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La retirada de Björn Borg

A finales de la década de 1970 Björn Borg era el mejor tenista del mundo. Poseía un revés a dos manos que era inquebrantable y una profesionalidad y meticulosidad no conocida hasta entonces. Sus golpes liftados desde el fondo de la pista y su colocación en los saques mostraron el camino para el tenis moderno. Era conocido como ‘Iceberg’ porque no mostraba emoción alguna ni en la pista ni fuera de ella. Era como un bloque de hielo impertérrito a golpes externos que navegaba con extrema seguridad por la inmensidad del océano. Contaba con más de treinta raquetas que tenían que ser tensadas noche tras noche, no se afeitaba si estaba en medio de un torneo, usaba las mismas toallas partido tras partido y nunca variaba de hotel, comida o transporte mientras obtuviese la victoria. Sus manías rozaban el paroxismo.

Durante tres años consecutivos (1978, 1979, 1980) hizo doblete en Roland Garros y en Wimbledon, proeza jamás igualada y que difícilmente se volverá a lograr dado el extremadamente difícil cambio entre la superficie lenta de arcilla a la rápida de hierba en poco más de treinta días. Años atrás había ganado la Copa Davis para Suecia, por entonces primer equipo europeo con la excepción de Francia en lograrlo.

Y sin embargo, en 1982, a los 26 años de edad y en plena efervescencia física, Björn Borg, vigente campeón de Roland Garros y finalista de Wimbledon y del Open de Estados Unidos anunciaba su retirada del tenis.

¿Por qué? En 1979 surgió de la nada un joven neoyorquino llamado John McEnroe. En su habitación contaba con un poster de Borg, pero no podía ser más opuesto al sueco. Explotaba durante los partidos, contestaba bruscamente en las ruedas de prensa, se reía de sus rivales cuando los derrotaba e insultaba al público y al juez de silla cuando tomaba decisiones controvertidas. McEnroe había tenido una disciplina espartana desde niño y el tenis era su válvula de escape. Borg había sido un niño rebelde y gracias al tenis se convirtió en un hombre meticuloso.

En 1980 Borg y McEnroe se enfrentaron en la final de Wimbledon. El primero perseguía conseguir ser el primer tenista en enlazar 5 títulos consecutivos. El segundo buscaba su primer trofeo en Londres. El choque fue considerado el mejor partido en la historia del tenis hasta que Nadal y Federer se enfrentaron en la final de 2008. Tras perder claramente el primer set y tras un interminable ‘tie-break’ en el que McEnroe llegó a tener 7 puntos de partido, Borg se llevó el título tras cinco agotadores mangas (1-6, 7-5, 6-3, 6-7, 8-6).

Borg se había llevado el título, pero había acabado mentalmente exhausto. Durante años se había propuesto ser el mejor y ocultar sus dudas y frustraciones ante rivales y aficionados. Por el camino se había vuelto introvertido y lloraba a escondidas mientras miles de jovencitas y afilados publicistas llamaban a su puerta. Era una estrella del pop. El primer tenista con entrenador personal y con un batallón de guardaespaldas. Y ahora, por primera vez, tenía un rival enfrente al que creía que no podría derrotar.

Meses después ambos tenistas se enfrentaron en el Open de Estados Unidos. Borg nunca había ganado en Nueva York y en 1980 tampoco iba a lograrlo. McEnroe se llevó el triunfo y otra vez fueron necesarios cinco agotadores sets (7-6, 6-1, 6-7, 5-7, 6-4).

Por el camino Borg se casó con su novia, una joven rumana que había surgido de la nada, y empezó a barajar abandonar el tenis mientras era tentado una y otra vez a jugar en torneos de exhibición y los patrocinadores le llevaban de un estudio a otro a grabar anuncios.

Así pues, la temporada de 1981 dio comienzo y Borg volvió a barrer en Roland Garros logrando su sexto título en tierra batida. Poco después tocaba el turno de obtener el doblete y vencer en la hierba de Wimbledon. Pero esta vez el ganador fue McEnroe en cuatro ajustados sets. Borg salió de la pista central convencido de que todo había acabado. Para McEnroe la felicidad no fue completa, porque se convirtió en el primer campeón de la historia que no era invitado a la cena oficial debido a sus exabruptos durante el torneo.

Aún hubo una última vez para Borg. Nuevamente en la final del Open de Estados Unidos y nuevamente con McEnroe como rival. El estadounidense se proclamó vencedor con cierta comodidad. Borg jugaría un par de torneos más y tras cuatro meses de ausencia reapareció por sorpresa en Montecarlo en abril de 1982 para anunciar en rueda de prensa que dejaba el tenis profesional a los 26 años.

Borg sabía que podía competir físicamente con McEnroe y con otros jóvenes colosos como Lendl o Connors. Pero mentalmente estaba muerto. Le tocó ser una ‘vedette’ cuando sólo quería jugar al tenis. Llevaba desde los 15 años siendo controlado 24 horas al día los 365 días del año y tenía ganas de ser libre.

Fue una decisión que nadie entendió. Y el que menos la entendió fue McEnroe. Nada más enterarse de la noticia, McEnroe convocó una rueda de prensa con el único fin de pedirle a Borg que no se retirase, que quería seguir jugando contra él. Necesitaba a su némesis. Aquel año no ganaría ningún título de Grand Slam. Perdió la estimulación de luchar contra un campeón y aunque en 1984 tendría un año estratosférico logrando 13 títulos, lo cierto es que siempre dio la sensación de que si Borg hubiese estado en pista su tenis habría sido de más quilates.

Borg quiso recuperar el tiempo perdido y cual volcán entró en erupción una vez retirado. Acumuló bodas y divorcios con la misma facilidad con la que golpeaba la bola, empezó a practicar orgias con prostitutas, intentó suicidarse y fue un adicto al juego y a la cocaína. Acabó arruinado y tuvo que volver a las pistas cuando contaba con 35 primaveras para enjuagar su cuenta corriente. Fue un rotundo fracaso porque quiso jugar con su antigua raqueta de madera en vez de utilizar las modernas de aluminio. En 2006 pretendió subastar sus trofeos de Wimbledon para conseguir liquidez y sólo la intervención telefónica de McEnroe consiguió paralizar la venta.

“Sé que podría haber ganado más títulos. Me retiré con 26 años y podía haber estado cinco años más entre los 10 mejores del mundo y habría ganado algún Grand Slam más. Pero perdí la motivación. Si hubiese venido alguien a hablar conmigo y me hubiese dicho que no me retirase, le hubiese escuchado”. Björn Borg.


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