió a numerosos eruditos, siendo los más conocidos los poetas Horacio y Virgilio. Cayo Mecenas, como así era conocido, dio nombre a aquel que patrocina la cultura de forma desinteresada.

Cayo Mecenas es epónimo de mecenas y de mecenazgo. Los epónimos son usados desde hace siglos para nombrar pueblos, conceptos, descubrimientos o inventos. Entre los más conocidos epónimos de diferentes tipologías podríamos citar a Américo Vespucio (América), Cristóbal Colón (Colombia), Louis Braille (sistema Braille), San Cirilo (alfabeto cirílico), Mijail Kalashnikov (fusil Kalashnikov), Louis Pasteur (pasteurización), Karl Marx (marxismo) o Charles Darwin (darwinismo). Entre los epónimos a destacar también los hay irrelevantes para el desarrollo humano, pero ampliamente gratificantes como bechamel (Louis de Bechameil), jacuzzi (Cándido Jacuzzi) o sándwich (Conde de Sándwich). Pasar a la posteridad como un epónimo es dejar un legado imperecedero en la sociedad.

Simone Biles no solo es la gimnasta más laureada de todos los tiempos, sino que ha ligado su nombre a la historia a través de unos movimientos jamás antes practicados. En gimnasia a la ejecución se le añade la dificultad. El ‘Biles’ es un salto de extrema dificultad que Simone ejecutó en 2013 y que desde entonces ha ido perfeccionando. Se trata de un doble salto mortal o dos vueltas con el cuerpo completamente extendido, pero, en la última vuelta, se da un giro en el otro sentido, combinando los dos ejes de rotación. La extrema dificultad radica en que, en vez de caer mirando al suelo, uno lo hace hacía adelante a ojos ciegos.

“A veces me pregunto qué pensará mi madre biológica sobre todo esto”, acertó a comentar Simone Biles la primera vez que consiguió una medalla. Y es que la atleta afroamericana fue acogida por sus abuelos al poco de cumplir tres años. Inmersa en la droga y el alcoholismo, los servicios sociales no dudaron en quitar la custodia a la madre biológica de Biles.

Ahora, convertida en leyenda deportiva, Simone mantiene el contacto con ella por respeto a sus abuelos. El destino quiso que cuando Simone contaba con seis años el mal tiempo cancelase una excursión prevista en el colegio. Los profesores decidieron invertir la mañana en la visita a un centro deportivo cercano. Allí, aquella niña risueña quedó fascinada por los saltos y las piruetas que daban las gimnastas. A partir de ahí no hubo actividad que distrajese a Biles de su objetivo. Llegaría a entrenar durante cinco horas al día sin descuidar ni un ápice sus notas. No existieron otras actividades extraescolares, ni fiestas de cumpleaños con los amigos. En 2013, con 16 primaveras recién cumplidas, ya era campeona del mundo. Sólo entonces hubo vacaciones.

Simone Biles es la única gimnasta de la historia que ha sido tres veces consecutivas campeona del mundo en el concurso general de gimnasia (2013, 2014, 2015). Son 19 victorias mundiales y 25 medallas ganadas. Pero más allá de su creatividad, destaca su longevidad, extrema para una gimnasta. Si Nadia Comaneci era equilibrio y gracilidad, Simone Biles es un estallido continuo de potencia con una sonrisa en el rostro. SI la rumana era ballet, la estadounidense es rock and roll. Con una estatura que apenas supera los 140 centímetros, sus casi 50 kilos de puro músculo combinan la flexibilidad con la fuerza. Sus acrobacias son rapidísimas y sus aterrizajes seguros. Su centro de gravedad tan bajo la favorece en el ejercicio de suelo, pero dificulta sobremanera su ejercicio en el potro. Como Michael Jordan, Simone Biles tiene la capacidad de anular la ley de la gravedad.

Pero Biles quiso más. En el Mundial de 2019, Simone consiguió llevar a cabo una acrobacia que ninguna otra gimnasta femenina había conseguido hacer. Este salto en concreto se trataba de un triple-doble, o sea, un doble mortal hacia atrás con triple giro sobre sí misma en su ejercicio de suelo. Un salto sin precedentes. Tal fue el asombro y la admiración por ese movimiento que a partir de ese momento quedó bautizado como “Biles II”. Su segundo epónimo.

El secreto de Biles, como explicaban de forma fantástica en un especial olímpico del ‘The New York Times’, es su capacidad para incluir más movimientos en cada serie. Por ejemplo, cuando en el ejercicio de suelo Biles encara desde una esquina la diagonal del tablero, necesita correr menos para generar la misma potencia que el resto de sus competidoras. Así, puede pasar más tiempo en el aire, incluyendo más elementos y ofreciendo concursos más espectaculares. La complejidad de sus ejercicios la empuja a cometer errores en barra, pero la altísima dificultad de la que parte, y su capacidad para mantenerse constante durante el resto de sus series, hace que los jueces la coloquen de forma invariable por encima de los 15.000 puntos en todas sus intentonas.

