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El último baile de Supergarcía. Cuando José María García acabó con una huelga de Iberia (2ª parte)

José María García desembarcó en Onda Cero en el año 2000. Después de toda una vida contra lo que él llamaba “el imperio del monopolio” tenía ante sí la oportunidad de dirigir los deportes de un verdadero conglomerado mediático de radio, prensa, televisión e internet, bajo la titularidad de una multinacional como Telefónica. El hombre que había combatido contra molinos de viento en Antena 3 Radio y COPE (que como él bien se encargaba de repetir por activa y por pasiva había cogido en quiebra técnica) tenía la oportunidad de liderar un gran proyecto.

García seguía siendo el periodista más popular de España, pero ya no era el líder. José Ramón de la Morena le había superado y muchos chavales habían cambiado el tono guerrillero de García por la radio deportiva trivial y humorística que defendía de la Morena en los micrófonos de la SER. De hecho, lo que Telefónica quería para competir con Prisa era que García dirigiese desde los despachos, no que estuviese delante de un micrófono. Pero pedirle eso a Supergarcía era imposible.

Los resultados de audiencia no acompañaban. Le recortaron el programa en media hora. Algo inédito. Y empezaban los problemas que iban a convertir a Aznar y a García en enemigos confesos y que iban a dar al traste con la idea de crear un conglomerado mediático afín al centro-derecha. Pero lo peor para García es que, acostumbrado a ser el jefe de todo y de todos, ahora veía que era una parte minúscula de un proyecto gigante que se le iba de las manos.

De este modo, a inicios de 2002 lanzó un órdago a César Alierta, presidente de Telefónica, pidiendo plenos poderes. Obtuvo el silencio por respuesta. Por lo que el domingo 7 de abril de 2002 se emitiría el último Supergarcía de la historia.

Según han contado todos sus colaboradores cercanos, la etapa de Onda Cero tuvo dos fases bien diferenciadas. Los primeros meses García tenía la ilusión de un niño. Trabajaba a destajo y se afanaba por lograr exclusivas como siempre había hecho. Sin embargo, en su último año apenas pisaba la radio. Llegaba justo para comenzar el programa y nada más terminar se ponía la americana y se marchaba para casa.

Tuvo un último destello.

Era la noche del sábado 7 al domingo 8 de julio de 2001, y tal y como explicaba en la primera parte de este artículo, se iniciaba una huelga indefinida de trabajadores de Iberia que amenazaba con paralizar los aeropuertos de toda España. A las 00.00 horas sonó la sintonía de Simple Minds y José María García comenzó su programa junto a Javier Algarra, entonces director de informativos de Onda Cero. No obstante, salvo un par de comentarios en los primeros minutos del programa, Algarra estuvo de escuchante aquella noche.

El programa se inició con varias entrevistas a alguno de los pilotos que habían dimitido. Empezaron exponiendo sus demandas, pero García cortó por lo sano y comenzaron a tratar el tema de la seguridad ciudadana. Los pilotos dijeron que era todo mentira y que no había problema alguno de seguridad en las torres de control. Según ellos era falso que no pudiesen operar los servicios mínimos y los vuelos de otras compañías, y por ese motivo habían decidido dimitir.

Por supuesto García ordenó a sus reporteros que fuesen raudos a cada uno de los aeropuertos del país y aparcasen la información deportiva para otro momento. Los micrófonos de Onda Cero se llenaron de declaraciones de gente anónima que estaban pasando la noche en las terminales a la espera de una respuesta oficial.

Luego un miembro de la directiva del PSOE entró en el programa para pedir la comparecencia inmediata del presidente Aznar. Fue entonces cuando García dio el número de la central de Iberia por antena (cabe recordar que poca gente tenía acceso entonces a Internet) provocando el inmediato colapso de las líneas telefónicas de la compañía.

Aquello se semejaba a un minuto y resultado radiofónico. Sólo faltaban los anuncios de Terry, Seguros Finisterre y Ponche Caballero. Los corresponsales de deportes estaban en los aeropuertos de media España alertando de las cancelaciones y de los retrasos de las compañías que no eran Iberia. Y García dando paso a diestro y siniestro. Radio y directo en estado puro.

