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El último partido de la RDA

En agosto de 1989 el gobierno húngaro decidió abrir sus fronteras durante un periodo de tres horas. Se esperaba temida respuesta desde Moscú. Y la hubo. Pero no la que se rumiaba. Mijaíl Gorbachov dio el visto bueno y días después miles de personas aprovecharon la ocasión para introducirse en Austria vía Hungría. Para escapar del bloque comunista y probar fortuna en el bloque capitalista. Donde el agujero fue más considerable fue en la RDA (República Democrática Alemana). Al otro lado del muro (una barrera física que abarcaba mucho más que la ciudad de Berlín) había un país con las mismas costumbres y la misma lengua y en el que vivían amigos y familiares. En un par de semanas más de 10.000 personas cambiaron la RDA por la RFA (República Federal Alemana).

Ante la presión ciudadana todo se aceleró el 7 de noviembre. Esa mañana la RDA promulgó un decreto que permitía los viajes turísticos a países de la órbita capitalista. La medida fue comunicada al público mediante una rueda de prensa en la tarde del 9 de noviembre. Fue entonces cuando Ricardo Ehrmann, periodista de la agencia de noticias italiana ANSA, preguntó a partir de cuando entraba en vigor la medida. Günter Schabowski, miembro del Politburó, contestó tras un breve titubeo: “Los viajes privados al extranjero se pueden autorizar sin presentación de un justificante, motivo de viaje o lugar de residencia. Los responsables de los visados y del registro han sido instruidos para autorizar sin retraso los permisos permanentes de viaje”. Tras un profundo murmullo en la sala alguien volvió a reformular la pregunta y Schabowski sólo acertó a añadir; “de inmediato”.

Se acababa de abrir la espita.

Miles de personas se dirigieron a los puntos fronterizos. Ante tal acumulación de gente, y poco antes de la medianoche, los controladores decidieron levantar las barreras y permitir que los ciudadanos de Berlín Este y los de Berlín Oeste se abrazaran, se tocaran, se gritaran y se besaran 28 años después.

Era la noche del 9 de noviembre y el Muro de Berlín pasaba a formar parte de otra época.

Pero la unión de las dos Alemanias no se iba a resolver de un día para otro.

Un mes antes de la caída del Muro de Berlín, la selección de fútbol de la RDA derrotaba por 2-1 a la URSS en un encuentro disputado en Chemnitz (por entonces ciudad rebautizada como Karl-Marx Stadt). Esa victoria unida a la derrota de Austria ante Turquía en Estambul estimulaba la ilusión de la RDA que tan sólo necesitaba un empate en el siguiente partido ante los austriacos para clasificarse para el Mundial de Italia 1990. De hacerlo sería la segunda vez en su historia en la que la RDA participase en un Mundial de fútbol.

La selección de fútbol de la RDA jugó y perdió su primer partido ante Polonia (3-0) en Varsovia en 1952. Desde entonces y hasta su disolución casi 40 años más tarde disputó cerca de 300 encuentros y ninguno más trascendental como la victoria por 1-0 con gol de Sparwasser ante sus vecinos de la RFA en Hamburgo durante el Mundial de 1974. Historia que daría y dará para un artículo en el futuro.

La RDA había destacado en las pistas de atletismo y en la piscina olímpica. Años más tarde se sabría que en gran medida gracias al dopaje de Estado. Pero en fútbol no pasaba de ser una selección menor. Irónicamente tan sólo logró clasificarse para el citado Mundial organizado por Alemania del Oeste. Con la base de ese equipo lograrían ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1976. A parte de eso, poco más. Sin embargo, a finales de la década de 1980 la RDA podía presumir de contar con la mejor selección de su historia. Con el sistema comunista a punto de estallar los germanos oriéntales tan sólo necesitaban un empate en el Prater de Viena ante Austria para clasificarse para el Mundial y volver a estar en el mapa.

Hacía casi un mes que el partido se había programado para el miércoles 15 de noviembre de 1989 a las 18:00 horas.

Pero una semana antes el Muro de Berlín había caído.

Y el mundo cambió.

Y la vida de esos futbolistas lo hizo más rápidamente que la de cualquier otro alemán.

