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Tokio 64. Los Juegos Olímpicos de la ciencia ficción (2ª parte)

Los Juegos de Tokio de 1964 se recuerdan por ser los primeros emitidos en color y por las retransmisiones vía satélite por todo el mundo. Al menos por el mundo que sabía lo que era una transmisión televisiva. Fueron conocidos como los Juegos de la ciencia ficción en una época donde nada parecía imposible y el ser humano se disponía a asaltar el espacio. Quizás el recuerdo más vivido de aquellos Juegos sean las líneas futuristas del ‘Nippon Budokan’, donde por primera vez en la historia olímpica se celebraría la competición del judo, deporte nacional japonés.

Fueron también los Juegos de la descolonización. Hasta diez países de nueva aparición desfilaron por tierras japonesas y las banderas de naciones como Senegal, Níger o Malí fueron reconocidas en los cinco continentes. Fueron también los primeros Juegos en los que se vetó la presencia de Sudáfrica por culpa del régimen del ‘apartheid’. No sería hasta Barcelona 92, ya con Mandela en libertad, cuando los sudafricanos volviesen a tener representantes olímpicos.

Y aunque no lo parezca hubo deporte, mucho deporte. Fueron los Juegos de Don Schollander y de Larissa Latinina. El estadounidense se convirtió en el primer nadador en lograr cuatro medallas de oro en los mismos Juegos Olímpicos. La ucraniana (entonces soviética) sumó dos nuevas medallas en gimnasia haciendo el total de 18 en tres ediciones diferentes. Es la mujer más laureada de la historia olímpica (nueve oros, cinco platas y cuatro bronces) y su elegancia y su técnica la convertirían en el referente para las gimnastas que más allá del Telón de Acero dominaron esta disciplina durante décadas.

Las Mujeres del Olimpo: Larissa Latynina
Latinina. La reina de la gimnasia

Fue también la primera vez del voleibol. Inventado en Estados Unidos como un deporte veraniego, como todo lo que venía de Estados Unidos (otra sorpresa) fue aceptado con entusiasmo por los japoneses. La selección femenina, liderada por Masae Kanai, derrotó en la final a la selección soviética que llevaba una década sin perder un encuentro. Miles de personas se agolparon en los escaparates de los comercios para animar a aquel equipo que cautivó a los nipones. Compaginaban sus entrenamientos de 10 horas diarias con sus trabajos o sus estudios.

También destacó la actuación de Osamu Watanabe en lucha libre, que fue oro tras una trayectoria impoluta en la que acumuló triunfo tras triunfo. Takehide Nakatani también hizo historia convirtiéndose en el primer ganador de una presea dorada en judo en unos Juegos Olímpicos. Aquellos que siguieron los Juegos también recordarán al maratoniano Abebe Bikila que revalidó la medalla de oro de Roma 1960, esta vez con zapatillas, o al americano Billy Mills, que, a pesar de que no le gustaba correr, consiguió la primera y hasta la fecha única presea de Estados Unidos en 10.000 metros en unos Juegos Olímpicos. La historia de Mills es fascinante porque era un sioux que experimentó con el suicidio tras quedar huérfano y ser enviado a una reserva india. Diabético desde niño y discriminado durante su infancia, llegó a convertirse en un portento físico que acabó descollando en campeón olímpico.

Fueron también los Juegos de Ann Packer, primera británica en ganar un oro en los 800 metros y de Bob Hayes que firmó un 8’60’’ en su relevo del 4×100, una marca estratosférica que ni Usain Bolt logró alcanzar. Y fueron los Juegos de Tamara e Irina Press, dos hermanas soviéticas que fueron campeonas olímpicas en Japón. Tamara lo fue en lanzamiento de peso y de disco e Irina en pentatlón.

Sobre la actuación española poco que contar. A Japón viajaron 53 deportistas y no se logró medalla alguna. Uno de esos olímpicos fue Valentín Lorén, un chico zaragozano olímpico en boxeo en la categoría de peso pluma. En su segundo combate fue derrotado por un chino que respondía al nombre de Hen-Huang por doble amonestación. Ni corto ni perezoso, a Valentín le pareció tal injusticia la descalificación que le pegó un derechazo al árbitro del combate propinándolo un sonoro K.O. Lorén fue expulsado de la Villa Olímpica y vetado de perpetuidad en cualquier competición internacional.

