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1990. Italia, signora del calcio

La característica primordial de la prensa escrita frente a otros medios de comunicación es el tiempo de redacción. El hándicap en esta especialidad es que las noticias van con retraso, pero, a cambio, la reflexión y la documentación permiten elaborar un contenido de mayor calidad y que satisfaga al lector. La excepción se da cuando el suceso ocurre ya avanzada la tarde y se premia la celeridad, pues el diario tiene que cerrar su edición, para luego ir a la rotativa y más adelante a las furgonetas de distribución y, de este modo, estar en los quioscos al alba del día siguiente.

En los medios deportivos esto sucede cada dos por tres. Un partido de Copa de Europa, que finaliza a las 22:30, y al que hay que añadir declaraciones de los protagonistas en las postrimerías del encuentro, es uno de esos días en lo que lo esencial es la premura. La docena de páginas que hay que escribir sobre el choque deben estar preparadas. Asimismo, si uno observa detenidamente, en la crónica del partido hay muchas más referencias a la primera parte que a la segunda, ya que lo normal es que cuando falten 10 minutos para el final, el cronista ya la tenga preparada esperando que ningún cambio de última hora altere su escrito.

Los periodistas del partido del AS Roma contra el FC Barcelona tenían escrito la crónica antes del inicio del choque. Yo me incluyo entre ellos.

Los que redactaron la crónica del Madrid-Juve más de lo mismo. Esos tuvieron que hacer un ejercicio de prestidigitación y concebir hasta tres cambios en un mismo texto, uno de ellos en el minuto 98 del choque.

Este artículo estaba pensado para tratar este año 2018 como el ‘annus horribilis’ del fútbol italiano. Tras el estrepitoso empate de la selección ‘azzurra’ ante Suecia en el pasado mes de noviembre, Italia se perderá el Mundial de Rusia, y las eliminaciones de la Juventus y de la Roma en cuartos de final de la Liga de Campeones y de la Lazio en la segunda competición continental no hacían otra cosa más que reafirmar el declive general en el que está instalado el fútbol italiano.

Yo también tuve que cambiar la crónica. Tuve que darle una vuelta de tuerca a mi disertación.

La AS Roma no está eliminada. Quien quedó eliminado fue el Barça. Ningún cronista lo habría previsto. Son las segundas semifinales para la AS Roma en toda su historia. Las primeras tuvieron lugar en 1984. El que apostó una buena suma de dinero por la victoria de 3-0 del conjunto romano supongo que estará riéndose a carcajada limpia. La ganancia era de 81 euros por cada euro arriesgado.

La hazaña quizás sólo se pueda comparar a la ocurrida en estas mismas fechas en el año 2004. Por aquel entonces, el AC Milan era el vigente campeón, la Serie A la liga de fútbol más respetada del mundo, y alguno de los mejores jugadores del planeta eran ‘rossoneros’. Vencieron 4-1 en la ida al RC Deportivo, un buen equipo, pero sin pedigrí europeo y que había llegado al límite de sus posibilidades para expertos y aficionados. Sorpresivamente, en el partido de vuelta los gallegos pasaron por encima de Maldini, Seedorf, Kaká y compañía y vencieron por 4-0.

Si sustituimos al AC Milan por el FC Barcelona y al RC Deportivo por la AS Roma, tendremos una crónica válida para esta edición de los cuartos de final de la Liga de Campeones.

Aquel RC Deportivo, envalentonado por su victoria pensaba que ya había ganado el título. Lo creían los jugadores, los medios y los aficionados. Les había tocado el Oporto y pensaban que ya estaba todo hecho. Pronto sabremos si a la Roma le sucede lo mismo y menosprecian al Liverpool tras haber logrado la machada ante el Barça.

El caso es que este rotundo éxito no debería nublar la vista de los rectores del fútbol italiano, porque lo que hoy es una morrocotuda sorpresa, en el pasado era la regla general. Sólo la Juventus, fuerte y segura en sus convicciones y en su modelo empresarial, puede competir en mayor o menor medida con la elite europea. El Internazionale y el Milan profesan un dolor inmenso si comparamos sus plantillas actuales con las de antaño. La Roma (sí, a pesar de todo, que ganasen el título sería una sorpresa de dimensiones bíblicas) y el Nápoles quieren y no pueden, y otros, caso del Parma, la Fiorentina o la Sampdoria ni están ni se le esperan. Ningún jugador italiano es el favorito de los niños y pocos venden camisetas más allá de los barrios y los centros comerciales de sus respectivas ciudades. Buffon, a sus 40 primaveras y al borde de la retirada, sigue siendo el futbolista transalpino más venerado.

No hace mucho esto no era así. De hecho, era justamente al revés. En Italia el fútbol caló rápidamente y se integró en la cultura y las costumbres del país. Italia era bicampeona del mundo antes de la II Guerra Mundial. El clima, las costumbres, las raíces migratorias y el idioma propiciaron que cientos de sudamericanos se nacionalizasen italianos, lo que facilitó un salto de calidad de primer nivel frente a otras naciones europeas. Después, tras el nacimiento de la Copa de Europa, el industrializado norte de Italia se hinchó a gastar dinero en la locura del fútbol (por muy industrializado que fuese, Italia seguía, y sigue, siendo un país del Sur de Europa, el país de la ´dolce vita´). Cazados ya argentinos, uruguayos o brasileños, los conjuntos italianos se dedicaron a reclutar jugadores en función del país que estuviese de moda. Así, a finales de los 50 llegaron los suecos (Nordhal, Liedholm, Gren) y los 60 fueron turno para los británicos (John Charles, Law) o los españoles (Luis Suárez, Del Sol). En los 70 se decidió prohibir el fichaje de jugadores extranjeros, pero cuando en 1980 se reabrió el mercado, una orgía de millones de liras inundó los campos italianos. Los mejores futbolistas del momento estaban en Italia, ya fuesen franceses (Platini, Zidane), argentinos (Maradona, Batistuta), brasileños (Zico, Ronaldo), alemanes (Rummenigge, Matthaüs), ingleses (Gascoigne), daneses (Laudrup), holandeses (Van Basten, Gullit)… De tal forma, que entre el año 1980 y 2007 todos los ganadores del Balón de Oro salvó el ucraniano Igor Belanov (1986) y el inglés Michael Owen (2001) jugaron en algún momento en la Serie A.

