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La aldea gala del hockey

Cuando Julio César conquistó la Galia y anunció al Senado su triunfo, olvidó (por su propio interés) mencionar que en la región de Bretaña quedaban una serie de pueblos a los que nunca llegó a dominar. De hecho, pasarían décadas antes de que fuesen romanizados. Bajo ese argumento, y con un toque de chauvinismo, se creó el maravilloso cómic de Astérix, en cuyas páginas un grupo de irreductibles galos se enfrentan a las hordas del ejército romano.

Aunque se considera que el hockey como deporte nació en Chicago, la modalidad sin hielo y sobre pista de madera (que es la que conocemos en estas latitudes) pronto se hizo muy popular en Francia y Suiza. Esto hizo que en el norte de Italia y en el norte de España (zonas limítrofes con estos Estados), pronto fuese aceptado en las villas fronterizas. De hecho, décadas antes de que se constituyese la Real Federación Española de Patinaje (RFEP) en 1946, ya en Cataluña existía una liga y una federación propia desde 1928. En otros lugares con larga afición y muy alejados geográficamente, caso de Portugal o Argentina, parece ser que influyeron mucho las corrientes migratorias que se produjeron a mediados del siglo XX.

El hockey a patines no es olímpico. No lo es debido a que es un deporte minoritario. Muy minoritario. Se estima que se practica en 30 países, menos de la sexta parte de los Estados en los que los humanos dividimos el globo terráqueo. Y únicamente cuenta con 70.000 licencias en todo el mundo. Para hacernos una idea de lo insignificante de esas cifras, consta saber que sólo en España hay más de 700.000 licencias para futbolistas.

Se debe destacar que más del 10% de esas licencias (9.000) están localizadas en Cataluña. Pero no son sólo jugadores, en Cataluña están las mejores fábricas de sticks, las empresas que proporcionan los patines y revistas de hockey que son traducidas a varios idiomas. Colapsan el mercado global.

Si hay un deporte en el que Cataluña es autosuficiente, ese es el hockey.

Más datos. De las 49 ediciones disputadas de la División de Honor (OK Liga) hasta la fecha, 42 se las han llevado equipos catalanes. Pero es que de las 76 ediciones que se han disputado de la Copa del Rey, 65 también han sido celebradas por conjuntos catalanes. Pero no es sólo eso. De las 54 ediciones de la Copa de Europa, la repartición por naciones es muy simple. 47 España, 6 Portugal y 1 Italia. No obstante, lo correcto sería decir que Cataluña ha ganado 41 títulos y 6 los ha ganado el resto del Estado.

Como le ocurría a Julio César con la aldea gala, hay un grano en el culo en el Imperio Romano del hockey. Esas 7 ligas restantes, 9 de las 11 Copas que faltan en el registro y las otras 6 Copas de Europa, han sido para un equipo gallego. Un equipo de la otra punta de la Península Ibérica, el Hockey Club Liceo de A Coruña.

¿Pero cómo es posible que una ciudad periférica situada a más de 1.000 kilómetros de la elite del hockey mundial haya creado un equipo tan poderoso?

El HC Liceo no nació como una idea publicitaria, ni fue el capricho de un nuevo rico. Es el nombre de un club fundado por cuatro amigos coruñeses en 1972, siendo el más conocido de todos Augusto César Lendoiro, que si bien no ostentaba el título de presidente, sí que lo era de facto. Su fundación coincidió en el tiempo con la organización en A Coruña del Mundial de Hockey. Y es que el deporte del stick tenía larga tradición en la ciudad. Parece ser que el catalán José María Sastre introdujo el hockey en A Coruña en los años 40 del siglo pasado mientras ejercía el servicio militar en la ciudad herculina. Pronto se hizo amigo de Vicente Cucarella, por aquel entonces director técnico del RC Deportivo, dando pie a la fundación de la sección de hockey del RC Deportivo. La sección se desintegrará definitivamente en 1979, precisamente el mismo año en el que el HC Liceo se convierte en el primer equipo gallego de la OK Liga.

El HC Liceo fue fundado en el colegio laico que lleva el mismo nombre. 15 años antes lo había hecho el AA Dominicos, en el colegio católico del mismo nombre y que junto al HC Liceo y el Cibeles de Oviedo son los únicos equipos no catalanes que han ganado la Copa del Rey.

