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Paris

Con motivo de la Exposición Universal de París de 1867, se le encargó a Víctor Hugo un libro sobre la capital francesa. La pequeña obra llevó por título ‘Elogio de Paris’ y puede ser considerada la primera guía moderna de la ‘ville lumière’ (ciudad de las luces). Es una declaración de amor a París, una reinterpretación de la historia de la urbe y un aplauso a su importancia en el devenir del desarrollo de la humanidad. Víctor Hugo utiliza cientos de adjetivos elogiosos para reivindicar la importancia de la antigua Lutecia en la cultura universal. “Sus libros, sus periódicos, su teatro, su industria, su arte, su ciencia, sus modas, lo bueno y lo malo, el bien y el mal, todo ello agita a las naciones del mundo y las guía”.

El resplandor de Paris no necesita del fútbol. Por lo menos no lo ha necesitado hasta ahora.

Ha habido 22 equipos que han ganado la Copa de Europa de fútbol representando a un total de 21 ciudades diferentes (Milán tiene dos equipos campeones). Si nos detenemos a examinar a estas urbes observaremos tres tipos distintos de localidades. Ciudades provinciales con fuerte desarrollo industrial (Turín, Liverpool, Manchester, Birmingham, Nottingham, Hamburgo, Dortmund, Rotterdam, Eindhoven y Marsella), ciudades provinciales que funcionan como segunda capital por motivos económicos, históricos o culturales (Milán, Glasgow, Barcelona, Ámsterdam, Múnich y Oporto) y capitales de países que necesitaron del deporte para reafirmarse durante una dictadura (Madrid, Lisboa, Bucarest y Belgrado).

Las cuatro capitales más grandes de Europa no tienen representación en este listado. Moscú, Londres, Paris y Berlín. La excepción es la quinta en la clasificación; Madrid. La sexta, Roma, tampoco ha ganado nunca la Copa de Europa de fútbol.

Ninguna de estas magníficas ciudades ha tenido la necesidad de enfatizar su relevancia a través de un club de fútbol. Todo lo que Víctor Hugo aplicaba a París puede ser aprovechado a todas ellas. Roma es igual al Coliseo; Moscú a la Plaza Roja; Berlín a la Puerta de Brandemburgo y Londres al Big Ben.

Dortmund es el Borussia, Eindhoven el PSV, Manchester es el United y Turín es la Juventus.

Alguien exclamará, ¡pero el Chelsea ganó en 2012 una Copa de Europa para Londres! Cierto. Ahí es a donde quería llegar. La victoria del Chelsea no es el esfuerzo de una ciudad, ni es fruto del desarrollo histórico de un club de fútbol. Ni siquiera el Chelsea es el gran equipo londinense, honor que ostenta el Arsenal o en su defecto el Tottenham. El triunfo del Chelsea es el reflejo de como el fútbol se ha convertido en el pasatiempo primordial de nuestro tiempo y en el principal motor económico de la cultura de ocio. El Chelsea es hoy una gran escuadra porque un acaudalado ruso decidió invertir una fortuna en comprar el equipo. En el siglo XIX mandabas construir una piscina de oro en tu mansión, encargabas alfombras persas e invitabas a tus conocidos para regodearte. Hoy, si eres millonario, compras un club de fútbol y haces lo mismo en el palco VIP de tu estadio.

Los parisinos nunca han tenido la necesidad de poseer un gran club de fútbol. Un parisino es ciudadano de la capital del mundo. Un parisino crea la Copa de Europa y observa como el resto del mundo lucha por conseguir el trofeo. Un parisino crea los Juegos Olímpicos para demostrar que la civilización griega y la francesa son el corazón y el alma del progreso. Un parisino organiza exposiciones universales porque su ciudad es el jardín de Occidente.

El Racing Club de France Colombes 92, conocido popularmente como ‘Racing de Paris’, conquistó una Liga francesa y varios títulos coperos en el período de entreguerras. Sin embargo, quebró a mediados de la década de 1960 y Paris quedó huérfano de fútbol de primer nivel. Por supuesto que hay decenas de clubes de menor categoría en la capital francesa, pero ninguno digno de mención, y muchísimo menos capaz de rivalizar con Stade de Reims, Saint Éttiene, Olympique de Marsella o Lyon, los grandes del fútbol francés. Más adelante, en la década de 1980, el modesto Red Star de Paris fue comprado por la empresa de armamento Matra, la cual invirtió millones en crear un equipo en torno a figuras como Francescoli, Madjer o Littbarski. En cinco temporadas sólo consiguió un subcampeonato, y la familia Matra abandonó el proyecto.

El Paris Saint Germain es un club relativamente joven. Fue creado en 1970 tras la fusión del Paris Football Club y el Stade Saint Germanois. Cuatro años después de su fusión alcanzaron la primera categoría del fútbol galo. En su escudo aparecen representados la Torre Eiffel y la flor de Lis de la monarquía borbónica, debido a que la corte de Luis XIV fue la que proporcionó notoriedad al arrabal parisino de Saint Germain.

El club no ganó ningún título liguero hasta 1986 y no tuvo su primera época de esplendor hasta la década de 1990 cuando fue comprado por Canal +. La corporación mediática fue la primera en intuir que la globalización del fútbol iba a hacer de Paris un mercado muy apetecible e infinitamente superior al de ciudades de provincia como Burdeos, Nantes o Lille. Se logró alzar la Recopa y varios títulos ligueros con jugadores como Ginola, Djorkaeff, Raí o Weah. Luego, con el PSG asentado como grande de Francia, vendrían Pauleta o Ronaldinho.

El gran cambio se producirá en 2011 tras la compra del club por parte de Qatar Investement Authority. Primero desbandaran a sus contrincantes franceses adquiriendo a las estrellas de otros equipos como Giuly, Matuidi o Ben Arfa, y luego asestarán poco a poco una puñalada al mercado internacional con futbolistas de la talla de Beckham, Ibrahimovic, Cavani, Di María, Thiago Silva o Neymar.

El PSG juega en el Parque de los Príncipes, una coqueta instalación insertada en el Bosque de Boulogne y cerca de las pistas de Roland Garros. Todo es muy ‘très chic’. No existe estadio que al ser imaginado evoque menos pasión y sudor. Todo lo contrario. Parece que vamos a acudir a ver una ópera o una obra de teatro y que bajando las escaleras del palco brotaran las pelucas, los tacones y los vestidos de vuelo. El Parque de los Príncipes. Es curioso. No hay nada más glamuroso y más monárquico que París, la capital de la democracia republicana.

El Paris Saint Germain va a ganar la Copa de Europa. Quizás eliminé al Real Madrid y sea este año. Tal vez no lo consiga y tenga que esperar otro año más. O quizás no habrá trono hasta dentro de una década. Pero la ganará. Igual que la ganó el Chelsea. E igual que la ganará la Roma o el Hertha de Berlin si algún magnate decide invertir su fortuna en el fútbol. Pero, por muchos trofeos que levante el PSG, para los parisinos y para el resto de los mortales (los turistas), Paris seguirá siendo la Torre Eiffel, Notre Dame, los Campos Elíseos y el Sena, pero nunca, nunca, nunca será un club de fútbol.

“París responde a todo lo que el corazón desea. Uno puede divertirse, aburrirse, reír, llorar o hacer lo que se le antoje sin llamar la atención, puesto que miles de personas hacen otro tanto…y cada uno como quiere”. Frédéric Chopin.


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