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FC Barcelona; un equipo sin una liga

En los anteriores post hablamos de países muertos, de aquellos estados con pasado olímpico que por vicisitudes históricas han implosionado u explosionado conformado uno o varios estados. En esa clasificación podría formar parte en poco tiempo España. En el antes hipotético y ahora posible y quién sabe si en el futuro probable caso en el que Cataluña se independizase, no volveríamos a hablar de España. Surgiría Cataluña, Euskadi, probablemente Galicia, posiblemente Navarra se partiría en dos e hipotéticamente florecerían Asturias o Andalucía. El resto no sería España, al igual que Serbia no es Yugoslavia. Pongamos por caso que hablaríamos del nuevo Reino de Castilla y Aragón.

De hecho, la Constitución de 1978 no valdría para lo que quedase de España. Se discute si en un referéndum debería votar o no el conjunto del Estado ya que es algo que afectaría al total de la población. Pongamos que no. Que sólo votasen los catalanes. Pero tanto da. La Constitución no valdría. Y el giro político sería de órdago. Sin Cataluña y con un descenso poblacional del 15-20 % de los ciudadanos, se produciría un giro a la derecha del electorado y una recentralización desde Madrid con el fin de homogeneizar a la sociedad española similar a otros intentos surgidos desde el siglo XIX.

¿A qué viene semejante coñazo en un blog sobre la historia y el hecho deportivo? Pues que una de las cantinelas favoritas desde Madrid y desde Barcelona es si seguirá habiendo duelo de merengues y culés en la Liga española. Vamos a tratar de responder a una pregunta igual de cansina como inquietante. Importante para unos, irrelevante para otros. La cuestión estrella de la “cuñadología” del momento. Ya saben, debate recurrido en reuniones familiares y en la que el cuñado de turno (también puede ser un primo, un tío o un compañero de trabajo) siempre sabe más que nadie porque conoce a uno que tal o vio en la televisión a otro que cual. Quien quiere un doctorado existiendo la “cuñadología”.

Vamos a ver si exponemos todo de forma objetiva.

Suponiendo que se acepte lo que digan las leyes, que es mucho suponer ante el panorama de desobediencia institucional y civil existente, la situación es cristalina. La inscripción en una liga requiere la adscripción a una federación autonómica. Desaparecida la catalana, habría que ver donde se asignarían los equipos catalanes.
Tendríamos que referirnos entonces a un acuerdo entre estados. Según la Ley del Deporte el único estado que puede jugar competiciones en España es Andorra en función de un acuerdo especial. Con una separación unilateral es evidente que nadie estaría por la labor de llegar a un arreglo. Si la ruptura fuera amistosa, habría que remodelar, o pisotear –que parece que es lo mismo- las leyes existentes.

Aun llegando a un arreglo hay un problema tremebundo. Se supone que los catalanes querrían tener selección propia. Para formar una selección hay que tener una federación. Y para tener una federación hay que crear una liga. Es obligatorio. Desde la Plataforma ProSeleccions Esportives Catalanes se dice por activa y por pasiva que el FC Barcelona jugará donde quiera y que la Liga española no se puede permitir la pérdida del Barça. Puede ser. Tebas quizás quisiera dejar jugar al Barça pero no podría. Porque no es el Barça, son todos los equipos catalanes. ¿Dónde estaría el límite? Y no sólo es fútbol. Hay más de 700 sociedades deportivas en Cataluña. Es irrealizable.

Desde la esquina nororiental se sugiere en voz baja que la situación del FC Barcelona sería la misma que la de andorranos o monegascos, por no citar otros casos como el de San Marino. No obstante la diferencia es notoria. Dejando al margen temas legales, históricos o tributarios, el problema fundamental es el de la manejabilidad. No es lo mismo integrar deportivamente (u en otros ámbitos) a un estado de 20 o 50 mil habitantes (por cierto la federación monegasca de fútbol está adscrita a la francesa desde antes de que se pusiera en marcha la Ligue 1) que a uno de casi siete millones con la tupida red de deportistas y clubes de diferentes disciplinas.

— ¿Y si no hay Barça-Madrid?—

Queda claro que no es integrar al FC Barcelona, es hacer lo mismo con Nástic, Palamós, Europa o Girona. Pero también con el Balonmano Granollers, Joventut de Badalona o Hockey Vic. O desmontar las instalaciones de Sant Cugat para deportistas de elite e integrarlas ¿conjuntamente? para catalanes y resto de españoles. Es una catástrofe deportiva. ¿Para quién? Para todos, pero la palma (si la palma pudiese ser en este caso sinónimo de triunfo) es para los blaugranas.

