Archivos

La princesa de los pies descalzos

Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984 se tornaban descafeinados. Bajo órdenes procedentes de Moscú, los países del bloque comunista decidieron no tomar parte de los JJ.OO repitiendo el mismo boicot que Estados Unidos y alguno de sus aliados habían protagonizado en los JJ.OO celebrados en Rusia cuatro años atrás. El deporte no era sino una mano más de la partida de póker que ambas potencias mantenían desde el inicio de la Guerra Fría. Hubo cientos de deportistas que vieron frustrados sus sueños e hicieron inútil un trabajo exhaustivo de preparación. Una de esas atletas era la sudafricana Zola Budd, conocida como la princesa de los pies descalzos.

Con sólo 17 años de edad Zola Budd había batido el récord mundial de los 5.000 metros (15’01’’) corriendo descalza, costumbre que mantenía desde niña emulando a la leyenda africana Abebe Bikila. La proeza de Budd se tornaba sideral. Los atletas suelen centrarse en su juventud en las pruebas de velocidad y sólo alcanzan la plenitud en las de fondo en torno a los 30 años, cuando el cuerpo humano está perfectamente formado para las disciplinas de resistencia.

El problema de Budd iba más allá de comunismo y de capitalismo, de boicots y de Guerra Fría. El problema para Zola Budd es que la IAFF (Federación Internacional de Atletismo) no reconoció su récord mundial. Por aquel entonces Sudáfrica llevaba un par décadas gobernada bajo el régimen del ‘apartheid’ (segregación racial). En un primer momento las grandes potencias, comandadas por Estados Unidos, hicieron oídos sordos a las voces que reclamaban libertad y democracia para Sudáfrica. Sin embargo, en la década de 1980, aprobados y aceptados los derechos civiles para la población negra en Estados Unidos, Sudáfrica estaba totalmente aislada internacionalmente y eso, evidentemente, incluía su exclusión de los eventos deportivos.

Esta situación beneficiaba a la estadounidense Mary Decker. Rubia, guapa, de brillante pelo cardado a la moda de entonces y de sonrisa arrebatadora, era una de esas deportistas que despertaba tanto interés compitiendo como en su vida privada. En aquel entonces ella y Carl Lewis eran los ‘novios de América’. El año anterior había logrado la victoria en los 1.500 y en los 3.000 metros en el Mundial de Atletismo. Su intención era repetir el doblete en Los Ángeles lugar de donde Decker era oriunda. En la prueba de los 1.500 tenía dura competencia con las rumanas Melinte y Puicâ. En los 3.000, y dado que las soviéticas se habían autoexcluido, la medalla de oro estaba virtualmente asegurada. Tan sólo Budd podría inquietarle, pero debido a que la sudafricana tenía vetada su presencia en los JJ.OO se daba por seguro el triunfo de Decker.

No obstante a Budd se le abrió un resquicio por una puerta de la que nadie conocía su existencia. El rotativo británico ‘Daily Mail’ publicó un reportaje en el que exponía que conforme a que el abuelo de Budd era inglés podría solicitar la ciudadanía inglesa y competir con Gran Bretaña en los Juegos Olímpicos. Hubo jarana en Westminster. Mientras que los laboristas denunciaban el pasteleo con el ‘apartheid’, los conservadores, liderados por la primera ministra Margaret Thatcher, resolvieron el papeleo en tiempo récord y Zola Budd adquirió con celeridad la doble nacionalidad.

Los ingredientes estaban en la mesa y sólo quedaba usarlos con tino para crear una epopeya deportiva. Pero aún había más. Zola Budd no se había planteado nunca ser atleta profesional. Tan sólo cuando un devastador cáncer se lleve a su hermana por delante decidirá descargar su rabia contenida corriendo campo a través, siempre descalza. Esa mezcla de rabia y pena la convirtió en una atleta de élite a la tierna edad de 17 años. Pero esa ternura también la convirtió en blanco fácil de un desalmado padre. Con el tiempo el señor Budd se aprovecharía de los éxitos de su hija y se apropiaría de todas sus ganancias. La infancia de Decker tampoco fue idílica. De pequeña fue víctima de abusos sexuales por uno de los tantos novios que una madre desarraigada le traía a casa de cuando en cuando. Sin padre y con su madre ausente, Mary Decker pronto se convirtió en una adolescente presa cómoda de hombres de bragueta fácil.