El cambio de tendencia se produjo en el año 2008 al abrigo de la mayor crisis financiera de la época moderna. Clasificados Roma (Italia), Liverpool (Inglaterra), Real Madrid (España) y Bayern (Alemania), las de esta temporada son las primeras semifinales en los últimos 10 años propiamente de Copa de Europa. A la antigua usanza. Con un equipo de cada país. Lo normal en esta década es encontrar a varias escuadras inglesas, españolas, alemanas e incluso francesas en estas rondas. Para Italia, con la excepción de la Juve, están siendo unos años muy dolorosos.

Durante décadas los italianos ganaron a base de disciplina, encorsetamiento táctico y rigidez defensiva. Los brasileños aprendían a defender, los argentinos encajaban por su fiereza, los alemanes por su disciplina y todos, fuesen del país que fuesen, aprendían a sufrir y a jugar como equipo. Los equipos eran ITALIANOS por mucha estrella extranjera que tuviesen. Las plantillas funcionaban como una fábrica de montaje y los futbolistas creativos eran vanagloriados por su capacidad de transición defensiva y se esperaba que desnivelaran un partido en momentos puntuales, debido a su talento para lanzar una falta o para rematar a gol en espacios pequeños.

Pero, de pronto, el dinero escaseo, y los grandes jugadores emigraron a Inglaterra, incluso a Alemania o a Francia, y asimismo a España. En este último país también golpeó la crisis y escaseó el dinero, pero, a diferencia de Italia, los equipos modestos españoles realizan un fútbol atractivo que permite destacar a los jugadores de calidad. Así, muchos futbolistas prefieren disputar la Liga aun perdiendo dinero, soñando tener una tarde de gloria en un partido de domingo en el Camp Nou o en el Bernabéu.

—1990—

El cénit del fútbol italiano se produjo en 1990. Italia albergó el Campeonato del Mundo aquel verano. Quedó eliminada en semifinales y acabó en un honroso tercer puesto, pero la Serie A puede ser considerada la campeona moral. Aquel Mundial se recuerda como el más aburrido de la historia. Defensas de cinco zagueros, equipos jugando al fuera de juego y poco espacio a la imaginación. Todos jugaron como italianos. Alemania, país recién unificado, derrotó a Argentina en la final. 6 jugadores teutones jugaban en equipos italianos (Brehme, Matthaüs, Völler, Klinsmann, Hässler y Berthold) y lo mismo sucedía con 4 argentinos (Maradona, Dezotti, Lorenzo y Sensini).

Por aquel entonces se disputaban tres competiciones continentales. Las tres fueron a parar a Italia. En la extinta Recopa se retaron en la final la Sampdoria y el Anderlecht. Los genoveses se hicieron con el título gracias a los goles de Vialli y Mancini y las paradas de Pagliuca. La apoteosis tendría lugar en la Copa de la UEFA con final italiana a doble partido entre la Juventus y la Fiorentina. Para entender cómo ha cambiado el fútbol en este cuarto de siglo, aquel año ningún conjunto español se había clasificado para los octavos de final. El vencedor fue el equipo turinés, que aunque no contaba con ninguna estrella, mostró su siempre fiable solidez. En los florentinos destacaba Roberto Baggio, el jugador con más calidad de su generación.

Para la fiesta grande, la competición por excelencia, el Milan se proclamaba campeón de Europa y repetía el título del año anterior tras vencer al Benfica en una final disputada en Viena. Aquel Milan estaba dirigido por Arrigo Sacchi, un innovador de la táctica, liderado por un trio de holandeses descollantes con Van Basten por bandera, y levantado sobre una defensa que ha pasado a los anales del futbol, con un acento 100 x 100 italiano, formada por Tassotti, Costacurta, Baresi y Maldini.

Cuando en diciembre se cerró el curso futbolero de aquel año con la entrega del Balón de Oro, la fiesta no podía ser más italiana. El ganador, Lotthar Matthaüs era alemán, pero también era la estrella del Inter. El balón de plata fue Salvatore Schilliaci, delantero siciliano de la Juventus. Entre los 10 primeros clasificados había 3 jugadores italianos (al ya citado se sumaban Baresi y Baggio) y 7 de los 9 primeros jugaban en la Serie A. De hecho, el primer español en la clasificación (12º puesto), era Martín Vázquez, centrocampista del Torino, a donde había llegado tras abandonar el Real Madrid por unos cuantos millones de liras.

En aquellos tiempos el AC Milan fichó a Gianluigi Lentini (¿alguien lo recuerda?) procedente del Torino. Era el fichaje más caro de la historia por aquel entonces. Hoy, de los 25 fichajes más caros de la historia solo el de Higuain por la Juventus en 2016 pertenece a equipos de la Serie A.

Hace unos años, con motivo del 25 aniversario del mundial celebrado en Italia, la prensa transalpina publicaba especiales sobre el año 1990 bajo la frase: “Ricordare è di essere di nuovo felice” (recordar es ser feliz de nuevo).

Seguro que todos en Italia están de acuerdo. Excepto los ‘tiffosi’ de la Roma.


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