La selección estaba citada la tarde del día 10 en Berlín para iniciar la preparación del decisivo encuentro. Aquellos futbolistas pasaron del amateurismo al profesionalismo en un breve lapso de tiempo. Ese mismo día, horas después de la caída del Muro, los teléfonos de las habitaciones del hotel de concentración se colapsaron de llamadas de agentes y presidentes de clubes de la RFA poniendo precio a los sueños de esos futbolistas. En el entrenamiento vespertino decenas de periodistas rodeaban las líneas del terreno de juego y señores de oscuras gafas y valiosos trajes departían con los jugadores a la salida de los vestuarios.

La semana transcurrió con idas y venidas de agentes y escapadas a destiempo de los futbolistas. El día 14 el equipo viajó hasta Viena. Con la expedición también iba un misterioso hombre al que pronto se le identificó como un directivo del Eintracht de Frankfurt. La noche anterior al señalado partido Andreas Thom y Ulf Kirsten, la pareja de delanteros de la RDA, firmaron un precontrato con el equipo del águila bicéfala. Al día siguiente, en el banquillo de los suplentes, junto a los jugadores y el cuerpo técnico, aquel directivo ataviado con una oscura gabardina se sentaba al lado de la expedición de la RDA. Se trataba de aquel intrépido empleado del Eintracht.

La RDA formó con Hayne; Kreer, Stahmann, Lindner, Schössler, Döschner; Sammer, Stubner, Steinmann; Thom y Kirsten. Desde el banquillo partieron Doll y Weidemann. El seleccionador era Hans-Jürgen Dörner.

Con el Estado en plena descomposición, la selección germano oriental buscaba su pase al Mundial en medio de la incertidumbre. Fue un desastre. La derrota no pudo ser más contundente. Austria se impuso por un rotundo 3-0. Un triplete de Anton Polster, entonces delantero del Sevilla, les dio el billete para el Mundial. Matthias Sammer, Andreas Thom, Ulf Kirsten o Thomas Doll, las grandes estrellas de la RDA, deberían esperar por otra oportunidad.

La derrota supuso un alivio para la FIFA que en años venideros tendría que hacer malabares para aceptar o denegar el acceso a sus competiciones a los nuevos países surgidos por el fin del comunismo. Aquel verano la RFA ganó el Mundial de Italia de 1990 bajo un clima de exaltación, arrebato y fervor que se extendió a la frontera oriental del país. Franz Beckenbauer, seleccionador y mito viviente del fútbol alemán, afirmaría en los fastos de la celebración por la victoria que “con la reunificación la selección alemana sería invencible”.

El feliz acontecimiento tuvo lugar el 3 de octubre de 1990. Desde ese día Alemania volvió a ser oficialmente un país unido. Un par de semanas antes, el 12 de septiembre, la RDA disputó un encuentro amistoso ante Bélgica en Bruselas en lo que fue la despedida oficial de tan especial selección. Los federativos prepararon un fin de fiesta lleno de melancolía, pero estrellas como Ulf Kirsten o Andreas Thom declinaron volver a jugar para la RDA. Otros como Rainer Ernst sí que decidieron participar, pero manifestaron su disconformidad por el sinsentido del choque. Y alguno como Uwe Rösler, que debutaba como internacional, mostró su orgullo por jugar un partido que pasaría a la historia.

En un principio el encuentro era un choque de clasificación para la Eurocopa de 1992. Así lo había dictaminado el sorteo celebrado en febrero de aquel año, pero una vez que se vio que nunca más habría dos Alemanias pasó de ser oficial a oficioso. Pocos jugadores querían arriesgarse a jugar un partido sin sentido en el que podrían sufrir una desafortunada lesión que mermara sus nuevos y lucrativos contratos.

Se concentraron en Berlín y en un principio sólo había 10 jugadores disponibles. Muchos, como Rösler, aún jugaban en Alemania Oriental y confiaban en que una buena actuación les abriese las puertas de la Bundesliga. Hubo una excepción notabilísima entre las vedettes, el capitán Matthias Sammer, quien ya jugaba en el Stuttgart de la RFA y que estaba considerado uno de los mejores centrales del mundo. Pero lo cierto es que su presencia fue casual. Llegó a Berlín con la idea de encontrarse con otras estrellas como Kirsten o Thom, pero cuando le dijeron que éstos habían declinado la convocatoria decidió coger un vuelo de vuelta a Stuttgart. Desafortunadamente para él era muy tarde y tendría que esperar a la mañana siguiente para volver a casa. Aquella noche, Eduard Geyer, seleccionador de la RDA, lo convenció de la importancia histórica del choque y logró que Sammer capitanease a un equipo en el que al final habría de tener 14 integrantes, de los cuales 3 eran debutantes.