Así entonces, aquel 11 de agosto de 1984, Budd y Decker se presentaron en la línea de salida del estadio olímpico de Los Ángeles para disputar la final de los 3.000 metros femeninos. La primera defendía los intereses de Gran Bretaña y la segunda de Estados Unidos. La primera iba descalza, la segunda calzaba unas zapatillas de diseño.

La carrera fue extremadamente lenta, lo que en teoría beneficiaba a Decker que poseía un rush final imponente. Decker braceaba y corría pegada a la cuerda gastando la menor cantidad de energía posible. Mediada la carrera Budd decidió ponerse al mando y avivar el ritmo consiguiendo estirar el grupo y provocando la aparición de los primeros cadáveres. Decker, como una sombra, se coloca tras ella.

A falta de tres vueltas Decker, que se mantenía detrás de Budd, comenzó a dar pequeños golpes con sus zapatillas en los talones desnudos de la sudafricana. Sus defensores dirían que son roces habituales de las carreras. Sus detractores dirían que los golpes eran deliberados y que incluso llegó a clavarle los tacos premeditadamente.

El caso es que al tercer impacto Mary Decker tropezó y se fue al suelo.
Milagrosamente Zola Budd aguantó de pie y siguió corriendo.

Los 84.000 espectadores que abarrotaban el estadio olímpico enmudecieron mientras veían a Decker llorando desconsoladamente ante la oportunidad perdida. Cuatro años de entrenamiento se iban al carajo.

Pero la carrera no había terminado. Zola Budd miró hacia atrás y al instante perdió la concentración. Se había mantenido en pie y había conservado el equilibrio, pero su mente ya no estaba allí. El estadio comenzó a chillarle y a increparle. Al mismo tiempo Mary Decker se echaba a los brazos de su novio, el discóbolo olímpico Richard Slaney, alzaba la vista y cambiaba las lágrimas por la rabia y el odio desmedido. Totalmente descentrada, Zola Budd pasó de ir liderando la prueba a caer hasta la séptima plaza de forma incomprensible. El oro acabó en posesión de la rumana Maricica Puicâ.

Mary Decker acabó abandonando el estadio olímpico llorando y cojeando, recibiendo la ovación de un público que veía como su princesa se quedaba sin corona. En ese instante Decker cambió el dictado de su eternidad de ‘la novia de América’ a ‘la llorona de América’.

Zola Budd se marchó corriendo a vestuarios. La prensa americana la tildó de villana y de tramposa y pasó varios días en paradero desconocido pagando por un crimen del que no tenía culpa. Se abrió entonces una crisis internacional alimentada por los medios sensacionalistas de Estados Unidos e Inglaterra y que desencadenó en una crisis política sobre el apoyo al régimen racista sudafricano.

Tuvieron que pasar doce meses para que Decker y Budd se encontraran nuevamente en una pista de atletismo durante una competición en Londres y se estrecharan la mano.

Mary Decker nunca más volvió a ganar una competición de élite. Fracasó en los Juegos Olímpicos de Seúl donde no pasó del octavo puesto. A Budd todo parecía irle de cine cuando en aquella prueba disputada un año más tarde en Londres volvió a batir el récord del mundo de los 5.000 metros y, esta vez sí, la plusmarca fue reconocida por la IAFF, pero fue su canto del cisne. Tras renunciar a competir en los JJ.OO de Seúl víctima de una depresión, Zola Budd reapareció cuatro años más tarde en Barcelona como estrella de la nueva selección sudafricana unificada bajo mandato de Nelson Mandela y ni tan siquiera llegó a clasificarse para la final.

Solo años más tarde Mary Decker reconoció que la culpa había sido suya por no haber sabido situarse bien en el grupo.

Hubo que esperar a 2016, 32 largos años más tarde, para que Zola Budd confesara que, después del tropezón e intimidada por los abucheos del público, decidió perder la carrera aposta por miedo a subir al pódium. Temblaba de pánico al imaginar la pelotera que le podría caer al recibir una medalla de la que fue injustamente privada.


¿Quieres recibir un email cada vez que se publique una entrada nueva?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.