Y así, esa mujer que ejecuta actuaciones que los hombres solo pueden soñar, se plantó en Tokio con la intención de lucir el ‘Biles II’ en los Juegos Olímpicos, y, según los rumores, con alguna que otra sorpresa en la recámara. Antes de los concursos individuales, la escuadra olímpica de Estados Unidos competía en la prueba de equipos. Minutos antes de enfundarse los leotardos, y ante el estupor general, Simone Biles anuncia que se retira de la competición. Lo que en un primer momento se anuncia como molestias en el tobillo acaba siendo un colapso mental. No participará tampoco en las pruebas individuales.

Biles acaba de hacer un ‘Biles’. El ‘Biles III’. Pero esta vez el epónimo no obedece a sus fastuosas actuaciones. ‘Hacerse un Biles’ quedará como epónimo del colapso mental del deportista de élite.

Biles, como otras hijas de la gimnasia, ha sido exigida, reprimida y explotada desde niña. Al igual que la rítmica, la gimnasia artística es un deporte de niñas, de niñas que son élite cuando no conocen la menstruación. Niñas que demuestran coraje y valentía, sacrificio y dedicación, y que son manejadas desde lo más alto por quienes ven en ella objetos con día presto para la caducidad.

¿Por qué Biles tardó tanto en comprender que su cabeza estaba llena de demonios? Con todo ganado, a lo que Biles aspiraba en Tokio era a la eternidad. Tras cuatro (cinco) años de preparación, imposiciones y obsesiones, Simone Biles tuvo miedo a perder. Se sentía como un hámster en la rueda, acertó a decir un periodista. A Biles se le cayó la capa de superheroína. Un dolor invisible, acrecentado por la pandemia, le ha producido un bloqueo mental. Pasó de tener una estructura ordenada al vacío por rutina. Su éxito está construido sobre un esfuerzo y un talento descomunal, pero también sobre lacras que ayudan a comprender su fragilidad. Es la imagen y fuente de ingresos de una federación que apoyó el terror físico y psicológico promovido por el matrimonio Karloyi, los mismos que hace casi 45 años atormentaron a una niña rumana que vendió su alma a cambio de ser la reina de Montreal.

Y es que la excelencia se cultiva en ambientes tóxicos, pero el deportista de élite hace poco por acotarlos. La niña Biles era voluble y manejable. La mujer Biles es una deportista empoderada, un icono racial y una voz capaz de crear estados de opinión. Por eso cuesta entender que no echara antes el freno. Es la presión, sí, de patrocinadores, de entrenadores, de directivos y hasta de aficionados, pero sobretodo es la autoexigencia. Fue ella la que quiso hacer el ‘Biles’, el ‘Biles II’ y coronarse en Tokio quien sabe si con un ‘Biles III’. Hay sargentos que deciden no ser tenientes, profesores que declinan ser directores, currelas que no quieren ser jefes. Nadie obligó a Biles ser leyenda. Lo quiso ella.

Simone Biles realizó una ejecución limpia y concentrada, aunque menos espectacular de lo acostumbrado. Y se mostró feliz de salir nuevamente al tabloncillo.
El Ángel domó al demonio

Fue Johan Cruyff el que se inventó lo de la presión externa. Cuando de adolescente saltó a la fama, decidió que un futbolista tenía que traspasar los límites del terreno de juego. Se convirtió en hombre anuncio porque quiso y abrió el camino del terror capitalista en el que se ha convertido el deporte de élite. Pero el propio Cruyff fue víctima de su ambición, porque el hombre que anunció su retirada a los 30 tuvo que estirar su carrera a disgusto hasta cerca de la cuarentena para cumplir con todo con lo que su ambición se había comprometido.

Sin presión no existiría el deporte profesional. Novak Djokovic lo dijo al ser interpelado por el caso Biles: “Si ansias ser el mejor en tu deporte debes aprender a hacer frente a la presión en la pista y fuera de ella”. Gestionar la duda debe formar parte del entrenamiento. Hay una asociación, quizás peligrosa pero muy real, entre la ansiedad y la alta competición, como la hay entre la ansiedad y un trabajo de éxito. Y como también la hay entra la ansiedad y el fracaso. O entre la ansiedad y la falta de trabajo. Todo es agotador, porque la vida es agotadora.

Puede que a Simone Biles, ante la soledad del dolor mental y la vergüenza al ser juzgada, se la hayan comido los demonios. De Tokio se lleva una medalla de bronce que siempre recordará como un oro. Su séptima medalla olímpica. De todas, la más brillante. La que le hizo recuperar la sonrisa. Quizás los demonios se hayan ido ya y una tarde cualquiera el ‘Biles III’ haga su aparición.

Quién sabe.

Otras historias de mujeres olímpicas:

El ama de casa voladora (La mujer que dejó a los niños en casa para convertirse en reina de los Juegos Olímpicos)

El récord imposible de Marita Koch (dopaje de Estado en 47’60’’)

La princesa de los pies descalzos (celos, zancadillas y geopolítica mundial en Los Ángeles 84)


¿Quieres recibir un email cada vez que se publique una entrada nueva?

2 commentarios

  1. Adrian

    on

    Responder

    Marcarse un Gerardo, epónimo de semana tras semana realizar una maravilla de artículo con el que deleitarnos …no es sorpresa,nos tienes mal acostumbrados. Ahora bien, por lo que más quieras continua

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.