El nivel del FC Barcelona sería grosso modo el del Ajax. Un equipo con tradición y buen nombre, con una forma de jugar reconocida, con una apuesta fuerte por el fútbol base y que se movería en un segundo escalón europeo. Es verdad que Países Bajos dobla en población a Cataluña pero la importancia mundial de Amsterdam y Barcelona es pareja. Si nos detenemos a analizar el caso del equipo ajacied, tras la sentencia Bosman mantuvieron su nivel en la elite europea durante una década más. Desde entonces sufren la huida de jóvenes talentos cuando apenas han debutado con el primer equipo y deben rastrear el mercado internacional haciendo ellos lo mismo, es decir, cazar a jóvenes argentinos, brasileños, suecos o marroquíes. Otros conjuntos como el Benfica o el Anderlecht, de pasado glorioso, subsisten en una situación pareja. Para el Barcelona sería lo mismo. Durante una década continuaría resistiendo de las rentas conseguidas, pero a lo largo pagarían las consecuencias. Messi o Iniesta jugarían en Can Barça hasta los 18 o 19 años antes de dar el salto a un grande y valores de la casa como Xavi puede que dilataran su estancia en la Ciudad Condal hasta los 23 o 24.

¿A dónde iría el poderoso caballero? Madrid y Barcelona rondan los 170 millones en derechos televisivos. Los castellanos recibirían un jab que les dejaría groggies, pero los culés serían víctimas de un gancho que los enviaría a una lona representada por un Lliga catalana devaluada y sin tradición. El Oporto, por ejemplo, recibe unos 50 millones en conceptos por derechos televisivos.

Una argumentación típica sostiene que al igual que el FC Barcelona acusaría jugar contra el Lleida, también lo haría el Real Madrid al enfrentarse al Getafe. Es una falacia. Las ligas deportivas fueron creadas para obtener una competitividad y unos ingresos a lo largo del año a través de encuentros semanales. La liga inglesa es la competición con más ingresos internacionales, pero la alemana es la que mayores ingresos obtiene en el panorama interno. No es una cuestión de nivel deportivo, es una cuestión de número de habitantes. El Real Madrid seguiría llenando estadios y vendiendo periódicos para 40 millones de habitantes día tras día. Y el Celta o el Betis vivirían de esa ola. El FC Barcelona rebajaría su cuota de mercado a unos 7 millones de consumidores. Seguiría manteniendo su renta internacional, pero la masacre sería atroz en el consumo interno y, muy especialmente, para el resto de equipos de la Lliga catalana. Y eso sin referirse a disciplinas como el fútbol sala o el balonmano que viven de patrocinios y promotores.

—Diversos casos prácticos—

Podemos ver lo que ha sucedido en diversos países europeos en el último cuarto de siglo. La muestra es variopinta. Desde una ruptura amistosa de igual a igual (Checoslovaquia), con disturbios y encarcelamientos pero sin conflicto armado (URSS) y mediante una guerra (Yugoslavia).

En Checoslovaquia la liga se finiquitó en 1993 dando lugar a una liga checa y a otra eslovaca (nótese que aunque nos referimos al fútbol esto se puede extrapolar a cualquier deporte). La revolución de terciopelo fue de todo menos cruenta ante dos países de población y extensión similar y sin problemas étnicos fruto de emigraciones. Este supuesto no se puede extrapolar a España.

Viajemos a la Unión Soviética. En cada una de las tres repúblicas bálticas se disputa un torneo liguero que palidece en importancia con el de Rusia, gigante económico y poblacional. ¿Qué hicieron? Inteligentemente seis años después de la independencia crearon la Liga Báltica donde se enfrentan los tres primeros clasificados de las ligas letona, lituana y estonia al acabar la temporada nacional. Dado que son estados pequeños con ligas cortas de 10 equipos y de bajo nivel no hay problema de calendario. Es un supuesto extrapolable creando una liga Galeuscat entre gallegos, vascos y catalanes, pongamos por caso.

En Yugoslavia el proceso es distinto. La separación, con guerra de por medio, se dio entre iguales, a pesar de que Serbia era el epicentro del Estado yugoslavo. En baloncesto se creó una Liga Adriática a semejanza de la Liga Báltica pero se tardaron once años en ponerla en marcha cuando las heridas de la guerra principiaban a cicatrizar. Se podría dar perfectamente en España en disciplinas de menor abolengo, pero sería impensable en fútbol. Los equipos españoles de primera línea juegan más de 50 partidos oficiales en una temporada. No habría forma de encajar una liga estatal al acabar la temporada en Cataluña o en el nuevo estado de Castilla y Aragón.