Es entonces cuando García conecta con Pedro J. Ramírez, director de ‘El Mundo´, y a dos voces pone en antena al ministro Cascos que afirma que pronto volverá la normalidad y que Iberia debe rectificar. “Por una vez, José María –dijo el ministro-, los pilotos tienen razón”.

Quedaba patente que esa noche no iba a haber información deportiva. García, ya de por sí una celebridad, había pasado a la historia colectiva de la nación cuando retransmitió el asalto de Tejero al Congreso el 23-F desde el capó de un coche como si de una retransmisión futbolística se tratase. Salvando las distancias, estaba haciendo lo mismo.

Cascos le había comunicado a García que el Ministerio había enviado unas cartas a la plana mayor de Iberia y a los pilotos (a través del sindicato SEPLA) instándoles a volver al trabajo para más adelante negociar un acuerdo.

Era la 01:00 a.m.

Entraba en antena un nuevo personaje. Ángel Mullor, vicepresidente de Iberia, le dijo a García que ni él, ni Irala ni ningún piloto había recibido ninguna de esas cartas de las que los medios estaban hablando. Inmediatamente García pidió comunicación con Cascos. No lo consiguió, pero en su lugar entró en directo Sanmartí (director general de Aviación Civil) como portavoz oficial de la versión del Gobierno. Este reiteró que las cartas habían sido mandadas y pidió al SEPLA y a los pilotos que no faltasen a la verdad y que dejaran de mentir.

Según parecía, los huelguistas, visto el cariz de los acontecimientos, querían dar marcha atrás, por lo que los pilotos (con el beneplácito del SEPLA) remitieron las cartas a Mullor y al resto de la plana mayor de Iberia, con la condición, eso sí, de que volverían al trabajo “sólo hasta que la dirección de la empresa encuentre a quien los pueda sustituir temporalmente”.

No obstante todo esto aún no era de dominio público. Ahora que el Gobierno estaba metido en el ajo y como la presión social era asfixiante, Irala y Mullor pretendían que la huelga siguiese para poder forzar un acuerdo favorable a sus intereses.

García seguía en antena y ni él ni nadie sabían lo que se cocía entre bambalinas. El programa deportivo estaba a punto de terminar. Tras García le tocaba el turno a Juan Antonio Cebrián y ‘La rosa de los vientos’, un espacio cajón de sastre que era líder de las madrugadas radiofónicas.

No era ni la primera ni la última vez que Supergarcía alargaba su programa para rabia del compañero que iba detrás de él. García comunicó a los oyentes que el directo mandaba y que había que solucionar la huelga y llamó al responsable del SEPLA. Tras varias preguntas incisivas, la mentira saltó por el aire y se descubrió que los pilotos estaban dispuestos a dejar la huelga.

Era turno del García en ebullición. Consigue tener al mismo tiempo a las tres partes implicadas, a Sanmartí (Aviación Civil, Gobierno), a Mullor (Iberia) y al representante de la SEPLA. Espectáculo y servicio social al mismo tiempo. Preguntas cerradas con respuestas obligadas. Puro García.

Consiguió arrancarles un acuerdo verbal del fin de la huelga. A los tres. Al mismo tiempo.

Eran cerca de las 02.30 a.m. Hacía más de una hora que el programa tenía que haber finalizado. Fueron 210 minutos de emisión. Cuando se despidió de sus oyentes García tiró de socarronería y egolatría para recordar que así es como se tienen que hacer las cosas.

A las 05:00 a.m. los aviones de Iberia surcaban los aires con total normalidad.

A la mañana siguiente, todas las cadenas de televisión destacaban el papel de García en el fin de la huelga. Periodistas de tan diverso pelaje e ideología como Matías Prats o María Teresa Campos calificaron aquella madrugada, seguramente de forma exagerada, “la otra noche de los transistores”. Pero tenía su punto de verdad. Fue José María García quien propició el acuerdo, los paros se suspendieron y, en reconocimiento a su labor, un par de meses después Supergarcía fue nombrado ‘piloto del año’ por el SEPLA.

P.D: Esa noche falleció Miguel Gila, el humorista más famoso de España. Nadie se enteró hasta la mañana siguiente.


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