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Desglosando al mejor de la historia y otras afirmaciones rimbombantes

Clasificar y escoger es algo innato al ser humano. La primera vez que vamos en el carrito a dar un paseo dominical a casa de los abuelos, nuestra madre nos advierte de que tan sólo podremos llevar un juguete. La disyuntiva es dura, y debemos elegir entre el oso de peluche y el tren de colores. Debes escoger cual te gusta más. Lo mismo pasa en el patio del colegio cuando debes decidir tu mejor amigo, tu compañero de pupitre o con quien sentarse en el autobús cuando vas de excursión a ese museo tan raro del que te ha hablado tu profesora.

Luego te decantarás por tu equipo preferido. De fútbol, obviamente. Puede que te guste el balonmano o el hockey, porque tu tío favorito juega en el equipo de tu barrio o quizás un domingo lluvioso estuviste toda la mañana viendo carreras de motos y adoras el motociclismo. Da igual, tienes que escoger un equipo de fútbol. Es condición sine qua non podrás sobrevivir. Es como cuando te preguntan si te gusta la chica voluptuosa de cuarto curso, tienes que decir que sí, aunque estés locamente enamorando de los ojos preciosos que se esconden detrás de la gafuda que se sienta a tu derecha.

Una vez escogido el equipo, tienes que optar por tu jugador favorito. Normalmente te gusta el que mete más goles. Es la solución fácil. No obstante hay varios condicionantes. El primero, y quizás más importante, tu padre. Si, lo sé, también puede ser tu madre, pero voy a ser politicamente incorrecto. Si a tu padre le gusta el lateral correoso de la banda derecha, puede que te guste a ti. Sin embargo, con la adolescencia desertarás de tu padre y, además, lo más probable es que el futbolista favorito de tu viejo ya se haya retirado.

El segundo condicionante es que tú juegues al fútbol en una determinada posición. Por lo tanto, si eres mediocentro te fijarás en Iniesta, Kroos o quizás en Xabi Prieto si eres de San Sebastián. Luego ya hay otra serie de factores, que si la personalidad, que si te gusta el peinado, los tatuajes, que si lo viste jugar en directo, que si te firmo un autógrafo, que si te gusta el número, que si tiene muchos seguidores en twitter, que si te gusta su actitud política e infinidad de cosas.

Una vez escogido ese jugador maravilloso, el paso del tiempo lo volverá terrenal y a la larga lo convertirá en un recuerdo. Pero, para ti, seguirá siendo el mejor. Y es en ese mismo momento cuando con los compañeros de trabajo, en una sobremesa de domingo con la familia o quizás tu sólo al escuchar un comentario en la radio mientras conduces, te preguntas, ¿y quién es el mejor de la historia?

Ese es el debate eterno y que con el paso del tiempo se vuelve cada vez más extenso por una simple cuestión numérica. Con el paso de los años hay más futbolsitas y por tanto, más candidatos. Di Stefano, Cruyff, Pelé, Maradona… y  Messi.

Análisis y método

El fútbol -y el resto de deportes- se convierten en fenómeno de masas a partir de la II Guerra Mundial. Hasta entonces, y a pesar de los profundos cambios en las costumbres sociales ocurridos desde mediados del siglo XIX, los jóvenes deben consagrar su vida al Estado y a la familia. De este modo, el fútbol sólo es una forma de entretenimiento, que se ve bruscamente alterada por el trabajo, la llamada del ejército y, en el caso de las mujeres, para casarse y tener hijos. Sólo a partir de la década de 1950 la juventud pasa a tener nuevos ideales y referentes que pueden ser desde deportistas, a músicos o actores.

Por otra parte, la globalización es inexistente, y aunque ya existe el Campeonato Mundial de Fútbol no se puede comparar fielmente el nivel de futbolistas de todo el mundo. La diferencia entre jugar en casa o a domicilio son enormes, con diferentes tipos de campos, entrenamientos o balones o con presiones arbitrales por los dirigentes de turno. Por ejemplo, en la final del Mundial de 1930 entre Uruguay y Argentina, la primera parte se jugó con un balón fabricado en Montevideo y la segunda con uno argentino. Asimismo, el número de partidos es muy reducido como para tener una comparativa clara. De este modo, lo propio es hablar de los mejores jugadores de un país o de una región, como Josef Bican en Centroeuropa, Dixie Dean en Reino Unido, Leonidas en Brasil, Héctor Scarone en Uruguay, Giuseppe Meazza en Italia o Matthias Sindelar, quizás el más famoso mediaticamente.

Hay otros dos factores a tener en cuenta. El primero es amplio objeto de debate, la visualización del futbolista. La manida frase “como vas a saber si era bueno si nunca lo viste jugar”. Ese axioma es de todo erróneo. Para ser puristas, habría que ver todos los partidos de dicho futbolista y verlos en el campo, para comprobar todos sus movimientos y actitudes. Y eso, requiere tiempo y análisis. Ahí es donde adquiere protagonismo el periodista.

No hay ningún vídeo, ni tan siquiera una fotografía del extraordinario gol de tacón de Di Stéfano a Bélgica en 1957, pero cualquiera que haya leído la crónica de ese día sabrá la dificultad, la elasticidad y lo increíble de dicho remate. Y además lo sabrá con la pureza se quien lo ha visto y lo ha compartido en directo con todo el público que magnificó el hecho con sus aplausos y sus exclamaciones. http://deportes.elpais.com/deportes/2016/05/18/actualidad/1463593718_439462.html

Tan denostada en nuestra época, la función del periodista es mostrar los hechos y describirlos de forma ecuánime, y convertir la memoria oral en escrita, radiada o visual para que el ciudadano considere lo que le cuentan y tome sus propias decisiones. De ese modo, leyendo las declaraciones de sus rivales, la opinión de los aficionados y viendo su cifra de goles, podemos saber, incluso sin ponerle rostro, que Dixie Dean fue un goleador imperturbable.

Y, para finalizar, debemos tener en cuenta que NO se puede escoger al mejor de la historia, porque la historia no es comparable en el tiempo. La velocidad, la táctica o la preparación física son diferentes. Incluso la técnica, quizás lo más virgen para un deportista, está moldeada por la repetición y la práctica, la cual, cada vez, es más profesional y repetitiva. Es por ello, que lo correcto sería hablar del mejor de cada generación, pero no de la historia.

Aún así, vamos a intentar dilucidar quien fue el mejor de forma objetiva, para que nuestras conversaciones de bar tengan algo más de fundamento. Pero eso será en el próximo post.


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