Existe un caso de integración plena y lo tenemos en Gales. Hay selección propia, hay liga propia, pero los mejores equipos decidieron abandonar a los galeses y entrar en la Premier League inglesa. Son el Swansea y el Cardiff. Los escoceses Celtic y Rangers quisieron hacer lo mismo hace unos quince años, pero el Parlamento escocés desbarató la operación por cuestiones patrióticas. No parece factible que el FC Barcelona, ejército desarmado de Cataluña como fue bautizado por Vázquez Montalbán, abandone una recién creada Lliga catalana y deje de ser la bandera deportiva de un nuevo Estat.

—La selección catalana y los Juegos Olímpicos—

Más leña al fuego y con esto dejamos la pira encendida de por vida. Los Juegos Olímpicos. Existe una limitación tope de deportistas por países. Si un país es potencia en una disciplina (Kenia en atletismo es el arquetipo) se ve gravemente perjudicada. Con la independencia habrá más plazas por deporte. Es decir, si hubiese seis atletas españoles de maratón con la marca mínima para clasificarse tan sólo irían los tres mejores. Si tres de ellos fuesen catalanes, serían los seis los que disputarían los JJOO. Un ejemplo práctico. En el caso catalán el esquí se vería muy beneficiado, ya que hay esquiadores catalanes que no pueden ir a las Olimpiadas por falta de plazas y su nivel es superior a la media estatal.

Los catalanes argumentan que unos JJOO de verano obtendrían unas 7-8 medallas y que habría más plazas olímpicas. Los resultados se aproximan a la verdad. Respecto a las licencias olímpicas sería cierto en disciplinas individuales, no tanto en las colectivas donde se perdería fuelle (a menos habitantes, menor selección natural).

Sobre la nueva selección catalana de fútbol, el proceso sí que es mucho más simple. La FIFA no sigue los designios de reconocimiento internacional de Naciones Unidas, por lo que Cataluña no tendría dificultades para luchar por obtener la clasificación para el Mundial de 2022 o la Eurocopa de 2014. Los jugadores catalanes decidirían con que selección competir en virtud de la doble nacionalidad. Incluso futbolistas como Iniesta, nacidos en Albacete, podrían jugar en Cataluña si lo deseasen. De hecho, el recurso de la doble nacionalidad permitiría a Piqué no ser extracomunitario. Este punto es quizás el que más pelearía la nueva República Catalana, no sólo por el tema deportivo, sino para salvaguardar social y económicamente a sus ciudadanos ante un panorama fuera de la Unión Europea a medio plazo.

También hay deportes e instituciones a los que no les afectaría una hipotética independencia o hasta podrían ver reforzada su importancia internacional. Son torneos en deportes individuales que dependen directamente de fondos de la Generalitat, de fondos locales o de donaciones de empresas y particulares. Son, por citar a los más emblemáticos, el Circuit de Montmeló, el Real (¿seguiría siendo real? Club Tenis de Barcelona o la Volta Ciclista a Catalunya. Son pruebas de diferentes disciplinas arraigadas internacionalmente, con mucha tradición y que no están sujetas a ingresos televisivos o estatales.

–Colofón—

Todo esto está escrito poco después de que el ejército desarmado de Cataluña decidiése jugar a puerta cerrada un partido como apoyo ante los disturbios acontecidos el pasado 1 de octubre. El FC Barcelona decidió hacer política. Es legítimo. Es respetable. El ser humano desde las cavernas se ha reunido en tribus en función de su etnia, costumbres, religión o intereses económicos. Desde hace más de 100 años la tribu más grande que existe es el fútbol y es la única capaz de pasar por encima de esas diferencias e intereses. Es legítimo lo que hace el FC Barcelona, pero quizás es erróneo. Y no todo es blanco ni negro, tiene grises, y muchos grises.

Agustí Montal fue un excelente presidente del FC Barcelona. El hombre que fichó a Cruyff. Pero sobre todo es recordado como el dirigente que dio un salto al catalanismo. El que diseño el slogan de “Més que un club”, el que llevó el catalán a los carnets de socios y a la megafonía del Camp Nou. Pero también es el hombre que otorgó dos medallas de oro a Franco (el único club español que lo hizo hasta en dos ocasiones) en tan tardía fecha como 1971 y 1974, cuando ya se podía ser valiente pero alguno aún prefería esperar agazapado.

Como colofón habría que añadir un apunte trascendental. Que defensores y detractores de la independencia utilicen como argumento para defender su postura que un club deportivo forme o no forme parte de un sistema de ligas es de una bajeza intelectual considerable. Lo aquí expuesto sirve para explicar porque el FC Barcelona no jugaría contra el Real Madrid en el caso de una fractura del Estado español. Sólo para eso. Nada más que para eso. Que la decisión, sentimental, económica, histórica, realista o social dependa de ello, es tristísima. Esperemos que si algún día hay una votación legal nadie introduzca su voto en la urna pensando en el deporte y esperemos que haya o no haya votación el FC Barcelona siga siendo un magnífico club de fútbol juegue contra quien juegue.


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