— DICK ROTH —

Pero la historia más emotiva de los Juegos fue la protagonizada por Dick Roth. Era este un nadador estadounidense de rasgos marcados y amplia espalda que con 17 años iba a intentar subirse al cajón en los 400 metros estilos. Tras la ceremonia de inauguración Roth se encaminó a la Villa Olímpica para descansar, ya que al día siguiente tendría lugar la ronda clasificatoria de los 400 estilos.

Poco antes de acostarse comenzó a experimentar un fuerte dolor en el estómago. Arqueado con el malestar solicitó ayuda médica y al momento fue enviado al Hospital Militar de Estados Unidos, el cual estaba a una hora de distancia de la Villa Olímpica. Allí le fue diagnosticada una apendicitis aguda y el médico le instó a que se operarse inmediatamente.

Viendo que su sueño olímpico se desvanecía, Roth se negaba en ser operado. Al ser menor de edad hubo que localizar a sus padres. La suerte es que ambos estaban  instalados en un hotel de Tokio ya que se habían desplazado a Japón para animar a su hijo y de paso para disfrutar de sus primeras vacaciones en 20 años. Los padres, asustados, no dudaron en mandar a Dick operarse, pero el chico se mantenía en sus trece. Hubo de llorar y suplicar en una mezcla de dolor y desesperación para que sus padres le permitiesen evitar la operación.

Dick había salvado el primer escollo, pero su participación en la final de los 400 metros seguía siendo una utopía. Le suministraron analgésicos en tropel, pero el dolor seguía presente. Sin pegar ojo se presentó en la piscina olímpica para disputar las semifinales. En el hospital contaban con él al terminar ya que nadie esperaba que lograse clasificarse. Roth sacó fuerzas sabe dios de donde y logró clasificarse con el último tiempo para la final. Su marca empeoró en 15 segundos su mejor registro. Pero había sido suficiente.

Lo primero, pero no lo más difícil, estaba conseguido. Ahora tendría que aguantar 48 horas más el dolor para poder competir en la final. Los médicos le exigieron que estuviese en cama esos dos días y que no entrenase bajo ningún concepto. Además, un par de veces al día le hacían análisis de sangre y los calmantes seguían formando parte de su dieta diaria. Roth se propuso aguantar un par de días más antes de la gran final.

La fuerza mental tendría que ser mayor que el dolor físico si Roth pretendía conseguir una medalla. Antes de la inflamación del apéndice los pronósticos le daban la medalla de bronce por detrás de su compatriota Roy Saari y del alemán Gerhard Hetz. Ahora nadie contaba con que superase la última plaza entre los finalistas.

Roth comenzó a ritmo lento, manteniéndose heroicamente en torno al tercer y cuarto puesto en las vueltas a la piscina con estilo mariposa y con espalda. Después aumentó la velocidad en la tercera posta, cuando toca el estilo braza. La sorpresa vino en la última vuelta cuando en el estilo libre Roth imprimió un ritmo brutal que le llevó a la victoria marcando un tiempo de 4:45’4’’ logrando la medalla de oro y batiendo el récord mundial vigente.

The Pain and Joy of Pain: Dick Roth and the Gold that Almost Wasn't – The  Olympians
Oro y quirófano en el mismo día

Roth salió de la piscina, alzó los brazos y se hizo las fotos de rigor con la bandera estadounidense. Abrazó a su entrenador, saludó a sus compañeros y besó a sus padres. Después esperó pacientemente a la ceremonia de entrega de las medallas. Escuchó con mano en el pecho ‘The Star-Spangled Banner’ y agachó la cabeza para recibir su galardón en forma de esfera dorada.

Dos horas más tarde a Dick Roth le extirpaban el apéndice en quirófano. El apéndice ya no estaba inflamado. Ahora estaba roto. Roth tardaría una semana en volver a casa.

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Tokio 64. Los Juegos de la ciencia ficción (primera parte del artículo)

Minuto de silencio en los JJ.OO (origen y prohibición de una bella tradición)

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Frank Shorter (el hombre que hizo que el mundo corriese)

Carros de fuego (la emotiva historia de Paris 1924 que con maestría fue llevada al cine)

Vitaly Scherbo (alcohol, extorsión, secuestros, enfermedad y gloria olímpica)

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¿Por qué Uruguay lleva cuatro estrellas de campeón del mundo? (las victorias charrúas en los Juegos de 1924 y 1928)

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