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Benfica 2 – Santos 5

Durante buena parte de la década de 1960 se discutía sobre quien podría rebatirle el trono a Pelé. Tan sólo un futbolista tuvo tal distinción. De hecho, era “O Pelé da Europa”, o “O Pelé de África”, teniendo en cuenta que aunque de nacionalidad portuguesa era nacido en Lourenço Marqués, o lo que es lo mismo, Maputo. De aquella la capital de Mozambique recibía tal nombre en honor del explorador luso que descubrió para Occidente aquellas costas.

El Benfica tenía un equipo tremendo basado en una columna vertebral formada por Germano en el centro de la zaga, el gran capitán Mario Coluna en el mediocampo y una delantera temible en la que destacaban Eusebio y José Aguas, un poderoso ariete (nacido en Angola) que se compenetraba fantásticamente con el mozambiqueño.

Los lisboetas eran bicampeones de Portugal y de Europa y lo habían logrado sin perder ningún partido en casa en esas dos temporadas. En la edición europea de 1962, en la que se habían coronado al derrotar al Real Madrid cinco veces campeón de Di Stéfano, habían vencido en el estadio de Da Luz a Austria Viena (5-1), Nuremberg (6-0) y Tottenham (3-1) sucesivamente.

El Benfica era el equipo de Eusebio, pero ganaba antes de él y ganó después de él. Era la estrella dentro del equipo. El Santos era un muy buen equipo con jugadores de la categoría de Pepe o Coutinho, pero era el Santos de Pelé. Era un equipo circense que se desplegaba en decenas de amistosos todos los años para mayor gloria del astro de Tres Coraçoes. Dependía en exclusiva de “O Rei”.

Por aquel entonces la Copa Intercontinental se disputaba a doble partido. La FIFA no le daba el título de torneo mundial al vencedor porque tan sólo competían los campeones europeos y sudamericanos. No será hasta este siglo cuando esta competición, rebautizada como Mundial de Clubes, gane en democratización pero pierda en competitividad e interés. En el partido de ida disputado en el estadio Vila Belmiro, el Santos derrotó 3-2 al Benfica, pero las sensaciones fueron mucho mejores para los portugueses. Dominaron el encuentro y remontaron el gol de Coutinho para dar la vuelta al marcador con tantos de Santana y del cañonero Eusebio. Pero dos fogonazos de Pelé en los últimos minutos otorgaron una pírrica victoria a los brasileños. El primero fue un golazo por la escuadra y el segundo una exhibición de recursos técnicos que remató con un par de benfiquistas por el suelo.

Pelé estaba en sus años dorados. En cinco partidos consecutivos había anotado 23 goles. Tenía 22 años y aunque su carrera se prolongaría por casi tres lustros más, nunca alcanzó el nivel de excelencia que tuvo a comienzos de esa década. Sin embargo, había un nubarrón que llenaba de niebla su corona. Se acababa de disputar el Mundial de Chile donde Brasil se proclamó campeón con la presencia testimonial de Pelé. Se lesionó en el segundo partido y la prensa (sobre todo la europea) se preguntaba si se le podía considerar el mejor teniendo en cuenta que la canarinha no necesitó de su concurso para triunfar.

El run run tardaría pocos meses en disiparse. El encuentro de vuelta se disputó en Lisboa el 11 de octubre. Las dudas, si alguna vez las hubo o hubiese, pronto se disiparon.

El partido fue precioso con dos equipos volcados al ataque, aunque con diferente tino a la hora de materializar las ocasiones. Al poco de comenzar Pelé hacía el 0-1. Pero lo magnífico sucedió sólo unos minutos después cuando Edson Arantes recibió el balón en el centro del campo y dejo tirados a cuatro defensores para fallar en el último momento una jugada de ensueño. A partir de ahí el partido fue de Pelé, que poco después anotó el 0-2 tras un doble regate y un latigazo al palo de la portería defendida por Costa Pereira.

El recital fue para enmarcar. Dominó el encuentro a su antojo mientras Germano, uno de los mejores centrales de Europa, lo perseguía y era abatido en cada cambio de ritmo. Dispuso de otra fantástica ocasión antes del descanso que arrancó los aplausos de la afición lisboeta que, muy a su pesar, se rendía ante lo evidente.

En la segunda parte el Santos acusó el esfuerzo físico y bajó el ritmo, pero el tempo del partido lo seguía poniendo Pelé que frenaba y aceleraba a su antojo. Al inicio de la segunda mitad Coutinho colocó el 0-3 en el marcador tras dejar Pelé a cinco jugadores en el suelo (incluido a Costa Pereira) y más tarde el propio Pelé hacía el 0-4. Entonces el Benfica tiró de orgullo y a pocos minutos del final redujo distancias con dos goles, uno de ellos del indomable Eusebio, que no estaba dispuesto a irse del encuentro sin dejar su sello. Aún tuvo tiempo Pelé de anotar el hat-trick en el descuento tras un lanzamiento de penalti.

En Sudamérica, exceptuando Argentina –obviamente-, se considera a aquella exhibición del Santos como el partido perfecto. Pepe, un extraordinario extremo izquierdo, sigue diciendo que fue el mejor jugador de aquel partido porque Pelé “vino de Saturno, no cuenta como ser humano”.

Costa Pereira, el legendario portero portugués, concluyó al acabar el encuentro; “Llegué con la esperanza de enfrentarme a un gran jugador, pero me voy convencido de que he sido derrotado por alguien que no es humano, que nació en otro planeta”. Pero quizás, el que mejor definió aquel partido fue José Augusto en una entrevista años después: “Éramos optimistas. Éramos campeones de Europa y contábamos con Eusebio en plena forma, el mejor jugador del momento”. Y luego remata: “Di Stéfano era el más completo, pero Pelé era espectacular, más emocionante. Siempre iba directo hacía el gol. Sólo podías mirar admirado”.


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