En 1976 la plana liceísta se desplazó a Oviedo para presenciar varios encuentros del Mundial. Allí contactaron con Carlos Gil, máxima figura de la selección argentina. Tenía una oferta del FC Barcelona, pero, sorpresivamente, aceptó jugar en el HC Liceo que por aquel entonces militaba en la Segunda División. Y es que Gil era licenciado en electrónica y se le ofreció un puesto de profesor en el colegio, por lo que sacrificó sus opciones en el hockey para asegurarse un futuro más allá de las pistas de un deporte que era cuasi que amateur.

A partir de ahí, la perfecta combinación de audacia frente a temor, y de suerte frente a desgracia, tan necesaria en cualquier negocio próspero, hizo que el HC Liceo pasase de ser un club de colegio a una potencia mundial.

El año del ascenso, en 1979, el HC Liceo contrató a dos profesionales portugueses que residían en Porto y que los viernes se desplazaban a Coruña o a donde fuese menester para jugar el partido correspondiente de la jornada. Todo era artesanal y familiar. El equipo se salió y en varias ocasiones llenaron un pabellón con 6.000 espectadores, doblando la asistencia media en un partido de la OK Liga.

Al año siguiente, el HC Liceo se propuso contratar a los dos mejores jugadores del momento, el argentino Martinazzo y el portugués Cristiano. La osadía de sus directivos, el patrocinio de la recién creada Caixa Galicia y el apoyo de la masa social de A Coruña, ávida de éxitos deportivos, provocó que ganaran el título de Copa del Rey y en 1982 la Recopa de Europa.

Todo era anormalmente extraordinario. Con Martinazzo también llegó al equipo un nuevo entrenador, el catalán Pedro Gallén. Volaba regularmente a A Coruña los miércoles, pasando los lunes y los martes en su Voltregá natal para atender a la empresa familiar. Los entrenamientos del martes los dejaba a cargo de su ayudante. Tan sólo los dos fichajes mediáticos eran profesionales, el resto compaginaban el hockey con un trabajo rutinario.

La fiebre verdiblanca era incesante. En 1982 se consiguió lo inimaginable. El HC Liceo superaba en socios al RC Deportivo de la Coruña. Los niños tenían posters de deportistas con patines y palos de madera en sus habitaciones. La recaudación del Palacio de los Deportes triplicaba al del estadio de Riazor. Una ciudad de poco más de 250.000 habitantes competía de tú a tú con el FC Barcelona y hacía minúsculas a todas las villas catalanas donde el hockey era una religión. La envidia pronto se hizo evidente y el HC Liceo fue tratado con fogosa hostilidad en sus quincenales viajes a Cataluña. Era un equipo con argentinos, portugueses, el sevillano Carlos Figueroa (el raro del grupo) y el resto eran catalanes. Había un par de gallegos en el fondo del banquillo para hacerse la foto. No le pertenecía ganar. No tenía tradición.

Pero la fiebre seguía. En 1983 lograron la OK Liga, siendo el primer equipo no catalán en lograrlo. Las entradas para los encuentros ante el FC Barcelona se agotaban con un par de semanas de antelación y los choques eran seguidos con pasión en la recién estrenada Televisión de Galicia. Luego vendría la Copa de Europa de 1987 y la de 1988. Y empezó a crecer el gusanillo en los niños. Empezó a haber gallegos en la primera plantilla. Los clubes catalanes hacían ofertas a los jugadores del HC Liceo. Todas las tardes, los jugadores de la primera plantilla impartían clases gratuitas a los chavales y a las chavalas de A Coruña que se acercaban al Palacio de los Deportes de Riazor.

Hoy, el HC Liceo es el rival por antonomasia del FC Barcelona, aunque nunca han vuelto a Coruña aquellos años dorados de exaltación popular a caballo entre las décadas de los 80 y los 90. El boom por el hockey se fue apagando al mismo tiempo que el RC Deportivo se asentaba y triunfaba en el fútbol español. Sin embargo, aquellos niños de ayer hoy son adultos. Equipos como el Cerceda o el Ordes (poblaciones inferiores a los 10.000 habitantes) son asiduos en la segunda categoría y en ocasiones deben ceder su plaza en la élite cuando logran el ascenso ante la imposibilidad de costear un vuelo quincenal a Cataluña. El AA Dominicos pelea por recuperar recuerdos del pasado, y otros como el Club Hockey Compostela, suelen alcanzar las fases finales de las competiciones nacionales con sus equipos de cantera.


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