El partido, pasmosamente, fue un éxito. La RDA jugó con una pasión y un compromiso inesperado y venció por 0-2 con goles de Rösler y de Sammer. Rösler ganó mucho dinero en el Manchester City y en el Kaiserlautern pero nunca llegó a ser internacional con la Alemania unificada. Matthias Sammer llegó a ser capitán de la nueva Alemania que ganó la Eurocopa de naciones de 1996 así como vencedor de la Copa de Europa con el Borussia Dortmund en 1997 tras un desafortunado paso por el Inter de Milán.

Una vez se supo que para la temporada 1991/92 habría una única liga alemana hubo que preparar un plan de choque para unificar las dos competiciones. Para los clubes de la RDA fue una hecatombe. No existió una unión. Fue una absorción. El músculo financiero de la Bundesliga de la RFA fagocitó a la paupérrima Oberliga de la RDA. Los dos primeros de la liga comunista (Hansa Rostock y Dinamo Dresde) pasarían a integrarse a una Bundesliga que ampliaba a 20 sus integrantes. Los seis siguientes clasificados recalaban en la Bundesliga 2 y el resto de los equipos transitarían por las categorías regionales del fútbol alemán.

Poco a poco varios internacionales del Este se sumaron al bloque que había ganado el Mundial de 1990. Fue el caso de Sammer, Doll, Andreas Thom o Kirsten. Curiosamente los dos primeros debutaron en marzo de 1991 ante una Unión Soviética ya moribunda. Pero los equipos de la RDA fueron incapaces de levantar el vuelo. El Dinamo de Berlín, el conjunto vinculado a la Stasi y gran dominador de la Oberliga, malvive hoy en campos de regional. Situación similar al Rot-Weiss Essen, el Carl Zeiss Jena o el Lokomotiv Leipzig, éste último finalista de la Recopa de 1987 y todos ellos equipos mitificados por aquellos que hoy frisan los 60 o los 70 y que en su juventud presumían de leer a Marx o a Bakunin.

Beckenbauer había afirmado con fanfarria que la nueva Alemania sería invencible pero su bravuconada no se cumplió. Después de que en 1996 los alemanes ganasen su tercer cetro continental (el primero como un único país) la selección teutona entró en una profunda crisis derivada del envejecimiento, la ausencia de estructuras de cantera adecuadas, metodologías anticuadas y crisis financieras que afectaron por igual a los clubes del Este por falta de liquidez y a los del Oeste por haber gastado mucho más de lo que tenían. El cambio de siglo se tornó complicado y en ellos futbolistas nacidos en la RDA como Ballack, Schneider, Linke, Jancker o Jeremies tuvieron un peso importante a la hora de lograr el subcampeonato mundial de 2002. Sin embargo, la falta de un patrón de juego claro y la irregularidad fueron una tendencia que no remontaron hasta la llegada al banquillo años más tarde de Joachim Löw.

En la actualidad tan sólo hay dos equipos del Este en la Bundesliga. El más destacado es el RB Leipzig, propiedad de la multinacional Red Bull, en una alegoría que trae a la memoria la escena de la película ‘Goodbye Lenin’ en la que un joven trata de convencer a su madre de que la RDA sigue en pie y que si ve tanta Coca-Cola en los supermercados es porque la multinacional se ha convertido en una empresa comunista. En el combinado nacional apenas hay futbolistas nacidos en los territorios de la antigua RDA. En la victoria de Alemania en el Mundial de Brasil en 2014 tan sólo Toni Kroos había nacido en la Alemania comunista.

“El Muro seguirá existiendo dentro de 50 y de 100 años si las condiciones que se dieron para que se erigiera no se combaten”. Erich Honecker, presidente de la RDA en declaraciones a la prensa en febrero de 1989, apenas diez meses antes de la caída del Muro de Berlín.


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